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Romper el círculo vicioso

Fuentes: Haaretz

Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.

La asfixiante trampa que los sucesivos gobiernos israelíes nos han puesto en los últimos 40 años, ya no nos permite respirar.

El día después de los ataques terroristas del jueves, los medios de comunicación se apresuraron a declarar el fin del movimiento de protesta debido a que se impondría la agenda política de seguridad. Como si nada hubiera pasado, como si los israelíes no hubieran salido a las calles en masa con el fin de lograr un cambio. Para los medios de comunicación y, por supuesto para el gobierno, es como si nada hubiera cambiado a la hora de volver a fijar la agenda. Ellos -el gobierno y los medios de comunicación- nos recuerdan lo que es realmente importante y urgente.

Que es la mayor amenaza que enfrentamos. No es la situación de seguridad, pero es lo conocido, más de lo mismo. Esa respuesta israelí habitual, completamente automática, como un mantra, como estar hipnotizado. Reuniones de emergencia del gabinete de interior y el foro de los ocho ministros, los ataques de las FDI, el ejército israelí mata, la exigencia de una disculpa y de una investigación, los funerales, heridos, testigos presenciales y el primer ministro diciendo por enésima vez: «Cuando los civiles israelíes son atacados, respondemos con fuerza y rapidez». Algún que otro ministro de Defensa o de otra área dice: «Vamos a golpear con decisión y con total fuerza». Algún que otro dirigente de la oposición declara: «Esta acción exige una respuesta de Israel, vamos a apoyar las acciones del gobierno.» Más y más de lo mismo, se repite una y otra vez, atrapados en un interminable carrusel sin salida.

Este callejón sin salida es una de las principales razones del gran movimiento de protesta sin precedentes que está teniendo lugar. Aun cuando la palabra «ocupación» no se pronuncia, aunque no se habla de un Estado palestino, la asfixiante trampa que los sucesivos gobiernos israelíes nos han puesto en los últimos 40 años, ya no nos permite respirar. Hay un sentimiento de desesperanza e inutilidad que derivan de la certeza de que todo es lo mismo, y sólo la situación de los ciudadanos declina día a día. No hay nada que esperar, tampoco las posibilidades de que algo cambie.

Siempre es sorprendente darse cuenta de que, salvo el breve episodio de la administración de Rabin, ningún gobierno tomó alguna medida para cambiar la situación fundamental de Israel, en términos de seguridad y política en la región. Ningún gobierno propuso una solución o respuesta a una oferta realizada. En consecuencia, ningún primer ministro nos dio una esperanza o una visión de una mejor vida en Israel.

Todos nos atemorizan con las múltiples amenazas a la existencia del Estado, pero nadie puede pensar en una realidad diferente. Nadie acercó una visión de paz con los estados vecinos; relaciones de buena vecindad, tampoco asociaciones que lleven a un gran crecimiento económico, a una enriquecedora mezcla cultural y de cooperación, hasta militar. Sí, sí. Solo imagine a Israel vivir en paz con Palestina, Egipto, Siria, Líbano y Jordania, todos ellos formando una alianza semejante a la OTAN -algo así como el Tratado la Organización del Medio Oriente-, y juntos luchando contra las organizaciones radicales islámicas que nos amenazan a todos.

¿Suena delirante, utópico, imposible? La verdad es que no está tan lejos de la aceptación de la iniciativa de paz árabe, que incluye la normalización de las relaciones de Israel con todos los Estados árabes, la creación de un Estado palestino amistoso y un tratado de paz con Siria. Durante años, todo esto estaba al alcance, y algunos todavía lo están. Agregando el deseo de vivir en paz y en cooperación, el cuadro imaginario podría ser muy realista.

A fin de alcanzar tal visión, nuestros políticos deberían verla. El profesor Dan Ariely, autor del libro Predictably Irrational: The Hidden Forces That Shape Our Decisions (Irracional e impredecible las fuerzas ocultas que dan forma nuestras decisiones), explica que el cerebro crea una expectativa que luego se cumple en la realidad, independientemente de la realidad actual. Durante años hemos estado cautivos de expectativas de amenaza y de guerra, respondiendo con brutalidad. Con los años, este círculo vicioso se fue acortando entre incidente e incidente, haciéndose cada vez más destructivo para el Estado y para la sociedad israelí.

La protesta social rompió con ese patrón. El público no lo quiere más, comenzó a esbozar una nueva imagen del mundo. La protesta exige una nueva agenda, una que refute el axioma de que el militarismo y la agresividad sean la prioridad. Esta agenda también incluye una nueva forma de pensar en el mundo de la política regional. Un estado de bienestar no obliga a sus ciudadanos a vivir bajo la amenaza de la guerra y la aniquilación, un estado de bienestar se esfuerza por lograr una paz genuina y lo consigue. Y la demanda de un Estado semejante, no va a desaparecer.

Fuente: http://www.haaretz.com/print-edition/opinion/israel-s-social-protests-are-anything-but-dead-1.379752