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Los Juanes y el matonismo de Miami

Fuentes: Rebelión

Los insultos dirigidos contra Los Juanes por anunciar un concierto en Cuba mueven cuestiones de principio que es bueno esclarecer. Todos los esfuerzos que se hagan para promover la paz tienen un solo ganador: los cubanos de a pie a ambos lados del Estrecho de La Florida. A Cuba se le impuso una guerra de […]

Los insultos dirigidos contra Los Juanes por anunciar un concierto en Cuba mueven cuestiones de principio que es bueno esclarecer. Todos los esfuerzos que se hagan para promover la paz tienen un solo ganador: los cubanos de a pie a ambos lados del Estrecho de La Florida. A Cuba se le impuso una guerra de agresión económica y financiera que ya dura medio siglo. Es hipócrita, a estas alturas, aducir que «Cuba es una dictadura» para justificar esa agresión. No existe guerra comercial ni financiera contra China ni Vietnam, países con sistemas similares al cubano. Tampoco se bloquea a Egipto o Arabia Saudita, verdaderas satrapías sin derechos humanos. Una somera investigación de las relaciones con China de los empresarios cubano americanos, daría como resultado que Miami adora el comunismo. Su país de adopción es considerablemente dependiente del Partido Comunista de China.

En el Miami cubano hay una peligrosa tradición de intimidación, por medio de la amenaza, la difamación y la agresión física (sin excluir el asesinato) contra todo el que muestre no ya simpatía por Cuba y su pueblo, sino contra todo aquel que desafíe las reglas del anticastrismo frenético que caracteriza al llamado «exilio histórico». Ahora el objeto de la hostilidad son Los Juanes ; pero la historia del matonismo de Miami es larga y oscura.

Con el fin de asegurarse los dineros de la CIA y por razones de protagonismo, en la década del 70 los miembros de las organizaciones anticastristas se asesinaban unos a otros con una impunidad desconcertante. Cada grupo (como hoy) se autoadjudicaba la línea anticubana más intransigente y válida. Todos los demás (igual que hoy) se convertían en blanco de sus ataques. En octubre de 1975, el esbirro batistiano Rolando Masferrer, que en su periódico miamense difamaba a otros líderes exiliados, arrancó su Ford Torino y una bomba lo despedazó en el acto. En abril de 1976 fue asesinado de cuatro tiros, mientras miraba la televisión en su residencia de Coral Gables, el cabecilla contrarrevolucionario José Elías de la Torriente. Antes del crimen, otros activistas anticastristas lo habían amenazado con ahorcarlo en Bayfront Park y otras barbaridades. Otro prominente exiliado, Ramón Donestévez, fue asesinado tras proclamarse pardidario de la coexistencia pacífica con la Revolución. A Luciano Nieves, también propenso al diálogo con Cuba, lo mataron a tiros en el aparcamiento del hospital donde estaba ingresado su hijo. Emilio Milán, un locutor de la WQBA-AM, condenó públicamente la violencia terrorista del exilio y en 1976 un carro bomba lo dejó sin piernas. Sólo entre 1973 y 1976 el FBI registró 103 atentados dinamiteros en Miami e investigó 6 asesinatos políticos. «La Miami cubana es notablemente complaciente con el terrorismo», escribió David Rieff en su magnífico libro Camino de Miami . Basándose en documentos del FBI, Edward S. Herman relata en su obra The Real Terror Network , cómo en Nueva York, entre 1975 y 1980, los grupos contrarrevolucionarios de origen cubano fueron responsables de 20 atentados con bombas.

Al alentar la política estadounidense de estrangulamiento del pueblo cubano, el comportamiento hostil del Miami militante contra los artistas, intelectuales y empresarios que han mantenido contactos profesionales o comerciales con Cuba es una forma particularmente depravada de fratricidio. Durante la década del 80 explotaron bombas en las oficinas de varias agencias que organizaban viajes a Cuba, o que realizaban envíos de medicinas y paquetes. En 1979 se suspendió a tiros la proyección, en Miami, de la película cubana «Memorias del subdesarrollo». A María Cristina Herrera , una cubana apacible estudiosa de las relaciones entre Cuba y EE UU, le pusieron una bomba en la casa en 1988. Lo mismo le pasó a Griselda Hidalgo, por preconizar el levantamiento de las restricciones de los viajes a Cuba. La revista miamense Réplica , de Max Lesnik, tiene el triste récord mundial como víctima de atentados dinamiteros. En 1974, 1975 y 1981 estallaron bombas en su redacción; en 1982 se descubrió a tiempo otro artefacto que no hizo explosión, pero en 1994 le pusieron dos bombas incendiarias que sí explotaron. Cuando la orquesta Aragón iba a tocar en Miami en 1996, el empresario musical de la gira recibió llamadas amenazadoras por lo que canceló la actuación de los extraordinarios charangueros cubanos.

Ese mismo año, doscientos manifestantes del cubaneo miamense agredieron físicamente, en ridículo zafarrancho de combate, al público asistente a un concierto del gran pianista Gonzalo Rubalcaba. Cuando el dueño del restaurante Centro Vasco, un respetable establecimiento de la Sagüesera, invitó a Rosita Fornés (residente en La Habana) a cantar boleros, una bomba incendió el club. Según cuenta Ann Louise Bardach en su bien documentado libro Cuba confidential, ninguno de los artistas exiliados que habían actuado allí, como Arturo Sandoval o Albita, levantaron la voz para condenar una barbarie que se repetiría cuando el salón de conciertos del centro MIDEM, durante la actuación de Compay Segundo, tuvo que ser desalojado por una amenaza de bomba. Los Van Van tocaron en el Miami Arena en 1999 y las protestas fueron tan frenéticas, que se saldaron con un herido y once detenidos.

Nelson Mandela fue invitado en 1990 a recibir la llave de la Ciudad de Miami; pero en un programa de televisión ( Nightline ) expresó su profundo reconocimiento por las victorias de los soldados internacionalistas cubanos contra el ejército racista de Sudáfrica, y resaltó la importancia histórica de Cuba para el ANC. Una ola inaudita de protestas se levantó en las estaciones de radio que aterrorizan a los cubanos de la Florida, y el inefable Mandela fue tildado de «negro marihuanero maricón».

De modo que ni Los Juanes ni Miguel Bosé están solos. Ahora se trata de amedrentarlos. Miami es, como bien dice David Rieff, «la capital de un país imaginario». Los actuales «líderes» de ese país inexistente arrastran una herencia criminal que subyace en la actitud agresiva de quienes queman discos y envían amenazas de muerte. Ningún vocero ni intelectual orgánico del exilio condena el matonismo como método para lograr el aislamiento de Cuba: levantan el dedo contra Los Juanes y odian al incomprable Silvio Rodríguez, pero no denuncian a quienes forman parte mental y física de esa comunidad y que han cometido crímenes de lesa humanidad.

Los que no toman en serio las amenazas de hoy, deben tener en cuenta que el primer atentado contra un vuelo de la aviación civil, en el que perecieron todas las personas que iban a bordo, fue ejecutado en octubre de 1976 por activistas anticastristas, Orlando Bosch y Luís Posada Carriles, públicamente encumbrados en Miami. Ninguno de los artistas e intelectuales que critican a Los Juanes por llevar su música y su mensaje de paz a Cuba, ha exigido que los culpables del crimen de Barbados sean extraditados y juzgados por sus delitos de sangre. Considerados como terroristas buenos , Posada Carriles y Bosch constituyen un atolladero moral insoluble no sólo para el Gobierno de EE UU, que cobija a terroristas sanguinarios y confesos, sino para el Miami que se dice democrático pero que actúa como un gánster.

¿Por qué esa obsesión de frenar todo tipo de diálogo constructivo y ese apego a la brutalidad? Porque al carecer de una ideología propia, libre de EE UU y que entrañe una alternativa real a la Revolución, lo único que les queda es echarle leña a un estado de conflicto que es cada vez más artificial y más rancio, no vaya a ser que se apague y los matones se queden colgados de su gritería. Existe un miedo atroz en Miami a que la gran mayoría de cubanos emigrados, que no ansían otra cosa que la normalización de las relaciones entre Cuba y EE UU, se liberen al fin y exijan el levantamiento del bloqueo, de la Ley Helms Burton y de las restricciones que impiden desarrollar contactos con Cuba. Resulta patético que unos cubanos de Miami les exijan a unos cantantes extranjeros, que son glorias absolutas de la música contemporánea, una beligerancia con respecto al régimen cubano a la que ellos mismos renunciaron emigrando. Después del concierto de la paz en La Habana, si es que se produce, el Estrecho de la Florida será más un puente que un abismo.

* René Vázquez Díaz es novelista cubano, ganador del Premio Juan Rulfo de Radio France Internacionale 2007 por su novela De pronto el doctor Leal . Su libro más reciente es El pez sabe que la lombriz oculta un anzuelo (Icaria, Barcelona 2009).