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Siria

Demandas populares internas, agendas políticas externas

Fuentes: AIC

El pueblo sirio pide cambios democráticos pero ¿están interviniendo las potencias occidentales para promover esos cambios? Es necesario entender que el motivo, y no el verdadero deseo, de promover la democracia en Siria, se encuentra en el contexto de las políticas sirias en apoyo a la resistencia árabe, explica Ibrahim Nassar.

Lo que está sucediendo en Siria requiere un análisis detenido. Enfoques ingenuos o ambiguos que juegan con las emociones, palabras, sangre y lágrimas, no resultan útiles cuando el peligro de un colapso de Siria es inminente. ¡Lo que quieren las potencias occidentales ahora es nada menos que la cabeza de Siria!

Al hablar de comprender lo que está sucediendo en este país, hay que ser consciente de que no hay un solo jugador en el campo, y que tratar de equiparar la experiencia de Siria con la de Egipto es un error, si no un intento de explotar un momento ambiguo para legitimar y crear más confusión.

Y en este caso la confusión puede ser auténtica o figurada. Es auténtica porque las aspiraciones del pueblo sirio a la libertad y la democracia son auténticas y reales, al igual que las aspiraciones y demandas de cientos de millones de árabes. En este sentido, la intersección del movimiento del pueblo sirio con los demás árabes es lógico y positivo.

Sin embargo, el problema comienza cuando la confusión se convierte en «supuestos», en una planificada política cargada de agendas ocultas, metas y objetivos que tiene por objeto pasar por encima, o ir más allá de los deseos o propósitos del movimiento popular sirio.

Sin duda el movimiento sirio tiene motivaciones internas serias y verdaderas. El pueblo está pidiendo democracia, libertad política y social. Pero esto no debería ser manipulado para una intervención exterior. Explotar la consigna «libertad y democracia» para justificar una intervención exterior es una forma de castigar a Siria por su papel y sus firmes políticas ya que en las últimas décadas Siria ha sido la piedra angular de la resistencia árabe.

Siria apoyó la oposición a las injerencias de EEUU e Israel en los asuntos internos de Líbano y se opuso al apoyo de Arabia Saudí al gobierno de Al Hariri, y en este contexto la utilización del proceso internacional por el asesinato de Hariri adquiere un nuevo significado. Assad apoyó a la resistencia libanesa durante la guerra de Líbano de 2006, jugando un papel esencial en la derrota del ejército israelí. El gobierno sirio también ha apoyado a las organizaciones palestinas (Hamas, Al Jihad, PFLP, DFLP y otras) que rechazan el proceso de paz basado en las condiciones de EEUU e Israel y objetan la actuación política de la Autoridad Palestina de Ramallah. Con respecto a la cuestión del Golán sirio ocupado, Siria mantiene una posición inquebrantable: no habrá paz sin una retirada total de Israel a las fronteras de 1967. Más recientemente, Siria se opuso a la guerra de 2003 contra Iraq y apoyó a la resistencia iraquí. Pero por si alguien tiene mala memoria sobre ello, EEUU, Israel y otras fuerzas coloniales no lo olvidan.

Aquí no se trata de defender los errores del régimen sirio, ni de justificar sus políticas internas, Por el contrario, el régimen de Assad puede ser criticado desde diversos puntos de vista. Pero de lo que aquí se trata es de determinar los límites y la naturaleza de los acontecimientos actuales para que las verdaderas y auténticas demandas populares, políticas y sociales, no se conviertan en un instrumento para que las fuerzas coloniales ajusten cuentas a Siria. Quienes no quieran ver esta ecuación con todas sus consecuencias, enviarán a Siria, consciente o inconscientemente, a la guillotina. Y entonces todos los discursos y eslóganes sobre libertad, democracia y derechos humanos carecerán de sentido.

¿Es razonable este temor o es un intento de escapar de los problemas? Tras un repaso rápido a la evolución de Libia nos daremos cuenta de la gravedad del «juego», y reconoceremos que los poderes coloniales no son una broma. Libia está siendo bombardeada por misiles y aviones en nombre de la legitimidad de la «libertad, la democracia y los derechos humanos». Pero la intervención en nombre de estas consignas no tiene nada que ver con la libertad, la democracia y los derechos humanos que están en las mentes de los pueblos árabes, mejor expresados en la Plaza Tahrir de El Cairo, en Damasco o en otras ciudades árabes.

Por ejemplo, el pueblo libio pagó un alto precio por escapar del yugo colonial italiano tras su derrota bajo la dirección del heroico luchador por la independencia de Libia, Omar Al-Mukhtar. La tragedia hoy en día es ver las banderas coloniales ondeando en las plazas de Benghazi mientras la destrucción y la intervención militar siguen en marcha con objeto de someter y recolonizar el país y sus recursos. Lo más cómico es que esto sucede ¡en nombre de «la revolución libia»! ¿Es responsable de ello el régimen de Gaddafi? Sin duda, pero no por ello el horror de la tragedia es menor, sino que se vuelve más complicada y espantosa cuando las revueltas populares, al confiar en la intervención de las potencias coloniales, se convierten en un instrumento y un medio para saquear la nación y la libertad y dignidad del pueblo. Por lo tanto, si la dictadura y su represión son expresión de un dilema social, entonces la intervención extranjera en nombre de cualquier otro, bajo pretexto de hacer frente a este dilema, se revelará como una catástrofe histórica. Antes o después el pueblo libio pagará un alto precio durante décadas.

Libertad y democracia no son sólo palabras o discursos intelectuales limitados a las sociedades occidentales o las universidades. Hemos visto en su manifestación auténtica en la conciencia de los pueblos árabes, como libertad y democracia están ligadas a rechazo a la dependencia, el servilismo y las políticas dictadas por fuerzas externas. La libertad y la democracia que el pueblo está pidiendo en las calles árabes es, primero y sobre todo, una demanda de libertad y autodeterminación nacional con respecto a las fuerzas coloniales. No hay que olvidar que estas fuerzas coloniales son las que dividen al mundo árabe y apoyan, protegen, arman y entrenan a la mayoría de los regímenes dictatoriales, y siguen siendo el apoyo de los mismos regímenes que saquearon las riquezas de los pueblos árabes y subsidian por todos los medios la ocupación sionista de Palestina.

Para un análisis profundo de lo que está ocurriendo en Siria es necesario conocer estos aspectos. Desde luego esto no exime a nadie de responsabilidad: sin duda el régimen sirio tiene su parte, y también el presidente Bashar Al-Asad. Pero el pueblo árabe debe recordar y respetar su firmeza en los pasados años, cuando Siria se encontraba prácticamente sola en el «campo de batalla», como la voz más fuerte en apoyo de los movimientos árabes de resistencia en Líbano, Palestina e Iraq. En esos años difíciles nadie se atrevía a alzar la voz contra las invasiones extranjeras y las destructivas guerras coloniales; en esos años, la mayoría de los regímenes árabes y los medios de comunicación acosaban a Siria y a los movimientos de resistencia árabes. Negarse a reconocer este contexto es sencillamente apoyar a las fuerzas externas e internas que tratan de sembrar confusión para destruir esta experiencia y liquidar sus resultados positivos y, en última instancia, castigar a Siria por sus posiciones.

Con estos antecedentes, calificar de conspiración la confusión creada en torno a los acontecimientos de Siria no es una cuestión de propaganda ya que, de facto, las injerencias externas en Siria están llevando al país al borde del abismo. El riesgo de un colapso es grave y real, y la cólera popular siria, surgida de forma espontánea, ligada a las revoluciones del mundo árabe, ha sido muy bien utilizada, logrando desviarla lejos de sus objetivos originales. Podemos afirmar que el movimiento popular sirio está frente a un proceso de piratería conducido por piratas de cerca y lejos, provistos de todos los medios, incluidas armas, dinero y medios de comunicación, para jugar su papel. El objetivo parece estar muy claro: no se trata de apoderarse de la nave sino de hundirla. El colapso de Siria debilitaría las relaciones entre Siria e Irán, percibidas como una amenaza a la estrategia regional norteamericana, y frustraría una sólida alianza entre Egipto y Siria tras la revolución egipcia. Por tanto, no será extraño si Obama desde la Casa Blanca -como hizo hace algunos días con respecto a Bin Laden- manifiesta con una sonrisa: ¡Lo advertimos! ¡Quien no está con nosotros, antes o después lo pagará!

Lo que está ocurriendo en Siria es triste y doloroso, y es una trágica paradoja que mientras el pueblo árabe se siente feliz por haber recobrado Egipto, ahora teme perder a su gemela Siria.

Debe quedar claro que quien no quiere el bienestar y la fuerza de Siria como país, entra en contradicción con los intereses del pueblo árabe. Quien no quiere libertad y dignidad para el pueblo sirio no está en nuestra línea, ni tampoco quienes no salvaguardan y aprecian el papel nacional de Siria y mendigan la intervención de Washington, París, Londres, Roma y la OTAN en ayuda del pueblo sirio para alcanzar el llamado «cambio democrático», encubriendo de esta manera la agenda política de esas potencias coloniales.

Esta clara advertencia no debería ser entendida como una luz verde para continuar la opresión del pueblo sirio; ni tampoco se trata de evitar, o ignorar sus demandas de libertad y democracia. Es tan necesario comprender la amenaza de la piratería de las potencias coloniales contra Siria, como presionar sin vacilación al régimen sirio para que satisfaga las demandas del pueblo sirio y para obligarlo a ceder ante sus demandas sin concesiones. Esto significa verdaderas reformas políticas y sociales y lucha contra la corrupción. Esas son también las condiciones para inmunizar a Siria contra la intervención extranjera y para ganar la confianza de los millones de sirios que estarán dispuestos a luchar para proteger a Siria una vez que se les garantice el reconocimiento del respeto a su dignidad y libertad en todos los aspectos de su vida.

Terminamos llegando a la conclusión de que hay razones para tener confianza en la conciencia del pueblo sirio: a lo largo de su experiencia histórica, el pueblo aprendió a estar preparado para pagar un alto precio por salvaguardar sus principios, independencia y libertad. Por tanto no es fácil engañarlo o arrastrarlo a la trampa de la autodestrucción ya que, sin lugar a dudas, entiende que lo que está detrás de este desbarajuste llega de todas direcciones. Seguramente no se trata precisamente de amor a Siria, ni de la voluntad de las potencias coloniales occidentales y los regímenes árabes reaccionarios por ver una Siria libre, democrática y fuerte. El objetivo final es claro: lo que ellos quieren ahora es la cabeza de Siria y un país debilitado que ya no siga teniendo un importante e influyente papel. Quien no sea consciente de este hecho debe mirar más hacia el este para ver lo que está ocurriendo en Iraq, y después que mire hacia el oeste y vea a Libia bajo las bombas occidentales. Después de todo, ¡a quien importan los pueblos sirio o libio!

* Traducido por Remedios García (IEPALA) para el Centro de Información Alternativa (AIC), Jerusalén.
Fuente: http://www.alternativenews.org/castellano/index.php/topics/news/2909-siria-demandas-populares-internas-agendas-politicas-externas
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