Si bien Estados Unidos, Israel e Irán son los protagonistas del conflicto en el Golfo Pérsico, los demás países de la región y la mitad del mundo participan, no como espectadores sino como rehenes. La importancia geopolítica del Golfo Pérsico es resultado de una espectacular mutación que tiene como eje al petróleo. En 1918 al […]
Si bien Estados Unidos, Israel e Irán son los protagonistas del conflicto en el Golfo Pérsico, los demás países de la región y la mitad del mundo participan, no como espectadores sino como rehenes.
La importancia geopolítica del Golfo Pérsico es resultado de una espectacular mutación que tiene como eje al petróleo.
En 1918 al concluir la Primera Guerra Mundial, con la derrota del imperio otomano, el Medio Oriente fue el bocado principal en el nuevo reparto del mundo, protagonizado por Gran Bretaña y Francia con la anuencia del presidente norteamericano Woodrow Wilson, vencedor en la contienda y artífice del Tratado de Versalles, quien no mostró interés por la región.
Entonces se sabía poco de las reservas de hidrocarburos en la zona y Estados Unidos era el primer productor y exportador mundial. En 1901 el barril de crudo se vendía a tres centavos y en 1931 durante la gran depresión, cuando ya había comenzado la era del automóvil, a trece centavos, dos años después, gracias a la intervención de Roosevelt, se limitó la producción y el precio se estabilizó en alrededor de un dólar el barril.
Veinticinco años más tarde, en medio de la II Guerra Mundial, Estados Unidos se percató de que sus pozos comenzaban a flaquear y miró hacia el Golfo Pérsico donde se concentran las dos terceras partes de las reservas mundiales de petróleo y gas natural. En 1945 el presidente Franklin D. Roosevelt firmó con el rey de Arabia Saudita un tratado en virtud del cual se comprometió a proteger indefinidamente a esa monarquía a cambio de mantener el suministro de petróleo a Norteamérica. El acuerdo también estableció que el combustible sería pagado en dólares.
Desde entonces y hasta hoy, incluyendo las etapas de crisis originadas por la nacionalización del canal de Suez, las sucesivas guerras entre árabes e israelís, la guerra entre Irán e Irak y durante su propia guerra en el Golfo Pérsico contra Irak, Estados Unidos se las agenció para proteger el comercio petrolero desde el Golfo permitiendo que, dificultades aparte, el vital producto llegue a su territorio y a todo el mundo.
Arabia Saudita, Kuwait, Qatar, Abu Dhabi, Dubai, Omán, naturalmente Irak, y un poco más alejados, Bahrein, Pakistán y la India, comprenden que un conflicto militar de grandes proporciones en la región, inevitablemente les ocasionará enormes perjuicios y, en caso de emplearse armas nucleares, su existencia pudiera verse comprometida.
Más allá de la cuestión geográfica, también son rehenes de ese contencioso las economías de Europa, Japón y China que dependen del petróleo de los países del Golfo y algunos específicamente de Irán.
En esa región se encuentran las dos terceras partes de la producción petrolera mundial. De allí salen todos los días 15 millones de barriles que constituyen el 25 % del consumo de Estados Unidos, el 43 % del utilizado por Europa occidental y el 68 % del quemado en Japón. China, el segundo consumidor de petróleo en el mundo y cuya demanda crece siete veces más rápido que la de Estados Unidos, depende en grado superlativo del petróleo del Levante.
Del inventario de rehenes apresados por el conflicto del Golfo Pérsico no pueden excluirse las grandes transnacionales, principalmente norteamericanas que extraen, transportan, procesan y comercializan el petróleo de la región con lo cual ganan miles de millones de dólares. Nadie debe dudar que los campos petroleros estarán entre los primeros blancos de la cohetería, artillería y aviación de Irán ni hacerse ilusiones de que alguien pueda protegerlos.
Por otra parte, a diferencia de Estados Unidos, varios países de Europa Occidental, China y Rusia, aunque se sumaron a las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad, son socios de Irán con el cual mantienen negocios multimillonarios, incluyendo el área energética y la esfera nuclear.
Naturalmente todos los países y entidades involucradas deben estar utilizando su enorme capacidad de presión y sus posibilidades de lobby para tratar de influir sobre Washington con el fin de moderar los aprestos bélicos, tanto de Estados Unidos como de Israel.
Asumiendo como bueno el credo expuesto por el presidente Barack Obama en la universidad al-Azhar, no sólo por razones filosóficas sino prácticas, Estados Unidos y Europea debían evitar el peligro de una lectura confesional de su cruzada contra irán.
Contando a los países del Golfo Pérsico, Libia, Nigeria e Indonesia el 80 por ciento de la producción mundial de petróleo se encuentra en la llamada «Veta Musulmana». Contrariar a esa hermandad es otro riesgo.
Fuente: http://www.argenpress.info/2010/08/rehenes-en-el-golfo.html