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La nueva guerra entre el Líbano e Israel se libra debajo del mar

Fuentes: Periodismo Humano

Debería ser la mejor noticia que Israel y el Líbano han recibido jamás, porque a ambos les cambiará el futuro. El descubrimiento de las mayores reservas de gas natural encontradas en los últimos 10 años en sus propias costas implica un cambio drástico en la economía de dos países que hasta ahora dependían de la […]

Debería ser la mejor noticia que Israel y el Líbano han recibido jamás, porque a ambos les cambiará el futuro. El descubrimiento de las mayores reservas de gas natural encontradas en los últimos 10 años en sus propias costas implica un cambio drástico en la economía de dos países que hasta ahora dependían de la importación de recursos energéticos para abastecer a sus ciudadanos.

Podría permitirles ser autosuficientes, algo especialmente importante en el caso israelí, situado en un entorno poco amistoso dado que no tiene relaciones con la mayor parte de sus vecinos. Para Tel Aviv supondría el final de la incertidumbre de depender de las importaciones desde Egipto, donde el primer ministro en funciones ha anunciado que revisará sus acuerdos de exportación energética -privilegiados, en el caso de Tel Aviv- y donde los sabotajes de las instalaciones se multiplican aparentemente para interrumpir el flujo energético hacia Israel, al que Cairo proporciona el 40% de su electricidad: ya ha habido cuatro ataques desde la revolución egipcia. Y para el Líbano, supondría poner fin a las carencias de electricidad que motivan tantas protestas sociales. Podría permitirles incluso exportar gas, obteniendo importantes réditos económicos, si no fuera porque ambos países están en guerra y El Líbano ni siquiera tienen trazadas unas fronteras marítimas que le permita disponer legalmente de dichos recursos energéticos, como tampoco acuerdos de explotación o exploración de yacimientos en zonas transfronterizas.

Cinco años después de la última guerra entre Israel y el Líbano, una nueva batalla se libra bajo el mar. Concretamente, a entre 1.500 y 2.500 metros por debajo del agua, la distancia a la que se encuentran las reservas del arco sirio, un territorio que va de Egipto a Siria pasando por Gaza, Israel y Líbano e incluye aguas chipriotas. Según estimaciones de la institución norteamericana US Geological Survey, 3,4 billones de metros cúbicos de gas se esconden en esta cuenca, que también alberga 1.700 millones de barriles de petróleo. Pero se trata de meras estimaciones: sólo las perforaciones pueden corroborar dichas cifras. Los trabajos más recientes, realizados del lado israelí -que explota sus reservas desde 2004- por la compañía norteamericana Noble Energy, demuestran que uno de sus yacimientos, bautizado Leviatán, alberga 450.000 millones de metros cúbicos de gas, lo cual lo convertiría en el más grande descubierto en una década: un muy buen indicativo de lo que se esconde tras las costas mediterráneas de Oriente Próximo.

Una boya en aguas en disputa, vista desde la localidad libanesa de Naqura. AP /Mohammed Zaatari

La existencia de las reservas de gas se conocen desde hace tiempo -no en vano datan de 60 millones de años- pero sólo ahora, cuando la tecnología permite perforar a una profundidad de 1.500-2.000 metros sin excesivos costes, los países se están volcando en la batalla por los recursos que albergan sus costas. Y ahí viene el conflicto: en que no están claros los límites marítimos del Mediterráneo a su paso por el Líbano y eso los hace susceptibles de ser usurpados.

El pasado domingo, el Gobierno israelí aprobó y envío a Naciones Unidas un trazado unilateral de sus fronteras marítimas a partir de «principios jurídicos, acuerdos internacionales e intereses de explotación económica», según el primer ministro Benjamín Netanyahu. «Estas fronteras delinearán el área en la que el Estado disfrutará de derechos económicos exclusivos, incluido el derecho de explotación de los recursos naturales marítimos», afirmó Netanyahu citado por la prensa israelí, dando por hecho que Israel considera ésas sus fronteras marítimas de facto.

Algo que ha indignado a los libaneses, que ya transmitieron en julio de 2010 a Naciones Unidas un mapa que delimita su zona económica exclusiva que, en su día, recibió el respaldo de Estados Unidos y que entra en colisión con el trazado ahora por Israel. La diferencia consistiría en 15 kilómetros cuadrados. Quince kilómetros que, según Beirut, Israel se ha anexionado en su propuesta de zona de explotación exclusiva en lo que considera un nuevo episodio de ocupación ilegal.

Soldados israelíes durante un bombardeo contra el Líbano en la guerra de 2006. Oded Balilty / AP

La respuesta libanesa ha sido airada. El ministro de Energía, Gebran Bassil, lo ha calificado de «agresión», y desde Israel se teme que la disputa por los recursos energéticos sea utilizada por Hizbulá para justificar una nueva guerra entre ambos países. No en vano Bassil -miembro de un grupo político cristiano aliado con Hizbulá y de gran peso en el Gobierno- declaró a Al Manar, el canal de televisión del Partido de Dios, que «no estamos atacando a nadie pero tampoco vamos a aceptar que nadie nos ataque ni por un solo centímetro». Según Bassil, «el Líbano ha dibujado sus fronteras [marítimas] según la convención de la ONU sobre la Ley del Mar» y advierte que «ningún libanés aceptará renunciar a sus recursos energéticos o sus derechos marítimos».

El presidente del país del Cedro, Michel Sleiman, ha advertido que «cualquier decisión unilateral que tome Israel sobre las fronteras marítimas constituirá una violación de la ley internacional, como es costumbre en Israel» y el ministro de Asuntos Exteriores, Adnan Mansur, ha anunciado que el Líbano se opondrá a «cualquier confirmación internacional de una delimitación unilateral de las fronteras marítimas israelíes, incluso si emana de la ONU». «Ninguna compañía puede emprender trabajos de prospección de gas o petróleo en zonas marítimas que son objeto de un litigio legal, político y de seguridad», recordó Mansur, quien anunció que «el Gobierno libanés está estableciendo un mapa preciso para confirmar sus derechos en la zona económica exclusiva en el Mediterráneo, en una línea de 17 kilómetros en la zona denominada 23″. El ministro considera la propuesta israelí «una amenaza para la seguridad nacional».

Los suburbios chiíes de Beirut, tras un bombardeo israelí en 2006. Issam Kobeisi / AP

Según Israel, la demarcación propuesta por el Líbano choca con la ya propuesta en 2007 de las costas entre Líbano y Chipre y también con el acuerdo alcanzado entre Israel y Chipre sobre límites marítimos: ambos delimitan las fronteras marítimas del Líbano a falta de un trazado oficial. Argumenta que la propuesta libanesa -que no ha sido adoptada formalmente por el Parlamento- se adentra en territorio israelí, una acusación similar a la que hace Beirut hacia Tel Aviv. «La concepción israelí de las fronteras es cuanto menos elástica», explicaba en declaraciones a la publicación económica libanesa Le Commerce du Levant Sarkis Hlaiss, encargado de Hidrocarburos en el ministerio de Energía libanés.

De la delimitación de las fronteras depende el reparto de beneficios en el caso de yacimientos transfronterizos, por lo que, de momento, hace imposible pensar en explotar los yacimientos que queden en territorio difícil de definir. Incluso otros de propiedad más clara serán polémicos: «Algunos bloques de los cuales Noble Energy [empresa que trabaja en la explotación de reservas localizadas en la costa israelí] ha recibido la concesión son limítrofes a nuestras fronteras. No tengo los estudios sísmicos israelíes, pero en el caso de que las estructuras estén en estas zonas hay un 90% de posibilidades de que se traten de estructuras comunes».

En teoría, mientras no se alcance un acuerdo bilateral la explotación en dichas zonas es inviable y por tanto las potenciales ganancias se quedan en el aire. Al menos en el caso de Israel y el Líbano, donde el diálogo directo es imposible. Según la prensa israelí, el primer ministro Netanyahu ha iniciado contactos con la Autoridad Palestina para la explotación de dos plataformas situadas en las costas de Gaza en lo que implica contratos estimados en 800 millones de dólares. Más allá de las costas israelíes, Siria pretendía lanzar este año la adjudicación de contratos para la explotación de las reservas situadas en sus aguas territoriales: se desconoce si el plan sigue adelante dado el caos interno.

Un joven salta al Mediterráneo en la localidad de Acre, al norte de Israel. A. Zemlianichenko / AP

También es difícil la explotación en el caso de Chipre, con quien Líbano discute desde hace años acuerdos de delimitación marítima sólo para encontrarse con el bloqueo de Turquía. Ankara, que no reconoce la legitimidad griega en la mitad sur de la dividida isla mediterránea, frustra cualquier acuerdo -incluido el que se gestó entre Chipre e Israel en 2010- que no tome en cuenta los intereses turcos hasta que no se produzca una reunificación de la isla.

En el caso del acuerdo alcanzado entre Chipre y Egipto el pasado diciembre para definir sus fronteras marítimas, Turquía emitió una protesta formal. Su empeño en no abandonar el asunto es tal que llegó a enviar navíos de guerra a modo de aviso cuando barcos libaneses realizaban estudios de prospección en yacimientos situados en zonas comunes.

Pero el Líbano no renuncia a su sueño de independizarse energéticamente y disponer de reservas de hidrocarburos. Bassil se mostraba «casi seguro» de que se encontrará gas «en cantidades comerciales» en declaraciones reproducidas por Le Commerce du Levant. «Los yacimientos libaneses son más importantes que los de Israel», afirmaba el director general de instalaciones petrolíferas Sarkis Hlaiss. «Serán los más importantes de toda la cuenca levantina«.

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