Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Por regla general, los israelíes están muy orgullosos de su ejército. Las autoridades israelíes siempre se han esmerado en presentar al ejército como algo puro, noble, único. Y en repetir que es «el ejército más moral del mundo». El Tsahal (ejército de defensa israelí) no es un ejército de defensa como su nombre indica, sino un ejército ofensivo, xenófobo, responsable de la limpieza étnica más vasta y de la ocupación militar más larga del mundo moderno.
Creado en mayo de 1948 con la participación de las organizaciones Haganah, Lehi, Irgoun, el Tsahal es un ejército ofensivo al servicio de la ideología racista del Gran Israel. Sus primeros hechos de armas y de salvajismo fueron la planificación y ejecución de las masacres, así como la destrucción de pueblos y ciudades, lo que debía empujar a los palestinos al éxodo y acabar en su deportación para edificar en su lugar el Estado reservado «exclusivamente a los judíos». A esta limpieza étnica, que vació Palestina de tres cuartas partes de su población autóctona y la expulsó del mapa, los israelíes la llaman cínicamente guerra de independencia. Una guerra colonial y una limpieza étnica que no han cesado nunca.
Este terror organizado -institucionalizado por medio de centenares de leyes racistas y de medidas de apartheid llamadas de «separación»-, que reglamenta toda la vida cotidiana de los palestinos para mantenerlos bajo la dominación y bajo el control total del ejército israelí, es lo que ha permitido a Israel imponer su «supremacía judía».
El ejército israelí tiene derecho a hacer de todo. A servirse de un arsenal militar concebido para enfrentarse a experimentados ejércitos modernos contra civiles completamente indefensos, mujeres y niños incluidos. «Israel tiene derecho a defenderse» es el leitmotiv de las autoridades israelíes cuando las protestas de la opinión pública las ponen en entredicho. El problema es que este «derecho a defenderse» que reivindica Israel es en un sentido único, exclusivo, como todo lo que tiene que ver con su proyecto de expansión colonial. En los años ochenta, los soldados del Tsahal apuntaban a las piernas de los niños, en los noventa a los brazos, desde 2000 al pecho y la cabeza. «Israel tiene derecho a defenderse», replican cobardemente los «grandes» de este mundo cuando la visión de estas odiosas masacres escandaliza a los ciudadanos. En otras palabras, el ejército israelí tiene derecho a masacrar pueblos con total impunidad. Ahora bien, hasta un niño puede comprender que cuando Israel envía batallones de soldados y de carros de combate a disparar con cañones de guerra contra poblaciones que están en situación de inferioridad y son incapaces de responder, no es para «defenderse», por supuesto, sino para envilecer, humillar, exterminar y hacer ver a estos árabes que se obstinan en permanecer sobre lo poco de tierra que les queda a pesar de lo duro que es eso, que el amo es Israel.
En 2006, los soldados israelíes quitaron la vida a 742 palestinos (145 de ellos niños), hirieron a 3.735 y secuestraron a otros 5.671, 360 de ellos niños. 210 palestinos murieron en asesinatos selectivos. Durante el mismo periodo en total los palestinos quitaron al vida a 23 israelíes y secuestraron a un soldado [1].
La política de «defensa» del Estado de Israel no es ni más ni menos que «terrorismo de Estado». Con sus escuadrones de la muerte (fuerzas especiales), que desembarcan por sorpresa en la vida precaria de los palestinos y sólo dejan tras de sí cadáveres y dolor, con sus agentes secretos que fomentan atentados terroristas -que a continuación atribuyen a los árabes-, con más de 600.000 soldados y reservistas (israelíes o con doble nacionalidad de origen ruso, polaco, moldavo, estadounidense, francés, etc.) que una vez en las zonas ocupadas sólo conocen el lenguaje del asesinato y de la humillación, el Tsahal no es, por lo tanto, esta entidad aureolada de virtudes que presentan los periodistas sojuzgados a Israel, sino un ejército exclusivo, bárbaro.
Para estas poblaciones árabes ocupadas por fuerzas extranjeras es una humillación ver a estos soldados rasos venidos de fuera dirigir sus armas y su odio contra ellos, y oírles decir que Palestina les pertenece, que «es Dios quien les ha dado esta tierra». En Israel hay un racismo latente que se expresa abiertamente; un rechazo mayoritario a considerar a los vecinos árabes como seres dignos de ser tratados humanamente, como iguales.
La idea de sacrificarse por el Estado de Israel está muy arraigada en el espíritu de estos israelíes que «han crecido en la cuna del sionismo». No hay ninguna familia israelí que no obtenga beneficio, directa o indirectamente, de la ocupación militar. Desde los 18 años, hombres y mujeres tienen la obligación de cumplir tres años de servicio militar (2 para las mujeres) y después un mes al año, hasta cumplir los 50.
«Nuestro ejército es puro. No mata niños. Tenemos una conciencia y unos valores, y hay pocas víctimas debido a nuestra moral», dicen los generales israelíes en la película Tsahal, de Claude Lanzmann. Así, como se puede constatar en esta película, siempre se muestra a aquellos israelíes que tienen las manos manchadas de sangre como unos corderos y estos cineastas, periodistas y escritores, que se hacen cómplices de sus crímenes disfrazando la realidad, mantienen a la opinión pública internacional en la ignorancia.
¿De qué «valores morales» se pueden valer cuando se envía a soldados disfrazados de árabes a ejecutar, sin otra forma de proceso, a palestinos que ni están armados ni están en posición de combate, y aviones de guerra a bombardear casas repletas de mujeres y de niños? Lo que ocurre sobre el terreno desgraciadamente contradice a estos generales a los que Claude Lanzmann ha dado la palabra.
Israel viola todas las leyes internacionales. Ha legalizado la tortura, la toma como rehén de una familia en la que se busca a uno de sus miembros, los castigos colectivos, las detenciones y ejecuciones extrajudiciales, el requisar las tierras, el control del 80 % de los recursos árabes de agua, el bloqueo de pueblos y ciudades que prohíben los desplazamientos y encarcela a millones de palestinos. Esta lista no es exhaustiva.
La vida cotidiana de los palestinos siempre se ha visto conmocionada por los asesinatos, las devastaciones, los secuestros perpetrados por estos batallones de soldados que irrumpen a cualquier hora del día y de la noche, invaden sus hogares de forma violenta, masiva, rompen todo, humillan a los padres en presencia de sus hijos, secuestran a los hombres; asesinatos, devastaciones y secuestros que desde 2000 no han dejado de multiplicarse y de redoblar su crueldad. En este periodo, muy traumantizante para los palestinos, fue cuando se oyó hablar de esos israelíes llamados «refuzniks», que se negaban a servir en Palestina. Eso hizo nacer la esperanza de que en esta negativa la paz pudiera encontrar una oportunidad.
En julio de 2006 el ejército israelí invadió de nuevo Líbano. Fue entonces cuando conocimos a ex soldados que habían firmado el manifiesto «Valor de negarse». En cuatro años solamente lo han firmado unos 600 israelíes. Mientras que su país se había lanzado a una nueva guerra inhumana, desequilibrada, ilegal, que suponía la muerte de centenares de libaneses, era sorprendente constatar que estos refuzniks, cuya negativa a servir había hecho soñar a muchas personas fuera de Israel, eran favorables a esta horrible guerra emprendida por Israel. Testimonio de ello son las respuestas de Elad, 32 años, físico, cercano a los «Anarquistas contra el Muro» [2], que recogimos cuando estaba esperando para irse a un centro universitario europeo en Hungría con una beca en el bolsillo.
– ¿Sigue perteneciendo al movimiento de los «refuzniks»?
– Firmé el manifiesto Valor de negarse, pero ya no pertenezco a él. Sus miembros son sionistas.
– ¿Se puede ser refuznik y sionista?
– ¡Por supuesto! ¿Qué quiere decir para usted el término sionista? Se puede ser sionista y estar contra la ocupación. El sionismo tiene diferentes significados. Para los palestinos quiere decir que se destrozan sus tierras. Por lo tanto, para ellos todo israelí que apoya la ocupación es sionista, una mala persona. Pero en Israel el sionismo significa algo bueno. Este término tiene un significado positivo. Por ejemplo, ayudar a una anciana a cruzar la calle es calificado de gesto sionista. En la opinión, por lo general hablada, sionismo significa que Israel debe ser un Estado judío. Muchas personas que pertenecen al movimiento Valor de negarse se definen como sionistas. Yo no soy sionista. No creo que el concepto de Estado judío sea un concepto justo: creo que implica el racismo a un nivel muy profundo.
– ¿Qué piensa usted en este momento en que su país ha vuelto a emprender una guerra contra Líbano y en que sus hermanos arrasan pueblos y ciudades?
– Creo que Líbano debe decidir si es un Estado o no. En Líbano hay dos ejércitos. Uno que es democrático, que es el más pequeño y menos eficaz de los dos, y que no ejerce su soberanía. Y el ejército de Hezbolá, que según todos los criterios es un buen ejército pero que no responde al pueblo libanés; que actúa en nombre de Nasralá y responde a Siria e Irán. Es un ejército de guerra. Hezbolá quiere la guerra; la guerra es un buen negocio para Hezbolá. No creo que sea el pueblo libanés quien debiera pagar el precio. Por otro lado, he leído que Israel ha matado a cientos de personas en pocos días. Es horrible y moralmente no hay excusa para ello. Y estratégicamente no sirve a ningún objetivo. Simplemente, han destruido Líbano. Creo que es lo que quería Hezbolá y que es bueno para él.
No sentimos desconcertados al oír como suya la propaganda militar más simple. Este hombre, que estaba ante nosotros y a quien habíamos querido conocer pensando que su manera de ver sería contraria a la del Estado Mayor israelí y de sus compatriotas en general, no se desmarcaba de sus opiniones.
– ¿En Bil’in usted apoya a los palestinos contra los que lucha el ejército israelí y en Líbano usted apoya al ejército israelí? ¿No es esto contradictorio?
– Si, así es. De hecho, si considero las cosas profundamente, cuando me opongo a lo que hace el ejército, lo hago con la esperanza de tener una vida mejor; no lo hago por los palestinos, sino por mí mismo.
– ¿Mató usted a libaneses cuando estuvo en Líbano en los años noventa?
– Tenía 18 cuando empecé en el ejército. Tras un año de adiestramiento en Israel, entre 1995 y 1996, fui al sur de Líbano y volví a los 21 años. Recibí más golpes de los que di. Murieron amigos. Era como en la guerra.
– Usted luchó en Cana en 1996. ¿No quiere hablar de ello?
– Sí, yo estaba en Cana durante la operación llamada «Uvas de la ira». Lo que hicieron entonces fue muy violento, pero menos violento que lo que hacen hoy. El objetivo de esta operación era el mismo que el que persigue el ejército israelí hoy: acabar con Hezbolá y presionar al gobierno libanés para que haga callar las armas de Hezbolá.
– ¿Su batallón disparó sabiendo que había civiles desarmados?
– Dispararon contra el mortero. No se disparó la bomba con el objetivo de matar a la gente. Tras una semana de combates, Hezbolá instaló sus morteros cerca del campo de refugiados para disparar contra las posiciones israelíes, pensando que el ejército israelí no dispararía ahí. Hezbolá alcanzó al ejército israelí y éste pidió poder disparar contra esta posición. Fue entonces cuando una de las bombas cayó en el campo de refugiados bajo protección de Naciones Unidas.
– ¿Cómo puede usted decir que «dispararon contra el mortero» cuando murieron al menos 130 refugiados palestinos y hubo centenares de heridos? ¡Un enorme baño de sangre! Sin embargo, se trataba de mujeres y de niños y no de combatientes de Hezbolá.
– El objetivo era el mortero.
– ¿Cómo se puede disparar para hacer callar un mortero cuando se sabe que se puede matar a mujeres y niños?
– El objetivo era el mortero.
Ninguna emoción, ninguna inflexión en al voz. Ninguna confidencia, pensamos nosotros. Respuestas breves, descarnadas, aprendidas de memoria. Para todos estos soldados que han sido enviados al frente a masacrar a los civiles, ¿se trata, nos parece a nosotros, de no reconocer nunca un crimen, de no asumir nunca el hecho de que toda operación militar sobre el terreno es una responsabilidad colectiva, de no incriminar nunca a sus compañeros?
– No parece que usted condene esta acción.
– No, no culpo al soldado que disparó contra el mortero. Recibió una lista de números, los introdujo en el ordenador y disparó. Culpo al gobierno israelí que no debería haber entrado en Líbano ni haber lanzado esta operación y que no debería haberse servido de la población civil para obtener fines políticos.
– ¿Fue entonces cuando abandonó usted el ejército?
– Sólo me quedaban cuatro meses para cumplir cuando dije que no quería continuar.
– ¿Y hoy está usted de acuerdo con su gobierno que masacra mujeres y niños?
– En aquella época Hezbolá luchaba contra la ocupación de nuestras tropas. Hoy es diferente, lo que hace Hezbolá no es legítimo.
– En el momento en que estamos hablando el ejército israelí ocupa y bombardea los mismos lugares en los que usted combatió. ¿Qué siente usted?
– Sí, conozco muy bien los lugares en los que están ahora. Yo estaba en el pueblo de Marjaron donde ayer hubo una gran batalla. Y en Benjel, donde están combatiendo.
– Firmó usted ayer el manifiesto Valor de negarse y hoy parece estar totalmente de acuerdo con la agresión de Líbano por el ejército israelí.
– No querría ser enviado a Líbano. Una vez dicho esto, la guerra no habría empezado si Hezbolá no hubiera secuestrado soldados. Creo que Hezbolá quería la guerra. Su objetivo era matar civiles. Israel no habría empezado su Hezbolá no hubiera secuestrado…
– Las informaciones que tenemos indican que los soldados capturados por las fuerzas de Hezbolá estaban dentro de Líbano.
– No es lo que yo sé. Lo que es seguro es que fueron secuestrados en Israel.
– Israel ha invadido Líbano, arrasado ciudades por tres soldados capturados. ¿No indica esto que Israel tenía un plan, que quería emprender una guerra y que ha aprovechado la ocasión?
– Por supuesto que Israel tiene planes preparados. Eso es lo que hace un ejército. Por supuesto, es lo que ocurre más allá del secuestro de los dos soldados. La decisión de ir a Líbano se basó en el hecho de que si Hezbolá proporcionaba un pretexto, Israel aprovecharía esta ocasión como un elemento desencadenante para cambiar las reglas del juego en Líbano. La dureza de la reacción de Israel se debe a diversas razones. Una es que Israel comprendió que si intervenía en Líbano su acción sería muy dura, muy eficaz. No se pueden dejar las cosas así, en una situación en que hay dos ejércitos en Líbano ¿Cuál es el soberano? ¿Hezbolá o el gobierno libanés? Por medio de su intervención Israel hace saber a Líbano que para él no es tolerable someterse a una situación en la que Líbano no es un Estado soberano. En Líbano hay dos ejércitos y uno de ellos hace lo que quiere cuando ya no hay ocupación israelí de Líbano.
– He estado recientemente en Líbano. Israel viola el espacio aéreo día y noche; y los libaneses consideran las granjas de Chaaba ocupadas.
– Chaaba tiene unos cientos de kilómetros cuadrados. Hezbolá lo utiliza como pretexto para continuar luchando. La guerra es un buen negocio para Hezbolá.
– ¿Pero usted no cree que la rama armada de Hezbolá que defiende a Líbano contra la agresión israelí lleva a cabo una lucha de resistencia? ¿No hay todo un pueblo que resiste contra su invasor?
– ¿Qué resistencia?
– Según parece, el pueblo libanés apoya unánimemente a las fuerzas que llevan a cabo una lucha de resistencia.
– ¿Resistencia contra qué?
– ¿Los libaneses que son masacrados no tienen derecho a defenderse? Usted apoya el movimiento de los «Anarquistas contra el Muro», que cada viernes se manifiesta en Bil’in contra su ejército. Hezbolá resiste en Líbano como los palestinos resisten en Bil’in. ¿No es la misma lucha?
– Apoyar Bil’in es lo que hay que hacer. No tiene nada en común lo que pasa en Líbano y lo que pasa en los «territorios».
Ni una palabra que llame a las cosas por su nombre: Palestina, palestinos. Permanece en la abstracción. Ni un «nosotros», ni asumir responsabilidades.
Las respuestas de Elad suscitan otras cuestiones. ¿No han sido los refuzniks un factor de equilibrio en un momento en que el Tsahal corría el riesgo de trastornar demasiado a la opinión pública? ¿No fueron un efecto de marketing, de moda? Presentados como una «luz de esperanza y de valor» por quienes en el campo de la paz canalizaban las ilusiones, ¿no quitaron el sitio de los resistentes a quienes Israel trata de «terroristas» y a quienes sus F-15 exterminan con misiles violando todas las leyes internacionales? Un militante por la justicia en Palestina nos da su respuesta.
«Los refuzniks se han quedado como un movimiento muy marginal en Israël. Se les ha concedido un lugar desmedido respecto a su realidad. Compuesto de diferentes grupos que están de acuerdo a grandes rasgos sobre la negativa a ir a hacer el servicio [miliar] y su periodo de reservistas en los «territorios palestinos ocupados». Sus motivaciones son morales y políticas. La primera frase del manifiesto fundador del movimiento Valor de negarse dice: «Nosotros, oficiales y soldados combatientes de reserva del Tsahal, que hemos crecido en la cuna del sionismo y del sacrificio por el Estado de Israel…». No es, por lo tanto, sorprendente que unos refuzniks hayan apoyado decididamente la guerra emprendida contra Líbano. Porque con ello ¡»defienden y refuerzan en Estado de Israel»! Su postura exclusiva sobre «los territorios del 67» es lo que explica por qué los refuzniks han gozado de una gran promoción por parte de los movimientos de solidaridad en Europa; estos últimos se han servido de ellos para defender su línea política y la del campo de la paz en general, que se limita a decir que «el problema es la ocupación desde 1967, que basta con retirarse detrás de la línea verde».
No tener en consideración lo que ocurrió antes de 1967 equivale a perennizar la existencia de Israël como Estado exclusivamente judío sobre el 80 % del territorio histórico de Palestina y, por lo tanto, eliminar la cuestión del derecho al retorno de los refugiados. En una situación en la que todo es legal, la tentación de la ambigüedad y de negar la limpieza étnica es una escapatoria humanamente comprensible. Sin embargo, ningún israelí puede perder nunca de vista que está pisando sobre la sangre de los palestinos, que solo por medio de la fuerza y de la brutalidad Israel puede imponerse como «Estado judío exclusivo» y que viviendo sobre esta tierra robada a los palestinos -que obliga a Israel ha emprender guerras sin fin para conservarla- sólo se puede prolongar el sufrimiento de los palestinos. La resolución 194 de la ONU reconoce a los refugiados palestinos el derecho al retorno a sus tierras, aunque Israel nunca lo haya reconocido de facto.
Ahora bien, los refugiados palestinos a los que Israel ha excluido, encerrado en ghetos, sólo esperan una cosa: que se les devuelva lo que se les ha quitado. Para ellos, todo israelí que vive en un Estado que se ha construido sobre su tierra es un colono que viola los principios de justicia y de derechos humanos. Sólo hay una cosa que hacer: dejar a los palestinos -y a los sirios expulsados de los Altos de Golán- volver ahí de donde fueron expulsados e inmediatamente. Y, por último, dejar de acusar de «antisemitismo» a quienes exigen a Israel que reconozca sus errores.
Transformar Israel en un Estado que reconociera a los refugiados palestinos el derecho a volver a sus casas y que aceptara tratarlos en pie de igualdad, en un solo Estado, sea cual sea su religión, no significaría en absoluto «la aniquilación de Israel» ni arrojar «a los judíos al mar», como a veces se oye decir, sino el final de una forma de Estado que practica la discriminación religiosa y étnica.
El campo de la paz [3] y el campo de la guerra no están tan alejados. «El problema en Israel es que, contrariamente a lo que se dice, entre Peace Now (Paz ahora) y Avigdor Lieberman no hay una distancia ideológica tan grande. Se trata de una cuestión de táctica para saber cómo asegurar un mejor Estado judío con una fuerte mayoría demográfica, si no exclusiva», afirma desolado el historiador israelí Ilan Pappe [4].
Negarse a servir en los «territorios palestinos ocupados» -este término «territorios» es tan ambiguo como inaceptable- al tiempo que se atribuyen el derecho a permanecer en esta tierra robada, lo que obligará a Israel a hacer la guerra a los árabes durante siglos, no es una postura humana y moralmente aceptable.
Ser autorizado a establecerse en Tel Aviv, en Jerusalén o en Haïfa -y poder elegir de facto la nacionalidad israelí- porque se es de confesión judía, instalarse para siempre en las casas a las que sus dueños, que han sido desposeídos de ellas brutalmente, no tienen derecho a volver y deben permanecer hasta pudrirse en ghetos miserables en Cisjordania, en Siria, en Líbano, en Gaza, ¿es eso normal? Desde luego que no. Pero en Israel nada es normal.
Notas
[1].- http://www.ism-suisse.org/news/article.php?id=6027&type=communique&lesujet=Rapports – De septiembre de 2000 a finales de 2006, el ejército israelí y los colonos mataron a 5.150 palestinos, 1151 de los cuales eran niños. El número de ataques israelíes desde la cumbre de Charm-El-Sheikh en febrero de 2005, se eleva a 70.079.
[2].- «Anarquistas contra el Muro» es un movimiento israelí, del que es iniciador el espléndido Yonatan Pollack, de 25 años, y cuenta con decenas de jóvenes militantes. Todos los viernes participan -junto con el International Solidarity Movement palestino (ISM) y los internacionalistas que están de paso- en la manifestación contra la construcción del Muro, especialmente en Bil’in. Son muy apreciados por los habitantes de los pueblos palestinos que les conocen y llevan a cabo acciones de resistencia no violenta directas junto a ellos y como ellos, son violentamente atacados por los soldados israelíes. Lo mismo que el pequeño grupo de militantes de Tayoush.
[3].- Comprende fundamentalmente: Gush Shalom (fundado en 1993 por Uri Avnery), Mujeres de Negro en Noir, Bat Shalom, (Comité contra la demolición de las casas), Físicos por los Derechos Humanos. Este campo de la paz sólo cuenta con unos centenares de miembros activos, pero fuera cuenta con un amplio apoyo político y financiero por parte de organizaciones judías y de asociaciones pro-palestinas. En Francia fundamentalmente tiene el apoyo de la Asociación Francesa Solidaridad con Palestina (AFPS) y de la Unión Judía Francesa por la Paz (UJFP), en la que se inspira su línea política: dos Estados («cada uno en su casa»), el reconocimiento de que la vuelta de los refugiados es un derecho que, sin embargo «ya no puede ser aplicable».
[4].- http://electronicintifada.net/v2/article6206.shtml
Enlace con el original: http://www.michelcollon.info/articles.php?dateaccess=2007-01-20%2018:22:32&log=invites