Sin patrones ni referentes en el mundo que orienten sobre cómo actuar y con el realismo como bandera, Cuba se ha embarcado en una reestructuración de su economía para agilizarla, dinamizarla y mejorar la calidad de vida de su pueblo. En otras palabras, «hacer más eficiente la economía pero sin renunciar en ningún caso al […]
Sin patrones ni referentes en el mundo que orienten sobre cómo actuar y con el realismo como bandera, Cuba se ha embarcado en una reestructuración de su economía para agilizarla, dinamizarla y mejorar la calidad de vida de su pueblo. En otras palabras, «hacer más eficiente la economía pero sin renunciar en ningún caso al socialismo».
Éste es el mensaje lanzado por el presidente de la Comisión Constitucional de la Asamblea Nacional cubana y decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, José Luis Toledo, en un acto organizado por la Asociación Valenciana de Amistad con Cuba José Martí y el Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS), que se celebró el pasado jueves, 24 de noviembre, en Valencia.
Aprobados este año por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba y por la Asamblea Nacional del Poder Popular, los 313 Lineamientos de la Política Económica y Social representan la hoja de ruta para una reestructuración de la economía cubana en el marco de la revolución socialista y sin abandonar ninguna de sus principales conquistas (el derecho a la salud, la educación y el deporte universales y gratuitos). Los Lineamientos son también el resultado de un proceso de discusión democrática, en el que han participado vecinos, estudiantes, obreros, organizaciones de mujeres, entre otros colectivos, que además han introducido cambios (en muchos casos sustanciales) a las propuestas iniciales.
Una de las principales cuestiones pendientes, y que abordan los lineamientos, es la redimensión del aparato del estado. Según José Luis Toledo, «hay en la superestructura estatal mucha fuerza de trabajo innecesaria, lo que genera problemas de productividad». La reorganización no se realizará por las bravas, como sucede con los planes de ajuste en los países capitalistas. «A nadie se le dejará en la calle; las medidas se adoptarán después que Administración y sindicatos analicen las necesidades de cada centro de trabajo; si a alguien no se le puede reubicar en el mismo centro, se le ofrecen hasta tres posibilidades fuera del mismo y, por supuesto, cabe la opción del recurso ante los tribunales laborales», matiza Toledo.
Hay también en los Lineamientos una apuesta decidida por la microeconomía, en concreto, por el desarrollo del trabajo por cuenta propia. Aunque en términos generales el estado pierda presencia en la economía y adelgace su peso, ello no supone dejar a los trabajadores a la intemperie. De hecho, a los autónomos o cuentapropistas el estado les facilitará recursos y materias primas. Precisamente es éste uno de los sectores que más ha crecido durante los últimos años en la economía cubana: en cualquier cuadra pueden observarse vendedores de café, pizzas, paladares (restaurantes) o pequeños negocios montados por un electricista o un zapatero.
Además de permitir la contratación de mano de obra (con las correspondientes cotizaciones a la seguridad social), «otra reforma inaplazable, apunta José Luis Toledo, es la fiscal, ya que durante 40 años en Cuba no se han pagado prácticamente impuestos al estado». Para revertir esta carencia de ingresos, la Asamblea Nacional aprobó en julio una nueva ley tributaria tras un proceso de información al conjunto de la sociedad cubana.
Otra necesidad que apremia ahora mismo en Cuba es la de aumentar la disponibilidad de alimentos y, para ello, debe implementarse una reforma agraria, tal como establecen los Lineamientos. «Las tierras ociosas e improductivas podrán entregarse diez años por usufructo, extensibles por otros diez, para quien quiera dedicarse a labores agropecuarias», explica el Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana. Y agrega el principio general: «Hemos de garantizar sobre todo el autoabastecimiento agrícola del país y procurar un paulatino regreso de la población a las tareas rurales».
Muchas de estas modificaciones son bien recientes. Por ejemplo, Toledo ha anunciado en el acto organizado por la Asociación José Martí y el CEPS una de las últimas reformas: los agricultores podrán vender directamente sus productos a las cadenas hoteleras sin necesidad de que medien las empresas estatales. Otros dos Decretos-Ley aprobados en las últimas fechas insisten en la misma línea liberalizadora: permitir la compra-venta de coches entre personas, que durante mucho tiempo estuvo restringida; y eliminar las trabas a la compra, venta y donación de viviendas, que tendrán que estar en todo caso inscritas en el registro de la propiedad (lo que, de paso, servirá para actualizarlo).
La cuestión de la vivienda en Cuba tiene una larga explicación, que se retrotrae a la década de los 80 cuando la Revolución entregó a cada ciudadano la casa en propiedad. El estado vendió las casas a los particulares a precios simbólicos, y además les concedió facilidades de pago (en función de los salarios). También se entregaron muchos hogares gratis, por ejemplo, a los afectados por catástrofes naturales. En este contexto, y dado que el estado había otorgado grandes facilidades de acceso, se negó a la vivienda la condición de mercancía y se establecieron numerosas limitaciones a la compra-venta. Pero los tiempos cambian y se estrena ahora una nueva etapa de desregulación.
Se trata de reformas, todas ellas, que proceden de una lectura atenta de la realidad o, como ha afirmado el presidente Raúl Castro, «con el oído puesto en la tierra para observar los cambios que hay que hacer». Por eso, según José Luis Toledo, resulta esencial aumentar la productividad de la economía cubana y, en esta línea, «el salario ha de convertirse en el medio básico de la subsistencia del individuo, sea en una empresa estatal o en una privada; hoy el salario en Cuba da para poco y ha de incrementarse, pero siempre ligado a un aumento de la productividad en el centro de trabajo».
Además de poner al salario en el centro de la economía, el presidente de la Comisión Constitucional de la Asamblea Nacional cubana señala otra herramienta capital, el Plan. «El objetivo es no gastar más de lo presupuestado en los planes, sean de santidad, educación o cualquier otro capítulo. En este punto hay que ser muy estrictos para no incurrir en grandes déficits». «Con el tiempo hemos aprendido a ser realistas», explica Toledo, quien además vaticina que en 2012 la economía cubana registrará un «modesto crecimiento».
Así pues, los Lineamientos apuntan cambios profundos pero conservando la esencia de la revolución, sus grandes conquistas. Sanidad, Educación y Defensa quedarán exentas de la penetración del capital privado, todo un logro cuando los pilares del Estado Social se venden al mejor postor en todo el mundo, con la coartada de la actual crisis. Esto no impide que Cuba se abra a la inversión extranjera, subraya José Luis Toledo, «pero de manera ordenada y evitando que genere corrupción; con el fin de evitar la corrupción neocolonial se separan los cometidos de negociar con una empresa extranjera y decidir finalmente sobre su implantación». También se ha creado un organismo nuevo, la Contaduría General de la República, para que audite las cuentas del estado, el destino de las inversiones públicas y la licitud de las empresas que operen en el país.
El estado, en este contexto, se desvinculará cada vez más de la gestión empresarial. Grandes grupos de empresas dirigidos actualmente por ministerios, como la industria azucarera o correos, se racionalizarán y aunque permanezcan en el sector público de la economía, funcionarán con criterios de costes y resultados, e incluso se abre la posibilidad a que puedan declararse en quiebra. Esto se complementa con un fomento de las cooperativas en sectores que ahora tutela el estado (el gobierno trabaja en una ley de cooperativas) y en el arrendamiento a particulares, que contarán con apoyo estatal, de actividades como peluquerías o taxis. Reformas audaces cuyo resultado está aún por ver, pero que por su magnitud inauguran una tercera etapa en la historia de la revolución cubana, tras la victoria de 1959 y el fin del «periodo especial».
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