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La música de Juanes no amansa las fieras de Miami

Fuentes: La República/Rebelión

Todo nació como un concierto por la paz, para romper las fronteras, pero la nostálgica colonia cubana de la Florida la convirtió en una auténtica guerra.   Maria Elvira Salazar, con más piernas que cabeza, eso sí largas y lindas, le advertía a Juanes, que sería manipulado actuando ante la atenta mirada de las efigies […]

Todo nació como un concierto por la paz, para romper las fronteras, pero la nostálgica colonia cubana de la Florida la convirtió en una auténtica guerra.

 

Maria Elvira Salazar, con más piernas que cabeza, eso sí largas y lindas, le advertía a Juanes, que sería manipulado actuando ante la atenta mirada de las efigies del Ché y de Martí, pero por parte del Instituto Cubano de la Música, la prudencia ha llegado hasta límites tales, que la inclusión de localización del evento, Plaza de la Revolución, en el magnífico cartel del maestro Pepe Menéndez ha tenido que ser por expreso deseo del propio Juanes.

 

Dentro de la táctica belicista, primero buscaron el boicot, llegando incluso a amenazar de muerte a Juanes, que vive en el mismo Miami, rompiendo sus discos, amedrentándolo con manifestaciones callejeras, en las que le acusaban de lamerle las botas a Fidel Castro y Vigilia Mambisa pedía que se le quemara por comunista, por traidor y por terrorista, convirtiendo el restaurante Versailles en una Plaza de la Cruz Verde.

 

Pero como no encontraron éxito, en la segunda fase, buscaron la notoriedad y la verdad que poquita han tenido entre los jóvenes cubanos, porque la voz cantante de este concierto la tienen los artistas.

 

La tarima del concierto, cubierta de color blanco, se levantó en el mismo sitio en el que Juan Pablo II diera su misa en enero de 1998 y pronunciara su conocida frase de que «Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba», un buen abrelatas sería la normalización de las relaciones y el fin del bloqueo.

 

Que Cuba es un país con problemas, nadie lo va a venir a descubrir ahora, pero al menos los afronta y la autodenominada disidencia ha pintado una Cuba tan monocolor, que no han querido que nadie pueda ver, que éste país tiene una amplia gama de colores y de matices y porque no decirlo también de contrastes.

 

Con su actitud demuestran que están y sobre todo que quieren estar, ajenos a la realidad que vive el pueblo cubano al que dicen representar, viven en un autismo felizmente financiado.

 

Si son capaces de organizar todo esto por un concierto, uno se pregunta si es Miami un lugar neutral para juzgar a los Cinco, la respuesta la tienen en Canal 41, después de unos comerciales, claro está.