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Es el único centro de día para personas mayores gestionado por palestinos en los territorios ocupados

El Centro de Beit Sahour atiende diariamente a un centenar de ancianos palestinos

Fuentes: Rebelión

Si la vivir en los territorios ocupados supone hacer frente a un sinfín de penalidades, lo cierto es que éstas se ceban, en primer lugar, con los grupos sociales más vulnerables, por ejemplo, las personas mayores. Basta pensar en la inexistencia de un sistema de seguridad social que garantice derechos básicos a los mayores palestinos, […]

Si la vivir en los territorios ocupados supone hacer frente a un sinfín de penalidades, lo cierto es que éstas se ceban, en primer lugar, con los grupos sociales más vulnerables, por ejemplo, las personas mayores.

Basta pensar en la inexistencia de un sistema de seguridad social que garantice derechos básicos a los mayores palestinos, lo que condena al desamparo a mujeres viudas, ancianos de los que nadie se hace cargo y, en general, familias sin recursos. En sintonía clara con los principios del sionismo, Israel reserva los recursos del Estado del Bienestar sólo para los ciudadanos judíos.

Algunas iniciativas, aisladas pero ejemplares, han surgido desde la sociedad civil palestina para paliar los efectos devastadores de la ocupación. Es el caso del Centro de Día para atención a mayores de Beit Sahour (uno de los núcleos que compone el municipio de Belén), el único de todo el territorio palestino y un referente en atención de calidad.

Entre 80 y 120 personas de edad avanzada reciben asistencia diariamente en el centro de Beit Sahour. Los objetivos son muy simples: contribuir a que los ancianos desarrollen una vida digna y fomentar su integración en una sociedad que no se lo pone nada fácil.

El funcionamiento del centro es inseparable de la biografía de su directora y fundadora, Elen Qassis, una mujer tenaz y emprendedora que hace posible, junto con una trabajadora, social, ocho empleados y la aportación de trabajadores voluntarios, que el proyecto salga adelante. Los resultados saltan a la vista y, tal vez por ello, Elen fue elegida concejal con un apoyo masivo en los últimos comicios municipales.

El centro se ha convertido en un referente de atención geriátrica de calidad para toda Palestina. «La alternativa son los asilos, pero nosotros pretendemos lo contrario, es decir, que permanezcan en casa con sus familias y además se impliquen en actividades sociales», asegura Elen Qassis.

Aunque la idea consiste en funcionar como centro de día y que los ancianos duerman en casa, a veces, por indisponibilidad de la familia, esto no es posible. Para estos casos se cuenta con habitaciones y nueve camas en las que se permite hasta quince días de alojamiento.

Los mayores cuentan así con un espacio de sociabilidad donde vivir su tiempo de ocio y desarrollar numerosas actividades, como jugar a las cartas, operar con un ordenador, asistir a conferencias y participar en excursiones y juegos deportivos. Las actividades responden a una programación general pero, más allá de la misma, los mayores se reúnen y comparten por grupos de afinidad. Incluso pueden aprender determinados trabajos o practicar ejercicios de rehabilitación en un gimnasio.

A pesar de la dedicación y el esmero de la dirección y los trabajadores, para algunos asuntos rige la autogestión. Dos comités de ancianos, el directivo y el encargado de actividades sociales demuestran que la edad no es un impedimento para responsabilizarse y autoorganizarse.

«Otro aspecto muy importante y que tratamos de fomentar -explica Elen Qassis- son los lazos solidarios, algo muy característico del pueblo palestino; en fiestas, bodas, visitas a enfermos o velatorios todo el mundo se junta y comparte».

También se anima la llama de la reivindicación política, mediante la participación en concentraciones contra la ocupación de Palestina, las marchas contra los últimos bombardeos sobre Gaza y por la defensa de los derechos humanos». No es, sin embargo, la denuncia política el leitmotiv del centro.

A la variedad de propuestas y la permanente actividad subyace una realidad preocupante, las dificultades de financiación, que obliga a multiplicar esfuerzos. La directora del centro recuerda que no disponen de ayudas públicas. «Todo el mobiliario interno lo reunimos a partir de donaciones; contamos con 160 socios que aportan una cuota muy modesta y los pequeños trabajos artesanales que podemos vender a los visitantes».

A pesar de esta difícil situación económica, Elen Qassis asegura que en ningún caso «pensamos rebajar la calidad de la atención que se dispensa».

Y es que el camino nunca ha sido fácil desde que en 1984 se alquilara una casa y se le dotara de un espacio para el ocio de los ancianos, más de 30 residentes del municipio de Belén. Todas las prestaciones resultaban gratuitas e incluso un coche pasaba a recogerlos por sus hogares. En 2001 comienzan a funcionar las instalaciones actuales y, una década después, pese a los apuros económicos y gracias al coraje de la dirección, los trabajadores y los ancianos, el centro exhibe con orgullo su modelo de calidad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.