Cuando en la prensa, la radio o la televisión se informa acerca del conflicto palestino, se explica e interpreta, en no pocas ocasiones, desde un metadiscurso que basicamente reza lo siguiente: se trata de un conflicto entre dos partes iguales, que deben sentarse a negociar para solucionarlo. Dentro de este metadiscurso hay varias posturas, más […]
Cuando en la prensa, la radio o la televisión se informa acerca del conflicto palestino, se explica e interpreta, en no pocas ocasiones, desde un metadiscurso que basicamente reza lo siguiente: se trata de un conflicto entre dos partes iguales, que deben sentarse a negociar para solucionarlo. Dentro de este metadiscurso hay varias posturas, más o menos propalestinas o proisraelíes. La primera acepta que los palestinos han sido los perdedores en el conflicto, y como consecuencia desposeídos en las guerras del 48 y del 67 de manera ilegal, y deben por tanto ser resarcidos, a cambio del reconocimiento del Estado de Israel como necesaria contraparte. La segunda, defendida por los partidarios del Estado de Israel, afirma que en este enfrentamiento el estado hebreo ha actuado en legítima defensa contra unos vecinos decididos a aniquilarlo, que los refugiados palestinos lo son porque abandonaron sus hogares para dejar paso a los invasores árabes de Israel durante la Guerra de Independencia de 1948, y que por tanto este país está en su derecho de actuar como lo hace, ocupando Cisjordania militarmente, e impidiendo el regreso de los refugiados palestinos expulsados en 1948, reactualizando un cierto victimario heroico que está, en cierta manera, en la esencia del discurso nacionalista israelí. Este discurso sirve, además, para enrevesar de manera intencionada el conflicto, dificultando su solución en beneficio de unos intereses muy concretos, que podriamos resumir en uno: la colonización de toda Palestina por los judíos.
Sin embargo, esta visión es en gran medida errónea. Y sabemos que lo es gracias a la labor histórica de historiadores palestinos, con Whalid Khalidi a la cabeza, y de un grupo de historiadores israelíes, agrupados en torno a lo que se ha llamado la «nueva historia» israelí, que se han dedicado a bucear en la documentación, aportando nuevos y demoledores datos que desmontan el discurso oficial de Israel como pequeño país asediado por enemigos hostiles que sólo actúa por mera supervivencia. Hay, por ejemplo, unanimidad, o casi, en todos estos historiadores en varios aspectos. El más significativo tiene que ver con la propia fundación del estado hebreo. En 1948 no se libró una guerra de defensa en inferioridad de condiciones, sino todo lo contrario: el movimiento sionista tenía el mejor ejército, tanto en número como en preparación, de la zona, y se había preocupado en tenerlo de manera muy activa bajo el Mandato Británico. Y no fue una guerra en la que unos, los judíos, fuesen justos defensores y otros, los árabes, malvados agresores. Incluso historiadores manifiestamente sionistas como Morris reconocen la existencia de un plan de expulsión de los palestinos y robo de sus tierras para conformar el estado de Israel, conocido como Plan Dalet, que convirtió en refugiados a 700.000 palestinos, la mitad de todos los que vivían en ese momento en ese rinconcito del mundo. Así que de Estado que actúa en defensa propia e inferioridad de condiciones, nada de nada.
En este punto es cuando hay divergencia entre los historiadores. Los más sionistas, como el ya citado Morris, explican la expulsión de los palestinos como una necesidad de la guerra. determinada por la misma sin un plan previo, y no como una estrategia planificada. Otros autores, de los que el más notorio es Ilan Pappé afirman que sí hubo un plan planificado, que se explica por una serie de razones historicamente demostrables, de las cuales la fundamental es el afán sionista por crear un estado judío puro en Palestina. Esta perspectiva rompe por completo con el paradigma explicativo comunmente aceptado (incluso hoy en día, fue el que explicaron en la facultad al que suscribe no hace tanto), y llega tan lejos como proponer un nuevo modelo para entender la creación del estado de Israel en 1948. En vez de explicar este acontecimiento histórico como resultado de una Guerra de Independencia, con sus causas y factores desencadenantes, Pappé propone emplear un nuevo paradigma: la limpieza étnica de los palestinos de su tierra. Es realmente una propuesta transgresora, pero en nuestra opinión explica mucho, muchísimo mejor y más ampliamente, como ha actuado el estado de Israel desde su misma fundación, simplificando el discurso histórico, haciéndolo más comprensible, y aportando una nueva visión de cómo se debe afrontar la resolución del conflicto que tiene en cuenta, explica y sostiene históricamente las reivindicaciones de los palestinos. Porque, es necesario recordarlo, la visión histórica de la legítima defensa y la guerra entre iguales obvia por completo la historia palestina y cómo estos han vivido su experiencia en los últimos 70 años. Para ellos en 1948 ocurrió la Naqba, la catástrofe. Pappé, de manera acertada, recupera esta vivencia palestina, y la incorpora al discurso histórico, documentándola y mostrando que sí, que tienen razón cuando se ven a si mismos como expulsados y expoliados por los sionistas israelíes. Y el mismo historiador señala como la misma negación de la historia de un pueblo, en este caso de la expulsión de un pueblo de su tierra, es uno de los rasgos comunmente aceptados de una limpieza étnica.
Así pues, hablemos de limpieza étnica. Tomando la definición de Pappé, que este toma de fuentes internacionales como la ONU, o el Departamento de Estado estadounidense (que ironía, por cierto), este es un «esfuerzo encaminado a homogeneizar un país etnicamente heterogéneo mediante la expulsión de un grupo particular de personas y su conversión en refugiados, lo que se consigue demoliendo los hogares de donde se los ha sacado. Las operaciones pueden verse acompañadas de masacres, pero cuando estas se producen no forman parte de un plan genocida: son una táctica clave para acelerar la huida de la población destinada a ser expulsada. Posteriormente, se elimina a los expulsados de la historia oficial y popular del país y se los extirpa de la memoria colectiva «. ¿Se ajusta esta definición lo que ocurrió en Palestina en 1948?. Según Pappé, sí. Pongamos algunas citas históricas, de judíos sionistas, algunos de ellos personajes muy notables de la historia de este movimiento y de Israel, que muestran como existía la intención de ejecutar una limpieza étnica, y como fue realizada:
Soy partidario del traslado forzoso, no veo nada inmoral en él.
David Ben Gurion a la ejecutiva de la Agencia Judía, Junio de 1938.
Había 200 aldeas [en el frente] y han desaparecido. Teníamos que destruírlas, de otro modo habríamos tenido árabes aquí [en la parte meridional de Palestina] como los tenemos en Galilea. Tendríamos otro millón de palestinos.
Isaac Pundak, oficial de la Haganah (milicia sionista principal en 1948), en Ha´arezt, en el 2004.
Para reconstruír esta limpieza étnica, Pappé nos remite a varios estudios históricos que muestran como la creación de un Estado puramente judío en Palestina era uno de los ejes fundamentales del movimiento sionista desde su creación por Theodor Herzl en 1886. Nur Masalha muestra claramente en su libro Expulsion of the Palestinians como el concepto de traslado de población esta profundamente arraigado en el pensamiento de los sionistas más importantes desde la misma creación del movimiento, incluyendo la limpieza de la tierra. Para muestra esta cita de un destacado sionista liberal:
Nuestra idea es que la colonización de Palestina debe proceder en dos direcciones: el asentamiento de judíos en Erezt Israel [la Tierra de Israel] y el reasentamiento de los árabes de Erezt Israel en áreas fuera del país. El traslado de tantísimos árabes quizá parezca a primera vista inaceptable dsde el punto de vista económico, pero no obstante es una opción práctica. No se requiere una cantidad de dinero excesiva para reubicar una aldea palestina en otro territorio.
Leo Motzkin, sionista liberal, en 1917.
Este fue, desde el principio, el proyecto sionista: colonizar Palestina, expulsar a sus habitantes y crear un estado judío, el Gran Israel, donde refugiarse de las persecuciones que sufrían en Europa a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Claro que el hecho de que fuesen recién llegados que colonizaban una tierra ya ocupada no parecía perturbar su conciencia, aunque su caso se parezca a la historia colonial sudafricana, de las Américas, o Australia, donde también una minoría de blancos se dedicó con ahínco a expulsar de sus tierras a gente que no los había llamado, ni invitado a quedarse y robarles su sustento. Dicho esto, hay que puntualizar algo importante: el sionismo no es lo mismo que el judaísmo. Para este, Jerusalén había sido siempre un referente espiritual y lugar de peregrinación, no el lugar donde crear un Estado secular. Este proyecto es exclusivamente creación del sionismo, que es una secularización y nacionalización del judaísmo, que tuvo escasa aceptación en sus comienzos entre las comunidades judías, y que hoy en día continua siendo rechazado por comunidades judías bastante importantes.
A la hora de reconstruír el proceso mediante el cual el proyecto ideológico sionista se convierte en una realidad histórica, política y material, el propio Papé reconoce que hay dos caminos posibles:
1. Llamar la atención acerca de la coherencia de los líderes sionistas desde el inicio del movimiento en su deseo de vaciar Palestina de árabes para crear en ella el Gran Israel, bajo la forma de estado secular. El ya mencionado Nur Masalha realiza este trabajo mediante una genealogía de los planes sionistas mostrando como la desarabización de Palestina fue siempre un elemento central del sionismo.
2. Concentrarse en el desarrollo progresivo de la política que implementó este plan maestro del sionismo, con sus idas, venidas, avances y cambios de rumbo, siguiendo el devenir de los acontecimientos histórico entre 1886 y 1948, momento en el que confluyen los factores necesarios para la creación de un plan de limpieza étnico.
En venideras entradas iremos poco a poco desgranando estos dos aspectos, con la inestimable ayuda de Pappé y otros autores, pero sobre todo del primero. Creemos que es necesario explicarlo con calma y claridad, ya que como ya hemos escrito, es nuestra opinión que este plan de limpieza étnica explica de manera muy convincente lo que ocurre en Tierra Santa. Al menos, de manera mucho más convincente que lo que nos han contado hasta ahora. Espero que el conocimiento de esta historia os resulte tan revelador como lo ha sido para el que escribe estas breves líneas.
http://palestinareconstruyendopaz.blogspot.com/2010/09/sionismo-colonialismo-y-limpieza-etnica.html