Traducido de inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
En Cisjordania hay nada menos que medio millón de colonos judíos que disfrutan de una constante protección armada. La vasta mayoría de ellos están adoctrinados en una ideología de extrema derecha que considera que los no judíos que viven en Israel y en los territorios ocupados son «infrahumanos».
Algunos de los mentores religiosos de estos colonos enseñan abiertamente que se debería esclavizar, expulsar o aniquilar a los no judíos que viven bajo dominio judío (esto es, los palestinos). Cuando se les cuestiona, estos rabinos y mentores rápidamente citan el Viejo Testamento y el Talmud para corroborar sus muy genocidas puntos de vista.
Los colonos se oponen vehemente al concepto de paz con los palestinos. Afirman que conservar «la tierra de Israel» es mucho más importante que hacer la paz con los árabes. Su consigna más común es «árabes al desierto». A los colonos más fanáticos, como los de Hebrón, se les ha oído decir «árabes a la cámara de gas». Canciones con dichas consignas se canta abiertamente en el pequeño enclave judío de la ciudad palestina ocupada.
Esta semana la Autoridad Palestina (AP) empezó a implementar una campaña generalizada de boicot a los productos manufacturados en las colonias judías y a los productos agrícolas de nada menos que cien colonias judías de Cisjordania, muchas de ellas establecidas en tierra confiscada por la fuerza a sus propietarios palestinos.
Se considera que el boicot (que apoyan todas las facciones palestinas, incluida Hamás) es una baza palestina excepcional y eficaz para demostrar a Israel que la ocupación no sale gratis y que el pueblo palestino no tolerará ser él mismo quien financie la opresión y la represión israelí.
El presidente de la AP Mahmoud Abbas y su primer ministro Salam Fayyad mostraron un apoyo entusiasta al boicot: Abbas participó en la ceremonia de lanzamiento de la campaña de boicot celebrada en Ramala y se vio a Fayyad participando en la quema de productos de las colonias.
También se vio a Abbas pegando en la puerta de su villa de Ramala una pegatina que decía «Esta casa está llena de productos de las colonias». Decenas de miles de pegatina similares se han pegado en las puertas de casas palestinas por toda Cisjordania.
Defendiendo este paso sin precedentes (que muchos palestinos consideran que es tardío y que tiene un efecto incierto dada la dificultad de determinar el origen de muchos de los productos israelíes que llegan al mercado palestino), Abbas afirmó que el boicot no constituye en modo alguno un boicot a los productos israelíes: «No estamos boicoteando a Israel, sólo boicoteamos a las colonias, y en lo que a nosotros respecta, las colonias no son Israel».
El dirigente palestino llegó incluso a decir: «No incitaré en contra de Israel ni exhortaré a mi pueblo a boicotear a Israel».
Israel, incluyendo las colonias, exporta a Cisjordania y Gaza productos por valor de más de 5.000 millones de dólares. En la mayoría de los casos los palestinos no tienen más opción que «importar» estos artículos ya que no tienen control sobre sus pasos fronterizos ni pueden importar directamente productos del extranjero. En resumen, cada cosa que necesitan los palestinos proviene o bien del propio Israel o a través de Israel, lo que significa que Israel tiene el monopolio absoluto de las importaciones palestinas.
Por otra parte, los palestinos no son libres de exportar a Israel ya que el ejercito de ocupación israelí restringe severamente su libertad de movimiento, en especial su capacidad de entrar en Israel. Israel emplea nada menos que a 25.000 trabajadores palestinos, la mayoría de los cuales sufren unas condiciones laborales extremadamente humillantes.
En general, los palestinos exportan a Israel productos manufacturados y productos agrícolas por valor de no más de 700 millones de dólares al año, [lo que supone] un escandaloso desequilibrio comercial entre ocupado y ocupante.
A pesar de todo, los colonos, que se han arrogado la mejor parte de los recursos acuíferos de Cisjordania y que continúan expandiendo sus colonias ilegales a expensas de sus vecinos, se han quejado del boicot al que califican de «terrorismo económico». Algunos dirigentes de los colonos han pedido que el ejército israelí cierre los puntos de entrada a los centros de población palestinos y que inicie un contra boicot de los productos palestinos. Otros han pedido al gobierno israelí que deduzca cientos de millones de dólares de los derechos de aduana palestinos recaudados por Israel en nombre del gobierno de la AP.
Las colonias de la zona de Belén han advertido que despedirán a cientos de trabajadores palestinos de las fábricas locales. Otras han recurrido a volver a etiquetar sus productos como originarios del propio Israel para engañar a los equipos de inspectores de la AP.
Sin embargo, por el momento las contra-medidas y amenazas israelíes no han logrado parar o disuadir la campaña palestina casa por casa en contra de los productos de las colonias. De hecho, la AP ya ha dado un paso más aprobando una ley que estipula que cualquiera que comercie con productos de las colonias judías será condenado a entre dos y cinco años de cárcel, y multado con hasta 15.000 dólares.
Además, la ley estipula que quienes importen productos de las colonias a los territorios gobernados por los palestinos pueden enfrentarse a penas de cárcel de hasta seis años y a multas de hasta 3.000 dólares, y a que se les retiren las licencias y vehículos.
El primer ministro israelí Benyamin Netanyahu ha arremetido contra la campaña palestina en contra de los productos de las colonias calificándola de «contraproducente para la paz» y de «acto hostil». En unas declaraciones a los medios israelíes, Netanyahu afirmó que la campaña palestina hará más daño a los palestinos que a Israel.
«Cuando los palestinos dan pasos que les perjudican, que perjudican a su propia población y que disminuyen su nivel de vida o cuando se niegan a avanzar (por ejemplo, cuando se niegan a construir plantas de purificación de agua, sin las cuales dañan los acuíferos que compartimos y contaminan sus propios suministros de agua), estas cosas no están en el espíritu de la paz».
En respuesta, un alto cargo palestino, Mohamed Shtayyeh, calificó las palabras de Netanyahu de «hipócritas y falaces de la A a la Z». «Este hombre es un mentiroso patológico. Cree que está perfectamente bien mantener a millones de palestinos en un estado de perpetua esclavitud económica sometida a la raza superior».
Shtayyeh también criticó severamente el concepto de «paz económica» de Netanyahu calificándolo de truco o argucia para encubrir y desviar la atención de la expansión de las colonias judías. «Netanyahu cree que boicotear productos manufacturados por esos ladrones de tierra es contrario a la paz mientras que la incesante expansión de las colonias judías a costa de tierra palestina lleva a la paz. Esto es más que descaro, es enfermedad mental».
El alto cargo palestino discrepó con Netanyahu al comparar la colonia de Maali Adumim, cerca de Jerusalén Oriental, con Tel Aviv en importancia para Israel: «Si cree que Maali Adumim es tan importante para Israel como Tel Aviv, entonces tenemos derecho a considerar Haifa y Yaffa tan importantes para nosotros como Ramala y Nablús».
Netanyahu lleva mucho tiempo haciendo declaraciones acerca de forjar un a «paz económica» con los palestinos* que según él prepararía el terreno para una paz política. Sin embargo, la mayoría de los palestinos, incluyendo a la AP y a Hamás, han rechazado vehementemente las propuestas de Netanyahu descartándolas por ser un medio de desviar la atención para ganar tiempo con el fin de robar más tierra palestina y construir más colonias judías.
*N. de la t.: Véase Ziyaad Lunat, «Un año de `paz económica’ de Netanyahu y Fayyad», http://www.rebelion.org/