Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El reciente arresto de dos respetadas personalidades públicas de la minoría árabe palestina de Israel en incursiones nocturnas contra sus casas por la policía secreta Shin Bet -reveladas esta semana cuando se levantó parcialmente una orden de prohibición de informar- conmocionó a la comunidad.
Los arrestos no son los primeros de ese tipo. El Shin Bet ha estado acosando y encarcelando a políticos e intelectuales de la minoría palestina del país, un quinto de la población, desde el nacimiento del Estado judío hace más de seis decenios. Actualmente, dos parlamentarios de partidos políticos árabes, así como el líder del popular Movimiento Islámico, se enfrentan a procesos.
Pero la detención de Amir Makhoul y Omar Sayid se ve de otra manera -como nubes tormentosas que se acumulan en un clima político que ya es ferozmente hostil a sus ciudadanos palestinos.
Mohammed Zeidan, jefe de la Asociación de Derechos Humanos de Nazaret, dijo: «Estamos acostumbrados a que nuestros dirigentes políticos sean perseguidos, pero ahora el Shin Bet se vuelve contra los dirigentes de la sociedad civil palestina en Israel, y se trata de una tendencia peligrosa.»
El señor Makhoul y el señor Sayid no están acusados de las acostumbradas ofensas contra el orden público, ni han violado simplemente una legislación chovinista que criminaliza las visitas de ciudadanos palestinos a Estados árabes vecinos. Ambos enfrentan la acusación mucho más seria de espionaje por cuenta de Hizbulá del Líbano.
El señor Makhoul, quien parece ser el objeto principal del interés del Shin Bet, es jefe de Ittijah, una organización que aglutina y coordina las actividades de grupos palestinos por los derechos humanos en Israel. Más específicamente, se ha convertido en la voz principal dentro de Israel que respalda la creciente campaña internacional por el boicot, desinversión y sanciones contra ese país.
El miércoles los tribunales aprobaron una extensión de la detención del señor Makhoul. No se permitió su presencia y se le negó el derecho a un abogado hasta por lo menos el próximo lunes, 12 días después de su arresto. Según se informa está siendo interrogado continuamente.
El señor Sayid, activista del partido político Tajamu y científico especializado en el desarrollo de nuevas medicinas con plantas de Oriente Próximo está retenido por Shin Bet desde el 24 de abril.
Amnistía Internacional ha amenazado con declarar que el señor Makhoul es «prisionero de conciencia» diciendo que su arresto «suena a puro acoso realizado para impedir su trabajo por los derechos humanos.»
Observadores de la minoría palestina también han ridiculizado las afirmaciones, basadas en evidencia secreta, de que los dos «hicieron contacto con un agente extranjero.» Señalan que bajo las draconianas regulaciones de emergencia que se utilizan en este caso el Shin Bet sólo necesita la evidencia circunstancial más endeble para presentar una acusación semejante.
El señor Zeidan la calificó de una ofensa de seguridad «para todo uso» que es difícil de disputar porque es persuasiva para la mayoría judía. «Sólo se necesita encontrar involuntariamente en una conferencia a un pariente de un pariente de alguien en Hizbulá y el Shin Bet piensa que tiene motivos para arrestarlo a uno.»
La minoría palestina no está sola en la creencia de que el señor Makhoul y el señor Sayid no han espiado en el sentido aceptado de pasar información clasificada o confidencial a un enemigo: los corresponsales militares de Israel también han desdeñado en su mayoría las acusaciones de espionaje. En Haaretz, Amos Harel y Avi Issacharoff señalaron que ninguno de los dos ciudadanos palestinos posee secretos que podrían interesar a Hizbulá.
En su lugar los corresponsales sugirieron otros motivos para los arrestos. Cualquier contacto entre enemigos de Israel como Hizbulá y activistas por los derechos palestinos en Israel constituyen una amenaza, conjeturan, porque los dirigentes palestinos en Israel podrían ofrecer ayuda en la «coordinación de posiciones políticas» o iniciar «protestas y disturbios durante períodos difíciles.» Eso expande radicalmente la definición tradicional de «espionaje».
La persecución de los señores Makhoul y Sayid por el Shin Bet, según el punto de vista de los dirigentes de la comunidad, tiene que verse en términos de una suposición fija del establishment israelí de que la minoría árabe plantea una amenaza política para la supervivencia de un Estado judío.
Se puede ver el origen de las raíces de este punto de vista en la firma de los acuerdos de Oslo. Con el inicio de un proceso de paz con los palestinos, los políticos israelíes comenzaron a reconsiderar el estatus de la gran minoría palestina. Muchos creyeron que al permitir que una importante población de palestinos permaneciera dentro de Israel como ciudadanos después de la creación de un Estado palestino vecino podría convertirse un día en el talón de Aquiles del país.
¿No podría la minoría palestina suministrar a los palestinos en los territorios ocupados «un pie dentro de la puerta» para tratar de recuperar toda Palestina histórica en lugar de aceptar un mini-Estado en Cisjordania y Gaza?
Esos temores aumentaron dramáticamente cuando Oslo se agrió y la segunda Intifada hizo erupción en el año 2000. Israel creyó que los palestinos habían rechazado su «generosa» oferta de Camp David en la esperanza de poder utilizar a la minoría como un «caballo de Troya» para destruir el Estado judío demográficamente desde el interior.
Ehud Barak, el primer ministro de entonces, calificó a la minoría palestina de «punta de lanza» de lo que consideraba como el intento de Yasir Arafat de desmantelar Israel como Estado judío. Temía que un programa de reforma política exigiendo un «Estado para todos sus ciudadanos», que se había convertido en un grito unificador para los ciudadanos palestinos, tenía realmente la intención de producir el retorno de millones de refugiados palestinos bajo cobertura de una lucha por la igualdad de derechos.
Israel reaccionó imposibilitando prácticamente todo contacto entre palestinos en Israel y en los territorios ocupados, incluso mediante la construcción de un muro alrededor de Cisjordania y dictando leyes que representaban una prohibición efectiva de matrimonios a través de la Línea Verde.
Probablemente no deberí sorprender que el principal objetivo del Shin Bet antes de los recientes arrestos haya sido Azmi Bishara, arquitecto de la campaña por un «Estado para todos sus ciudadanos». También en 2007 acusaron a Bishara de espiar para Hizbulá y desde entonces está en el exilio.
En esos días Yuval Diskin, jefe del Shin Bet, señaló que consideraba que su tarea era «frustrar» todas las actividades, incluso las políticas, que amenazaran la supervivencia de Israel como Estado judío.
Según el señor Zeidan y otros analistas, la mano del Shin Bet en los recientes arrestos parece que está guiada por una evaluación similar de que la minoría palestina vuelve a plantear una «amenaza existencial» para Israel -aunque por motivos diferentes.
El señor Makhoul aparece como cabeza de un movimiento emergente dentro de Israel que, enfrentado a la negativa de los israelíes de aprobar reformas políticas para democratizar el país, proyecta nuevas estrategias políticas.
No ha ocultado los amplios contactos que ha desarrollado entre activistas occidentales de la solidaridad palestina y el mundo árabe que presionan por la necesidad de un boicot a Israel. También estuvo a la vanguardia de las protestas dentro de Israel contra su ataque a Gaza el año pasado. Entonces fue citado e interrogado por el Shin Bet.
«La ocupación ya no es nada nuevo,» dijo el señor Zeidan. «Las grandes amenazas que enfrenta Israel, desde el punto de vista del Shin Bet, son su imagen deteriorada en cuanto a los derechos humanos y la creciente sensación en el extranjero de que es un Estado de apartheid.»
«La sociedad civil palestina en Israel, más aún que nuestros partidos políticos, está mejor colocada para aportar pruebas con respecto a estos problemas ante la comunidad internacional, denunciar el racismo y la discriminación inherentes a un Estado judío. El arresto de Amir Makhoul debe verse desde ese punto de vista.
«El Shin Bet cree que hemos cruzado una línea roja en nuestros planteamientos internacionales.»
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Jonathan Cook es un escritor y periodista basado en Nazaret, Israel. Sus últimos libros son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed Books). Su sitio en Internet es: www.jkcook.net.
Una versión de este artículo apareció originalmente en The National (www.thenational.ae), publicado en Abu Dabi.
Fuente: www.globalresearch.ca/index.
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