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Tiempo de pensar en la solución de un solo Estado

Fuentes: Arab News

Traducción de J.M.

En ninguno de los «encuentros» o «conferencias» destinadas a «dar el empujón inicial» al «proceso de paz» (fecha, lugar y participantes a determinar), tuteladas por la administración Bush, se intenta siquiera dar una apariencia de entendimiento en Washington sobre la importancia que tiene para la región y para el mundo la solución del «problema palestino».

Si este problema ha de ser resuelto, debe redefinirse y quedar claramente entendido. Aquellos que realmente aspiran a lograr justicia y paz en Medio Oriente, deben atreverse a hablar clara y honestamente sobre el problema sionista para luego llegar a las correspondientes conclusiones éticas, morales y prácticas.

Cuando Sudáfrica estaba bajo el poder de la minoría blanca de régimen colonial, el mundo reconoció que el problema era la ideología del sistema político gobernante. Cualquiera que, desde afuera del país, se hubiera referido al «problema negro» o al «problema de los nativos» (o en este caso al «problema de los blancos») inmediatamente habría sido tildado de racista.

Asimismo el mundo reconoció que la solución a ese problema no se encontraba en la «separación» (appartheid en afrikaner), ni en aislar en reservas a los nativos (denominadas «estados independientes» por el régimen sudafricano y «bantustanes» por el resto del mundo), ni pasaba tampoco por arrojar al régimen colonial en el poder al mar.

La solución debe ser hallada -y para satisfacción y alivio de todos se encontró- en la democracia, en que los sudafricanos blancos debían desprenderse de la ideología que sostenía el sistema político de la supremacía blanca y debían aceptar que para su propio interés y la preservación del futuro de sus hijos, bajo un sistema democrático, un estado libre de racismo y con iguales derechos para todos sus habitantes.

La solución para la tierra de aquellos que fueron literalmente borrados del mapa en 1948 en la hasta ese entonces denominada Palestina, es la misma. El camino de la democracia.

El siempre en retirada «horizonte político» para una viable «solución de dos estados», que sobre el terreno se revela cada vez más imposible como consecuencia de la política expansionista que aumenta año a año las colonias, las carreteras de circunvalación y el muro de separación que alza Israel, cae por su propio peso bajo innumerables dificultades de «resolución final». Inoperancia en la que cae el propio gobierno de Israel al negarse a discusiones serias, posponiéndolas hacia el final de un camino que nunca se alcanza y al que objetivamente no desean llegar.

Así como un divorcio es absolutamente más complicado que un casamiento, la democracia es absolutamente más sencilla que la partición. Una solución democrática post sionista no requiere llegar a acuerdos sobre fronteras, ni  acerca de la división de Jerusalén, nadie debe moverse de su actual domicilio ni discutir sobre activos económicos que deban ser evaluados oi atribuidos. Simplemente se deben extender derechos absolutos a toda la población originaria que aún reside en el país, como ocurrió en Usamérica en los principios del siglo XX y en Sudáfrica a fines del mismo siglo.

El obstáculo para esta simple -y moralmente impecable -solución es naturalmente de orden psicológico e intelectual. Traumatizados por el Holocausto y con una interpretación de inseguridad asociada al hecho de ser una isla judía en un mar de árabes, los israelíes tienen enormes problemas psicológicos para enfrentarse con la realidad, mientras sostienen lo imposible de sostener. Un pueblo que en sí mismo sufrió el racismo y el colonialismo que todos vieron como una abominación, implanta un régimen a todas luces basado en la limpieza étnica de la población originaria.

Más aún, los israelíes mismos se han puesto virtualmente en una situación de imposible solución. Para probar este amargo sabor, los usamericanos debieran pensar en cómo serían sus vidas en su propio país si los colonizadores europeos no hubieran exterminado casi totalmente a la población indígena y puesto a los supervivientes en sitios lejanos, fuera de la mirada y sin prestarles atención, y si casi la mitad de la población de usamérica de hoy fuera indígena, privada de sus derechos básicos, empobrecida, llena de resentimiento y víctima a diario de inaceptables condiciones de vida evidenciadas en las injusticias cometidas sobre sus antecesores.

Los americanos deberían tratar de imaginarse, aún más, qué pasaría si México y Canadá fueran estados indígenas independientes, aún no reconciliados con la conquista y colonización europea de las tierras que los separa, y con poblaciones autóctonas numéricamente mayores que los usaamericanos. De ser así, no sería placentero vivir allí.

Ambos, tanto colonizado como colonizadores se degradarían y deshumanizarían progresivamente. Los colonizadores podrían pensar, racionalmente, que nunca podrían ser perdonados por aquellos a quienes despojaron y que ninguna «solución» es imaginable. Así fue y así continúa siendo la tierra que Israel gobierna.

Posiblemente el próximo «encuentro» ó «conferencia» sea el último grito desesperado en la infructuosa búsqueda de la solución separatista de los que viven y continuarán viviendo en la «Tierra Santa».

Quizás aquellos a quienes les importa la justicia y la paz y creen en la democracia puedan por fin persuadir a los israelíes de ir más allá de la ideología sionista, de moverse hacia actitudes más humanistas, humanas, una mirada más prometedora y más democrática puesta en realidades presentes y en posibilidades futuras.

Nadie puede sugerir que la transformación moral, ética e intelectual necesarias para alcanzar una aceptable «solución de un estado» será fácil. Asimismo, cada vez más personas se persuaden de que la solución de «dos estados» se ha tornado imposible.

Es tiempo de involucrar cada vez más gente con imaginación -particularmente usamericanos- para animar a los israelíes a encontrar un camino mejor y ayudarlos tanto a ellos como a los palestinos a alcanzarlo. Seguramente es momento de considerar el camino de la democracia y de darle una oportunidad.

-John V. Whitbeck, abogado especialista en derecho internacional, asesoró en el equipo de negociaciones de los palestinos con Israel, autor de «El Mundo según Whitbeck».