Lo que Israel está haciendo con la población de Gaza, sometiéndola a un auténtico estado de sitio, constituye una flagrante violación de la legislación internacional. Todo el mundo lo sabe y buena parte del mundo, incluyendo muchos gobiernos, lo han dicho. Pero ¿qué más da lo que digan, si no hacen nada? Al Estado de […]
Lo que Israel está haciendo con la población de Gaza, sometiéndola a un auténtico estado de sitio, constituye una flagrante violación de la legislación internacional. Todo el mundo lo sabe y buena parte del mundo, incluyendo muchos gobiernos, lo han dicho. Pero ¿qué más da lo que digan, si no hacen nada? Al Estado de Israel se le critica, se le reconviene, eventualmente se le condena… Pero jamás se le sanciona, ni se le corta ningún grifo. Faltaría más.
Israel fue producto de una gestación artificial. Jamás en la Historia moderna se había visto nacer un Estado cuya población no estuviera previamente unificada y asentada en un territorio concreto. En la Israel originaria había casi de todo, salvo oriundos. En la Palestina de 1880, apenas había 24.000 judíos. Y en 1919 no llegaban a los 90.000, pese a haberse iniciado ya la campaña de «retorno a la tierra prometida». En 1946, a dos años de la proclamación del Estado de Israel, ni siquiera eran aún medio millón. Pero la ONU acudió presta en su ayuda, elaboró un plan de partición (es decir, expropió tierras para regalárselas) y le dio vía libre. ¿Excusa? La fiereza del antisemitismo mundial aconsejaba dar al pueblo judío un espacio de asentamiento pacífico. Mala explicación. Primero, porque los palestinos musulmanes y cristianos son también semitas, y segundo, porque aquello fue desde sus orígenes cualquier cosa menos un espacio pacífico.
Washington ha proporcionado a Israel toda la protección, todo el dinero y todos los juguetes bélicos que ha necesitado. El poderosísimo lobby judío norteamericano, capaz de poner y quitar presidentes, le ha servido de constante aval. Gracias a ello, ha podido expandirse a su antojo y llegar a extremos tan aberrantes como el de sitiar a una población de millón y medio de personas, desabasteciéndola hasta de lo más elemental.
La UE murmura y no hace nada, pero la ciudadanía europea parece que empieza a despertar. Compruebo que hay bastantes documentos circulando, informaciones, denuncias, recogida de firmas, una convocatoria de manifestación para el lunes próximo ante la Embajada de Israel en Madrid…
Es aún muy poco. Pero es algo, al menos.