Curiosísima paradoja, claro signo de los tiempos: mientras la RAE aumenta exponencialmente sus ingresos, de las manos de una generosa y ciega financiación pública y de una interesada y avispada financiación privada, la precariedad y el abuso se extienden en el trato a sus trabajadores. Lástima que estas cosas, que son vox pópuli, sólo salgan […]
Curiosísima paradoja, claro signo de los tiempos: mientras la RAE aumenta exponencialmente sus ingresos, de las manos de una generosa y ciega financiación pública y de una interesada y avispada financiación privada, la precariedad y el abuso se extienden en el trato a sus trabajadores.
Lástima que estas cosas, que son vox pópuli, sólo salgan a la luz mediante cartas al director probablemente firmadas con seudónimo:
Trabajar en la RAE http://www.elpais.com/
articulo/opinion/Trabajar/RAE/ elpepuopi/20081012elpepiopi_8/ Tes MICHAELA MOORE – Madrid – 12/10/2008
Parece mentira que la Real Academia Española nos haga creer a todos los españoles incluido el Gobierno, y a parte del extranjero incluidos sus Gobiernos, que es noble, justa y que trabaja para el bien común, que es la lengua, y después trate a sus trabajadores tan miserablemente. Bueno, a decir verdad no a todos, claro. Parece mentira que sus ciento y pico trabajadores recuerden años pasados, incluso algunos, siglos pasados mucho mejores, en condiciones que nada se asemejan a las de este momento. Antes gozaban con su trabajo y la institución les correspondía, con sueldos dignos y descansos dignos.
En el siglo XXI, todo eso en la RAE se ha convertido en un lujo. De hecho, existen dos regímenes, el antiguo y el nuevo. Los antiguos tienen sus puestos de trabajo fijos y unos sueldos de alrededor de 2.000 euros, dependiendo del puesto, con jornadas de 35 horas semanales; los nuevos, algunos de ellos están contratados por empresas de servicios o temporales y tienen contratos de obra y servicio, aunque lleven cinco años o más en el mismo puesto, cobrando alrededor de 1.000 euros, da igual el puesto en el que estés, y sus jornadas son de 40 horas oficiales y todas las que vengan después. Y esto pasa cuando la RAE obtiene más beneficios que nunca y más ayudas que nunca.
Los exprimen hasta que los agotan; después los despiden si pueden o los relegan a puestos peores donde no les dan trabajo, para que terminen por cansarse y marcharse.
Para que se entienda el alcance de esta denuncia, sólo por vía pública, como ingresos constantes, la RAE lleva recibiendo desde hace años de los presupuestos generales del Estado del orden de 3,9 millones de euros anuales (véanse aquí los del 2008). También percibe del erario público partidas especiales para proyectos concretos, como es el caso de los 1,25 millones de euros destinados al Diccionario histórico en el ejercicio en curso (partida anual desde el 2005), o el presupuesto público (212 millones de pesetas = 1,27 millones de euros) destinado a los corpus CREA y CORDE.
De cada una de las 17 comunidades autónomas españolas (aquí, un solo ejemplo), tengan o no el castellano como lengua propia, recibe anualmente del orden de 30.000 euros, vía Fundación pro RAE (ergo, 0,510 millones de euros al año), al margen de ayudas destinadas a proyectos concretos. Y no contamos otras vías de sostén público menos constantes (aquí un ejemplo) ni los ingresos de patrocinadores privados, que son multimillonarios (algunos casos, como botón de muestra, en 1, 2).
Ni la RAE ni la ASALE, que también recibe anualmente fondos públicos españoles, están sujetas a auditoría ninguna, ni tienen la obligación de convocar concursos públicos para las contratas externas, ni publican memorias anuales donde se muestre el estado de sus finanzas, ni tienen obligación de rendir cuentas de la gestión de sus caudales públicos. Con los fondos privados parece que la actitud es bien distinta. Según manifestaba en el 2002 el director de la RAE, Víctor García de la Concha, en comparecencia informal en el Senado español:
[…] nuestros recursos económicos proceden de los Presupuestos Generales del Estado. Ha sido creciente el reconocimiento de los gobiernos. Cada Gobierno (y no lo digo como recurso fácil en estos momentos para que queden contentos los del Grupo Parlamentario Socialista y los del Grupo Parlamentario Popular, sino porque ha sido así) ha hecho en su momento lo más que podía. Por tanto, en nombre de la Academia no puedo más que dar las gracias al Grupo Parlamentario Socialista y al Grupo Parlamentario Popular. Concretamente estuvo el Presidente González en su momento y estuvo el Presidente Aznar en su momento, y sé que cada uno llegó adonde podía llegar, pero ahora, con el actual Gobierno hemos llegado ya a un nivel que nos permite, por lo menos, respirar con tranquilidad en lo básico. Pero, como es natural, debemos continuar hacia adelante.
[…] Nosotros recibimos una parte del presupuesto del Estado (lo sabe su señoría porque tienen que aprobarlo), que viene a ser menos de la mitad de lo que realmente gastamos. El resto lo recabamos de ayudas. El Director de la Academia es un continuo mendicante. Tenemos en este momento, como sabe, la Fundación pro-Real Academia Española, cuyo presidente de honor es Su Majestad el Rey. La idea era que se constituyera un capital fundacional importante cuyas rentas pudieran mantener las actividades pero, naturalmente, el bajón de los intereses ha hecho que esa ayuda, aunque considerable, se haya quedado corta, como ocurre en todas las fundaciones.
Por tanto, lo que estamos haciendo es buscar ayudas para cada uno de los proyectos que tenemos. Y vamos a hacerlo y estamos haciéndolo con rigor, es decir, si nosotros queremos reformar los americanismos vamos a Endesa, que tiene intereses en Hispanoamérica, y le decimos que vamos a hacer este trabajo, y vamos a hacerlo en tanto tiempo, y le ofreceremos a usted detallada cuenta de cómo gastamos su dinero.
Lo tremendo de todo esto, como de sobras es conocido por los especialistas y profesionales del lenguaje, no es sólo el comportamiento laboral y financiero de las Academias de la lengua, sino también la deficiente calidad y utilidad de los recursos tecnológicos y las obras académicas, especialmente escandalosa cuando se piensa que muchas obras de referencia y recursos lingüísticos del español están realizados con presupuestos incomparablemente inferiores o con el simple esfuerzo y sacrificio personal de sus autores.
En lo referente a su mano de obra, además de la extracción que la carta aparecida en El País señala, los trabajadores de la RAE suelen ser también becarios formados en la Escuela de Lexicografía Hispánica, con sede en Madrid, fundada en el 2001 a iniciativa de la Asociación de Academias de la Lengua Española y patrocinada por el Grupo Planeta (uno de los dos editores de la RAE y la ASALE) a través de la Fundación Carolina (FC), entidad creada para la promoción de las relaciones culturales y la cooperación en materia educativa y científica, de vocación iberamericana, financiada a su vez por el grueso de los grandes patrocinadores privados de la RAE.
Según se informa en la presentación del programa académico del 2008:
La Escuela de Lexicografía Hispánica de la Asociación de Academias de la Lengua Española tiene como objetivo primordial la formación de lexicógrafos desde los puntos de vista teórico y práctico, con el fin de que puedan dedicarse profesionalmente a esta actividad sobre todo en las Academias de sus respectivos países.
Está dirigida a licenciados de Hispanoamérica interesados en colaborar con las Academias en los proyectos promovidos por la Real Academia Española y la Asociación de Academias en el ámbito de su política lingüística panhispánica.
Las veintidós Academias de la Lengua Española se responsabilizan del programa de cada curso, orientado a la concesión de una «Maestría en lexicografía hispánica» avalada por la Asociación de Academias. Distribuido en dos ciclos, de iniciación y de especialización, se articula en cursos teóricos, seminarios, talleres prácticos y conferencias magistrales a cargo de académicos americanos y españoles especialistas en las distintas materias. Esta concepción esencialmente académica de la Escuela avala la excelencia de la formación impartida.
Pretende la Escuela conjugar una sólida formación teórica en las materias fundamentales para un lexicógrafo con una especial atención a la práctica directa en los proyectos y obras de la Asociación de Academias, como el Diccionario de la lengua española, el Diccionario académico de americanismos, el Nuevo Diccionario histórico de la lengua española, la Ortografía de la lengua española, la Nueva Gramática de la lengua española, el Diccionario panhispánico de dudas, el Diccionario del estudiante, el Corpus del Español del Siglo XXI o el Observatorio del Neologismo.
Como bien puede deducirse de su programa formativo, el objetivo de la Escuela de Lexicografía Hispánica es, efectivamente, buscar en la cantera latinoamericana mano de obra especializada (y parece que barata) para los proyectos académicos. En el año de su fundación, el Grupo Planeta aportaba 1200 euros al mes, vía Fundación Carolina, en concepto de becas de formación destinadas a la Escuela de Lexicografía Hispánica. En su plan de actuación para el 2008, ofrecía 18 becas (también financiadas por Planeta) para la Escuela. Hagan sus cálculos.
Actualización (16/10/2008): Nos han llegado estas dos ofertas de empleo (1 y 2) de la Fundación Instituto de Investigación Rafael Lapesa, que es la institución que se encarga de elaborar el académico Nuevo Diccionario Histórico de la Lengua Española (NDHLE). Ambos empleos concuerdan con el tipo de trabajo que describía la carta publicada en El País y arriba citada: contrato por obra renovable anualmente, remuneración mileurista (si se aplica al bruto ofrecido los cálculos que permiten extraer en neto mensual en 14 pagas anuales), y en calidad de becarios en prácticas.
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