Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Puede que las personas interesadas en la revolución siria, que debería valorarse como un trascendental paso adelante desde el actual régimen sirio, quieran hacer una pausa en su resuelto apoyo a algunos de sus principales representantes. En particular, y meses después de su establecimiento, el Consejo Nacional Sirio (CNS) no ha logrado aportar el liderazgo, autonomía y consenso necesarios para luchar contra el régimen sirio. Esta no es una observación controvertida ni siquiera entre algunas de las bases del CNS. Pero hay más cosas que podrían y deberían discutirse de forma sistemática, no solo para señalar la división y alianzas contraproducentes asociadas con el CNS sino, precisamente, para comprender cómo podría una oposición fuerte encauzar este tardío levantamiento contra décadas de tiranía.
Al destacar el papel del CNS no significa que reduzcamos la revolución a ese movimiento ni que lo situemos en una posición de privilegio como única fuerza de oposición. Más bien refleja la importancia que sirios y no sirios le han concedido por igual desde su creación en octubre de 2011. Es sencillamente un punto de partida. La asunción que aquí hacemos es que, en general, la oposición independiente interna sobre el terreno y los Comités de Coordinación locales son la mejor expresión del levantamiento sirio hasta la fecha, a pesar de la creciente infiltración de elementos con motivos sospechosos. Pero para enfrentar el régimen sirio se necesita mucha más estrategia, mucho más liderazgo y mucho más consenso.
El hecho de que el CNS cuente con fuertes apoyos internos no se debe tanto a su naturaleza representativa y eficacia política como a una constelación de factores que dejan pocas opciones a un movimiento de protesta aislado y asediado. En un sentido más crítico, algunas de las estrategias manifestadas por el CNS -por ejemplo, alianzas internacionales/regionales, intervención y planes futuros- convergen con una creciente tendencia conservadora y sectaria dentro de la oposición interna, una tendencia que está creciendo en número y en términos de vínculos regionales. Si esa tendencia supone en sí misma una respuesta desesperada ante la brutalidad del régimen y el sectarismo de los shabiha [matones] o la expresión de algo más cínico, o ambas cosas, no es lo que aquí estamos abordando. El CNS ha fracasado hasta ahora como liderazgo contra la dictadura a la hora de reforzar el tipo de valores y estrategias que construyen consenso y se atraen nuevos apoyos a nivel local, regional e internacional. En consecuencia, asumir sencillamente que este levantamiento va a triunfar solo porque el régimen es autoritario y está matando a su pueblo, es algo que no debe darse ya por sentado. La oposición interna está ahora armada y estamos viendo una clase distinta de confrontación, aunque la ventaja a nivel militar está del lado del régimen.
Por consiguiente, quienes consideran que el levantamiento, a diferentes niveles, va por mal camino no deberían abandonar el objetivo de combatir y derrocar la dictadura a menos, desde luego, que para ellos la cuestión de la dictadura quede completamente eclipsada ante otras consideraciones regionales. En ese caso, este campo -sea cual sea el nombre que cada uno le dé-, es la imagen en espejo del CNS desde el otro lado. (He abordado ese campo aquí y pronto lo completaré en la Parte III)
Difícil de vender en un entorno explosivo
En la atmósfera actual de continuas matanzas (de forma abrumadora por parte del régimen), presionar para que se dé una reflexión y una matización es una tarea dura y más dura aún de vender. Pero a menos que las mentes se vuelvan más frías y despejadas, el propio ímpetu del levantamiento contra la tiranía y la injusticia social se verá considerablemente comprometido. Peor aún, una catástrofe de proporciones aún mucho mayores está al acecho justo a la vuelta de la esquina en caso de una guerra civil sin cuartel o de una intervención militar extranjera.
Esto exige una discusión seria y franca, pero solo entre aquellos que vean la importancia y necesidad absoluta de poner fin a décadas de dictadura. Una discusión no puede avanzar poniendo el énfasis en el statu quo anterior. Retroceder a la fórmula anterior a marzo de 2011 no es ya posible ni imaginable. El régimen sirio ha perdido su capacidad para gobernar Siria. Solo puede imponer su voluntad en determinadas áreas y en formas que no harán sino continuar socavando cualquier autoridad que le quede como consecuencia de su brutal y, en cualquier caso, habitual forma de abordar los incidentes como el inicial en Deraa, así como sus consecuencias.
A pesar de las advertencias, el punto de partida es aparentemente la irreconciliable polarización que uno presencia entre espectadores y participantes en relación al levantamiento sirio. Es imposible meter baza sin que individuos dogmáticos o cortos de miras de la «otra» parte te llamen todo un maremágnum de cosas. Incluso entre los que se oponen, en principio, al régimen, la discusión no se priva de un montón de insultos acerca de quién es un marxista verdadero, un demócrata radical, un auténtico partidario del pueblo, un verdadero detractor del régimen, un humanista, un mejor agente de la resistencia o cuanto Vds. puedan imaginar.
En efecto, la situación del discurso es aterradora y trágica, especialmente si se compara con otros casos de levantamientos en la región. A cierto nivel, es parcialmente comprensible: está tanto en juego para tantas partes, para tantas causas… Pero lo que está en juego se refiere a algo más que el triunfo de la dictadura o de la oposición: se trata de la gramática completa de la política en la región y más allá. Es una guerra de prioridades y grandes ganancias frente a grandes pérdidas, una batalla en el que el vencedor se lo lleva todo, en la que las vidas perdidas de miles de personas se comparan rutinariamente con la pérdida de decenas de miles, por decirlo de alguna manera. También yo soy culpable personalmente de ese tipo de comparaciones, pero lo admito y considero que es una discusión dura aunque ineludible para todos los que están preocupados por Siria y los sirios, ahora y en el futuro. Aunque la urgencia actual debe tener precedencia, la constelación de factores en contra de un levantamiento independiente y auténtico hace que, en última instancia, este cálculo sea menos intuitivo de lo que parece a primera vista. Y, más específicamente, no podemos contentarnos con una lente humanitaria estrecha y descontar el futuro como consecuencia. Dada la trayectoria de la oposición exterior, no nos podemos permitir ya ese lujo.
Pero, ¿cómo ir más allá del momento sin perder una parte de tu humanidad, la misma humanidad que hace que algunos prioricen la visión global y el largo recorrido? Una forma de hacerlo es no abandonar nunca la lucha contra la dictadura existente, a pesar de las críticas de uno a la oposición, a sus relaciones problemáticas y a su propia utilización como herramienta para fines que el pueblo sirio no ha definido ni son deseables en caso alguno. Oponerse al régimen es algo más que oponerse al gobierno de Asad: supone oponerse también a cualquier fórmula similar que pudiera reemplazarlo y el momento para empezar a hacerlo así es ahora.
Cuando se produce una polarización profunda, se desarrolla un juego contraproducente de suma cero. Las discusiones y posiciones a favor o en contra de la oposición o de la cuestión de la intervención se convierten en algo feroz y a menudo existencial. Aquellos que están en desacuerdo contigo no son detractores, son «traidores» a la revolución o pro imperialistas. Lo que se necesita es un liderazgo que pueda controlar esta situación para llegar a algo más colectivo y digno: algo que logre deshacer esta rigidez y permita que la oposición pueda enfrentar las armas del régimen con una estrategia verdaderamente revolucionaria. El CNS se ha apartado mucho, y quizá irreversiblemente, de esta concepción.
Hay que sacudir con fuerza las posiciones rígidas
Tenemos dos posiciones rígidas. La primera considera que la revolución ha perdido toda legitimidad porque cree que el levantamiento está, parcial o totalmente, manipulado. La otra posición no ve ningún error significativo en la revolución o bien descarta los errores considerándolos como subproductos de cualquier revolución. Es probable que ninguna de ellas haga avanzar la legítima causa del levantamiento en la práctica. Y, teniendo en cuenta que no puede excusarse en modo alguno la brutalidad del régimen (ahora y en el pasado), el curso de acción más serio es dejar de despreciar la revolución siria y comprometerse en una crítica y discusión serias de las diversas facetas de la oposición, sus relaciones, posiciones y estrategia. Al menos es algo que en la distancia uno puede hacer.
Es difícil abordar todos los aspectos de ese empeño sin un esfuerzo concertado de todos aquellos que están estratégicamente en posición de hacerlo. Pontificar como otros desde lejos puede ser productivo solo si implica a los actores sobre el terreno. El problema es que muchos de los que se encuentran en ese grupo tienen compromisos que les hacen ser menos libres o estar menos disponibles para considerar tal análisis. O puede que hayan llevado a cabo esa indagación crítica a favor de seguir adelante contra el régimen sin que importe exactamente cómo. Y aunque no se puede culpar a la mayoría de quienes se encuentran sobre el terreno, debido a sus circunstancias, no debemos asumir ya, en lo posible, que esas circunstancias deban continuar dándose. Las apuestas son muy altas y la oposición se está diluyendo demasiado para que podamos por sentado que la «revolución» contra la dictadura va a triunfar finalmente. Esa etapa, en mi opinión, ha quedado ya atrás. La «revolución» que se opone a una dictadura en contra de los manifestantes totalmente resueltos a luchar por la libertad y la democracia no puede ya ser tomada en serio. El triunfo, sin embargo concebido, debe ser mucho más deliberado y eso requiere un enfoque totalmente distinto. Incluso aunque el régimen cayera mañana, la revolución debe proseguir a fin de conseguir sus objetivos, siempre más profundos, a menos que el objetivo sea el modelo egipcio.
Para que no nos alejemos demasiado de la realidad, especialmente entre los partidarios de la visión global, es innegable que el régimen sirio es responsable del estado de cosas que hace que integrantes auténticos e independientes (y normalmente laicos) de la oposición vean poco más allá de la necesidad de poner fin al baño de sangre intentando derrocar al régimen. No voy a volver de nuevo a los argumentos que hice con anterioridad en referencia a este punto, en los que me manifesté firmemente en desacuerdo y advertí contra el llamamiento a la intervención por parte de muchos miembros de la oposición, aunque dejando claro que no puedo imponer mi posición sobre nadie. En cambio, invito a que se realice una valoración valiente y productiva de la situación actual tanto dentro como fuera de Siria.
¿Cómo criticar a una oposición desde una perspectiva revolucionaria?
No resulta una tarea fácil, pero tampoco es tan complicado. Sus méritos son monumentales, porque todo el mundo, excepto los partidarios acérrimos del régimen, tiene interés en una oposición fuerte y eficaz que pueda construir consenso de forma independiente y autónoma. Lo que tenemos hoy fuera de Siria es una oposición débil, fragmentada y en gran medida dependiente que no es probable que consiga la victoria ahora o en el futuro. En cambio, es posible que veamos la reproducción de una gran parte de la situación existente a nivel interno o regional. Incluso quienes crean que las afirmaciones anteriores son excesivas deberían aceptar la discusión basada en una comparación simple sobre cómo se sentían anteriormente respecto a algunas partes de la oposición, es decir, el CNS, y cómo se sienten ahora. La mayoría, incluidos los miembros del CNS, eran mucho más entusiastas acerca de sus perspectivas. Eso ya no es así. Sin embargo, lamentablemente, la brutalidad del régimen sirio empuja a la gente hacia el mal menor, por así decirlo.
Cuestionar la revolución no solo significa que debamos ser escépticos acerca de algunos de sus elementos. En un sentido más práctico, significa que se necesita una oposición más fuerte. El fracaso del CNS, especialmente a la hora de apalancar los frentes regionales e internacionales en una posición de principio, lo deja con unas alianzas que son de las que mantienen pocas promesas o tienen poca legitimidad. Su incapacidad para poner a una mayor cantidad de sirios de su parte denunciando explícita y ampliamente la conducta sectaria, no importa contra quien vaya dirigida, reduce sus posibilidades de crear unidad.
El eje central de estas deficiencias es la pérdida de autonomía frente a actores externos a los que pueden considerar necesarios a nivel político y/o financiero. Este instrumentalismo «a cualquier precio» puede funcionar cuando uno está recibiendo apoyos de actores importantes que creen en la causa de la revolución y cuando uno piensa que, en efecto, va a funcionar. La historia será más amable respecto a este instrumentalismo. Pero después del modelo libio que tanta muerte y destrucción produjo por parte de las mismas fuerzas a las que el CNS se aferra ahora, y tras el sólido veto contra la condena del régimen en las Naciones Unidas, las estrategias de la revolución deberían haber cambiado en dirección a la solidaridad interna. Sin embargo, lo que estamos viendo en el CNS es más exclusión, falta de transparencia y mayor dependencia de factores externos. Y lo peor de todo, observamos sectarismo, oscurantismo y voces sospechosas que se elevan desde la oposición interna y externa sin que la fuerza supuestamente dominante de la oposición, el CNS, reaccione con algún tipo de firme represalia. La tragedia es que el CNS continuará sobreviviendo porque su estirpe lleva la misma sangre que la sangre que el régimen está derramando. Pero cada vez será más incapaz de alcanzar los objetivos perseguidos por los seres cuya sangre se vierte en las calles sirias.
De forma significativa, muchos en la oposición socavan su misma causa al excluir a potenciales aliados. No es solo contraproducente, sino también un error, rechazar las preocupaciones de quienes se muestran escépticos respecto al levantamiento pero desde una perspectiva pro revolucionaria. Esas posiciones ortodoxas reproducen la atmósfera de intolerancia y represión que muchos tratan de combatir desde el principio. Esta última preocupación tiene que ver con miembros de la oposición que están excomulgando a sus potenciales aliados simplemente porque tienen una posición diferente sobre cómo enfrentar y combatir al régimen. Irónicamente, esta forma de pensamiento entre partes de la oposición es similar al de la izquierda rígida que condena a sus aliados naturales a menos que tengan precisamente el mismo discurso y, en efecto, el mismo nivel de animosidad hacia varios actores y procesos. Ambas posiciones son penosas porque reproducen su ineficacia y, en el caso de la izquierda, su aislamiento y debilidad.
Debe criticarse de forma sistemática a la oposición siria, y cuando sea posible, comprometerse y enfrentarse si es necesario por el bien de la revolución misma. Para hacerlo bien hay que mantener niveles mucho más altos que los que muchos de nosotros hemos aceptado inicialmente debido a la sencilla razón de que era pequeña, aislada y había sido brutalmente aplastada por el régimen. De lo contrario, poco va a salir de ella y de la sublevación aparte de la caída de una dictadura brutal. El pueblo sirio lleva décadas sufriendo. Se merece mucho más de lo que el CNS le tiene preparado.
Bassam Haddad es Director del Programa de Estudios sobre Oriente Medio y profesor del Departamento de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad George Mason, y es también profesor visitante de la Universidad Georgetown. Es autor, entre otros libros, de «Business Networks in Syria: The Political Economy of Authoritarian Resilience» (Stanford University Press). Es co-fundador y editor de Jadaliyya; co-productor y director del film «About Bagdad»; ha dirigido recientemente una película sobre los emigrantes árabes/musulmanes en Europa titulada «The ‘other’ thread», etc.
Fuente original: http://www.jadaliyya.com/pages/index/4519/the-end-of-taking-the-syrian-revolution-at-face-va