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Crítica de El abanico de seda, de Lisa Lee

Lo curioso y nada más

Fuentes: Rebelión

La imposición de la diferencia entre mujeres y hombres, situando en ellas la sumisión, el servicio y la obediencia como un animal a su amo es el pilar fundamental del sistema social que presenta Lisa See en su novela «El abanico de seda». La superstición religiosa que produce el miedo, la brujería divina que provee […]

La imposición de la diferencia entre mujeres y hombres, situando en ellas la sumisión, el servicio y la obediencia como un animal a su amo es el pilar fundamental del sistema social que presenta Lisa See en su novela «El abanico de seda».

La superstición religiosa que produce el miedo, la brujería divina que provee de costumbres de unos contra otras, la creencia que fomenta el machismo es el vigilante de la inmovilidad social. No hay elección, sólo queda resistirse a la imposición, por supuesto, con una dirección distinta, contraria.¿Y qué ocurre aquí?

Se nos cuenta la historia de las niñas y las mujeres en China antes de la revolución comunista, vemos la educación y costumbres impartidas, vemos la adecuación en la sociedad machista antes de los cambios revolucionarios, lo que era la tortura física y mental, la mutilación como gesto de amor proveniente de la creencia que sostiene que es lo mejor para ellas en la vida, todo apuntaba a un objetivo: casarse, tener un hombre al que obedecer y bajo el que asumir un papel de dependencia, se apostaba la vida a la satisfacción del hombre para antes, durante y después «de ser un estímulo para el trato carnal», como dice la protagonista y narradora. Pero no queda todo ahí, la mujer se ajustará al gusto del macho: «aprovecha tus encantos femeninos para defender tus intereses»; en esos términos no hay diferencia con las imposiciones en celtiberia.

Aplicarse torturas en los pies y otras partes del cuerpo, como muestra de adaptación a la condición social asignada, para andar de una forma determinada, para llamar la atención del hombre, que no se tortura y aprovecha para hacer ver, recreándose, la diferencia poniendo a la mujer en general como un ser inferior que acude a semejantes actos porque se sabe inferior y se pone en la dirección de búsqueda o venta para conseguir un casamiento a poder ser con un hombre con dinero. ¿Los papeles en la sociedad están asignados por el destino? como dice la protagonista a una amiga: «No puedes oponerte a tu destino. Estamos predestinados», que oportunidad perdida para ver de dónde vienen las divisiones sociales, aunque hoy no cabe duda que la revolución demolió esas creencias como los principios sociales eternos.

Vistas desde fuera encontramos bárbaras las costumbres de la sociedad machista, las vemos en la China anterior a la revolución, pero encontramos numerosos parecidos con las costumbre machistas de aquí.

¿Para qué sirve la novela?: para profundizar en el comportamiento humano dentro de una visión general que manifiesta sus conflictos, pero también para exponer al lector un modo de salir de ese choque. La lectura no puede abstraernos o alejarnos de nuestra realidad a no ser que pretenda que no concibamos ninguna posibilidad de cambio: Los empleados del consumo nos venden las novelas con adjetivos elogiosos sobre lo individual y volátil, es su forma de no hacer luz sobre lo común, es su forma de considerar sólo la anecdótico, en éste caso la amistad entre dos personas con un lenguaje particular en un país lejano y con una cultura extraña, el propósito es mostrar la superficie como algo excepcional.

La novela pepinillo resulta amarga, la novela cebollera hace llorar, cualquiera de estas cosas se digiere y al poco se defeca. Y si nos preguntamos ¿para qué sirve la novela?: el escritor, para aportar, habrá de exponer ideas nuevas sobre conflictos que tienen carácter, que son universales y por eso eternos, hay quien dice antiguos, concretados en la vida de sus personajes. Las ideas muertas, las ideas cadáveres, se corrompen y enferman a quien las asimila.

Otro problema que plantea «El abanico de seda»: la legitimidad o no de la mentira si es instrumento de cambio para el débil. Con la norma social impuesta la minoría que se mantiene dueña de la tarta dice que nadie puede mentir; pero ellos hacen trampa, pues instauran las leyes que les convienen, para además ser interpretadas por los personajes que instalan en instituciones creadas para su propósito: las cárceles son para los trabajadores rebeldes. La mentira social por parte de los trabajadores no se da, la fuerza de los trabajadores está en su unidad. «El abanico de seda» plantea la mentira individual como fuerza de cambio del débil: «Dije muchas mentiras para que Flor de Nieve tuviera una vida mejor. Nunca te pediré perdón por eso.» Un tema planteado en «Rojo y negro», de Sthendal, para ahondar en la fuerza de la inducción sobre el deseo (deseo inducido) en el caso de la novela de Sthendal para que un trepa ascienda socialmente. Este aspecto, que está en la base de la novela, permanece sin tocar, no forma parte de la discusión novelística entre los personajes porque las bases del sistema no se cuestionan.

Hay una cuestión más que atañe al fondo: la consideración social hacia los trabajos que desarrolla la mujer, la desconsideración es absoluta ¿podría hacerse lo mismo con los trabajos de los hombres? Los regidores de una sociedad establecida sobre los principios de división social en clases y en géneros, con la consiguiente utilización de la mujer por el hombre, no pondrá en cuestión sus principios fundamentales y por tanto no cambiará más que aquellos aspectos que le permitan adaptarse para continuar en su esencia, o ¿podemos si quiera pensar que las clases altas, machistas por definición para preservar sus intereses de clase, van a ensalzar el trabajo de sus empleados y empleadas hasta compartir de igual a igual el poder que los sostiene? Es quizás por eso por lo que encontramos la siguiente frase: «Los hombres… estaban orgullosos del dominio que sus esposas tenían del nu shu y de su habilidad para el bordado, aunque esas cosas eran tan importantes para la supervivencia como la ventosidad de un cerdo.» Y nada más.

El sostenimiento de la división en superiores e inferiores hace tales cosas. En esta novela son los rebeldes «taiping» quienes pretenden «compartir por igual (la tierra). En nuestra provincia cientos de miles de personas… se unían a los taiping». Y vuelvo a decir: y nada más

Dos apuntes precisos sobre los por qué y para qué de la deformación de los pies de las mujeres chinas y la lengua nu shu como medio de expresión y comunicación entre ellas, los encontramos bajo los títulos «Asesinos de pies» y «Contrabandistas de palabras», textos pertenecientes al libro de Eduardo Galeano «Espejos», donde expone un, a la vez, mágico y realista retrato de las civilizaciones, las relaciones entre sus creencias, las formas en que se aplicaron en el principio de los tiempos, y las vivencias y adquisición de los conocimientos.

Título: El abanico de seda.

Autora: Lisa See.

Traductora: Gemma Rovira.

Editorial: Salamandra.