Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El discurso de Mahmud Abbas ante la Asamblea General de EE.UU. el 23 de diciembre fue mucho más débil que el electrizante discurso de Yasir Arafat en 1974 desde el mismo podio. Tampoco se comparó con el digno -e incontestable- llamado a la justicia de Haidar Abdul Shafi en la Conferencia por la Paz en Madrid de 1991. Sin embargo, puede llegar a verse como un hito histórico en la suerte del pueblo palestino.
La agenda de Abbas fue transparente. Estaba enviando a los estadounidenses un mensaje: mostrad más determinación, dejad de apaciguar a Israel y lanzad negociaciones creíbles, porque si no lo hacéis, mi próximo fracaso será el último. Hay diversos problemas con su enfoque. Para empezar, el denominado proceso de paz funciona exactamente como se planeó, para dar cobertura política a la colonización israelí y mantener el monopolio diplomático de EE.UU. En segundo lugar, EE.UU. se ha vuelto todavía más extremista que Israel. El discurso de Obama deleitó a Avigdor Lieberman pero fue denunciado por políticos estadounidenses como traición a Israel. Tercero, no hay nada que negociar con los actuales gobernantes de Israel, que incluso se niegan a reconocer la ocupación, para no hablan de terminarla.
No tiene nada que ver que el fracaso de la solicitud palestina de miembro pleno de la ONU sea seguro, gracias a EE.UU. El punto es, más bien, que los palestinos han dado el primer paso esencial hacia la internacionalización de su lucha y hacia la reanimación de los derechos codificados en resoluciones de la ONU y en el derecho internacional como marco para resolver el conflicto. Ya que Washington no está en sintonía con el resto del mundo, es imperativo que los palestinos se liberen de la órbita estadounidense.
En su más reciente maniobra, Washington hundió los intentos del Cuarteto de crear un marco para nuevas negociaciones al insistir en que comiencen sin condiciones previas (como una congelación de los asentamientos) y que los palestinos se sometan a la demanda de Netanyahu de que reconozcan a Israel como Estado judío. Con países como Holanda que bloquean un consenso de la Unión Europeo que se desvía de la posición de Israel, Europa tampoco está en una posición para ofrecer a Abbas un camino digno de retorno a las negociaciones.
Si Abbas no puede dar marcha atrás y sobrevivir, tampoco se puede mantener quieto durante mucho tiempo y seguir en su sitio. Hay señales crecientes de que los palestinos no tolerarán Oslo durante mucho tiempo más. En la práctica, eso significa que Abbas -o si es incapaz o no está dispuesto, su sucesor- no tiene otra alternativa que más iniciativas hacia la internacionalización de la cuestión palestina.
Sin embargo, la internacionalización solo puede formar parte de una nueva estrategia palestina. También existe la necesidad de una verdadera reconciliación inter-palestina, que conduzca a un movimiento nacional rejuvenecido en el cual todas las tendencias estén adecuadamente representadas. Los palestinos también deben liberarse de la noción de que los derechos inalienables tienen que ser granjeados, negociados, u obtenidos mediante la colaboración con un ocupante. Y aunque sería necio que los palestinos renunciaran a su derecho a defenderse mediante la fuerza armada, deben comprometerse sin ambigüedades a los principios de la guerra fijados en el derecho internacional. Tal vez, de manera más concreta, las actuales circunstancias sugieren que los palestinos pueden lograr más, y más rápido, mediante una combinación de movilización popular, defensa legal y política, y una solidaridad internacional formal y popular, que a través de la lucha armada.
Aparte de la casi total ausencia de diálogo y consenso preparatorios, muchas de las objeciones que los palestinos han presentado a la iniciativa en la ONU no tienen mucho sentido. Los temores de que la calidad de miembro en la ONU pueda diluir de alguna manera las reivindicaciones de representatividad de la OLP o los derechos de los refugiados están fuera de lugar por el simple motivo de que la solicitud nunca tuvo una probabilidad de éxito para comenzar. Semejantes críticas tienen aún menos sentido cuando la alternativa postulada era seguir enzarzados en Oslo o que el movimiento promueva boicot, desinversión y sanciones. BDS es una táctica más que un programa nacional, y sus patrocinadores y activistas no son un sustituto del movimiento nacional con urgente necesidad de rejuvenecimiento.
Más coherentes son las objeciones presentadas por los propugnadores de la solución de un solo Estado, por el simple motivo de que el consenso internacional y los derechos reconocidos del pueblo palestino apuntan inevitablemente hacia un enfoque de dos Estados. Al respecto, los que promueven un marco de un Estado como reacción ante la creciente colonización por Israel de los territorios ocupados, todavía tienen que explicar cómo el hecho de que no se supere el desafío menor de terminar la ocupación de 1967 justifica el objetivo exponencialmente más ambicioso de un Estado democrático secular en toda Palestina histórica. Por el momento, sin embargo, los argumentos sobre los métodos relativos de una solución de uno o dos Estados hacen pensar en un convicto que en la noche antes de su ejecución sufre pensando en cuál será el mejor plan de jubilación.
[Este artículo fue publicado en London Review of Books]
Fuente: http://www.jadaliyya.com/
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