Y una sucinta nota sobre Soros el popperiano
A primera hora de la mañana del miércoles 9 de marzo, informa Belén Carreño [1], la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, la asociación que representa con esmero, tenacidad y sin temblor en el pulso al empresariado español, tiene una cita en la Sala número 9 de los Juzgados de lo Social de Madrid. ¿La CEOE en los juzgados de lo social? ¿Cómo puede ser? La Justicia ha requerido a la gran patronal española «a aclarar su papel en una de las faltas más graves en las que puede incurrir una empresa»: permitir que se conculquen los derechos de sus trabajadores en el puesto de trabajo. Ni más ni menos.
Varios trabajadores de la sede de la CEOE, en su mayoría mujeres, acusan a uno de los máximos responsables de la confederación de infligirles «continuas vejaciones». ¿De buenas a primeras han ido a los juzgados? No, en absoluto. Tras agotar los cauces internos -pidieron, por ejemplo, sin ningún éxito claro está, al secretario general José María Lacasa, el cambio de puesto del perseguidor-, los trabajadores/as decidieron denunciar ante la Inspección de Trabajo la situación que estaban sufriendo.
En julio de 2010, la Inspección de Trabajo impuso una multa de 25.001 euros a la CEOE. La Consejería de Empleo de la Comunidad de Madrid, que tiene, señala Carreño, «seis meses de plazo para imponer la multa», ha esperado hasta el último nanosegundo para pasar la causa a la Justicia [2].
Algunos pasajes de las actas de la Inspección de Trabajo donde el lenguaje, sabido es, brilla por sus eufemismos y cuidadas formas. En la CEOE, se han dado «actos contrarios a la dignidad de los trabajadores, pues han tenido que soportar unas condiciones de trabajo que suponen una vulneración del derecho a la consideración debida». La Inspección recuerda también, señala Carreño, que «la vulneración de la dignidad al trabajador no sólo consiste en que se le ofenda de palabra o se le falte verbalmente al respeto, sino que también se produce con el vacío sistemático por un tiempo prolongado de sus cometidos laborales (…) o en la asignación de tareas de imposible realización».
Ya nos podemos imaginar el infierno que los trabajadores de la CEOE han tenido -y siguen teniendo seguramente- que soportar. Peor casi imposible. Todo un modelo de comportamiento. Como está mandado.
¿Y qué persona, aunque la institución demandada sea la CEOE en su conjunto, es la que ha desencadenado el proceso judicial? Tachín-tachán: José de la Cavada. ¿Qué cargo ostenta en la CEOE? No es ninguna broma: es el director del departamento de Relaciones Laborales de la benemérita y bienamada institución empresarial. Ya se pueden imaginar el concepto de «relaciones laborales» que manejan los dirigentes de la gran patronal española.
Y no sólo eso: el señor José de la Cavada, superficie deprimida en el centro, es nada menos que el interlocutor empresarial en la anunciada reforma -o contrarreforma- de la negociación colectiva. ¿Se imaginan lo que puede significar negociar para un individuo tan respetuoso con los derechos de los trabajadores y, especialmente, de las trabajadoras? Pa negre; sin comentarios.
Y no hay aquí, claro está, singularidad empresarial española. Cambio un poco de tercio pero no mucho. El cinismo y la cara dura están muy extendidos.
Soros el popperiano, el filantrópico especulador financiero, el creador y mecenas de fundaciones que llevan la distinguida y liberal etiqueta filosófica de «sociedad abierta» [3] -noción, sabido es, muy del gusto del señor Marqués borbónico Mario Vargas Llosa- fue llamado a testificar ante una comisión del senado usamericano en 2008 [4]. El motivo: que mister George Soros explicara el papel de la especulación -nadie mejor que él- en la acelerada subida de los precios de las materias primas. La respuesta del magnate liberal-popperiano: inestabilizador, dañino, fueron los términos usados, sus equivalentes en inglés of course, para dar cuenta de los resultados de la entrada masiva de especuladores en los mercados de materias primas. Razonable corolario del diagnóstico: seamos humanamente responsables no hay que invertir en ese mercado para evitar daños e inestabilidad, abonemos un capitalismo con rostro humano Práctica realmente existente del Soros el popperiano: el fondo Armajaro, un hegde fund pilotado por el angelito de la guarda y príncipe de las tinieblas Anthony Ward, compró en julio de 2010, en Euronext, un mercado donde no existen límites para la adquisición, 240.000 toneladas de cacao en una sola operación (el 7% de la producción mundial). Consecuencia «inevitable»: disparó el precio del cacao hasta sus máximos desde 1977. Los mercados, ya se sabe, son muy sensibles. Las toneladas de cacao siguen acumuladas en los almacenes de Hamburgo, Amberes y Ámsterdam. ¿Por qué esa compra masiva? Porque uno de los principales países productores de cacao, Costa de Marfil, está al borde de la guerra civil. No sería de extrañar, más bien lo contrario, que fuerzas exteriores arrojaran toda la leña al juego o incluso provocaran su incendio. Pues bien, según The Daily Telegraph, nada sospechoso de izquierdismo irreverente, mister Soros el popperiano invierte en ese fondo de inversión. Se comenta que las inversiones en los mercados de materias primas son las inversiones favoritas de Herr Soros. ¿Daniño? ¿Desestablizador? ¡De qué hablan cuando hablan de dañino, desestabilizador… y de sociedades abiertas!
PS: Déjenme añadir un pensamiento -el 48- de Gustavo Duch para completar el cuadro de nuestra clase empresarial: «En España Carrefour, malpagador de los productos del campo y eficaz vendedor de casidetodo, ha sido denunciado, esta vez, por una buena práctica. En su maquillaje social publicita que ya no vende atún rojo, especie nadadora completamente diezmada. Enrabietados sus denunciantes, la industria pesquera atunera española, dicen que la multinacional hace publicidad engañosa, pues hay atunes para pescar y regalar. Como dicen las abuelas, ‘en boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso»
Notas:
[1] B. Carreño, «La CEOE se enfrenta a su juicio por acaso laboral esta semana». Público, 7 de marzo de 2011, p. 27
[2] un paso preceptivo en el proceso administrativo al existir una acusación de discriminación laboral.
[3] Innecesario es recordar el título del best-seller político-cultural de Sir Karl, el asesor de Miss Thatcher y autor de La miseria del historicismo: «La sociedad abierta y sus enemigos». ¿Contrató a algún publicista Herr Karl para los títulos de sus publicaciones en el ámbito de las ciencias sociales?
[4] Tomado del excelente artículo de Belén Carreño, «El hambre de ganancias infla el precio de la comida». Público, 7 de marzo de 2011, pp. 24-25.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.