Traducido para Rebelión por S. Seguí
«Podríamos estar presenciando el comienzo del fin de la era de la impunidad», declaró Nadia Hijab, miembro directivo del Instituto de Estudios Palestinos, situado en Washington D.C., en respuesta a las conclusiones de un informe de 574 páginas elaborado por un equipo de las Naciones Unidas en misión de investigación. La misión, encabezada por el juez del Tribunal Supremo sudafricano Richard Goldstone, conocido internacionalmente y fiscal jefe en los tribunales internacionales para Rwanda y Yugoslavia, investigó los crímenes de guerra presuntamente cometidos por las tropas israelíes en Gaza durante el sangriento ataque de 23 días, sin precedentes contra una población en gran parte indefensa.
Pero Hijab no es la única optimista. Otros lo son también, tal vez alentados por la utilización en el informe de una terminología poco frecuente en un conflicto en que la experiencia empírica ha demostrado que las acciones israelíes, por escandalosamente violentas que sean, no tienen repercusión jurídica significativa.
El Informe Goldstone, publicado el 15 de septiembre, hace algunas recomendaciones importantes, a raíz de una investigación totalmente exhaustiva realizada cuidadosamente por la misión, encargada por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en abril pasado.
Una de ellas es que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debe establecer un equipo de expertos para supervisar las investigaciones de Israel de los crímenes de guerra cometidos en Gaza. Si Israel no lo hace, entonces la situación debe ser remitida al fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI).
Esto plantea muchos interrogantes, uno de los principales es: ¿cometió Israel crímenes de guerra en Gaza?, y, en segundo lugar, ¿puede Israel llevar a cabo una investigación honesta de esos delitos, teniendo en cuenta el legado sangriento de este Estado y la falta de cualquier responsabilidad legal sustantiva?
Goldstone responde a ambas preguntas
«La misión llegó a la conclusión de que el ejército israelí cometió acciones constitutivas de crímenes de guerra, y, en algunos aspectos, posiblemente crímenes de lesa humanidad», informó Goldstone a los medios el 16 de septiembre. También dijo que el gobierno israelí no ha llevado a cabo ninguna investigación creíble.
A pesar de sus recomendaciones de que expertos de las Naciones Unidas hagan un seguimiento del progreso de investigación interna por parte de Israel y de los palestinos (ya que también fueron acusados de violar el derecho internacional por el lanzamiento de cohetes de fabricación casera contra Israel, sin tener en cuenta el posible daño a los civiles) resulta desconcertante, en primer lugar, por qué Goldstone estima que es posible una investigación real.
Goldstone sabe, como muchos de nosotros, que los acontecimientos de Gaza, que produjeron 1.387 víctimas (otros cálculos elevan la cifra a 1.417, la mayoría civiles, incluyendo más de 300 niños), heridas a miles más, el bombardeo de una infraestructura ya decrépita (hospitales, comisarías, fábricas, escuelas, incluso granjas de pollos) de una sociedad empobrecida y asediada fue sobre todo una decisión política tomada al más alto nivel por gente como Olmert, Livni, Barak y otros criminales en serie que han atormentado a los palestinos durante demasiado tiempo.
Los palestinos también han sido señalados por los cohetes disparados desde la sitiada Gaza. Por supuesto, Goldstone no iba a justificar o aplaudir los cohetes de fabricación casera, ni tampoco subrayar su falta de eficacia, ya que sólo cuatro israelíes resultaron muertos por disparos de cohetes durante el período de la guerra. De los nueve soldados israelíes muertos en los combates, cuatro lo fueron por fuego amigo.
Mientras que tanto Hamas como la Autoridad Palestina han cooperado plenamente con Goldstone y sus colegas, Israel rechazó totalmente la misión, y le denegó la entrada en Israel o Gaza, obligando a la utilización de rutas alternativas para entrar en la franja sitiada a través de Egipto.
Las autoridades israelíes afirman que el informe estaba escrito de antemano, y que estaba sesgado desde el principio. Dichas autoridades utilizaron el mismo patrón habitual de difamaciones, diatribas redundantes e idioma predecible.
El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel dijo que el informe establecía una injusta equivalencia entre «un Estado democrático y una organización terrorista», en referencia a Hamas.
Tras la vieja referencia a la democracia antigua, se desliza el racismo en el texto: «No tenemos nada de qué avergonzarnos, y no nos ha de dar lecciones de moralidad un consejo formado por Siria, Pakistán, Bangladesh, Malasia y Somalia», dijo Levy. Al parecer, las personas de piel oscura del Sur son incapaces de ser democráticos o morales. Sólo Israel y sus aliados pueden poseer estas cualidades.
«El Informe Goldstone ha establecido un nuevo estándar para equiparar el comportamiento de las naciones democráticas y los terroristas», escribió Richard Sideman, presidente del American Jewish Committee, de Nueva York, en una carta publicada por el New York Times el 18 de septiembre.
Este mismo y falso sentimiento utilizado por Levy y Sideman (qué curioso que ambos parecían estar utilizando el mismo guión) fue recogido por muchos funcionarios israelíes y sus grupos de presión exterior, programados en modo de gestión de crisis a raíz de la publicación del Informe.
¿Pero, por qué habrían de preocuparse?
¿Quizás porque Goldstone instó a los 192 miembros de la Asamblea General a establecer un fondo de garantía bloqueado de manera que Israel pueda indemnizar a los palestinos de Gaza? Israel nunca gastaría el dinero de los contribuyentes estadounidenses, tan duramente ganado, en un asunto tan frívolo.
¿Quizás porque el Consejo de Derechos Humanos ha sido convocado para el 29 de septiembre en Ginebra para examinar el informe, y podría pedir su traslado al Consejo de Seguridad, e incluso a la Corte Penal Internacional?
¿Quizás porque los resultados del informe podrían reforzar un creciente movimiento de boicot en todo el mundo?
¿Quizás porque es mucho más difícil poner en duda la credibilidad de Goldstone, difamarlo como antisemita o «judío que se odia a sí mismo»?
¿Quizás porque todos estos factores están aumentando los temores de Israel de que la «era de la impunidad» de verdad terminó?
«Tal vez la próxima vez que nos lancemos a otra guerra inútil y miserable, se tendrá en cuenta no sólo el número de muertes que podemos soportar, sino también el grave daño político que causan estas guerras», escribió el columnista israelí Gideon Levy.
Tendríamos que esperar a la próxima miserable guerra, a la próxima matanza para saber si Israel ha aprendido la lección. Hasta entonces, miles de palestinos de Gaza, muertos de hambre, desesperados pero en resistencia, siguen viviendo en sus tiendas de campaña improvisadas, sobre los escombros, en el lugar que antes llamaban hogar, a la espera de alimentos, cemento y justicia internacional.
Ramzy Baroud es autor de varios libros y editor de PalestineChronicle.com. Sus escritos han sido publicados en muchas revistas y periódicos de todo el mundo. Su último libro se titula «The Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle», y el de próxima publicación «My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story» (ambos en Pluto Press, Londres).
S. Seguí es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a los autores, el traductor y la fuente.