«La historia que tenemos en Occidente, en la medida en que está basada en la Biblia, está basada en una visión del universo que pertenece al primer milenio a.C. No coincide con nuestro concepto ni del universo ni de la dignidad del hombre. Pertenece por completo a otra parte.» Joseph Campbell1 Cuando el gran […]
«La historia que tenemos en Occidente, en la medida en que está basada en la Biblia, está basada en una visión del universo que pertenece al primer milenio a.C.
No coincide con nuestro concepto ni del universo ni de la dignidad del hombre. Pertenece por completo a otra parte.»
Joseph Campbell1
Cuando el gran pensador martinico, Aimé F. D. Césaire, escribía su Discurso sobre el colonialismo, seguramente no imaginó que los dirigentes de uno de los grupos humanos más pequeños, casi inexistente numéricamente, que pueblan nuestro planeta Tierra, luego de inventar y lograr constituir el Estado de Israel, iban a ser pasibles de ser los absolutos adjudicatarios de todas y cada una de las palabras con las que definió magistralmente, lo que podríamos llamar «el ser del colonizador».
Ese grupo humano, que constituye apenas el 0,2% de la población mundial, que pretende, además, ser el poseedor de un mandato de su deidad, que se conoce con el nombre de Jhwh (erróneamente denominada dios), para la salvación del género humano, y cuyas escrituras fueron, en los comienzos de la civilización que se conoce como europea u occidental, incorporadas a uno de los textos más controvertidos de esa civilización, me refiero a la Biblia, una extraña mezcla de dos concepciones en parte míticas, y según el rabino Jacob Neusner, antagónicas y contradictorias, pero que perduran juntas por esos avatares desconocidos y complejos de la historia humana: el judaísmo y el cristianismo.2
Asimismo, los orígenes de las ideas que se desarrollan en la primera parte, conocida como el Antiguo Testamento, compuesta durante siglos por diversos y desconocidos autores, a los que se denomina escribas y redactores, han sido descriptos con justeza y probidad, por un destacado y conocido investigador estadounidense de confesión judía, especializado en los llamados estudios bíblicos. El docto especialista, Richard Elliott Friedman, comienza su análisis en busca de saber quién escribió la Torah, que él llama la Biblia, y lo indica así:
«Hace ya casi dos mil años que la gente lee la Biblia. Sus lectores la han aceptado literal, figurativa o simbólicamente. La han considerado como dictada, revelada o inspirada por Dios, o bien como una creación humana. Se han comprado más ejemplares de la Biblia que de cualquier otro libro. Se la ha citado (a veces erróneamente) con mucha mayor frecuencia que otros libros. Se la ha traducido (también a veces erróneamente) mucho más que otros libros. La Biblia se encuentra en el núcleo del judaísmo y del cristianismo. Se ha dicho de ella que es una gran obra de la literatura y la primera obra de historia. La predican los ministros, sacerdotes y rabinos. Los eruditos se pasan la vida estudiándola y enseñándola en universidades y seminarios. La gente la lee, la estudia, la admira, la desdeña, escribe y polemiza sobre ella y la quiere. La gente ha vivido y muerto por ella. Y, sin embargo, no sabemos quién la escribió.»3
Con la salvedad, necesaria por las confusiones que ha generado en estos dos mil años, del uso de la palabra ‘dios’, que es utilizada por el autor y también por la mayoría de los investigadores y estudiosos bíblicos, quienes, más correctamente debieran decir Jhwh, al nombrar a la deidad de los judíos, ya que el término ‘dios’ es sólo traducción castellana de ‘Zeus’, la deidad del pueblo griego. Y que, por complejas pero muy conocidas razones, se ha convertido en un genérico con el cual se denomina a todas las deidades de todos los pueblos de la Tierra. Las casi más de 3 mil deidades, de muy distintos nombres, pero que los estudiosos e investigadores del mundo occidental, con pretensión hegemónica e imperial, han unificado bajo el genérico «dios» o «dioses», y así han denominado a todos esos «seres celestiales y luminosos» que habitaron y habitan el imaginario y, porqué no decirlo, también la realidad, de todos los pueblos de la Tierra.4
Es por ello que considero que los estudiosos occidentales producen un avasallamiento incorrecto, ya que cada pueblo imagina, venera, adora, y nomina específicamente a su propia deidad, y como en la historia de la humanidad ha habido miles de pueblos, no sólo debemos respeto a cada uno de esos pueblos, sino que debemos denominar a cada una de sus deidades, tantas como miles de pueblos, con el nombre que esos pueblos les dieron y les siguen dando.
Lo mismo hicieron y hacen los pensadores occidentales, con los nombres de las deidades de los judíos y de los cristianos, ya que modificaron los nombres correctos de El (cristianismo) y Jhwh (judaísmo), y a ambos los tradujeron por el nombre de la deidad griega, Zeus,5 (a veces al propio Jesús se lo nombra también Zeus), y así aparecen en los textos griegos de la traducción que se realizó de la Biblia, que luego fueron traducidos al latín y Jhwh se transmutó en Deus, y en su traducción castellana, Jhwh pasó a ser Dios. Pero cada uno de esos términos a los que fue traducido el nombre Jhwh, no es el de esta deidad sino el de Zeus. Que no es Jhwh, sino Zeus.
En todos los casos nos parece una blasfemia y un irrespeto, similar al que los cinco países que dentro de las Naciones Unidas poseen el derecho a veto, y levantan como paradigmas de la convivencia humana a la democracia y al respeto a la libre determinación de los pueblos, mientras que en la realidad, como ha ocurrido en los últimos años, asumen la potestad de invadir países, masacrar pueblos enteros, e imponer el veto cuando una resolución es propuesta para sancionar a algún Estado que no ha respetado los fundamentos de la creación del organismo internacional.
Los casos más patéticos, en tal sentido, son, en primer término, Estados Unidos de América, ya que desde el mismo momento de la creación de la Organización de las Naciones Unidas, allá por 1945, ha violado permanentemente sus normas y, en segundo término, el Estado de Israel, creado por resolución de la misma, que también ha sido condenado tanto por la Comisión de los Derechos Humanos, como por la misma Asamblea General, por su constante violación de los derechos humanos dentro de su propio territorio, de los Territorios Ocupados de Palestina, y por las diversas invasiones a los países vecinos, pero como EE.UU. de América tiene el poder del veto, lo aplica y las resoluciones condenatorias quedan sin efecto.
Es importante reiterar que el Estado de Israel es el Estado más condenado por la violación de los derechos humanos, desde el momento de su constitución hasta el presente, tanto por la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas como por la Asamblea General de la misma organización internacional.
Joseph Campbell, encuentra el origen de tal movimiento imperialista, a partir del cual Occidente pretende en su expansión colonizadora imponer a los demás pueblos de la Tierra sus nominaciones y sus propias creencias. Tal el caso del denominado monoteísmo, que no es sino la proyección perversa del monolatrismo, así como el imperialismo es la proyección perversa del nacionalismo. Ambas proyecciones marchan unidas en su voluntad de dominio y de hegemonismo, fundamentadas en la influencia de los textos bíblicos del Antiguo Testamento. Y lo describía así:
«Moyers: Tú has contado una historia sobre un nativo de la jungla que una vez le dijo a un misionero: ‘
Campbell: Sí. Es el problema que se presenta en el Libro de los Reyes y en Samuel. Los reyes hebreos efectuaban sus sacrificios en la cima de las montañas. Y herían la vista de Jhwh. El culto de Jhwh fue un movimiento específico en la comunidad hebrea, que finalmente se impuso. Se impuso un dios limitado al recinto de un templo frente a un culto a la naturaleza, que se celebraba en todas partes.
Y este movimiento imperialista de un determinado grupo cultural se prolonga en Occidente.»6
Arnold J. Toynbee en los diálogos que mantiene con el pensador japonés, Daisaku Ikeda, y que se recogen en el libro Escoge la vida, complementa este texto de Joseph Campbell, al describir el daño que ese «movimiento imperialista» produjo al violar la concepción del respeto por la naturaleza y, consiguientemente, por el mismo ser humano, considerado como parte de ella:
«El revolucionario concepto del monoteísmo judaico abrió el camino por el cual se llegó a la violación deliberada y total del Esho Funi. La creencia de que lo que yo llamé presencia espiritual que alienta en el universo y más allá de él estaba concentrada en un solo Dios trascendente de semejanza humana entrañaba, además, la creencia de que ninguna otra cosa del universo es divina salvo ese Dios. El hombre y la naturaleza no humana eran concebidos como creaciones de este hipotético Dios sobre la analogía de la creación de herramientas, obras de arte e instituciones hechas por el hombre. Se atribuía al creador el poder y el derecho a disponer de lo que había creado. Según el capítulo I, versículo 26-30, del Libro del Génesis, Dios puso toda su creación no humana a disposición de las criaturas humanas, para que estas la explotaran de la manera en que quisieran.
El efecto de esta revolucionaria doctrina fue el de romper el funi entre shoho y eho. El hombre quedó divorciado de su ambiente natural, que a su vez quedó despojado de su anterior aureola de divinidad.
Al hombre le fue lícito explotar un medio ambiente que ya no era sacrosanto.
De esta manera el monoteísmo judaico, en las versiones de sus creadores israelitas y de los cristianos y musulmanes, disipó el saludable respeto y el pavor reverente con que el hombre había mirado al principio a su medio circundante.
…….
Creo que para salvar a la humanidad de las consecuencias de la técnica inspirada por la codicia, necesitamos la cooperación mundial de los adeptos de todas las religiones y filosofías. Espero que los hindúes, los budistas y los shintoístas tomen la iniciativa en esta empresa.
Los adeptos de las religiones judaicas están en desventaja, porque los paraliza su tradición de exclusividad e intolerancia, que es parte de la némesis de su monoteísmo.»7
Y a este esclarecedor texto, el historiador agrega otras reflexiones que considero importantes y útiles para esclarecer aún más esta temática poco conocida, y que ayuda a deconstruir siglos de errores y oscurecimientos intencionales de quienes pretenden ser representativos y expositores de verdades trascendentes, y, más aún, dictarnos normas de ética y moral, para regular nuestros comportamientos según supuestas revelaciones de sus deidades:
«El punto de vista del historiador no es incompatible con la creencia de que Dios se reveló al hombre con el fin de ayudarlo a conquistar la salvación espiritual que el ser humano no podría obtener librado a sus solos esfuerzos; pero a priori al historiador le parecerá sospechosa toda exposición de esta tesis que afirme que luego que Dios dio una revelación única y definitiva a mi pueblo, en mi época, en mi satélite de mi sol, perteneciente a mi galaxia.
En tal aplicación egocéntrica de la tesis de que Dios se revela a sus criaturas, el historiador presentirá la presencia de la pata hendida del diablo.
Pues lógicamente no hay conexión necesaria alguna entre la creencia de que Dios se revela a sus criaturas y la creencia de que Dios eligió como recipiente de su revelación a una criatura, que resulta ser precisamente yo mismo, y que esa revelación, dada exclusivamente a mi, es única y definitiva.«8
Y ahora veamos cómo se comprende el concepto de monoteísmo, desde una perspectiva no bíblica, que en su crítica hace comprensible el concepto de monolatría, esto es, adoración de una deidad particular, como lo es el caso del judaísmo, cuyo nombre singular y único, es Jhwh, reitero, erróneamente denominado dios.
Alain Danielou, quien viviera y asumiera las concepciones de la India, describe con claridad meridiana el error metafísico del monoteísmo:
«Por tanto, el monoteísmo es un error metafísico, ya que el principio del mundo, que está fuera del mundo, se halla más allá del número, es impersonal, indescriptible, incognoscible. Sobre todo, el monoteísmo es peligroso por sus consecuencias, dado que se trata de una proyección del «yo» humano a la esfera divina, que reemplaza el amor, el respeto de la obra divina en su conjunto por el de un personaje ficticio, una especie de rey celestial que rige los asuntos humanos y al cual se le atribuyen los edictos más absurdos, intolerante, el dios supuestamente único, no es, al fin y al cabo, más que de una tribu. Las religiones monoteístas son las que sirven de excusa a las persecuciones, a las masacres, a los genocidios y las que combaten entre ellas con el fin de imponer a los otros el dominio de su tirano celeste.
El monoteísmo no es, en realidad, más que una ficción política. En el plano religioso no existe. Veneramos a la diosa-madre, la madre-tierra que aparece en las cavernas. Veneramos diversos símbolos, profetas, héroes, santos, lugares sagrados.
En nuestro acercamiento a lo divino, la cuestión no es la imagen, el rostro que le atribuimos. Podemos perfectamente decir «Yo veo a Dios en Jesús. Para mí representa la forma visible en la que mejor concibo el rostro de Dios.» Pero cuando decimos «Baal no es Dios, destruyamos esos ídolos, o bien Apolo no es Dios, Dios no reside en el árbol sagrado, el falo no es símbolo del Creador», estamos negando la presencia de lo divino en la obra manifestada. Dios es todo. Está en todas partes, o no está en ninguna y no es nada.
Nosotros confundimos lo que los hindúes llaman el Ishta Devatâ, «el dios elegido», el aspecto bajo el cual cada uno de nosotros elige representarse lo divino y venerarlo, con la realidad cosmogónica del Ser Universal. Nuestra devoción hacia nuestro dios favorito no debe convertirse en negación de los otros rostros de lo divino. Podemos perfectamente decir: «La mujer que amo es para mí la mujer favorita». Pero no decimos a otras personas: «Mi mujer es la única mujer. Es con ella con quien debéis hacer el amor». En un razonamiento similar se basa el error del monoteísmo, que opone un dios favorito a los mil rostros a través de los cuales se transparenta la realidad divina.
¿Quién puede saber a través de qué aspecto del mundo se nos manifestará un día la experiencia de lo divino.»9
Demás está decir que comparto totalmente esta descripción excepcional que hace Alain Danielou de la concepción del monoteísmo, y también de su señalamiento de las consecuencias perversas y nefastas de la pretensión exclusivista e intolerante, así como también de su ambición imperialista.
Y por ello es fácil imaginar que una vez roto el vínculo de sacralidad entre el hombre y la naturaleza, para los adeptos de esa concepción imperialista que, como denuncia Arnold J. Toynbee, al romper con el Esho Funi, había un solo paso para incluir a los otros miembros de las sociedades que no pertenecieran a su propia comunidad, como pasibles de ser tratados igual que a la misma naturaleza. Además, a esa petulante intolerancia inicial, agregaron el concepto de «pueblo elegido», por esa deidad, para lograr aún mayor impunidad por sus crímenes y asesinatos, masivos o selectivos, al atribuirle a su deidad, Jhwh, los mandatos de exterminio que fueran señalados por G. E. M. de Ste. Croix, con fundamentados argumentos, transcribiendo los textos que en la Torah aparecen esos mandatos:
«No tengo la intención de dar a entender que los romanos fueron habitualmente la potencia imperial más cruel y despiadada de todas. No sé decir qué nación de la Antigüedad aspiraría al título con más justicia, pues no conozco toda la documentación.
Sin embargo, basándome en la que conozco, puedo afirmar que sólo sé de un único pueblo que se creyera con derecho a decir que realmente tenía orden divina de exterminar a poblaciones enteras que pudiera conquistar, a saber: Israel.
Hoy día, los cristianos, al igual que los judíos, apenas suelen fijarse en la despiadada ferocidad de Jhwh, tal como nos la revelan no las fuentes hostiles, sino la propia literatura que ellos consideran sagrada.
De hecho, por regla general, suelen arreglárselas para olvidar incluso la existencia de este material incriminatorio.»10
También podemos decir que este fue el comienzo del nacionalismo convertido perversamente en imperialismo, cuya consecuencia natural es la colonización, que lleva implícita la explotación y la expoliación, tanto de los habitantes como de los recursos naturales de los países conquistados.
Y entonces, ahora, dejamos la palabra a Aimé Fernand David Césaire, quien describiera con fidelidad incomparable la némesis del colonizador europeo y que podemos aplicar, sin temor a equivocarnos, a los actuales dirigentes del Estado de Israel, quienes, ellos mismos europeos, provenientes de una experiencia nefasta, más sus padres que ellos mismos, vivida y sufrida durante las masacres que se produjeron en Europa durante la segunda guerra mundial, no encontraron mejor modo de afirmar su voluntad de dominio, que descargándola sobre los habitantes nativos de Palestina, aplicando sobre ellos la misma metodología perversa y cruel, sometiendo a los palestinos tanto a las torturas como a los crímenes y asesinatos, que habían padecido sus propios padres en Europa.
Y veamos, la descripción en un breve texto extraído de ese libro lleno de recuerdos y de señalamientos, cuya lectura nos estremece y debemos realizar un gran esfuerzo para evitar caer en el odio al colonizador, a ese colonizador que Aimé Césaire, denuncia sabiamente y con un inmenso dolor, y que asumido por nosotros mismos, ese dolor nos salva de transformarnos nosotros mismos en una copia perversa del colonizador: (sólo bastará cambiar los nombres de los militares y de las ciudades, poniendo los nombres de los militares israelíes y los de las ciudades palestinas, y el texto reflejará lo que hoy vive el pueblo palestino):
«¿Acaso era inútil citar al coronel de Montagnac, uno de los conquistadores de Argelia?
«Para apartar las ideas que me asedian algunas veces, mando cortar cabezas, no cabezas de alcachofas, sino verdaderas cabezas de hombres».
¿Convenía negarle la palabra al conde de Herisson?
«Es cierto que traemos un barril lleno de orejas cosechadas por pares, de los prisioneros, amigos o enemigos».
¿Había que rehusarle a Sainte-Arnaud el derecho a hacer su profesión de fe bárbara?
«Devastamos, quemamos, saqueamos, destruimos casas y árboles».
¿Había que impedirle al mariscal Bugeaud sistematizar todo esto en una teoría audaz y reivindicar para sí grandes antepasados?
«Hace falta una gran invasión a África que se parezca a lo que hacían los francos, a lo que hacían los godos.».
¿Había por último que hundir en las tinieblas del olvido el memorable suceso de armas del comandante Gérard y callar respecto de la toma de Ambike, una ciudad que, a decir verdad, no había pensado jamás en defenderse?:
«Los tiradores no tenían orden de matar más que a los hombres, pero no los contuvimos; embriagados con el olor a sangre, no dejamos viva a ninguna mujer, a ningún niño… Al terminar la tarde, por el efecto del calor, se levantó una ligera niebla: era la sangre de las cinco mil víctimas, la sombra de la ciudad, que se evaporaba al ponerse el sol.»
Por mi parte, si he recordado algunos detalles de estas repugnantes carnicerías no es por delectación morbosa, es porque pienso que no podremos deshacernos tan fácilmente de esas cabezas de hombres, de esas cosechas de orejas, de esas casas quemadas, de esas invasiones godas, de esa sangre que humea, de esas ciudades que se evaporan al filo de la espada.
Son la prueba de que la colonización, repito, deshumaniza hasta al hombre más civilizado, que la acción colonial, la empresa colonial, la conquista colonial, fundada en el desprecio del hombre nativo y justificada por ese desprecio, tiende de manera inevitable a modificar a quien la lleva a cabo; que el colonizador, quien, para no tener remordimientos, se acostumbra a ver en el otro al animal, se entrena a tratarlo como animal, tiende objetivamente a transformarse él mismo en animal.
Era esta acción, este choque inverso de la colonización lo que resultaba importante señalar.»11
No voy a transcribir frases y hechos de lo que aconteció y acontece hoy en Palestina, porque resultarán redundantes. Las destrucciones cotidianas de casas y huertos de familias palestinas, los asesinatos masivos y selectivos que perpetúa diariamente el ejército del Estado de Israel, con la bendición de rabinos convertidos en coroneles o comandantes de ese ejército terrorista, son noticias de los medios de comunicación de todo el mundo. Será repetir, y no quiero, esos argumentos ad-misericordiam, a los que son tan proclives y a los que estamos acostumbrados a leer de los ideólogos judíos, con su recurrencia a las masacres sufridas por aquellas comunidades judías de la Europa fratricida e imperialista, de la que aprendieron quienes, también europeos, aventureros judíos sionistas, con ambición personal y contando con una propuesta colonial, lograron acoplarse al proyecto de la potencia imperial de su tiempo, Inglaterra, para crear artificialmente el Estado de Israel, en un territorio estratégicamente necesario para esa potencia: Palestina.12
Tan sólo transcribiré un pequeño texto, en el que se demuestra la actitud de los rabinos incorporados al ejército israelí en condiciones de oficiales superiores:
«El Rabino Jefe del Ejército de ocupación israelí dijo a los estudiantes de un programa pre-militar, en una yeshiva, la pasada semana que los soldados que «muestren misericordia» hacia el enemigo en tiempo de guerra estarán «malditos».
El general de brigada Avichai Rontzki dijo también a los estudiantes de la yeshiva que los individuos religiosos eran mejores soldados.
En un acto celebrado el jueves en la yeshiva Hesder, en el asentamiento de Karnei Shomron, en la Cisjordania ocupada, Rontzki se refirió a un discurso de Maimónides sobre las leyes de la guerra. El texto cita un pasaje del Libro de Jeremías que declara: «Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová, y maldito el que mantuviere a su espada alejada de la sangre.»
En palabras de Ronzki, «en tiempo de guerra, quien no luche con todo su corazón y su alma estará condenado como también lo estará si mantiene su espada alejada de la sangre o si muestra misericordia hacia su enemigo cuando no se debe mostrar misericordia.» 13
A todas estas discriminaciones perversas, ahora se agrega la brutal recepción que se le prodiga a todas esas personas generosas de todo el mundo que aspiran, con incuestionable solidaridad, llegar a Gaza, con ayuda solidaria, para entregarle al pueblo palestino y acompañarle a sobrellevar la pesada carga de una existencia trágica y agobiante. A ese pueblo palestino, cercado, torturado y perseguido por el ejército israelí y los colonos provenientes de otros países, extranjeros maniáticos en su accionar contra los habitantes nativos, tampoco se le permite recibir esa mínima cuota de afecto y solidaridad humana.
A esos grupos solidarios no se les permite acercarse, y se le oponen todos los obstáculos posibles, para impedirles cumplir su objetivo humanitario.
Y, además, se los acusa internacionalmente de ser terroristas, aunque entre ellos haya Premios Nobeles, ancianos judíos compasivos, mujeres generosas y solidarias que, insisten en su actitud y asumen los riesgos del viaje, en varias oportunidades, aún sabiendo las dificultades que tendrán que soportar y vencer.
Una nueva ley más discriminatoria del Estado de Israel
Nota dirigida a los argentinos de confesión judía, quienes levantaron su voz contra la ley discriminatoria propuesta por el partido político del ministro de RR.EE. del Estado de Israel, Avigdor Lieberman. Simbolizados en Daniel S.
«TEL AVIV, 10 (ANSA)- El gobierno israelí aprobó hoy por amplia mayoría una enmienda a la ley sobre ciudadanía, que impone a los aspirantes a ciudadanos el jurar fidelidad al Estado como «Estado judío y democrático», mientras que un ministro laborista dijo que «limita con el fascismo», entre otras críticas.»
Estimado Daniel S.,
Todas estas manifestaciones de agrupaciones como la de ustedes me parecen de una ingenuidad que se da de bruces con lo que quieren los verdaderos dueños del Estado de Israel, que, por supuesto, no son los judíos del mundo, como pretendió Ben Gurion, entre los que están ustedes, sino Avigdor Liberman no hubiera llegado nunca a ser ministro de RR. EE.
Todas estas manifestaciones ingenuas carecen de seriedad en la medida en que los dueños del Estado terrorista sigan repitiendo la frase famosa del empleado, David Ben Gurion, que puso que «El Estado de Israel se considera a sí mismo como la creación de todo el pueblo judío….».
Estas manifestaciones de protesta sólo sirven para aquietar las conciencias culpables de sus integrantes, si siguen apoyando al Estado terrorista de Israel. Con la digna excepción de aquellos que mantienen una conciencia lúcida de antiimperialismo y anticolonialismo, y siempre estuvieron en desacuerdo y, además, lo denunciaron desde el comienzo mismo.
El Estado de Israel, es una fantasía que sólo el poder del dinero de los dueños de ese Estado ficticio, pudo hacer aceptar por todos los gobiernos y sus representantes en las Naciones Unidas que votaron su reconocimiento.
La pregunta que es necesario formularse y que, pareciera, nadie lo ha hecho, mi estimado Daniel, es: el Estado ¿piensa, considera, supone, analiza? Porque ese «El Estado de Israel se considera a sí mismo» es una burla a la razón humana, quizá la más estúpida de todas las frases que haya leído en mi vida.
Pero, ustedes, los judíos del mundo se la tomaron en serio. Y por eso lo defienden y cuando alguno de nosotros sostiene que ese supuesto Estado no tiene ninguna legitimidad, casi todos los que lo apoyan incondicionalmente se enojan y creen que los que decimos eso somos antijudíos. Como si alguien pudiera ser tan tonto y tan torpe, como ser humano, para ser antijudío.
Es como el cuento de Wilhem Märr, aquel alemán, que allá por 1875, cambió la palabra anti-judío por anti-Sem, que era el nombre del dueño del lugar donde trabajaba. Y como este patrón lo echó, Märr, para molestarlo, cambió anti-judío por anti-Sem y de ahí quedó «antisemita». Otra palabra, esta, ‘antisemita’, torpe, absurda, carente de sentido y que, como los dueños del Estado de Israel, tienen un fuerte manejo de los medios y publican millones de artículos y libros. Y, en general, la mayoría de las personas que no tiene acceso a la verdadera información, se quedan con todas las estupideces que escriben los ideólogos judíos a sueldo, y repiten los medios, y aquellas se asustan cuando les dicen que son antisemitas, porque no saben que los ideólogos que escriben eso los están engañando y entonces terminan siendo tan torpes e ignorantes los que se molestan como los que lo dicen o lo escriben. Aunque estos últimos no lo son, pero saben que engañan.
Porque, estimado Daniel, ¿quién puede ser tan torpe o tan imbécil para acusar a una persona de estar en contra de un protolenguaje o lengua madre? Porque eso quiere decirse con ‘semita’, una referencia sólo lingüística. Así lo quiso quien la inventó, Ludwig Schlözer, en 1781, y así la describió en su artículo para una revista de filología. Este tema lo desarrollo en mi artículo en el libro «Antisemitismo. El intolerable chantaje«
En nuestro país, el escritor psicólogo, Marcos Aguinis, es muy adepto a degradar a los palestinos, a los árabes y a los musulmanes, utilizando el grosero lenguaje que, sabiamente, denuncia Aimé Fernand David Césaire. Y Marcos Aguinis piensa, torpemente, que los agrede tratándolos de antisemitas. Tan proclive a escribir sobre esta temática, que desconoce totalmente, aunque supone lo contrario y lo dice con pedantería, no pierde oportunidad para la agresión y el agravio a los palestinos, a los árabes y a los musulmanes. Marcos Aguinis, psicólogo y escritor debiera ser más prudente en sus agresivas manifestaciones y ayudar a resolver el conflicto y no promoverlo desde nuestro país.14
Pero si ustedes, los judíos del mundo, renunciaran a esa defensa incondicional de ese Estado terrorista, y denunciaran como lo hacen tantos de nuestros compatriotas judíos, Herman Schiller, David Comedi, León Rozitchner, por nombrar sino unos pocos, pero tantos como ustedes, aunque sin la institucionalidad que ustedes se adjudican, seguramente ayudarían a demistificar la ficción de la creación del Estado de Israel, dejando claro que los sionistas aventureros que lo inventaron, lo único que hicieron y querían era crear un Estado colonial al servicio del imperialismo occidental y no un «hogar nacional» para el pueblo judío.15
Y, quizá, si ustedes lo denunciaran, podría hacerse realidad un sueño que tenemos todos los que creemos en la convivencia y en la solidaridad humanas, todos los que viven allí, judíos, cristianos y musulmanes, llegarían, estoy seguro, a un acuerdo para convivir en paz y se casarían entre ellos, y tendrían hijos para amar en lugar de guerrear. Con lo que terminaría toda esta estúpida, insensata e ignominiosa parodia, sostenida y alimentada por quienes fabrican armas, y trafican, como lo señalara hace 100 años J. Hobson, en su libro Estudio del imperialismo.16
Porque nosotros, desde aquí, debiéramos ayudarles a esa convivencia y no promover el desencuentro, y eso sólo se logrará deconstruyendo las falsedades y mentiras que dieron fundamento a su creación.
Porque, mi estimado Daniel, es tan doloroso ver cómo, soldados israelíes de 20 años, matan a niñas y niños palestinos de entre 4 y 10 años, pegándoles un tiro en la cabeza o en el corazón, como la angustia y tragedia de sus familiares llorándolos mientras los llevan en brazos.
Y cuando pienso que, entre esos soldaditos jóvenes que analiza Gideon Levy, hay argentinos, nacidos en nuestro país y que fantasearon vivir en la tierra de «la leche y de la miel», pero los convirtieron, por una educación infame y perversa, en asesinos de niños palestinos que nada les hicieron ni a ellos ni a sus ancestros europeos, mi dolor se amplía ya que me siento también culpable de esas muertes infantiles, porque es un argentino el asesino. Y por eso me rebelo. Y escribo.
Pero también, debo confesarlo, so pena de recibir críticas muy duras, me duelen ambos, los chicos muertos y los soldaditos de 20 años, a quienes Gideon Levy, director del diario Haaretz, les preguntaba justamente, contestándole a un soldado niño del ejército del Estado: [le transcribo un par de frases de Gideon Levy, cuyo texto publiqué completo, con todos los datos de fecha y nombre del periódico, en el libro de Israel Shahak, El Estado de Israel armó las dictaduras en América latina, (puede encontrarlo en algunas librerías)]:
«Querido soldado:
Los soldados han matado a 623 niños y jóvenes ¿y usted quiere decirme que ni uno de esos soldados descubrió a un niño en su mira?
La persona que disparó a la muchacha de Rafah, ¿no la vió? La persona que disparó a Amar Banaar y a Montasser Hadada en la Casbá, matándolas a ambas con una bala, ¿tampoco pudo reconocerlas? Y el que mató a Khaled Osta, el chico de 9 años, haciéndole un enorme agujero en su pecho ¿tampoco se dio por enterado? Y el que disparó desde su tanque sobre edificios residenciales en Gaza y que no vio a ningún niño en su mira, ¿no sabía que en esos edificios vivían niños y, sin embargo, apretó el botón? Y el piloto que dejó caer una bomba en un barrio densamente poblado ¿tampoco él sabía que los niños estarían entre las víctimas?
Y si un niño tira una piedra a un jeep blindado, o inclusive una bomba molotov, o hasta una carga explosiva ¿merece por ello la muerte?
Usted dice que él tiene que ser atacado para mantener la disuasión. Eso es aterrador. ¿Matar a un niño para disuadir? Y si usted mató o hirió a niños para disuadir ¿cree que ha logrado tal disuasión?
¿Usted ha pensado alguna vez por qué esos niños están enfrentándolo? ¿O los adultos? ¿Usted ha considerado alguna vez la posibilidad de que ellos pueden estar luchando por una causa justa? ¿Qué quizás ellos sólo quieran sacarse nuestra opresiva presencia de sus vidas?
¿Qué ellos no tienen ninguna otra manera de luchar? ¿Usted ha intentado ponerse en su lugar, incluso por un momento, alguna vez?
¿Qué haría usted si hubiera nacido palestino bajo esta ocupación? ¿Usted tiene el valor de decir lo que Ehud Barak dijo hace unos años: «Yo me habría unido a una organización terrorista»? No puede haber ninguna respuesta más directa, valerosa y verdadera que esa.»
Y Gideon Levy, un judío excepcional, que vive en ese Estado terrorista, nos informa, denunciando más adelante, las razones y causas de esa conversión infame, cruel y maléficamente deshumanizante, de esos niños judíos de 20 años, transformados, por un sistema educativo perverso, en zombies asesinos de los niños palestinos de 3 a 10 años, porque:
«Por eso existe un sofisticado sistema de educación, información, comunicación, lavado de cerebros, deshumanización y demonización, un sistema que está llevando a generaciones de excelentes jóvenes a cometer hechos espantosos porque están absolutamente desprevenidos de lo que están haciendo. Lo que el sistema instila es que nosotros somos los amos de la tierra y los palestinos son personas inferiores que bajo ninguna circunstancia tienen los derechos que nosotros tenemos; que la ocupación es justa, obligatoria en esta situación, que el terrorismo es por que sí, que los palestinos han nacido para matar, que los ataques terroristas provienen simplemente de su carácter sanguinario. Y todo esto, metido en consideraciones de seguridad, es una excusa para todo, y créame. Todo.»17
Y ese todo, significa también todo lo que hacen los que desde otros países, con nacionalidades no israelíes, pero que se consideran judíos, como ustedes, y que no saben, o sí saben, y se hacen los desentendidos, que son descendientes de kázaros, pueblo mongol, que nada tuvo que ver con los antiguos habitantes de Canaán, como para pretender atribuirse descendencia de los antiguos israelitas luego judíos, que habitaron hace 3.000 años, esa antigua tierra de mis ancestros cananeos, y sin ningún justificativo legítimo usurparon una tierra que no es de ellos, expulsando a los verdaderos habitantes que, durante esos 3.000 años, los palestinos, habitaron Canaán, convertida, en el siglo XX, por despedazamientos imperiales, en Líbano, Palestina, Siria y también Jordania. A la que le agregaron, el proyecto colonialista inventado en 1907, en la imperial Inglaterra, el Estado de Israel, para mantener custodiada la región y sus habitantes, y para ello trajeron e importaron judíos de todas partes del mundo, engañados y sometidos, para servir de carne de cañón a los intereses del imperio.18
Algunos de nosotros, descendientes lejanísimos de esos antiguos cananeos, estimado Daniel, tenemos derecho a levantar nuestra voz de protesta y criticar duramente a esos extranjeros, descendientes de kázaros, convertidos en judíos hace pocos años en el avatar de la historia terrestre, por el daño que le han hecho y le están haciendo a los palestinos, libaneses y sirios.
Y tenemos, sin duda alguna, derecho a decirles a todos los judíos, también descendientes de kázaros, que viven en otros países que terminen con la farsa y la hipocresía de considerarse ofendidos y humillados porque criticamos a un Estado ficticio y terrorista, que pretende una legitimidad que no tiene desde que todos sus habitantes nada tienen o tuvieron que ver con los antiguos israelitas judíos que vivieron alguna vez, y transitoriamente, en Canaán.
Ya se ha demostrado fehacientemente lo que fueron aquellos antiguos reinos y la ficcionalidad de sus narraciones conocidas como la Tanaj.
Y, además, y más fundamentalmente, porque, como le señalara Mahatma Gandhi a los imperialistas ingleses, con su famosa marcha de la sal, y que yo rescato aquí: la tierra, el aire, el sol, como el viento, y los pájaros, y los naranjales, y las plantas y las piedras, no le pertenecen a nadie, Son dones que nos dio la naturaleza, de la que ni Jhwh, ni al inexistente Moisés, ni Josué, ni Ben Gurion, ni Begin, ni Netanyahu, ni tampoco los judíos del mundo, ese 0,2%, son dueños de Palestina.
Palestina le pertenece a quienes la habitaron durante milenios y a los que trabajaron armoniosamente con la Naturaleza, y no fabricaron bombas atómicas para defenderse, y que siempre tuvieron sus brazos abiertos para recibir a los europeos judíos, perseguidos por sus compatriotas, otros europeos.
Y, por supuesto a todos los judíos nacidos en ese territorio después de 1948, ya que tienen la legitimidad de su nacimiento en esa tierra. Y sólo por eso, no por sus padres y menos aún por la ilegitimidad que sustenta el Estado en el que nacieron.
Porque fue constituido sobre bases falsas, como fueron la Declaración Balfour, que manifestaba tan sólo el deseo del gobierno británico de ese momento, 1917, y luego el fantasioso mandato de la efímera Sociedad de las Naciones, mandato corroborado e impuesto por los 5 países que tenían derecho a veto en la nueva organización internacional, con lo que esas Naciones Unidas, de democráticas no tenían ni tienen nada. Porque además, esos países imperiales, cacarean sin respetarlas sus consignas de llevar la democracia a todos los países del mundo por ser el mejor régimen político posible y además, aseguran, sólo verbalmente, el respeto a la libre determinación de los pueblos, que ellos son los primeros en violar.
En el caso de los palestinos no los consultaron para nada. Jamás. Y estaban allí, desde hacía 3.000 años, mucho antes, como imaginará mi estimado Daniel, de que las potencias imperiales decidieran la Partición de Palestina, porque así se llama la Resolución 181/47 de las Naciones Unidas. No se dijo la Partición de Israel, sino le reitero, la Partición de Palestina y sin consulta previa a ninguno de sus habitantes, incluso al 8% de palestinos judíos que la habitaban.
Palestinos judíos que, estoy absolutamente seguro, no habrían aceptado, como no lo hicieron los libaneses judíos que, cuando se produjo la invasión israelí de su país, el Líbano, porque se consideraban ciudadanos libaneses, en 1982, y en solicitadas publicadas en diarios de Europa, repudiaron la criminal invasión, exigiendo el retiro inmediato de los invasores.
Invasores, cuyo legado mayor fueron las masacres que produjeron en los barrios de Sabra y Chatila, en setiembre de ese año, en la ciudad indefensa de Beirut, y cuyos oficiales, bajo el mando del criminal de guerra, Ariel Sharon, observaron esos crímenes y asesinatos de indefensos palestinos y libaneses, detrás de los ventanales de sus oficinas cercanas.
El Estado de Israel, invento de esas Naciones Unidas, además, sólo puede sostenerse por el poder de fuego, el poder de su armamento nuclear y el apoyo incondicional de los imperialistas occidentales y que, además de amenazar con su armamento atómico, recurre a los asesinatos masivos y selectivos, permanentemente, justamente por la conciencia de ilegitimidad que tienen los empleados que se suceden en el gobierno del mismo.
Esos empleados, venidos de cualquier otro país, como es el caso del actual ministro de RR.EE, el tal Avigdor Lieberman, nacido el 5 de junio de 1958, en Kishinev, RSS de Moldavia, Unión Soviética, y que ahora quiere determinar el destino de todos los habitantes de ese Estado ficticio, con otra ley, aún más discriminatoria que las anteriores, porque fuera nombrado ministro de Relaciones Exteriores del mismo, por sus empleadores.
Todo ello, mi estimado Daniel, me parece de una tal hipócrita mascarada que no entiendo cómo es posible que sea aceptada por gobiernos y pueblos. He recibido por lo menos 20 e-mails, de amigos que, como ustedes, me transmiten las críticas que le han hecho al proyecto de este aventurero, que pretende que todos los no judíos del Estado ficticio juren un texto tan absurdo como quien lo redactó.
Porque, estimado Daniel, jurar por un mentiroso «Estado judío y democrático», es hacerles jurar por algo que no existe, porque no es judío el 20% de su población, son palestinos cristianos y musulmanes, y mucho menos democrático, como lo demostrara fehacientemente Israel Shahak:19
«El principio de que Israel es un ‘Estado judío’ fue de suma importancia para los políticos israelíes desde el inicio del Estado y se inculcó a la población judía por todos los medios concebibles.
Cuando a comienzos de la década de 1980 surgió una pequeña minoría de judíos israelíes que se oponía a este concepto, en 1985 la Knesset aprobó por una enorme mayoría una Ley Constitucional (es decir una ley que invalida disposiciones de otras leyes, que no puede ser revocada salvo mediante un procedimiento especial).
Según esta ley, a ningún partido cuyo programa se oponga abiertamente al principio de ‘un Estado judío’ o proponga cambiarlo por medios democráticos se le permite participar en las elecciones a la Knesset. Yo me opongo enérgicamente a ese principio constitucional. La consecuencia legal para mí es que no puedo pertenecer, en el Estado del que soy ciudadano, a un partido que profese unos principios con los que yo pueda estar de acuerdo y al que no le esté permitido participar en las elecciones a la Knesset.
Bastaría este ejemplo para mostrar que el Estado de Israel no es una democracia, debido a la aplicación de una ideología judía que va dirigida contra todos los no-judíos y contra aquellos judíos que se opongan a esa ideología.»
Y ustedes, desde aquí, desde Buenos Aires, también se han sumado a la crítica de ese proyecto, inyectando más nafta a toda esta lastimosa farsa, a la que un enfermo mental, convertido en ministro de ese Estado ficticio, pretende imponerle a los habitantes israelíes y palestinos, sumando así mayores problemas a los ya existentes.
No habría sido mejor, estimado Daniel, ocuparnos de nuestros hijos y de nuestros hermanos, y llamo nuestros hijos y nuestros hermanos a todos los seres humanos que en el mundo sufren las perfidias de imbéciles como este señor, de quien nadie sabe quién es, nacido en otro país, y que quienes lo contrataron para esta tarea estarán observando desde las sombras, cómo el mundo se mueve tras las estupideces de un enfermo mental.
Resulta extremadamente doloroso todo el tiempo que nos hace perder este ministro israelí, que por su capacidad de generar tanto dolor, como antes lo hiciera un presidente alcohólico, George W. Bush, quien, como a este señor, lo emplearon en Estados Unidos de América, para que luego de masacrar a millones de iraquíes, afganos y también palestinos por el apoyo que le dio a otro criminal y asesino, juzgado como tal por un tribunal internacional, Ariel Sharon,20 se retirara para gozar del pago recibido.
Y le digo que lo emplearon porque no puedo pensar que ningún pueblo de la tierra pueda elegir o haber elegido a un borracho consuetudinario como George W. Bush para presidente, y tampoco a Ariel Sharon y ahora a este Avigdor Lieberman, de no mediar alguna aviesa intencionalidad de grupos poderosos que manejan desde las sombras todo lo que pueden para cumplir sus objetivos, sin aparecer.
Entonces, mi estimado Daniel, para qué sirven los museos necrofílicos del inexistente «holocausto», otra palabra mal utilizada, tergiversada, y tramposa, ya que no hubo holocausto alguno, lo que hubo fueron masacres y asesinatos masivos de europeos alemanes judíos, europeos gitanos, europeos rusos, europeos polacos, etc. etc., porque holocausto tiene una significación que nada tiene que ver con lo que le quieren adjudicar los ideólogos judíos, que debieran correctamente decir «shoa», esto es catástrofe, como los palestinos llaman a su propia tragedia «nakba».21
‘Holocausto’, según el diccionario de la Real Academia Española, significa quema total, ignición total de un animal, desde paloma a toro, pero no incluye en su significación a los seres humanos.22
Esta tendencia a inventar palabras y pretender imponerlas por la fuerza del dinero y las innumerables clonaciones, a través de cientos o miles de repetidores que las propagan en todos los idiomas, es una de las mayores agotadoras habilidades de los ideólogos judíos sionistas.
Es posible comprender, entonces, por qué casi todos los años, los ideólogos judíos sionistas, elaboran un Diccionario23 de términos que deben utilizar todos los judíos para referirse a aquello que tenga que ver con el Estado de Israel, y así, todos los judíos del mundo, unificarán su lenguaje que, a su vez, intentarán que nosotros, todos los seres humanos, nos copiemos sin analizarlo ni estudiarlo, ya que lo difunden en libros, revistas, diarios, programas de radio, de televisión, de modo que una vez impuesto por la fuerza del dinero, cuando los criticamos, seremos acusados, estúpidamente, de antijudíos.
Y quiero terminar con el texto poco conocido de Aimé Fernand David Césaire, que comparto totalmente, y que dice así:
«Habría que estudiar en primer lugar cómo la colonización trabaja para descivilizar al colonizador, para embrutecerlo en el sentido literal de la palabra, para degradarlo, para despertar sus recónditos instintos en pos de la codicia, la violencia, el odio racial, el relativismo moral; y habría que mostrar después que cada vez que en Vietnam (Palestina) se corta una cabeza y se revienta un ojo, y en Francia (Estado de Israel) se acepta, que cada vez que se viola a una niña (en Palestina), en Francia (Estado de Israel) se acepta, que cada vez que se tortura a un malgache (palestino), y en Francia (Estado de Israel) se acepta, habría que mostrar, digo, que cuando todo esto sucede, se está verificando una experiencia de la civilización que pesa por su peso muerto, se está produciendo una regresión universal, se está instalando una gangrena, se está extendiendo un foco infeccioso, y que después de todos estos tratados violados, de todas estas mentiras propagadas, de todas estas expediciones punitivas toleradas, de todos estos prisioneros maniatados e «interrogados», de todos estos patriotas torturados, después de este orgullo racial estimulado, de esta jactancia desplegada, lo que encontramos es el veneno instilado en las venas de Europa (Estado de Israel) y el progreso lento pero seguro del ensalvajamiento del continente (Estado de Israel).
Y entonces, un buen día, la burguesía (los israelíes) es despertada por un golpe formidable que le viene devuelto: la GESTAPO [TZAHAL Tzavá Haganá LeIsrael], se afana, las prisiones se llenan, los torturadores inventan, sutilizan, discuten en torno a los potros de tortura.
Nos asombramos, nos indignamos. Decimos: «¡Qué curioso! Pero, ¡bah!, es el nazismo (sionismo), ya pasará». Y esperamos, nos esperanzamos; y nos callamos a nosotros mismos la verdad, que es una barbarie, pero la barbarie suprema, la que corona, la que resume la cotidianidad de las barbaries; que es el nazismo (sionismo), sí, pero que antes de ser la víctima hemos sido su cómplice; que hemos apoyado este nazismo (sionismo) antes de padecerlo, lo hemos absuelto, hemos cerrado los ojos frente a él, lo hemos legitimado, porque hasta entonces sólo se había aplicado a los pueblos no europeos (palestinos); que este nazismo (sionismo) lo hemos cultivado, que somos responsables del mismo, que él brota, penetra, gotea, antes de engullir en sus aguas enrojecidas a la civilización occidental y cristiana por todas las fisuras de esta.
Sí, valdría la pena estudiar, clínicamente, en detalle, los procedimientos de Hitler y del hitlerismo y revelarle al muy distinguido, muy humanista y muy cristiano (sionista) burgués del siglo XX, que lleva en él a un Hitler que no se conoce, que Hitler vive en él, que Hitler es su demonio, que si lo vitupera es por falta de lógica, y que en el fondo lo que no le perdona a Hitler no es el crimen en sí, el crimen contra el hombre, no es la humillación del hombre en sí, sino el crimen contra el hombre blanco, y haberle aplicado a Europa los procedimientos colonialistas que hasta este momento no concernían más que a los árabes de Argelia, los coolies de la India y los negros de África.
Y este es el gran reproche que le hago al seudohumanismo: haber mermado durante demasiado tiempo los derechos del hombre, haber tenido, seguir teniendo una concepción estrecha y parcelaria, parcial y partidaria y, a fin de cuentas, sórdidamente racista.»24
NOTAS
1. Joseph Campbell en diálogo con Bill Moyers. El poder del mito. EMECE. Editores. Barcelona. 1991. p. 66.
2. Ver Jacob Neusner. Jews and Christians. The Myth of a Common Tradition. SCM PRESS, London, 1991. Idem. Un rabino habla con Jesús. Ediciones Encuentro, Madrid, 2008.
3. Richard Elliott Friedman. ¿Quién escribió la Biblia? Ediciones Martínez Roca. Barcelona, 1988, p. 17. En realidad su estudio es sólo sobre la Torah, ya que sólo se refiere a los textos que los cristianos denominan Pentateuco. El libro más difundido, pero quizá menos leído, como lo señalan muchos autores.
4. De la inmensa bibliografía existente sólo pondremos algunos pocos libros. Patricia Turner & Charles Russell Coulter. Dictionary of Ancient Deities. Oxford University Press. New York. 2001. Ives Bonnefoy. Diccionario de las mitologías. Ediciones Destino. Tomos I al VI. Barcelona. 1996-2002. Donald B. Redford, ed. Hablan los dioses. Diccionario de la religión egipcia. Crítica. Barcelona. 2003. Alain Daniélou. Mythes et dieux de l’Inde. Flammarion. Paris. 1994. Giulia Sissa & Marcel Detienne. La vida cotidiana de los dioses griegos. Ediciones Temas de Hoy. Madrid. 1990. Henri Maspero. El taoismo y las religiones chinas. Editorial Trotta. Madrid. 2000. Keith Hopkins. A World Full of Gods. Penguin Group. New York. 2001. Hans G. Kippenberg, ed. Struggles of Gods. Mouton Publishers. New York. 1984. Yuri Stoyanov. The Other God. Dualist Religions from Antiquity to the Cathar Heresy. Yale. 2000. Barbara Nevling Porter. One God or Many? Concept of Divinity in the Ancient World. Transactions of the Casco Bay Assiriological Institute. Volume 1.
5. Zeus es el nombre griego de la divinidad mayor del panteón griego, y se lo traduce en castellano como Dios así como en inglés se lo traduce como God. En ambos casos erróneamente, ya que los nombres de las deidades no deben ni pueden ser traducidos a, y en otras palabras. Por ej.: Jhwh es Jhwh, y no Dios o God.
6. Joseph Campbell. Idem. pp. 52-53. Además de este autor, muchos otros pensadores occidentales han denunciado este avasallamiento que lleva implícita esta permanente violación de las culturas y religiones de los pueblos invadidos, a los que se les quieren imponer como única verdad trascendente las narraciones bíblicas. Aunque, debemos señalarlo, la mayoría de los autores europeos y americanos mantienen, lamentablemente, el castellano Dios y el inglés God, cuando escriben a hablan sobre las divinidades o deidades de otros pueblos. Saben bien que el que domina nomina, y el que nomina, domina. Y ese es su objetivo: dominar.
7. Arnold J. Toynbee-Daisaku Ikeda. Escoge la vida. EMECE Editores. Buenos Aires, 1980. pp. 41-43.
8. Arnold J. Toynbee. El historiador y la religión. EMECE Editores, Buenos Aires, 1958, p. 138.
9. Alain Danielou. El shivaísmo y la tradición primordial. Editorial Kairós. Barcelona. 2003. pp. 43-44. Los psicólogos junguianos llaman a esta proyección de la monolatría al monoteísmo: el complejo de Jhwh.
10. G.E.M. de Ste. Croix. La lucha de clases en el mundo griego antiguo. Editorial Crítica. Barcelona. 1988. p. 388, 389 y 716. Cita algunos de los textos de las escrituras judías que incluyen los mandatos de Jhwh para aniquilar totalmente a los pueblos sojuzgados, y a quienes entre los israelitas no los cumplan.
11. Para leer a Aimé Césaire. Edición a cargo de Philippe Ollé-Laprune. Fondo de Cultura Económica. 2008. pp. 320-321.
12. Étienne Balibar, Michel Warschawski, Judith Butler y otros. Antisemitismo: el intolerable chantaje. Editorial Canaán. Buenos Aires, 2009. Ver artículo de Saad Chedid, pp. 95-172. Leonardo Stein. The Balfour Declaration. Simon and Schuster, New York. 1961.
13. http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=19374
14. Ver http://www.scribd.com/doc/28566360/2010-Aguinis-Conflicto-Arabe-Israeli. Y también mi respuesta a semejantes desatinos: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=97199.
15. Étienne Balibar, Michel Warschawski, Judith Butler y otros. Antisemtismo, el intolerable chantaje .Editorial Canaán. Buenos Aires, 2009, pp. 161-167. J. Hobson. Estudio del imperialismo. Alianza Editorial. Madrid. 1981.
16. Israel Shahak. El Estado de Israel armó las dictaduras en América latina. Editorial Canaán. Buenos Aires. 2008. pp. 153-159.
17. Étienne Balibar, Judith Butler, Michel Warschawski y otros. Antisemitismo, el intolerable chantaje. Editorial Canaán. Buenos Aires. 2010. Ver Saad Chedid. pp. 95-172.
18. Israel Shahak. Historia judía, religión judía. Antonio Machado Libros. Madrid. 2003. pp. 46-57.
19. Comité de Solidaridad con la Causa Árabe — Arab Cause Solidarity Committee. Carretas, 33, 2º F-G.Madrid, 28012. Tlf./Fax : 91.531.75.99 / E-Mail : [email protected] – http://www.nodo50.org/csca
20. Demanda presentada ante la Juez de Instrucción, Sophie Huguet, de Bélgica, por 23 personas, 15 de nacionalidad palestina y ocho libanesas, constituidas como parte civil demandante, contra Ariel Sharon (actual primer Ministro de Israel), Amos Yaron (en la actualidad, cargo en el ministerio de Defensa de Israel) y otros responsables israelíes y libaneses de las masacres, torturas, violaciones y desapariciones de entre 1.000 y 3.500 civiles -niños, ancianos y mujeres, en su mayoría- que tuvieron lugar entre el 16 y el 18 de septiembre de 1982 en los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, situados en la periferia sur de Beirut (Líbano). La demanda fue presentada el pasado 18 de junio y ha sido admitida a trámite por el Juzgado de Instrucción belga, que ha ordenado la puesta en marcha de una investigación. Los abogados defensores son Luc Walleyn, Michaël Verhaeghe (de nacionalidad belga ) y Chibi Mallat (de nacionalidad libanesa).
21. Ilan Pappé. Los demonios de la Nakba. Editorial Canaán. Buenos Aires. 2009. Lila Abu-Lughod. Nakba: Palestine, 1948, and the Claims of Memory Columbia University Press. 2007.
22. Real Academia Española. Diccionario de la Lengua Española. Tomo II, Madrid, 1984, p. 740. Puede complementarse con André-Marie Gerard. Diccionario de la Biblia. Ana & Mario Muchnik, Madrid. 1995, pp. 571-573.
23. www.theisraeliproject.org The Israeli Project’s 2009 Global Dictionary.
24. Para leer a Aimé Césaire. Edición a cargo de Philippe Ollé-Laprune. Fondo de Cultura Económica. 2008. pp. 316-317. Los agregados entre paréntesis son míos. SCh
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