Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Estamos ya muy familiarizados con la etiqueta de antisemita dirigida hacia todos los que disienten de las políticas deplorables de la desastrosa extrema derecha de Netanyahu. No importa si la resistencia a la ocupación israelí y a los recurrentes castigos colectivos surge de acciones de judíos, musulmanes, ateos, socialistas o activistas de derechos humanos. Además, el enfrentamiento entre judíos por las distintas opiniones ha creado una división muy preocupante que remite a preguntas como el significado de qué es ser judío dentro del contexto de la compasión, o si lo que estamos viendo es una respuesta de miedo de quienes una vez han sido deshumanizados y ciertamente victimizados. ¿Cómo puede esto justificar el papel continuo de Israel como victimario ejerciendo obscenos castigos colectivos, marginando y odiando a toda una población que la guerra dejó sin hogares ni libertad? ¿Cuál es el mensaje al mundo después de décadas de ocupación y prisión?
A mí personalmente me han llamado antisemita, y nada podría estar más lejos de la verdad. Mis motivos no son antijudíos sino que estoy contra la guerra que considero como fascismo en la forma de un sionismo nacionalista radical. Este comportamiento no ayuda, sino que destruye el alma del judaísmo, una religión espiritual, que adhiere a la tolerancia, la compasión, no mata y tiene el coraje para reflexionar sobre su modo de vida. Ahora se sabe que la Knesset, el centro del gobierno de Israel, ha expulsado a uno de sus miembros, una mujer árabe-israelí, Hanin Zuabi, que tuvo la osadía de participar en una protesta contra las acciones de su país. Fue testigo del brutal asesinato de nueve activistas desarmados en el nefasto Mavi Marmara cuando intentaban romper el cerco de Gaza. Ahora la amenazan con la pérdida de su ciudadanía israelí.
Sí, soy yo otra vez, judía refugiada de la Alemania nazi gritando al mundo «nunca más, no en mi nombre». Cada día me veo bombardeada con noticias de alguna atrocidad en nombre de la protección del ‘Estado democrático de Israel’. Me quiero despertar de esta pesadilla. Ya no puede tolerar seguir escuchando, «los palestinos no reconocen a Israel y quieren destruirnos». ¿Cuánto tiempo más podremos escuchar el mantra de Netanyahu (con la complicidad de los EE.UU.) «nunca vamos a reconocer a los terroristas de Hamás»? (legalmente elegido por una mayoría de palestinos). Quiero reiterar una vez más, aquellos que llaman terroristas a otros deben reflexionar sobre el propio terrorismo. EE.UU. también utiliza estas descuidadas proyecciones de la etiqueta de «terrorista» mientras se niega a reconocer su propio uso del terrorismo. Trágicamente, tanto Israel como los EE.UU. sufren ambos de forma desproporcionada una negación extrema de la naturaleza de su propio comportamiento violento para continuar las guerras y el sufrimiento humano y no pueden reflexionar sobre sus maníacas y egoístas agendas políticas. También es violencia vender armas a otros países y otorgarles poder ilimitado para destruir la vida humana a cambio de pagos abusivos.
Algunas noticias recientes han provocado consternación. Alemania vendió a Israel un submarino torpedo capaz de disparar misiles nucleares y provocar un holocausto nuclear. ¿Cómo es esto posible? ¿Puede ser ésta una forma de compensación de Alemania para calmar el inconsciente (o consciente) y la culpa por su historia infame, cuando la locura nazi y su rabioso antisemitismo florecieron con delirios de grandeza aria gobernando ese país? Yo no afirmo saber, pero reconozco ahora la locura de enviar armas a Israel. ¿Necesitamos más muertes y sufrimiento sin fin? ¿Dónde está la resistencia, la indignación? Necesito oír más, más fuerte, más alto. ¿Los planes de Israel incluyen ahora una guerra nuclear con Irán? ¿Perdió Israel todo viso de realidad? Puedo decir lo mismo de los EE.UU. que es capaz de seguir inconscientemente a Israel, transformándose en su más firme aliado a un precio de corrupción exorbitante. ¿Está en el orden del día de los matones de derecha de Netanyahu volar a todos sus vecinos para convertirse en el único país del Medio Oriente y la «única democracia?».
No permitamos que Israel se convierta en víctima de su propia profecía cumpliéndola por sus propias manos. Una pesadilla semejante, llamando a la destrucción de Israel, no es concebible. Israel junto con sus vecinos palestinos, debe cambiar la dirección política. Por ahora, Israel se está ahogando en un mar de paranoia y miedo. ¿Cómo puede una democracia convivir con una brutal ocupación? ¿Cómo es posible que tantos permanezcan ciegos? Ya ha sucedido antes, en los años 30, pero esta vez se presenta como un giro del destino. El racismo se presenta en una forma diferente, pero es igual de virulento. Tengo miedo. Imperturbable, este mito de la democracia se transformará en una tragedia continua e interminable tanto para Palestina como para Israel. Estos países deben, para poder sobrevivir enfrentarse en un diálogo honesto y sincero en un intento de comprensión y compromiso mutuos.
Ahora termino con algunos comentarios sobre la dura decisión de Israel de construir un museo sobre un cementerio musulmán de varios siglos. Durante años, los musulmanes lucharon sin éxito para evitar esta construcción. La ironía es que el «Museo de la Tolerancia» se está construyendo para fomentar la convivencia y es un proyecto del Centro Simon Wiesenthal, conocido cazador de nazis. Los judíos ultraortodoxos afirman que allí se encontraban antiguas tumbas judías. En lugar de la tolerancia, se ve la arrogancia, el racismo, el infantilismo y una pronunciada falta de justicia en acción. ¿Puede servir esta provocativa y destructiva decisión para reforzar el trágico ascenso, una vez más, del antisemitismo en todo el mundo?
Lillian Rosengarten, refugiada de la Alemania nazi es practicante budista, poeta, escritora y pacifista. Contacto: [email protected]
Fuente: http://palestinechronicle.com/view_article_details.php?id=17015