Estado de derecho y democracia son términos que no aparecen en los medios de prensa internacionales asociados al nombre de Cuba si no es para señalarlos en déficit. Sin embargo, el proceso que ha conducido a los cambios que se acaban de desatar en la Isla nos ofrece una buena oportunidad para intentar una valoración […]
Estado de derecho y democracia son términos que no aparecen en los medios de prensa internacionales asociados al nombre de Cuba si no es para señalarlos en déficit. Sin embargo, el proceso que ha conducido a los cambios que se acaban de desatar en la Isla nos ofrece una buena oportunidad para intentar una valoración basada más en hechos que en lecturas mediáticas.
En su discurso de clausura del Quinto Período Ordinario de Sesiones de la VII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 1º de agosto de 2010, el presidente cubano, General de Ejército Raúl Castro, explicó las medidas de actualización del modelo económico cubano -decididas bajo el principio de que «la unidad se fomenta y cosecha en la más amplia democracia socialista y en la discusión abierta de todos los asuntos, por sensibles que sean, con el pueblo»- y luego de detallar su contenido, anunció:
«Próximamente se celebrará un pleno ampliado del Consejo Nacional de la Central de Trabajadores de Cuba donde abordaremos en detalle con los principales dirigentes obreros estas importantes decisiones, que constituyen en sí mismas un cambio estructural y de concepto en interés de preservar y desarrollar nuestro sistema social y hacerlo sostenible en el futuro, de modo que cumplamos el mandato del pueblo de Cuba, recogido en la Constitución de la República, de que el carácter socialista y el sistema político y social contenido en ella son irrevocables.»
Este domingo, 31 de octubre, el presidente cubano intervino ante el Pleno ampliado del Consejo Nacional de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), y -según la prensa cubana- manifestó las siguientes ideas:
- La única forma de romper dogmas, malos hábitos, tabúes, es dándoles participación a las masas con la clase obrera al frente, pues junto a los campesinos y el pueblo es la clase más revolucionaria.
- Necesidad de que los dirigentes sindicales conozcan los principios que rigen la economía, porque es determinante para el funcionamiento de cualquier revolución.
- Corresponde a ustedes, desde el Secretariado de la CTC hasta el más modesto dirigente, jugar el mismo papel que en su momento desempeñara Lázaro Peña, que con sabiduría y experiencia, solicitó en el histórico XIII Congreso de la CTC, en 1973, renunciar a conquistas arrancadas a la burguesía, pues la situación había cambiado y los obreros eran los dueños de los medios de producción. Por ejemplo, propuso derogar una ley que, llena de buenas intenciones, pero incorrecta y por tanto insostenible desde el punto de vista económico, pagaba el 100% del salario a quien se jubilara con una conducta ejemplar en su vida laboral.
- Para defender las medidas y explicarlas, la clase obrera tiene que tener conocimientos y estar convencida de su importancia para la subsistencia de la Revolución, de otra manera iremos al precipicio.
- Necesidad de ser exigentes con los cuadros, desterrar la perniciosa tendencia de algunos de ocultar las fallas.
- Urgencia de sacar enseñanzas de los errores cometidos, pues «los errores tienen que dejarnos al menos la utilidad de la experiencia para no repetirlos».
- No estamos copiando a ningún país, la actualización del modelo económico cubano es un producto autóctono, ajustado a nuestras características, y sin renunciar en lo más mínimo a la construcción del Socialismo.
Se trata de la continuidad de un proceso iniciado con la discusión popular del discurso pronunciado por Raúl el 26 de julio de 2007, en la ciudad de Camagüey, en el que participaron millones de cubanos con sugerencias, críticas y propuestas. Como respuesta a esos planteamientos, algunas medidas, como la legislación para la entrega de tierras en usufructo, se adoptaron con más inmediatez y otras -como la reducción de las plantillas en el sector estatal, el reordenamiento laboral y la ampliación del ejercicio del trabajo por cuenta propia- fueron adoptadas luego de meses de estudio, «en una reunión del Consejo de Ministros, efectuada los días 16 y 17 de julio, con la participación de los vicepresidentes del Consejo de Estado, otros miembros del Buró Político y del Secretariado del Comité Central, los primeros secretarios de los comités provinciales del Partido y los presidentes de los consejos de la administración provincial, así como los cuadros centros de la CTC, demás organizaciones de masas y la UJC y altos funcionarios de los organismos».
En su discurso ante el parlamento, el presidente cubano enfatizaba en la necesidad de «conformar un clima de transparencia y diálogo donde prime la información oportuna y diáfana a los trabajadores, en el cual las decisiones sean colegiadas adecuadamente y se creen las condiciones organizativas requeridas.» A eso precisamente estuvo dirigido el amplio proceso de información en todos los centros laborales del país, que precedió a la publicación de la legislación que garantiza el respaldo jurídico de los cambios que se acometerán, y que se pueda contar con las garantías jurídicas que eviten «cualquier manifestación de favoritismo, así como de discriminación de género o de otro tipo, las cuales deben enfrentarse con toda firmeza» como alertara Raúl. Así mismo, también se han publicado en la Gaceta Oficial de la República las regulaciones que regirán la ampliación del trabajo por cuenta propia y el nuevo régimen impositivo que se le aplicará.
Participación e institucionalidad saltan a la vista como las líneas maestras de este proceso que entra ahora en una nueva etapa. Los desafíos aún pendientes son grandes, pero quienes pretenden dar a Cuba lecciones de democracia y Estado de Derecho deberían acercarse con humildad a la manera en que sin estridencias de politiqueros ni policías antimotines, los cubanos enfrentamos nuestros problemas. Sobre todo, cuando en Estados Unidos los comediantes asumen la labor de los políticos, y en Europa las porras de los represores son las que dialogan con los trabajadores, una situación que el sociólogo Boaventura de Souza Santos describe como «facismo disfuso».
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