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Europa se ahoga en nitrógeno

Fuentes: Público

No se trata de una vía de contaminación demasiado conocida, pero la polución por nitrógeno reactivo es un auténtico problema de salud pública que, además, cuesta a cada europeo entre 150 y 750 euros anuales. La primera Evaluación Europea del Nitrógeno (ENA, de sus siglas en inglés), presentada ayer en una reunión científica que se […]

No se trata de una vía de contaminación demasiado conocida, pero la polución por nitrógeno reactivo es un auténtico problema de salud pública que, además, cuesta a cada europeo entre 150 y 750 euros anuales. La primera Evaluación Europea del Nitrógeno (ENA, de sus siglas en inglés), presentada ayer en una reunión científica que se celebra en Edimburgo (Reino Unido), pone cifras a algo que lleva años preocupando a la comunidad científica y que no presenta una solución fácil.

El proceso de Haber-Bosch, la innovación científica que en 1908 posibilitó la producción industrial de amoniaco y, con ello, la producción de fertilizantes que permitieran alimentar a una población cada vez mayor, se ha convertido ahora en una amenaza para la humanidad a cuya supervivencia ha contribuido de forma significativa. De hecho, el informe apunta a que, si no fuera por este proceso, alrededor de la mitad de la población mundial no estaría viva hoy.

El investigador de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) Alberto Sanz Cobeña es uno de los tres autores de instituciones españolas que han participado en el estudio, junto con su compañero en la UPM Mark Theobald y el exinvestigador del Ciemat Benjamín Sánchez Gimeno, actualmente en el Ministerio de Ciencia e Innovación. Para Sanz Cobeña, la paradoja del nitrógeno requiere de un abordaje global, lo que ha conseguido la ENA.

Sanz lo explica, desde Edimburgo, con un claro ejemplo: «Hasta ahora, la ciencia en este sentido era muy sectorial, se estudiaban los problemas de manera individual. Pero esto no se puede hacer así cuando se trata del nitrógeno porque, por ejemplo, solucionar las emisiones de amoniaco puede aumentar el nitrato en las aguas, dos consecuencias del exceso de nitrógeno reactivo». Por comparar con un problema ambiental más conocido, las emisiones de CO2, Sanz añade: «En este caso está claro, a más emisiones, más temperatura; aquí, sin embargo, las interacciones son máscomplejas».

Liberación al medio

El principal problema no es el nitrógeno reactivo en sí, sin duda un elemento útil, sino que «se está liberando mucho al medio». Las fuentes de emisión de este elemento son principalmente tres: la agrícola, ya que se utiliza para producir fertilizantes, el transporte y la actividad industrial.

El nitrógeno reactivo incluye varios elementos con diferentes efectos en el medio ambiente. Así, el amoniaco (NH3), el óxido nitroso (N2O), el óxido de nitrógeno (NOx) y los nitratos (NO3e_SEnD) son consecuencia directa de este exceso de emisión. Según comenta Sanz, el nitrógeno que más se pierde en el medio es el que se aplica con los fertilizantes, que las plantas necesitan para crecer y que pueden ser tanto naturales como sintéticos, cuando el compuesto que se utiliza como abono se emplea de forma industrial.

La mitad del nitrógeno reactivo se pierde en forma de amoniaco y de nitratos, que causan problemas medioambientales y tienen consecuencias para la salud pública. Son estos dos parámetros precisamente los que han permitido cuantificar por primera vez el coste de este tipo de polución, estimado de forma global entre 70.000 y 320.000 millones de euros. El 75% está asociado al impacto negativo sobre la salud y los ecosistemas. «Su impacto en la atmósfera, la calidad del aire, la formación de partículas en suspensión, el aumento del ozono troposférico…», apunta el experto.

Respecto al amplio rango en el que oscilan las cifras, Sanz señala que se debe a dos factores, «la disponibilidad de los ciudadanos a asumir los costes derivados del impacto sobre el medio ambiente y la salud y las discrepancias que existen en cuanto al peso del nitrógeno como causa principal de determinados problemas medioambientales».

En un editorial en Nature escrito por el director de la ENA, el investigador del Centro para la Ecología y la Hidrología de Reino Unido Mark Sutton, queda muy clara la importancia de este contaminante: «Claramente, el nitrógeno es uno de los mayores desafíos ambientales del siglo XXI».

El texto, con el esclarecedor título Demasiada cantidad de un elemento bueno, deja claro que el exceso de nitrógeno reactivo amenaza la calidad del aire, la tierra y el agua. «Afecta a los ecosistemas y a la biodiversidad y altera el balance de gases de efecto invernadero», escribe Sutton.

Apunta el especialista que las emisiones de este elemento por dos fuentes el transporte y la industria han sido reguladas con determinadas acciones políticas, como el protocolo de Gotemburgo. También se han tomado medidas para acabar con los nitratos en el agua destinada al consumo, una de las consecuencias más graves para la salud pública. Con dichas acciones, se ha conseguido «una modesta caída» en la polución de nitrógeno en Europa desde la década de 1980, insuficiente según el informe ENA.

Sanz comenta que precisamente la contaminación por nitratos es uno de los problemas que más afectan a España. «Gran parte de la superficie agrícola está amenazada», apunta. Según el investigador, más del 50% de la población española vive en áreas cuyos ríos están contaminados por nitratos. Este compuesto en el agua causa problemas en el aparato digestivo y, a largo plazo, podría implicar un aumento del riesgo de tumores en estos órganos. «Más de diez millones de españoles están expuestos a concentraciones elevadas de nitratos», explica. Es algo lógico si se tiene en cuenta que, en ciudades como Madrid, gran parte del agua viene de acuíferos y, si estos están próximos a zonas agrícolas altamente fertilizadas, la presencia de nitratos es una amenaza casi segura.

Pérdida de biodiversidad

Pero los nitratos no sólo afectan a la calidad del agua que se consume; también influyen en la pérdida de biodiversidad, ya que causan crecimientos incontrolados de algas que pueden acabar formando «zonas muertas» donde el desarrollo de vida animal y vegetal se ve limitado. Esas balsas de algas pueden, incluso, llegar a emitir gases tóxicos. «En Bretaña, hace poco murió un caballo en la playa por esta causa», recuerda Sanz.

Si a alguien le suena ajeno el concepto de pérdida de biodiversidad, Sanz apunta a sus implicaciones para la vida diaria: «Puede incluso impedir la obtención de medicamentos, ya que muchos fármacos están elaborados a partir de plantasespecíficas».

Además de la elevada presencia de nitratos en sus aguas, España se caracteriza por un aumento de las emisiones de amoniaco. Es uno de los dos países europeos, junto con Chipre, donde más han aumentado las emisiones de este elemento. El exceso de amoniaco, junto con el óxido de nitrógeno, causa un aumento de los niveles de partículas en suspensión que, según el artículo de Nature, «acortan en seis meses las esperanza de vida de al menos la mitad de los europeos». Un problema que, sin duda, requiere de medidas contundentes. El ENA es un necesario primer paso.