«No se puede hacer el bien o la justicia si no se sabe qué es el bien y la justicia» Sócrates. La británica baronesa Catherine Margaret Ashton dirige la política exterior de la Unión Europea con fardos a cuestas desde su nombramiento en el 2009. Tan altísima representante era entonces una desconocida entre los notables […]
«No se puede hacer el bien o la justicia si no se sabe qué es el bien y la justicia»
Sócrates.
La británica baronesa Catherine Margaret Ashton dirige la política exterior de la Unión Europea con fardos a cuestas desde su nombramiento en el 2009. Tan altísima representante era entonces una desconocida entre los notables comunitarios sorprendidos por su ascenso, sus errores y sucesivas ausencias en acontecimientos de relevante interés. Los comentarios desde dentro de la UE trascienden en clave confidencial al tildar de albur un nombramiento poco respaldado por la excelencia diplomática.
Cuba acaba de salirle al paso a un reciente denuesto de la baronesa sobre la isla publicada en el diario brasileño Estado de Sao Paulo. Según Catherine Ashton los cubanos estan requeridos de «un respeto total de los derechos civiles y políticos de la población, incluyendo la libertad de expresión». Además de condenar la injerencia el Director interino de Europa del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, Elio Rodríguez Perdomo, reitera que su nación no le reconoce a la Unión Europea «autoridad moral ni política alguna para criticar a la isla en materia de derechos humanos».
La respuesta también insta «al bloque a ocuparse de los graves problemas que lo aquejan». Pocos no son. Los más sensibles atormentan a segmentos sociales casi paralizados. Europa vive la involución provocada por el asedio financiero. La crisis es una sucesión de titulares sobre una realidad dramática, reveladora de una inclinación política dispuesta a favorecer la ruleta mercantil sacrificando con recortes los presupuestos destinados a salud, formación, proyectos sociales e investigación. Las familias asisten a la pérdida de negocios, empleos y hogares. Sin ingresos, con las tarifas de consumo al alza (luz y gas) y mayores impuestos las órdenes de desahucio constituyen una pesadilla para los hipotecados sin recursos ni paliativos que quedan irremediablemente en la calle.
La crisis económica pregona las inequidades contemporáneas por encima de las líneas editoriales y del hábito al encubrimiento. Los políticos enquistados en una gestión supeditada a las élites financieras pierden credibilidad por la inconsistencia ética de sus actuaciones. Dentro de las cumbres europeas se insiste en sepultar las demandas populares para salvar a sus bancos sin deparar en los derechos ciudadanos. La democracia occidental ha asistido en estos tiempos a cambios constitucionales no refrendados, designación de gobiernos tecnocráticos e imposición de reformas ajenas a las necesidades sociales más las incursiones bélicas internacionales.
Muy poca ejemplaridad exhibe el ruedo de la alta comisionada para la política exterior de la Unión Europea. Debe aplicarse en sus deberes regionales antes de atacar a Cuba con la rutina marcada por un engendro de intereses políticos que acaba de cumplir cincuenta años de bloqueo activo.
La orientación de la actualidad cubana favorece las licencias para el autoempleo, la concesión de tierras en usufructo y de créditos a las familias dentro de un paquete de reformas destinadas a mejorar su situación interna que no ha sufrido recortes de las partidas sociales. En el contexto de crisis global Cuba continúa apostando por un proyecto de dimensión humana respaldado mayoritariamente. A pesar de la complejidad en que desarrolla sus decisiones se insiste en el diálogo desde el pleno respeto a su soberanía.
La liberación de presos durante los dos últimos años se corresponde con su adhesión a las decisiones de carácter humanitario consecuente con las prácticas que han llevado a contingentes de profesionales cubanos a salvar vidas en todos los continentes.
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) destaca cuanto se debe aprender de las políticas cubanas para reducir la desigualdad. Es ese apego determinado por el sentir de las mayorías lo que refrenda sus acuerdos internos y la integración cubana en el concierto latinoamericano. Su autenticidad es incuestionable pese a las malas campañas de medios o de voceros convenientemente posicionados que como en el caso de Catherine Margaret Ashton prefiere volver a sus deslices tirando piedras.
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