Quiero recordar -como lo he hecho varias veces, recientemente- a un norteamericano, que fue quien más se esforzó por combatir la distorsión y la mentira al comienzo de la política agresiva contra Cuba, el profesor Wright Mills. Él publicó un libro en 1960, con un título muy sencillo, Listen Yankee, o sea, Escucha yanki. Hoy […]
Quiero recordar -como lo he hecho varias veces, recientemente- a un norteamericano, que fue quien más se esforzó por combatir la distorsión y la mentira al comienzo de la política agresiva contra Cuba, el profesor Wright Mills. Él publicó un libro en 1960, con un título muy sencillo, Listen Yankee, o sea, Escucha yanki.
Hoy se podría usar la misma expresión, para decir: «Escucha yanki, escucha castellano, escucha francés, escucha alemán, escucha mucha gente.»
En ese libro él plantea que había dos Cubas: la real, la verdadera, la que nosotros conocemos, los cubanos que vivimos acá y los cubanos que viven en otras partes, pero la llevan en el corazón; y la otra, la fabricada artificialmente por los medios de comunicación al servicio de una política agresiva contra esa Cuba.
Si hay un área en la que se refleja con toda claridad ese contraste es en la emigración. Si hay quienes han sido manipulados groseramente, distorsionados sistemáticamente, por muchos años, han sido ustedes, queridos compatriotas que viven fuera de Cuba, los emigrantes cubanos.
En estos mismos días se conmemoraba el aniversario de aquella reunión secreta en la Casa Blanca, en que el presidente Eisenhower aprobó el llamado Programa Cuba, que tenía como un elemento fundamental, precisamente, ese: fabricar una oposición adentro de Cuba y fabricar afuera una supuesta organización de exiliados cubanos que le permitiera a la Agencia Central de Inteligencia dirigir, canalizar su respaldo a esa oposición fabricada adentro, ocultando su mano a través de esa supuesta organización exiliada; si algo se puede decir de la política norteamericana, es que no puede ser más inmovilista, más aburridamente repetitiva, porque es exactamente la política hoy, exactamente la misma.
La famosa Ley de Ajuste Cubano, que ha sido mencionada acá, no lo olviden nunca, compatriotas, es una ley con dos filos dirigidos contra la nación cubana aquí adentro y afuera.
No se olviden que los legisladores se tomaron el trabajo de repetir, en cada párrafo de esa ley, la condición principal: los llamados beneficios que la misma daría a quienes llegasen a EE.UU. estaban condicionados a que lo hubieran hecho el día Primero de Enero de 1959 o después.
¿Qué significaba eso? Ante todo, la discriminación contra quienes eran entonces la mayoría de la emigración y, al mismo tiempo, tratar de emplear ese instrumento legal para socavar la sociedad cubana, ofreciéndoles a los cubanos lo que el imperio no le ha ofrecido ni le ofrece a ninguna otra nacionalidad en el planeta.
Cuánta discusión hay ahora en que le reclaman que se reforme el sistema migratorio, que se ajuste el estatus de millones; hablan de 12 millones, ninguno de ellos cubano, sometidos a las peores vejaciones, maltratos, persecuciones; pero nadie les ajusta su estatus.
No se lo ajustaron, no lo han hecho nunca a ninguno de los cubanos que llegaron allá antes del Primero de Enero de 1959, y eran muchos, y eran muy importantes, hasta el extremo de que en la ley se tomaron el trabajo de aclararlo. No, a los que vinieron antes no; a esos batistianos o ahijados de batistianos, porque hay uno por ahí bastante notorio, que fue «cargadito» por el dictador, y para vergüenza de esa supuesta democracia norteamericana, ese señor y su hermanito, el otro ahijado, son supuestos representantes del pueblo de EE.UU, dedicados a perseguir a la nación cubana adentro y afuera, como lo reflejan esas monstruosas restricciones que ustedes con toda justeza han denunciado y condenado.
¿Por qué fue José Martí a Norteamérica a organizar el Partido Revolucionario Cubano, a organizar a los cubanos y a los puertorriqueños para la lucha por la independencia? Por la sencilla razón de que en aquella parte del planeta vivían muchos cubanos, vivieron siempre muchos cubanos, que nunca se beneficiaron por ninguna Ley de Ajuste, que nunca se beneficiaron por ningún programa federal, sino todo lo contrario: fueron perseguidos sistemáticamente, como hizo el presidente Ulises Grant, que los reprimió con saña y los insultó, que les impuso los peores castigos a los emigrados cubanos que intentasen apoyar al movimiento patriótico, a la guerra por la independencia iniciada por Carlos Manuel de Céspedes, que fue lo que llevó al Padre de la Patria a hacer el descubrimiento fundamental de nuestra historia: «El propósito de EE.UU. es apoderarse de Cuba, ese es el secreto de su política.»
Eso no lo dijo Fidel Castro -Fidel Castro lo repitió hace poco-, eso lo dijo Carlos Manuel de Céspedes en 1870. ¿Y dónde lo dijo? En uno de sus numerosos mensajes a la emigración cubana, de la que se habla muy poco, como si no hubiera existido; pero que en el siglo XIX fue mucho más importante, más numerosa, más decisiva que en todo el siglo XX.
Recordemos que solo en 10 meses posteriores al 10 de octubre de 1868, según las informaciones oficiales españolas, solo por el puerto de La Habana emigraron hacia EE.UU. unos 100 000 cubanos, cuando la Isla tenía un millón de habitantes. Dejo a ustedes sacar las conclusiones del caso.
¿Cuántos supuestos conocedores de Cuba, cuántos analistas de Cuba se toman el trabajo de pensar que Cuba siempre fue esa realidad, nación de inmigrantes y de emigrantes?, esa es la otra parte oculta. ¿Cuánto tiempo nos costó descubrir que en nuestra comunidad nacional, en nuestra sociedad, había mucha gente esclavizada, discriminada, perseguida, que procedían de Haití y de las otras islas caribeñas, muchas de ellas gente que solo recibieron los derechos a una vida humana, que se les reconociera sus derechos como personas, cuando se produjo aquí el triunfo revolucionario el Primero de Enero de 1959?, antes fueron segregados, ignorados, desconocidos, incluso, como seres humanos.
Los compañeros de mi generación, o los que se tomen el trabajo de ir a la Biblioteca Nacional o ir a los archivos de Bohemia, esa revista tan decisiva en la historia de Cuba, que celebra por estos días su centenario, ahí pueden ver la atención que, incluso, nuestra prensa le dio en los años cuarenta y en los años cincuenta, cuando se producía otra gran ola migratoria de cubanos que iban hacia EE.UU. a buscar un empleo, a buscar mejores oportunidades -pensaban ellos-, y a afrontar también la discriminación y los vejámenes que esa sociedad reserva para todos los emigrantes, especialmente los latinos.
Quienes tanto hablan siguiendo las instrucciones del gobierno de EE.UU., que vienen desde los tiempos de Eisenhower, de ese supuesto «exilio», de «esa nación» que ha escapado de la Isla en busca de la «libertad» y todo el resto de las tonterías que repiten sin sonrojarse, ¿por qué no dedican un parrafito a reclamar los derechos de esos cubanos que fueron hasta 1958 la segunda comunidad de inmigrantes de este hemisferio en EE.UU.?
Para eso no tienen que citar el Granma. Para eso les basta buscar los medios oficiales norteamericanos. Si yo digo que los cubanos ocupaban el segundo lugar, solo después de México, por el número de inmigrantes en EE.UU. es porque estoy citando al Servicio de Inmigración y Naturalización. Ya no se llama así, ahora es parte de ICE, Inmigración y Ciudadanía, pero sigue publicando sus estadísticas anualmente.
Hasta el año 1958 había tres grupos: México, Cuba y después el resto del hemisferio. Ya no pueden hacerlo así. Ahora tienen que poner, por sus nombres y apellidos, uno por uno, a los países de la América Central, a algunos países de la América del Sur y a algunos países caribeños, todos los cuales están por encima de Cuba en el número de inmigrantes en EE.UU., a pesar de que ellos no tienen Ley de Ajuste y de que solo respecto a Cuba existe un plan de desestabilización, de atraer, de fomentar, como parte de ese proyecto de destrucción de la Revolución Cubana, usando como instrumento a organizaciones de denominados exiliados y presentando a los emigrantes como si hubieran sido todos ellos supuestos exiliados políticos.
Exiliados y emigrados fueron las decenas de miles de compatriotas que a lo largo del siglo XIX y del siglo XX se vieron forzados a irse allá, pero al hacerlo no rompían con su patria, sino que se la llevaban consigo, y la supieron mantener viva en los peores momentos, en los días más difíciles de nuestras guerras por la independencia, y a todo lo largo del tiempo transcurrido desde entonces.
Se pudiera decir que también hay dos emigraciones: la verdadera, la real, y la inventada, la fabricada por la Agencia Central de Inteligencia, cumpliendo con un plan premeditado que tiene como finalidad destruir a Cuba, o, para emplear la expresión del Padre de la Patria, «apoderarse de Cuba».
¿Y cómo tratan de apoderarse de Cuba? ¿Cuáles son los instrumentos, los medios que emplean para ello? Ustedes los han discutido, los han examinado y se han pronunciado con relación a ellos. Por una parte, el llamado bloqueo económico, comercial y financiero. ¿Por qué no empleamos el lenguaje exacto? El intento de genocidio, porque se trata de eso y no de otra cosa, y no porque lo diga yo, sino porque lo dijeron ellos.
Alguien me hablaba por acá de un libro que he citado varias veces, y me preguntaba si era de la Editora Política, y le dije: No, no, no es de la Editora Política; es del US Printing Office, de una cosa que se llama Departamento de Estado. Esos documentos que yo citaba ni existen en español: Foreign, Relations of the United States, volume VI, Cuba 1958-1960. Tengo que decirlo en inglés, me perdonan la pedantería porque es el título.
No, no, compañeros, no fue la Editora Política, son parte de los documentos desclasificados por el gobierno norteamericano. Algún día desclasificarán documentos correspondientes a la fecha de hoy, lo que pasa es que ese día hay que esperar que se dé dentro de 30 años, ese sencillo detalle.
Bueno, pero en ese libro publicado en los años 90, que es nada más que una recopilación de documentos desclasificados, ahí están expuestos los análisis internos en la Casa Blanca, no del año 2008, sino del año 1959 y 1960.
Felipe lo conoce, porque lo ha citado en algún discurso en la ONU y yo también, y tendremos que hacerlo toda la vida, hay un documento clave que explica el genocidio: «La mayoría de los cubanos apoyan a Castro. Tenemos que adoptar de inmediato medidas para negarle recursos financieros y materiales para causar hambre y desesperación y provocar el cambio de gobierno», se lee en la página 885. Provocar hambre y desesperación, ¿a quiénes? A los cubanos. Ellos no se ocultaron para decirlo; por supuesto, ocultaron durante 30 años esa política que fue aprobada por el presidente Eisenhower.
¿Qué cosa es provocar hambre y desesperación en un pueblo? Busquen la Convención sobre el crimen de genocidio para que vean si no es exactamente eso, cualquier política encaminada a causar sufrimientos a un grupo humano.
Bueno, pues hay un grupo humano, que se llama el pueblo de Cuba, que es víctima del genocidio más prolongado de la historia, el más largo, el que va a cumplir medio siglo. ¿Y cuál es su propósito? Su propósito es negarle al pueblo cubano sus derechos democráticos. ¡Ah!, como la mayoría está con Castro, vamos a castigar a esa mayoría y vamos a hacerla sufrir hasta que dejen de apoyar a Castro.
¿Puede sorprender a alguien que algunos hayan flaqueado? ¿Que algunos no hayan podido resistir el nivel de sufrimiento y de desesperación, provocado sobre todo un pueblo, por la mayor superpotencia de la historia? ¿Qué tiene de raro que algunos compatriotas no hayan podido resistir, con la misma tenacidad que la inmensa mayoría de los cubanos, todo este tiempo? Es al contrario, es causa de admiración el hecho de que la población de Cuba hoy sea el doble de aquella que tenía cuando se empezó a aplicar contra ella esta política y que la inmensa mayoría de los cubanos que viven en otros países, ni han dejado de ser cubanos, ni han traicionado a su patria (Aplausos).
Ustedes han hablado de varios puntos importantes en los que tenemos, como una meta, como un propósito, seguir luchando para lograr que los medios de comunicación se den por enterados y actúen con apego a lo que se dice ser su misión en la vida, que es informar. Yo no quiero referirles a ellos, aquí hay algunos representantes de esos medios, ningún argumento del gobierno cubano, lo que les sugeriría es que repasaran las conclusiones del Tribunal de Nuremberg, y, en particular, el alegato presentado por el fiscal, norteamericano por cierto.
Él les dedicó una parte muy importante, que yo no sé por qué no se encuentra con tanta asiduidad en los medios de prensa internacionales, a pesar de que, incluso, fue hace poco el aniversario del fallo de ese tribunal; ese Fiscal se levantó y apuntó no ya solo a los acusados inmediatos, a los criminales nazis que estaban sentados en el banquillo de los acusados, sino se dirigió a los otros: a los que sabían del crimen, pero no lo combatieron; a los periodistas, a los informadores que sabían, pero no informaron.
Algún día, algún fiscal se levantará para preguntarle a alguno: ¿Y usted dónde estaba durante el medio siglo de genocidio contra el pueblo de Cuba? (Aplausos.) ¿Dónde estaba usted cuando pasaron -como va a ser el próximo abril- los 30 años del vil asesinato de Carlos Muñiz Varela, dónde estaba usted que no denunció a los asesinos por sus nombres, que son conocidos, que están ubicados en documentos oficiales norteamericanos? ¿Cómo es posible que en 30 años todavía Carlitos esté muerto y no se le haya hecho justicia?
¿Dónde estaban, mientras Posada Carriles y Orlando Bosch se paseaban libremente por las calles de Miami y, al mismo tiempo, cinco compatriotas nuestros, que no le han hecho daño a nadie, que tuvieron el heroísmo, la osadía incomparable de ir allá a ese país, a lo peor de ese país para, sin emplear la fuerza ni la violencia, tratar de descubrir los planes de los terroristas y salvar vidas…? Si alguien lo hubiera hecho en los años 70, a lo mejor Eulalio Negrín no habría sido asesinado como lo fue en Nueva Jersey, no en Cuba, allá, allá muy cerca del corazón de Nueva York, o Carlos no hubiera sido asesinado a plena luz del día en San Juan, si hubiéramos contado con Gerardo, con Ramón, con Antonio, con Fernando y con René entonces.
Cuántas vidas de cubanos de aquí o de allá no existen hoy, no se salvaron gracias al sacrificio de nuestros hermanos.
¿Dónde estaban ustedes, preguntará ese fiscal futuro, estoy seguro de que lo va a hacer, dónde estaban cuando el gobierno de EE.UU. le reconoció al Tribunal de Miami que el interés principal para ese gobierno al castigar a nuestros Cinco compañeros era proteger a esos grupos terroristas? ¿Dónde estaban cuando el tribunal accedió a la petición del gobierno de que no bastaban las cuatro cadenas perpetuas más 75 años de prisión?, que, además de eso, había que incapacitarlos a los Cinco para siempre, para que nunca más pudieran volver a poner en riesgo la actividad de los terroristas. ¿Por qué nadie ha publicado eso?
¿Los que silencian el terrorismo anticubano, los que silencian el genocidio contra Cuba, no son acaso tan culpables como los terroristas y los genocidas?
Ese fue el principio de Nuremberg, yo no lo estoy inventando; búsquenlo, que eso está publicado. Hace 60 años fue un principio consagrado, precisamente reclamado por juristas norteamericanos que comprendían que, para evitar la repetición de esa horrenda experiencia de la Segunda Guerra Mundial, había que ser consecuentes y exigir no solamente a los culpables inmediatos, reales, de un crimen, sino a todos los que incumplían una obligación ética elemental al no denunciarlo y combatirlo en su tiempo.
Dos Cuba, dos emigraciones y un gran fracaso; un gran fracaso de una política que no ha podido contra nosotros, que no ha sido capaz de doblegar ni al abnegado, heroico y sufrido pueblo que habita en esta isla asediada, ni a los miles y miles de hermanos y hermanas que son portadores de esas mismas virtudes dondequiera que se encuentren.
Por eso, estimados amigos, compatriotas, quiero saludar este encuentro de cubanos residentes en el exterior, porque han sido capaces de debatir los temas más importantes, más cruciales para la patria; de adoptar decisiones, conclusiones orientadas hacia lo práctico, y, sobre todo, porque han sido capaces de lanzar un mensaje al mundo que es muy importante.
Si hay una nación que tuvo que afanarse, más que ninguna otra, por conquistar su independencia, por llegar a ser ella, fue la cubana. Si hay un pueblo que tuvo que afrontar obstáculos, riesgos enormes, sobre el cual se alzó la amenaza de la extinción, incluso cuando estaba naciendo, es el pueblo cubano, y desde aquellos días era el pueblo cubano viviendo y combatiendo en la Isla, y el pueblo cubano viviendo y combatiendo más allá de los límites de esta Isla. Sigue siendo hoy esa la verdadera Cuba, la Cuba que no pueden distorsionar ni fabricar; la Cuba que desde La Habana y desde todos los rincones del planeta vuelve a proclamar ahora y siempre:
¡Viva Cuba Libre!
Muchas gracias
Discurso pronunciado por Ricardo Alarcón de Quesada, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la clausura del evento «Cubanos residentes en el exterior contra el bloqueo y el terrorismo», efectuada en el Hotel Nacional, La Habana, el 21 de marzo de 2008.