Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos
El boicot criminal impuesto al pueblo palestino por Estados Unidos y Europa – bloqueo destinado a ahogar a este pueblo y a doblegarlo a las exigencias de Israel- dura desde hace ya más de un año.
La vida de los habitantes de Cisjordania y de Gaza ya era espantosa antes. Pero este bloqueo económico, indigno de la humanidad, la ha hecho aún más horrible.
Así, Estados democráticos que pretenden defender la libertad y los derechos humanos han llegado a privar de todo medio de subsidencia a un pueblo, que ya estaba muy afectado por los largos años de privación bajo la ocupación. Esto es un crimen. Es inadmisible. Debe acabar.
Allí los resultados son implacables, aterradores.
Este bloqueo ha destruido toda la sociedad, ha agravado una situación que ya era de extrema gravedad. Es una catástrofe humana programada.
Por medio de este boicot, tan injusto como ilegal, el mundo ha reducido deliberadamente al estado de esclavitud a millones de palestinos por la sola razón de haber elegido las autoridades que ellos consideraban las más aptas para servir a sus intereses. Ahora bien, si durante la esclavitud a veces los esclavos todavía podían escapar a sus verdugos, los palestinos de Gaza, que viven encerrados por la ocupación militar en una inmensa prisión, no pueden ir a ninguna parte.
Y así hoy en día hay cientos de miles de niños que sufren desnutrición; hay madres al límite de sus recursos, obligadas hoy a entregarse a la prostitución para alimentar a sus hijos; hay padres que tras haber vendido los pocos efectos personales negociables que poseían caen en locura arrojados a la desesperación, humillados por no poder ofrecer una vida decente a sus familias, heridos en su dignidad humana. En efecto, no es raro ver hombres desocupados, que parecen haber perdido la razón, vagar por las calles, hablando solos.
¿Qué padre, qué madre pueden soportar ver languidecer a sus hijos sin recursos? » Para nuestra sociedad es terrible. Hemos sido empujados a los extremos. La prostitución no es algo habitual en Gaza. Se percibe como una inmensa ofensa, como una humillación. Es una herida terrible para una sociedad como la nuestra en la que la mujer está protegida y en la que la prostitución era inexistente «, se aflige esta mujer, que no sin reticencia acepta evocar esta herida.
Nuestro corazón se destroza al saber que el bloqueo económico del mundo » occidental » ha acabado por empujar a algunas de estas madres orgullosas, resistentes, a este extremo, a esta degradación; al saber que estas madres han tenido que renunciar a la única cosa que les queda, la dignidad, para salvar la única cosa que les importa, la supervivencia de sus hijos.
Ante esta inmensa tragedia, ¿dónde está el movimiento de solidaridad que debería defender a los palestinos víctimas de la opresión israelí? ¿Dónde está su voz?
Para estos movimientos que, desgraciadamente, apoyaron los acuerdos de Oslo y para quienes en Palestina se han aprovechado ampliamente de ello en detrimento de su pueblo, ¿no sería, por fin, el momento de sacar las crueles enseñanzas de los hechos?
¿Por qué los responsables de muchas de las asociaciones, que se presentan como defensores de los palestinos, como defensores de la justicia, no hacen un llamamiento masivo al boicot a Israel? ¿Por qué, por el contrario, se dedican a neutralizar la voz de quienes, desde hace mucho tiempo, piden que el Estado de apartheid de Israel sea tratado como lo fue – con éxito – África del Sur?
¿Por qué no llevan a cabo una vasta campaña con el objetivo de presionar a los gobiernos » occidentales » para que acaben con el inmoral boicot financiero y político a los miembros de Hamas elegidos democráticamente, boicot que sanciona igualmente a todos los palestinos?
¿No sería la respuesta a esta pregunta que la voz de muchas asociaciones de solidaridad está mayoritariamente bajo la influencia de las orientaciones de un » campo de la paz » israelí, más preocupado de preservar los intereses de Israel que de defender los derechos de los palestinos?