Los países que capturan atún en el océano Pacífico Oriental ven en las vedas una forma de pesca responsable, pero ese mecanismo no es suficiente para asegurar la supervivencia de un recurso amenazado en todo el mundo, replican ecologistas.
La Comisión Interamericana del Atún Tropical (CIAT, con sede en California), que reúne a los países que pescan ese pez en esa parte del Pacífico, adoptó el 1 de octubre nuevas vedas para 2011, 2012 y 2013 de las tres especies más apetecidas de la zona: el aleta amarilla (Thunnus albacares), el patudo (Thunnus obesus) y el barrilete (Katsuwonus pelamis).
«Lo que se hace es preservar para el futuro, son medidas de conservación necesarias», dijo a Tierramérica el empresario Miguel Peñalva, director de operaciones del español Grupo Calvo en El Salvador.
Esta empresa atunera abrió operaciones en El Salvador en septiembre de 2003 con una inversión de 138 millones de dólares. Aunque este país no posee una industria atunera como tal, en virtud de la presencia de Calvo, es el principal exportador de atún enlatado de América Central.
Cuatro buques del grupo español pescan en aguas internacionales del Pacífico frente a las costas salvadoreñas, y más de 80 por ciento de sus exportaciones, que sumaron 100 millones de dólares en 2008, van a la Unión Europea (UE).
«Si no cumplimos las disposiciones de las vedas, la pesca nuestra la declararían como ilegal y no podríamos comercializarla», agregó Peñalva.
Las vedas que impone la CIAT, en virtud de estudios de su comité científico sobre el estado de las pesquerías, restringen la pesca 62 días por año y son de cumplimiento obligado para sus miembros: Belice, Canadá, China, Colombia, Corea del Sur, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Japón, México, Nicaragua, Panamá, Perú, Taiwán, UE, Vanuatu y Venezuela.
Observadores independientes rinden informes a la CIAT sobre el respeto de las vedas, y las flotas son monitoreadas con un sistema satelital para saber en qué posición se encuentran exactamente.
«Las vedas se hacen en periodos de crecimiento del atún», dijo Peñalva, de allí la importancia de cumplir con la medida.
Pero «las vedas no necesariamente significan una reducción de la pesca», dijo a Tierramérica la activista Sari Tolvanen, de la campaña de océanos de Greenpeace Internacional.
En primer lugar, son muy cortas para marcar diferencias. Además, las flotas que pescan con el método de cerco faenan solamente en 75 por ciento del año, y cesan de operar cuando de todos modos necesitan efectuar revisiones mecánicas, dijo Tolvanen desde Ámsterdam.
El cerco es una de las artes de pesca menos sostenibles, pues permite grandes capturas con redes que «cercan» los cardúmenes, dando lugar a la pesca incidental, de aquellos peces que no se buscan.
Además, los buques de cerco son bastante grandes y hacen uso creciente de dispositivos para capturar más peces, los «plantados» u objetos flotantes, de modo que esas prohibiciones temporales tienen poco sentido, indicó.
Los plantados amplían, cuando se pesca atún barrilete, la captura incidental de patudos y aletas amarillas que aún no tienen el tamaño para ser explotados, poniendo aún más en riesgo a esas especies y a otras, como tiburones y tortugas.
«Calvo y otras compañías dependen bastante del plantado», lo que hace sus operaciones «completamente insostenibles», sentenció Tolvanen.
En su resolución, la CIAT reconoció que la pesca en el Pacífico Oriental va en aumento y que la producción puede reducirse si la captura es excesiva.
En otras partes del mundo, el atún ha alcanzado niveles críticos.
El atún patudo y el aleta amarilla, señala Greenpeace, fueron sobreexplotados en todos los mares y están en serios problemas en el Pacífico Central y Occidental, donde unos años atrás estaban relativamente a salvo.
El atún de aleta azul (Thunnus thynnus), típico del Atlántico y sus mares adyacentes, está a un paso de la extinción, y el aleta azul del Mediterráneo declinó su población en 80 por ciento desde 1999.
En el Pacífico Oriental, el atún aleta amarilla y el patudo están en riesgo.
La Fundación Internacional para la Sostenibilidad de los Productos Marinos (ISSF por sus siglas en inglés), elabora una tabla de riesgo de sobrepesca del atún en todos los mares, con un sistema de semáforo y el color rojo para el grado más crítico.
En esa tabla para el Pacífico Oriental, el patudo y el aleta amarilla están marcados en amarillo, pues sus existencias no pueden soportar ningún aumento de captura y en algunos casos muestran signos de sobrepesca. Sólo la especie barrilete se mantiene en color verde.
En 2009 se pescaron en esta región unas 595.000 toneladas de atún, 14 por ciento de la captura mundial de túnidos, indica el informe actualizado en septiembre y titulado «ISSF Status of the World Fisheries for Tuna» (Estado de las pesquerías mundiales de atún de la ISSF).
España, con la flota más grande de la UE y la tercera del mundo detrás de China y Perú, captura la mayor parte de su atún en el Atlántico Norte, el Mediterráneo y frente a las costas de África occidental, pero, según Greenpeace, la «armada pesquera española» navega los mares del mundo persiguiendo pescas más sustanciosas de atún, tiburón y bacalao.
Eso explicaría la presencia de Calvo en El Salvador.
Para el período 2009-2011, la CIAT estableció cuotas específicas para otros grandes actores del Pacífico: China, Japón, Corea y Taiwán.
Para Tolvanen, la CIAT y otras comisiones regionales del atún están lejos de un manejo adecuado de las especies que interesan a la industria.
«Es un puñado de naciones pesqueras que debaten sobre el pastel del atún y sobre cómo hacer más dinero, sin considerar la salud de los stocks a largo plazo, los océanos, los medios de vida y la seguridad alimentaria que afecta a las comunidades», sentenció la activista.
* Este artículo fue publicado originalmente el 13 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.