Cuando era una niña, a Mona Kareem una pregunta le dejó desconcertada. «¿De dónde eres?», le interrogó una anciana. Ella pensó primero y luego contestó. «Soy de Bidun». La señora se echó a reir. «No existe semejante sitio. No hay un país que se llame Bidun». Y Mona quedó marcada por aquellas palabras, aturdida tras […]
Cuando era una niña, a Mona Kareem una pregunta le dejó desconcertada. «¿De dónde eres?», le interrogó una anciana. Ella pensó primero y luego contestó. «Soy de Bidun». La señora se echó a reir. «No existe semejante sitio. No hay un país que se llame Bidun». Y Mona quedó marcada por aquellas palabras, aturdida tras descubrir que el adjetivo con el que se describe a su comunidad -los Bidun, unas 120.000 personas- no tenía, en realidad, raíces a las que aferrarse. Como si no existiera.
Hay una revolución en Oriente Próximo que no quiere la caída de su régimen. Ni siquiera clama contra la corrupción o contra las violaciones de los Derechos Humanos: sólo quieren dejar de ser apátridas. En Kuwait, los manifestantes exhiben retratos del monarca, Sheikh Sabah al Ahmad al Jaber al Sabah, y cuando corean su nombre se refieren a él como padre. Pero sus protestas son invisibles a los medios de comunicación, tan imperceptibles como sus protagonistas.
De hecho, los manifestantes técnicamente no existen. Legalmente no nacen, ni mueren, no contraen matrimonio ni se divorcian porque nadie les expide documentos que así lo demuestre. No pueden acceder a un carné de conducir, a un documento de identidad o un pasaporte. Pese a haber nacido en Kuwait son tachados de ilegales, no tienen el mismo derecho que sus conciudadanos a tener educación, garantías sociales, sanidad, acceso a un puesto de trabajo o propiedades. Por eso no extraña que la revolución de los bidun –sin, en árabe, por bidun jinsiya, sin nacionalidad– pase desapercibida, a pesar de que son más de 100.000 los afectados y a las crecientes denuncias de las ONG que exigen que se regularice su situación.
La escritora y periodista de 23 años Mona Kareem, su portavoz más visible gracias a las redes sociales y a su empeño personal, dedica su vida a darles visibilidad: su última iniciativa ha sido Bedoon Rights, una web escrita por bidun kuwaitíes sobre el terreno donde denunciar las violaciones de los Derechos Humanos a los que son sometidos y documentar los casos con fotografías, vídeos y testimonios: una forma de compensar la ausencia de interés de los medios de comunicación.
Otro de los más activos abogados de la causa de los bidun es un activo twittero al que llamaremos Ahmed -prefiere no emplear su verdadero nombre por miedo a represalias- y que constituye en sí un ejemplo del problema. «Mi abuelo tenía un certificado de nacimiento fechado en 1936 donde se decía que era kuwaití y había nacido en Kuwait. Mi padre es policía y en su certificado, emitido en 1952, se anunciaba que su nacionidad es kuwaití y que su lugar de nacimiento es Kuwait. En el mío, de 1976, en el apartado de nacionalidad figura no kuwaití. A mi hijo no le quieren expedir un certificado de nacimiento. Es como si no existiera«.
Para explicar el origen del problema, Ahmed retrocede a décadas atras. «Hay que recordar que la mayor parte de los países del Consejo de Cooperación del Golfo son nuevos. Kuwait era un completo desierto por el que algunas tribus pasaban en sus viajes de Irak a la península arábiga. Gradualmente, tribus procedentes de Irán, Irak y la Península Arábiga se establecieron formando lo que hoy llamamos Kuwait». Con la declaración de independencia, en 1961, las nuevas autoridades decidieron conceder la nacionalidad a aquellos que vivían en el interior del muro que rodeaba el antiguo Kuwait desde 1920. «La mayoría de las tribus, que vivían en el exterior del muro, no adquirieron la nacionalidad, pero la Constitución y las leyes locales les consideraban kuwaitíes y les incluyeron en los cargos públicos», prosigue Ahmed.
Según el experto en cuestiones relativas a la nacionalidad Sebastian Kohn, autor del blog Justice Initiative, fueron privados de la nacionalidad kuwaití aquellos que «no pudieron demostrar vínculos con Kuwait previos a 1920 [esa es la definición de originario kuwaití según la ley], ya fuera porque eran beduínos o porque no tenían ningún tipo de documentación, así como aquellos que no apreciaban la importancia de tener una nacionalidad y no se registraron como ciudadanos a principios de los 60. Por ejemplo, no lo hicieron muchos de quienes trabajaban en los campos de petróleo porque no tenían tiempo de ir a sus casas a registrarse, o muchos nómadas que no tenían concepto de nacionalidad«.
Ellos no son los únicos miembros del colectivo: el mismo problema tienen los extranjeros que se asentaron con sus familias en Kuwait pero que nunca formalizaron su situación -la mayor parte del Ejército estaba, en los años 60, formado por bidun– e hijos de mujeres kuwaitíes y padre extranjero o bidun, ya que según la ley kuwaití las mujeres no tienen derecho a dar en herencia su nacionalidad.
Al principio, recuerdan los activistas, el estatuto de bidun no revestía apenas diferencias. En los años 60 y 70, los bidun tenían acceso a la educación y a la sanidad gratuíta como cualquier otro ciudadano de Kuwait, pero las leyes aprobadas desde entonces fueron complicando la normalización burocrática del estatuto de los sin. En los años 80, con la guerra Irán-Irak, su situación cambió drásticamente. «En la región se instaló un clima de desconfianza, y en ese contexto, se les comenzó a aplicar el Acta de Residencia de Extranjeros en 1986, por el cual fueron reclasificados como residentes ilegales. Según Human Rights Watch, fue una estrategia deliberada para echarles del país. Como resultado, comenzaron a ser despedidos de sus trabajos y a tener problemas para accceder a carnés de conducir o pasaportes«.
Fue en 1986 cuando el régimen de Kuwait instaló el primer comité gubernamental para tratar el problema de los bidun. Otro sería formado en 1994, bajo el nombre del Comité Ejecutivo para los Asuntos de los Residentes ilegales, que según explica Ahmed «practicó todo tipo de presiones contra los bidun como [quitarles el derecho a] la educación, el matrimonio, los certificados de nacimiento, el trabajo, el carné de conducit, el pasaporte, etc, como formas de presión para que abandonen Kuwait». La comunidad invisible también fue progresivamente adoptada como una suerte enemigo oficial interno, alguien a quien culpar de todos los males: en 1985 fue acusada del intento de asesinato del emir, y con la invasión de Irak, en 1991, los bidun fueron tachados de colaboracionistas con el régimen de Sadam Husein.
En 2000 el tedioso proceso de naturalización -posible pero extremadamente complejo y aleatorio, según los activistas- limitó el número de nacionalizaciones de los bidun; incluso con eso, el número de sin que consigue la nacionalidad está muy por debajo de la quota anual establecida. Sin documentos de identidad, no pueden comprar propiedades, abrir un negocio o registrarse como empleados, como tampoco acudir a colegios u hospitales públicos. Lo único que se les asigna es una tarjeta emitida por el Ministerio del Interior para facilitar su localización a manos de la Seguridad.
Una situación explosiva que encontró su vía de escape gracias a la primavera árabe que comenzó en diciembre de 2010. El 18 de febrero, animados por sus vecinos regionales, los bidun perdieron el miedo y por primera vez acudieron a una manifestación. Al principio eran unos pocos centenares que exigían documentos civiles, más adelante, en las protestas de marzo y diciembre de 2011 fueron miles de bidun quienes exigieron plena nacionalidad: fueron reprimidos con gases lacrimógenos y cañones de agua.
«No tenemos una cultura de activismo y protestas», explica Mona Kareem en un intercambio de correos electrónicos. «La primera expresión del activismo bidun comenzó en 2008 con la creación del Comité Bidun de Kuwait. El 2011 quedó marcado por grandes manifestaciones. Las escasas protestas previas fueron duramente reprimidas. Tenemos una historia de opresión gubernamental contra nosotros, contra cualquiera que se atreva a hablar, y las asociaciones civiles y los medios nunca informan de esas violaciones de nuestros derechos. Y mientras no se denuncien, no terminará la represión«, aduce la joven activista.
«Es importante recalcar que hemos tenido manifestantes de entre 5 y 10.000 personas: eso es el 5% de la comunidad bidun«, recalca Mona. En enero de este año, las manifestaciones contaron con 13.000 participantes, muy por encima de las expectativas. Eso, a pesar de que «cualquier manifestante o actvista bidun siente que está poniendo en riesgo el futuro de su familia«, como recalca la joven escritora.
Los detenidos en las protestas sobrepasan los 300; sólo en la marcha de enero hubo 108 arrestos según el diario kuwaití Al Rai. «En marzo de 2011 tuvimos 101 arrestados, muchos de ellos torturados, heridos y 36 fueron inculpados con cargos referentes seguridad nacional por los cuales, si llegan a ser condenados, podrán pasar hasta 25 años en prisión por participar en una protesta», explica Ahmed. «Tres de los inculpados son médicos que han estudiado fuera. Sin embargo, no pueden ejercer en Kuwait porque la ley se lo impide».
Es fácil que surja la pregunta de qué sucede con los detenidos, dado que oficiamente no son kuwaitíes. «El gobierno amenaza con deportarlos pero legalmente no puede. Son apátridas de Kuwait. Si pudieran deportar a un apátrida, lo habría hecho hace tiempo», afirma Kareem. «Hay bidun que han pasado cinco años en centros de deportación porque ningún país les acepta, dado que no tienen ninguna nacionalidad».
Motivos sobran para la revolución de los sin identidad, sin papeles, sin derechos básicos, que son al fin y al cabo parte de varias generaciones que han ayudado a construir Kuwait en tiempos mejores y peores. En el pequeño reino de Kuwait, donde 1.3 millones de habitantes se reparten los beneficios del 8% del petróleo mundial y donde la renta media supera los 62.000 euros anuales (se trata del quinto país más rico del mundo) un 10% de su población carece de medios básicos de subsistencia. En el llamado jubileo dorado, la conmemoración del 50 aniversario de la Independencia de Kuwait y del 20 aniversario de la liberación tras la ocupación iraquí, el emir Al Sabah entregó a cada ciudadano más de 3.000 euros a modo de celebración. No hubo nada para los bidun.
«Es un problema de egoísmo, clasismo y burocracia», estima Kareem, en referencia al desprecio social que rodea a los bidun. Para Ahmad, «Kuwait es una familia muy rica que no quiere repartir el pastel. Algunos creen que las verdaderas razones para que no se nos naturalice son étnicas y religiosas, étnicas porque la mayoría de los bidun pertenecen a tribus del norte de Kuwait y religiosas porque el 60% son chiíes». En cualquier caso, para Sebastian Kohn la única forma de erradicar el problema es la presión internacional. «A Kuwait le importa su reputación internacional, así que son importantes declaraciones claras por parte de la UE, EEUU o la ONU. Actualmente, nadie dice nada«.
Fuente original: http://periodismohumano.com/sociedad/libertad-y-justicia/la-revolucion-de-los-nadie.html