Recomiendo:
0

Marcos Aguinis refutando a Noam Chomsky

De la polémica con argumentos a la difamación sin pruebas

Fuentes: Rebelión

Marcos Aguinis encarna como pocos aquel personaje de Tikkanen, una suerte de Quino finlandés, que afirmaba: «Mi moral es tan buena que no se daña haga yo lo que hiciere«. Y por eso, infiero, se permite «citar» a Noam Chomsky sin mencionar fuente alguna.1 Con ese método y su bagaje ideológico habitual, que nos atrevemos […]

Marcos Aguinis encarna como pocos aquel personaje de Tikkanen, una suerte de Quino finlandés, que afirmaba: «Mi moral es tan buena que no se daña haga yo lo que hiciere«.

Y por eso, infiero, se permite «citar» a Noam Chomsky sin mencionar fuente alguna.1

Con ese método y su bagaje ideológico habitual, que nos atrevemos a definir como filosofía panglossiana; que EE.UU. e Israel encarnan la democracia, es decir el gobierno del pueblo, que el imperialismo no existe (obviamente el imperialismo made in USA, pues descontamos que sí acepta -y condena- la existencia de imperios menores como el otomano, el ruso, el nazi), Aguinis se despacha a gusto contra «revolucionarios» que se aprovechan de las libertades públicas que les conceden los mismísimos regímenes denostados.

No es mi intención defender los privilegios que muchos intelectuales occidentales gozan; mis preocupaciones van más bien a defender derechos de muchos despojados de tales, tanto en Occidente como en cualquier sitio. Por lo demás, si quisiéramos analizar tales privilegios, el señor Aguinis ocuparía un lugar primordial, porque ha adoptado la condición de ser ladero de poderes muy bien establecidos que ladra a críticos de esos mismos poderes. Es decir, un panglossiano perfecto.

Pero habiendo caído en mis manos la diatriba de Aguinis contra «revolucionarios en democracia» quiero llamar la atención sobre la falta franca de honestidad intelectual, de la más elemental, cuando el mencionado Aguinis critica a santos que no son de su devoción, como el citado Chomsky:

«Como utopista de viejo estilo, Chomsky adhirió a Stalin y Mao cuando estos monstruos dilapidaban su poder carneando millones de personas.»

La frasecilla de Aguinis prescinde de toda referencia, que suponemos supondrá superflua, porque suponemos que supone que todos sabemos a qué se refiere. Sin embargo, nos gustaría conocer la fuente, que revelaría, una visión muy distinta que el regodeo en la carnicería que le atribuye, calumniosamente, Aguinis.

Más abajo, se refiere a Chomsky como «enceguecido por la promesa milenarista que había desencadenado Marx y esperaba ver concretada con el duro modelo leninista.» Otra vez, sería buenísimo conocer la fuente de tan peculiar amorío chomskiano por Lenin. Pero esperaríamos en vano; Aguinis no cita, construye, inventa, infama.

Luego Aguinis incursiona en los análisis lingüísticos de Chomsky y nos narra los intentos de Chomsky de establecer un paralelo entre sus hipótesis en esa área del conocimiento humano -el lenguaje- y sus convicciones político-ideológicas. Afirma así, suelto de cuerpo, como si supiera de lo que habla: «Ninguna democracia quiere sacar a muchos pueblos de la oscuridad y la tiranía, sino expoliarles sus riquezas. Eso suena delicioso y da gusto repetirlo. Que esa misma técnica haya sido empleada por la URSS no entra en sus análisis. […] ¿Para qué Stalin y Mao generaron hambrunas y asesinaron a millones si su objetivo era imposible? ¿No quisieron imponer algo que iba en contra de las herencias innatas? Sus pupilas sólo se centran en el perverso estado democrático liberal […].»

Veamos siquiera un ejemplo que da por tierra con las invocaciones de MA.

Hablando del papel de los intelectuales en la configuración del poder contemporáneo, transnacional y mundializado, Chomsky contesta en una entrevista hace pocos años: «Para los intelectuales técnicos, se trata de una concepción muy atractiva: somos racionales, la gente capaz, y las decisiones y el gerenciamiento deberían estar en nuestras manos».

«En realidad, he escrito varias veces que en algunos aspectos están muy cerca del bolcheviquismo. Y en realidad, si uno los parangona, las afirmaciones de Robert McNamara y las de Vladimir Lenin son sorprendentemente similares. En ambos casos subyace una concepción de una vanguardia de planificadores racionales a quienes tiene que dejárseles las manos libres, sin interferencias de quienes uno de ellos, Walter Lippman, llamaba ‘marginales meteretes e ignorantes’, es decir la población, sencillamente, que se interponía en los designios.2

¿Qué tiene que ver este (y tantos otros textos) de Chomsky con las lucubraciones calumniosas del presuntamente impoluto Aguinis?

Que Chomsky haya centrado su crítica en los mecanismos de poder oculto y melifluo de la maquinaria de dominación política, económica, ideológica del american way of life no lo hace necesariamente ciego ni indiferente a otros atropellos y opresiones. Aunque con lógica irrefutable haya concentrado sus trabajos en denunciar lo que tiene más cerca, lo que mejor conoce. Aguinis no puede ni inteligir semejante actitud.

Pero nos parece entender por qué Aguinis se atreve a escribir lo que escribe: en primer lugar, en las trincheras ideológicas que usa no le van a pedir solvencia intelectual; que, por ejemplo, las citas remitan a una fuente…Y en segundo lugar, le consta que sus lectores jamás han manchado ni sus almas ni sus globos oculares con la lectura de Chomsky.

Porque es difícil encontrar dos Chomskys más disímiles que el de sus ensayos y libros, es decir el propio Chomsky, y el de Aguinis.

Desde su universo ideológico, Aguinis afirma, no sin razón, que en algunos (odiosos) lugares, «los líderes locales generan pobreza». Lo que nunca dice, ni ha dicho, ni por lo visto dirá este paladín de la riqueza mal habida, del despojo y el destrozo planetario, es que la generación local de pobreza, fenómeno que vemos permanentemente en el llamado Tercer Mundo, con líderes de la calaña de un Mubarak, un Abbas, un Karzai, un Lobo, un Somoza, proviene de centros imperiales, del dominio exógeno, que utiliza a tales sátrapas y «virreyes» para el enriquecimiento metropolitano y el hundimiento de las sociedades «administradas» por tales líderes.

No nos sorprende ni la nota, ni su mendacidad, ni desde donde fue difundida.

Luis E. Sabini Fernández. Periodista, integrante del equipo docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos, Facultad de Filosofìa y Letras, Universidad de Buenos Aires.

Notas:

1 «Revolucionarios en democracia», La Nación, Buenos Aires, 14/9/2011.

2 N. Chomsky entrevistado por Gabriel M. Schivone, «Responsability and War Guilt. A Culture-Setting Intelligentsia. The responsibility of Intellectuals» [s/f.] (mi traducción).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.