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Trece preguntas

Fuentes: Rebelión

¿Por qué el presentador estrella de Cuatro, sin duda un destacado e informado periodista no insensible a la izquierda, usa la expresión «el ejército israelí ha matado al Ministro del interior de Gaza» para referirse al vil e impío asesinato de Said Siam, el Ministro palestino, y su hermano? ¿Por qué las televisiones filman y […]

¿Por qué el presentador estrella de Cuatro, sin duda un destacado e informado periodista no insensible a la izquierda, usa la expresión «el ejército israelí ha matado al Ministro del interior de Gaza» para referirse al vil e impío asesinato de Said Siam, el Ministro palestino, y su hermano?

¿Por qué las televisiones filman y distribuyen las imágenes de un «entristecido» primer ministro israelí pidiendo cínicamente disculpas al secretario general -¡Secretario General!- de la ONU por el bombardeo con víctimas del Ejército sionista a la sede de su organización en Gaza, justificando ese ataque porque, asegura mintiendo sin temblor en su voz ni arrugas en su rostro, desde allí se estaban lanzando ataques contra la población civil israelí y contra el ejército de su país?

¿Cómo es posible que a estas alturas de la Historia, conocido lo sabido y sabiendo mucho de lo que sólo podemos conjeturar, los señores Kissinger y Shimon Peres sigan siendo Premios Nobeles de la Paz? ¿De qué paz hablamos cuando hablamos de paz?

¿Cómo es posible que aún siga en vigor el Acuerdo Comercial Preferente de la UE con Israel que, como señalaba Ángeles Maestro en las páginas de rebelión, incluye una cláusula que supedita la vigencia de ese acuerdo al respeto por parte de Israel de los Derechos Humanos del pueblo palestino (escribo bien: «derechos humanos» del pueblo palestino)? (De hecho, ¿sigue vigente en ese lugar del mundo la Declaración Universal de Derechos de la Persona que consagra la igualdad y dignidad de toda vida humana?)

¿Cómo es posible que después de los ataques y destrucción de la Universidad de Gaza el consejo de Rectores de las Universidades españolas no haya tomado la iniciativa de redactar un mero manifiesto de repulsa?

¿Cómo es posible que el Parlamento de un Estado cuyo gobierno dice defender la alianza -que no el choque ni el enfrentamiento- de civilizaciones no haya acordado si tan siquiera una declaración institucional contraria a una matanza que no tiene posible justificación ante los ojos y la mirada no cegada de cualquier persona que se mueva por creencias humanitarias?

¿Siguen en pie las ventas comprometidas de armamento al Estado racista de Israel por parte de empresas españolas con autorización gubernamental?

¿Cómo es posible que sólo dos países latinoamericanos y un pequeño y digno país africano hayan sido capaces de suspender sus relaciones diplomáticos con el Estado, digamos con Chomsky, canalla de Israel? ¿Es necesario recordar que esos dos países latinoamericanos son la Venezuela de Chávez y la Bolivia de Evo Morales?

¿Cómo es posible que durante los más de 15 días de ataque criminal del Ejército terrorista no se haya programado debate alguno en las televisiones españolas sobre la brutal matanza?

¿Cómo explicar los silencios cómplices, la línea de actuación de la llamada «Autoridad Palestina» y su mismo presidente ante la invasión criminal del Ejército sionista?

¿No deberían los médicos del mundo, como editorializaba recientemente The Lancet, si el juramento hipocrático sigue significando algo, sea cual sea su situación, especialidad o experiencia, no deberían hacer honor a lo que juraron exigiendo a sus gobiernos nacionales y a la comunidad internacional que aseguren que las poblaciones civiles heridas o afectadas por conflictos armados reciban la atención médica que necesitan, en cualquier lugar del mundo en que se encuentren?

¿Es razonable pensar que más allá de cortinas falsarias de humo sobre seguridades nacionales y supuestas preocupaciones por la propia población civil, el plan de invasión de la franja de Gaza en virtud de la » Operation Cast Lead» se pusiera en marcha en junio de 2008 según señalan las propias fuentes militares israelíes -Ehud Barak, ministro de Defensa, dio instrucciones a las fuerzas armadas de Israel para preparar su puesta en funcionamiento, a pesar de que Israel estaba empezando a negociar a mediados de 2008 un acuerdo de cese el fuego con Hamas?

¿Tiene la invasión militar de la franja de Gaza por el ejército sionista de Israel relación directa con el control y posesión de las reservas estratégicas de gas en la costa palestina, según ha señalado Michel Chossudovsky? ¿De nuevo la lucha de clases es el motor de la historia?

Ignoro cómo responder a muchas de estas preguntas pero sé que la respuesta a algunas de ellas tiene que ver, directa o indirectamente, con la falta de coraje, la ausencia de intervención política, el entreguismo, la falta de información básica que asola a muchos de nuestros jóvenes (especialmente, de jóvenes obreros), la desesperación ante el enorme potencial del enemigo, la concepción de la política como elegante juego reducido a debates institucionales que apenas ponen nada en cuestión, cuestiones todas ellas que afectan a la ciudadanía de numerosos países y, más concretamente, a la ciudadanía de izquierda de nuestro país. Como siempre, también ahora, vivir es resistir (y muchas más cosas desde luego) y negarse a aceptar la orden impía de mando en plaza, negarse a dar por bueno, bello y verdadero que aquello de lo que no se puede hablar, porque apenas dejan hacerlo, lo mejor sea el silencio.

PS: Definitivamente, la industria del Holocausto -no el Holocausto, por supuesto- es una industria, una industria crematística y político-publicitaria casi sin parangón. Nos ha costado entenderlo, podrá dolernos, haremos bien en recordar aquel genocidio criminal donde nunca debería habitar el olvido, pero la verdad, inexorablemente como escribió el poeta, se ha impuesto: la industria del Holocausto no tiene nada que ver con la veracidad y la justicia.