La mañana comenzó con una advertencia a Gilberto Abascal, quien se ha pasado la semana entera testificando en el juicio contra Luis Posada Carriles en El Paso. «Usted tiene que escuchar las preguntas y contestarlas sin ir más allá», le dijo la Jueza Kathleen Cardone al testigo que se quejó ayer de que el abogado […]
La mañana comenzó con una advertencia a Gilberto Abascal, quien se ha pasado la semana entera testificando en el juicio contra Luis Posada Carriles en El Paso. «Usted tiene que escuchar las preguntas y contestarlas sin ir más allá», le dijo la Jueza Kathleen Cardone al testigo que se quejó ayer de que el abogado de Posada había estado acosando a su ex esposa y a sus hijos.
Cardone le advirtió que, «por ejemplo, es inapropiado que usted cuente del incidente que ocurrió por teléfono y las acusaciones de soborno».
Lo que no se le cuenta al jurado
No sabemos los detalles de ese incidente, ni tampoco de alguna supuesta oferta de soborno. La jueza Cardone quiere mantener eso así, porque no quiere contaminar este juicio con esos alegatos. El caso se trata exclusivamente sobre los 11 cargos de falsas declaraciones y perjurio contra Luis Posada Carriles. No tiene que ver con los 73 cargos de asesinato que tiene el cubano-venezonalo pendientes por la voladura de un avión de pasajeros el 6 de octubre de 1976. Ni tampoco se juzga aquí el asesinato de Fabio di Celmo en La Habana, el 4 de septiembre de 1997, ni la tortura a Jesús Marrero en junio de 1973 en Venezuela. Tampoco, el caso de Brenda Esquivel en Caracas, quien jura que Posada Carriles le mató a su hijo con una patada cuando ella estaba embrazada.
El propósito del contra-interrogatorio del abogado de Posada Carriles es solamente demostrar que Gilberto Abascal ha recibido pagos del FBI, es un mentiroso, un loco y . . . para colmo, un espía del gobierno cubano.
Abascal sostiene que trajo a Posada Carriles desde Isla Mujeres hasta Miami en un barco llamado el Santrina en marzo de 2005, y Posada mantiene que él ingresó en un camioneta con la ayuda de un coyote que lo llevó desde Guatemala hasta Houston, donde abordó un ómnibus Greyhound hasta Miami.
Premisas miamenses
Abascal testificó anteriormente que había ido a Panamá, con Osvaldo Mitat, para presenciar el juicio de Luis Posada Carriles en el 2004. También dijo que fue a Cuba cuatro o cinco veces ese mismo año. Con bombos y platillos, Hernández le enseña varias fotos a Abascal que supuestamente fueron tomadas en Panamá. «Opacas», es como las describe Abascal. También pone en evidencia un boleto de avión a nombre de Gilberto Abascal, fechado el 13 de marzo de 2004. El boleto es a Panamá.
Establecido que Abascal había estado en Panamá en esa fecha por cuatro días, Hernández lanzó su arponcillo. «¿No es cierto que había gente en Panamá, observando el juicio de Posada Carriles, que estaban conectados con el régimen cubano?» «No entiendo la pregunta», responde Abascal. «Oficiales de la inteligencia cubana», afirma el abogado. «No sé», respondió el testigo. Hernández entonces le prepara la trampa: «¿No es cierto que había reporteros de la prensa cubana ahí?» «Sí», dice Abascal. «¿Y la prensa cubana no está controlada por el gobierno cubano», pregunta Hernández pensando que ha logrado establecer que los periodistas cubanos son espías del gobierno cubano. Un giro miamense para un drama en El Paso. Hernández entonces le prepara otra trampa leguleya al testigo que lleva ya cinco días contestando ese tipo de preguntas. «¿No será cierto que la prensa cubana, específicamente el periódico Granma, reportó que usted había estado en Panamá apoyando a Luis Posada Carriles en su juicio?». Aturrullado de tantas preguntas que considera absurdas, Abascal pacientemente le dice «no sé, no me acuerdo». «¿No es cierto que usted tuvo reuniones con agentes de la inteligencia cubana en Panamá?» «No», le responde.
Hernández entonces comenzó una serie de preguntas sobre los viajes a Cuba de Gilberto Abascal. «¿Cómo logró usted una licencia del gobierno de los Estados Unidos para ir a Cuba en el 2004?» Abascal contó que con un permiso para llevarle leche al pueblo cubano. «¿No es verdad que usted le presentó una solicitud para una licencia específica de viajar a Cuba a la Oficina de Control de Bienes del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos?», le preguntó Hernández. «¿Eh? No. Yo le pedí la licencia a la Agencia de Viajes Marianao en Miami. La que usted amenazó», le respondió Abascal a Hernández con el fuerte acento que trae de provincia Habana. La intérprete, que no es cubana, no entendió bien el nombre de la agencia de viajes. Le pidió a Abascal que lo repitiera despacio. «Ma-ri-a-na-o», deletreó pausadamente. Ella tradujo: «María-Now». En fin, también pasan cosas graciosas en estos predios.
Hernández no se río. Reanudó el ataque. «¿Cómo una persona tan identificada con Luis Posada Carriles, que usted acompañó y apoyó durante su juicio en Panamá, puede haber logrado un permiso del régimen de Cuba para entrar y salir del país cinco veces?» Ahí la trampa. Una premisa fundamental del derecho es que las preguntas de los abogados no son evidencia. Solamente las respuestas de los testigos y los documentos ofrecidos, constituyen evidencia en el caso. Sin embargo, las preguntas insidiosas insinúan mucho, y el jurado las escucha y por eso tienen peso. Mucho peso. Es inevitable. Por eso, los abogados defensores las hacen tanto. Esta última serie de preguntas de Hernández tiene como premisa que los espías cubanos abundan en el mundo. Que hay espías cubanos dondequiera. Que los periodistas que vieron a Abascal en Panamá son espías, porque trabajan para la prensa cubana. Que Abascal es un espía, porque si no lo fuera Cuba no le diera permiso para entrar y salir del país.
El hecho, por ejemplo, de que Abascal haya ido a presenciar el caso de Posada en Panamá y que posteriormente haya ido y salido de Cuba no muestra que es un espía. Si muestra algo, es que Cuba no persigue a las personas que no han cometido delitos. Después de haber escuchado las preguntas del abogado de Luis Posada Carriles sobre los viajes de Abascal a Cuba, el jurado problemente habrá razonado que la Isla es un país libre y democrático en el mar Caribe. Hernández, sin embargo, cree todo lo contrario. El problema es que sus premisas funcionan en Miami. En El Paso, no lo creo.
La relación de Abascal con el FBI
Otra línea de preguntas planteadas por Arturo Hernández tiene que ver con que Abascal, aparte de ser un espía del gobierno cubano, es una persona que depende del bolsillo del FBI. Por ambas razones, piensa que el jurado descartará su testimonio. Abascal era parte de la tripulación del Santrina. Poco después de llegar a Miami, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) se comunicó con él. El agente del FBI, Omar Vega, lo entrevistó en el 2005 y Abascal le dijo que Posada no abordó el Santrina en Isla Mujeres. Que los tripulantes de la embarcación zarparon hacia Miami sin él, y que el propósito del viaje había sido entregarle a Posada 10 000 dólares para que él contratara un coyote que lo pudiese llevar por carretera a los Estados Unidos.
Hernández se enfocó en la inconsistencia. En el 2005, «usted le dijo una cosa al FBI, y ahora dice otra. ¿Por qué?» «Ya yo le he explicado esto varias veces», respondió Abascal, «estaba siguiendo órdenes de Santiago Alvarez. Usted está malinterpretando las cosas para confundirme». «¿No será cierto que usted cambió su cuento para que el FBI lo ayudara con su solicitud para hacerse ciudadano estadounidense, para resolver una necesidad económica y porque no quería perder los beneficios de asistencia social que le iban a quitar al cumplir siete años de residencia legal en los Estados Unidos?», le preguntó el abogado de Posada.
«No», fue la respuesta, «ellos nunca me prometieron nada». «¿Cuánto dinero ha recibido usted del FBI?», preguntó Hernández. «Alrededor de 8 000 dólares», dijo Abascal. «El gobierno dice en un documento que usted recibió $8.800, ¿cierto?», reiteró Hernández. «Más o menos», replicó Abascal. «¿Le pidió usted al FBI a finales de agosto de 2005 que le pagaran dinero?», volvió a recalcar Hernández. «No recuerdo». «¿Le pidió usted al gobierno que le dieran alguna compensación?», insistió Hernández. «No recuerdo». Ese es el clásico estilo del contra-interrogatorio en los Estados Unidos. Antes de ayer, el fiscal Jerome Teresinski se quejó de que Arturo Hernández, el abogado de Posada Carriles, está repitiendo las mismas preguntas ad nauseam. Es decir, unas pocas preguntas reiteradas de diferentes maneras hasta el hartazgo. Y es así.
Es cierto, sin embargo, que el FBI le pagó $8.800 por sus servicios y que se gastó en él una suma sustancial de dinero para reubicarlo a un lugar más seguro. El testigo ha dicho que tiene temor de persecución, debido a su disposición de hacer declaraciones contra Luis Posada Carriles y sus colaboradores. Hernández se pasó como una hora interrogando a Abascal sobre el dinero que ha recibido del FBI y los gastos que tuvieron para conseguirle una nueva casa, alimentos y almacenaje. Abascal tiene miedo entre otras cosas, porque ya la han hecho un atentado. En enero de 2007 encontró una bomba en su vehículo que la policía tuvo explotar para neutralizarla. Esa noticia salió en El Nuevo Herald y en la agencia noticiosa de la Associated Press. Pero el jurado no lo sabe. No es parte de este caso.
Un testigo fuera de turno
En el medio del testimonio de Gilberto Abascal, la fiscalía anunció que quería tomar declaración a un testigo fuera de turno. Es decir, interrumpir el contra-interrogatorio de Abascal para poder recibir el testimonio, «breve», le dijo el fiscal a la jueza, de un testigo que necesita irse de El Paso hoy mismo. La jueza le dio su autorización y la fiscalía presentó a John Timoney, Jefe de la policía de Miami del 2003 hasta el 2010.
Si los integrantes del jurado han estado atentos al testimonio de Gilberto Abascal sabrán que anteriormente dijo que Rubén López Castro llevó a Luis Posada Carriles a un restaurante en el río Miami, y que cuando regresó al Santrina exclamó: «¡Ay, Dios mío, el Jefe de la Policía estaba ahí comiendo!». Por eso estábamos todos anticipando el testimonio de ese jefe de la policía. ¿Recordará haber visto a Posada Carriles en marzo de 2005 en el restaurante?
Inmediatamente el fiscal Timothy J. Reardon despejó la duda. «¿Usted reconoce a alguien sentado en la mesa a mi izquierda», preguntó señalando hacia la mesa donde estaban los abogados defensores Arturo Hernández, Felipe Millán y Rhonda Anderson, más su cliente Luis Posada Carriles, vestido elegantemente hoy con un traje azul oscuro. Timoney miró en esa dirección y dijo que no reconocía nadie. El jurado visiblemente se desinfló. Anticiparon una confirmación del jefe de la policía de Miami al testimonio de Abascal, pero Timoney no se la dio.
¿Por qué entonces los fiscales citan a Timoney? El jefe de la Policía, quien está retirado desde el año pasado pero a quien todos aún llaman «Chief», testificó que su secretaria mantenía un récord de las actividades diarias de él, cuando se desempeñaba como «Chief». Se trata de un «Day Book». Reardon presentó el Day Book como evidencia. Muestra que el 18 de marzo de 2005, el Jefe Timoney almorzó con el cónsul de Gran Bretaña en un restaurante ubicado en el río Miami: The Big Fish. Reardon mostró una foto del restaurante. Muy bien ubicado.
«El restaurante está en el mismo río», dijo Timoney. «Yo acababa de pedir la cena (pidió pescado), cuando vi que llegó un bote al muelle. Tres o cuatro personas se bajaron y entraron al restaurante. Parecían que llegaban de un viaje de pesca.» Timoney explicó que él estaba vestido de uniforme completo. «Cuatro estrellas doradas y mi chapa de jefe de la policía en mi camisa… Recuerdo que ellos caminaron muy cerca de nuestra mesa. A diez o quince pies de distancia».
Con eso, Reardon terminó, repentinamente, su interrogatorio al jefe de la policía. Duró 10 minutos. Arturo Hernández le dio una bienvenida untuosa a Timoney. Le dijo que le había gustado ver las fotos del río Miami, después de tantos días en El Paso. Le expresó agradecimiento por su magnífico trabajo como jefe de la policía y se sentó. Su contra-interrogatorio a Timoney duró menos de cinco minutos. La sustancia de lo que declaró Abascal no está comprobada, pero tampoco está descartada. El testimonio del ex jefe de la Policía respalda el de Abascal al demostrar que sí estaba en el restaurante ese día y que recuerda haber visto a cuatro personas desembarcar de una lancha frente del restaurante.
Hasta el lunes
Hoy terminamos temprano. Al mediodía, porque los abogados están agotados y pidieron un respiro. Nos esperan dos días de descanso en El Paso. Todos los necesitamos, porque el lunes sigue el drama de Gilberto Abascal. Arturo Hernández sigue con el contra-interrogatorio.