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Venezuela

Misión Ciencia 2007

Fuentes: Aporrea

Estimado Rigoberto Estimados colegas y amigos que colaboran con la discusión acerca de la Misión Ciencia y Tecnología: He leído con mucha atención todo lo escrito por ustedes, ya que Rigoberto me hace el favor de enviármelo todo (gracias, Rigoberto!), he asistido igualmente a varios eventos organizados por Fundacite-Mérida, pero no había participado todavía por […]

Estimado Rigoberto

Estimados colegas y amigos que colaboran con la discusión acerca de la Misión Ciencia y Tecnología:

He leído con mucha atención todo lo escrito por ustedes, ya que Rigoberto me hace el favor de enviármelo todo (gracias, Rigoberto!), he asistido igualmente a varios eventos organizados por Fundacite-Mérida, pero no había participado todavía por internet (solamente oralmente, en ciertos eventos o reuniones).

Tengo, frente a toda esta discusión que sale sobre todo de Caracas (UCV y USB especialmente), la reacción de una antropóloga de provincia, de modo que les pido perdón por lo que voy a decir:

Creo que, en relación con todos estos temas, pero muy especialmente en lo que concierne el debate ciencia-tecnología, la perspectiva es muy distinta cuando se observa desde Caracas y cuando se observa desde la provincia (en mi caso: la Cordillera de Mérida, pero también los estados vecinos: Barinas, Lara, Falcón, Zulia, donde estamos trabajando en el campo, en zona rural como urbana).

En tanto que antropóloga «provincial», entonces, me parece interesante lo que todos ustedes escriben, pero me parece también que están a veces algo lejos de la realidad del país, y que desde Caracas se concibe a Venezuela como si fuera solamente Caracas. Procuraré explicarles brevemente por qué:

Como antropóloga no puedo olvidar nuestro muy largo proceso de hominización, con todo lo que significó para la humanidad de obstáculos, sacrificios, búsquedas empíricas y luego no tanto empíricas… Por ejemplo, cuando esos humanos de antes inventaron cómo fabricar el fuego y conservarlo, cuando inventaron instrumentos de piedra cortantes, cuando inventaron el arco y la flecha y tuvieron que calcular cuántas plumas había que pegar a la flecha para que pudiera contrarrestar la fuerza del viento, según el viento del día y del momento; o cuando inventaron la rueda… esto ya era ciencia, ciencia y tecnología, pero no necesitaron teorías previas para sustentar sus inventos. Los inventaron, los aplicaron, y ya esto fue una actividad social, una actividad cultural, además de científico-tecnológica.

Por supuesto, pertenecemos también nosotros en América Latina a la cultura occidental, que necesita construir teoría y apoyar su búsqueda científica en ella… Recuerdo sin embargo a Maurice Godelier, quien fue co-tutor de mi tesis de doctorado y con quien conversaba mucho. Como le había llevado todas mis fichas y notas de trabajo de campo realizado en Venezuela antes de empezar el doctorado, se contentó mucho y conversando con él, como yo no lo veía llegar a hablar de «marco teórico-metodológico», tímidamente le pregunté al respecto (por el énfasis que se acostumbraba poner en la necesidad de dicho marco en la UCV en mis tiempos -no sé si ahora todavía…) y él se rió. Me dijo: «No sé qué tienen en América Latina de creer que la teoría precede la investigación… La teoría se construye después de la investigación, si se logra construirla…»

Ahora bien: Estamos en pleno proceso revolucionario, un proceso hiperdinámico, donde el Presidente nos hace -con razón- muchas exigencias; un proceso en el cual tenemos que participar todos, y no solamente los «científicos» y los «tecnólogos», es decir, los académicos universitarios. Veo a través de los eventos a los cuales asisto que muchos creen que para hacer participar al pueblo hay que «llevarle» los conocimientos científicos, hay que «llevarle» la tecnología, hay que enseñarle a fabricar software, etc, etc… lo único que preocupa a todo el mundo es : ¿Cómo hacer esto? ¿Cómo hacer llegar la ciencia y la tecnología al pueblo? Para que participe, y que éstas no sean sólo la pertenencia de nosotros, los universitarios…Pero nadie (o casi nadie) parece preguntarse si no tendría el pueblo conocimientos que nosotros también podríamos aprovechar.

Está muy bien que se aprenda a hacer software en todos los niveles, gracias a Dios tenemos un pueblo muy inteligente que se adapta muy rápidamente y comprende rápido lo que se espera de él., pero ¿ por qué pensar (como veo que la mayoría piensa, y lo observo en muchos programas, en muchos proyectos, en muchos eventos, en muchos discursos, incluso en el discurso de la ministra de Ciencia y Tecnología saliente, el otro día, en Mérida) ¿ por qué pensar siempre que debemos llevar el conocimiento de arriba hacia abajo? Por qué no de abajo hacia arriba???

La semana pasada asistí a unas Jornadas de Fundacite en Mérida: Muy interesante todo, pero los proyectos más interesantes dentro de la perspectiva que parece tener nuestro Presidente no se presentaron (por ejemplo: el programa de rescate de semillas de papas y otros tubérculos del páramo desconocidos en el mercado). Oí unas magníficas exposiciones acerca de inundaciones, de prevención de muerte en esos casos, de cómo prevenir la actividad sísmica, etc…lo que nos recordó muchas cosas, especialmente todo lo que se vivió en Mérida en 2005 (y que podríamos vivir nuevamente en cualquier momento pues, aunque se habla mucho de la necesidad de tomar medidas anticipadamente, no veo que se haga nada realmente, y observo que los campesinos -que tienen sus conocimientos heredados de muchas generaciones en la Cordillera, desde el tiempo de las antiguas sociedades indígenas, sus antepasados- los veo preocupados, porque conocen muy bien este ambiente, mucho mejor que los ingenieros universitarios, y, sobre todo, como dije en Caracas en una especie de congreso a finales de 2005, son mejores meteorólogos que los meteorólogos «científicos», pues saben con anticipación lo que va a pasar cada año en la Cordillera, qué zonas van a presentar peligro y por qué, etc… y nadie jamás los consulta (este conocimiento se queda entre ellos mismos). Nos consta a varios investigadores que ellos anunciaron con anticipación lo que iba a pasar en la Cuenca del Mocotíes, Sta Cruz de Mora, y estoy segura que los que se salvaron en dicha zona (los que se fueron hacia arriba en la montaña, y a tiempo) fue porque ellos también sabían. Pero otros no sabían, sobre todo entre los jóvenes, porque se están occidentalizando, están aprendiendo a respetar la ciencia y la tecnología de la universidad, y se olvidan de sus propios conocimientos y de sus propios inventos, incluso aprenden a despreciarlos.

Quién hace caso a ese conocimiento del campesino del páramo llamado «la siembra del agua»? Quién recuerda que nuestros antiguos indígenas inventaron (sin necesidad de teoría) la mejor tecnología agraria y de riego para las zonas de montañas? La que fue abandonada luego por españoles ignorantes que se trajeron los grandes inventos de ellos como, por ejemplo, el arado con bueyes, y así fueron erosionando poco a poco las montañas; así como fueron erosionadas éstas en la Cuenca del Mocotíes, por la introducción a fines del siglo XX del café de Brasil (que se reproduce mucho más rápidamente y en mayores cantidades que el café tradicional de Mérida) y -sobre todo- que no necesita ese café brasileño la sombra de los grandes árboles, así que se cortaron muchísimos árboles en la cuenca del Mocotíes…para aumentar («científicamente») la producción, al poder sembrar más matas de café en lugar de árboles, olvidándose los peritos de las vertientes, tan frágiles.

En fin, por qué no nos ponemos a aprender del campesino? Del campesino merideño aprendamos a construir terrazas agrícolas con sus muros de contención de piedra o de arcilla, según la zona, aprendamos de él cómo se «siembra el agua», cómo se construyen acueductos, canales de riego -sobre la tierra o por debajo-, como se puede hacer venir el agua de lejos… Aprendamos del campesino descendiente del indígena del llano o del sur del Lago de Maracaibo, cómo se puede evitar la muerte y destrucción provocadas por las grandes inundaciones periódicas de los ríos, construyendo montículos elevados, calzadas elevadas para circular…

El conocimiento puede ir en ambos sentidos: de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba (adquiriendo nosotros los «científicos» y «tecnólogos» un mínimo de modestia y una capacidad para observar un poco más alrededor de nosotros lo que El Otro (aquí: el campesino, el obrero, el indígena) sabe, y lo que sabe hacer…e incorporando sus conocimientos al conocimiento occidental que tenemos en nuestras universidades. Y luego, tal vez, seamos capaces de teorizar sobre todo esto, y de ofrecer nuevas teorías científicas al mundo…