Una de las tantas falacias que difunden los enemigos de la revolución cubana, es que en la Isla, todas las movilizaciones políticas se realizan por obligación y mandato del gobierno cubano. Éste supervisa, para luego castigar a quienes se ausentan. Según ellos, la «dictadura cubana» en su afán de mostrar sus actos de masas, infunde […]
Una de las tantas falacias que difunden los enemigos de la revolución cubana, es que en la Isla, todas las movilizaciones políticas se realizan por obligación y mandato del gobierno cubano. Éste supervisa, para luego castigar a quienes se ausentan. Según ellos, la «dictadura cubana» en su afán de mostrar sus actos de masas, infunde temor a los cubanos forzándolos a asistir a los desfiles y a otros eventos, de lo contrario les rebajan el pago del día. El terrorista Carlos Alberto Montaner por ejemplo, repite desde hace muchos años, la letanía que, para movilizar a la población el gobierno cubano pone un policía en cada casa.
Si observamos las democracias occidentales -dizque, representativas y ejemplares-, encontramos un divorcio entre el gobierno y el pueblo, y en no pocos países, el gobierno es enemigo del pueblo. En el caso de Cuba, no es posible hacer esa separación o encontrar esa adversidad, porque en la Isla la revolución la hizo el pueblo y desde 1959 el pueblo tiene a sus representantes en el poder.
En estas últimas semanas ha habido en la mayor de las Antillas dos grandes actos de movilización ciudadana, en las que el pueblo cubano participó con el fervor y el coraje que les caracteriza; la primera, fue en las votaciones del pasado 25 de abril para elegir a los representantes de las Asambleas Municipales del Poder Popular (gobiernos locales) y la segunda, en la celebración del Día del Trabajador el 1ro de mayo. Refirámonos a estos dos eventos.
Con respecto a la primera, la prensa amordazada por el imperio, no informó al mundo sobre esa fiesta democrática socialista. El cuestionamiento al sistema político y electoral de Cuba, es uno de los blancos principales de la campaña multimillonaria anticubana encabezada por el gobierno de los Estados Unidos y seguida por otras naciones capitalistas; el objetivo es imponer a los países del llamado tercer mundo un sistema político electoral que les permita tener injerencia en los asuntos internos de cada país de forma que puedan seguir controlándolos y sometiéndolos a su dominio. Pero con Cuba no han podido ni podrán.
Los adversarios llevan muchas décadas acusando a Cuba de ser una dictadura que no efectúa elecciones (para ellos la democracia se agota en las elecciones), y cada vez que Cuba realiza procesos electorales, el imperio y sus acólitos se niegan a informar. Hay un silencio vergonzoso. El pasado 25 de abril, 8.205.994 cubanos ejercieron voluntariamente el voto en la primera vuelta de dichas elecciones; esa cifra es más del 94% de los electores que votaron en esos comicios. ¿Qué otro país en el mundo puede mostrar esas cifras de participación popular y electoral? ¿Se le puede pedir eso a la «ejemplar» democracia estadounidense? No, porque ahí eligen al presidente del país con menos del 50% de los estadounidenses con derecho al voto.
Los grandes medios tampoco informan que las elecciones en Cuba son mucho más democráticas que las que se realizan en otros países capitalistas. Una de las características del sistema político y electoral cubano es la «inexistencia de campañas electorales con costos millonarios y con el recurso de la ofensa, la difamación y la manipulación. Todos los candidatos reciben igual tratamiento. La única propaganda aceptada es la publicación oficial de la biografía con los méritos y condiciones de todos los candidatos». Pero en los países capitalistas los candidatos elegidos son por el poder del dinero, no es el pueblo sino el gran capital el que determina quién gana una elección. Se manipulan las opiniones a través de los medios masivos de publicidad. Los criterios y decisiones de la gente son influidos por las grandes maquinarias millonarias de propaganda que realizan los partidos políticos. Se trata de un espectáculo. Al respecto Fidel Castro dice: «Me parece un show realmente repugnante lo que ocurre con muchas de esas formas llamadas democráticas. En el tipo de propaganda electoral que en ellas se hace, se puede apreciar que el dinero se convierte en un factor decisivo de los resultados. En Estados Unidos y en todas partes, los que no tienen recursos no pueden proponerse ningún objetivo político porque están excluidos, están eliminados».
Y sobre la conmemoración del Día del Trabajador, los gobernantes de muchos países no pueden celebrar el 1ro de Mayo junto a los trabajadores, porque ejercen contra ellos políticas neoliberales; no pueden celebrar con el pueblo, porque sus gobiernos han venido saqueando las finanzas públicas, privatizando las empresas estatales, aumentando el desempleo y la pobreza en la clase trabajadora. La celebración del día del trabajador en esos países se convierte en un acto vergonzoso y de repudio para los gobernantes de esas democracias capitalistas. Cosa muy distinta en Cuba, porque la revolución hizo que los intereses y derechos del pueblo estén verdaderamente representados en la dirigencia política revolucionaria que está en el poder. Por eso cuando se convoca a una manifestación como la del 1º de Mayo, el pueblo responde unido como una sola fuerza política junto a sus dirigentes. Mientras que en los países capitalistas la clase trabajadora se manifestó el 1ro de mayo para reivindicar sus derechos, violados por las políticas antipopulares, la clase trabajadora cubana lo hizo para celebrar los logros de la revolución socialista.
Sobre este despliegue popular inmenso en Cuba, algunos de los grandes medios no pudieron ser indiferentes, tuvieron que admitir que se trató de una oleada, de cientos de miles de personas que desfilaron por distintas ciudades de Cuba; sólo en la Plaza de la Revolución se congregaron un millón de personas.
Quienes acusan a Cuba de violar los derechos humanos, sólo podrían encontrar en esa multitud: amor a la patria, defensa del sistema socialista y de la revolución, trinchera de ideas y, valor para seguir luchando por un mundo más justo y más humano. Las únicas ausentes fueron las autodenominadas Damas de Blanco; no desfilaron, porque sus amos de la SINA no tenían el pago presupuestado para esa marcha.
En la multitudinaria manifestación, las pancartas fueron las encargadas de dar las estocadas revolucionarias. Citemos sólo tres: «A nadie lo botan del trabajo porque no haya asistido a la Plaza. El que no está en la Plaza, está frente al televisor de la sala de su casa», «Ya los cubanos estamos graduados en la defensa de la patria» y «Los cubanos no se rinden ni se venden».
Fuente:http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/05/06/cuba-la-urna-y-la-plaza/