En esta ciudad de Miami, en la que he vivido por más de cincuenta años, los términos generalmente están invertidos. Casi siempre lo que aquí se afirma como verdad, es en realidad mentira. Lo que se bautiza como grandioso, la mayor parte de las veces es insignificante. Lo que se califica como totalidad, casi siempre […]
En esta ciudad de Miami, en la que he vivido por más de cincuenta años, los términos generalmente están invertidos. Casi siempre lo que aquí se afirma como verdad, es en realidad mentira. Lo que se bautiza como grandioso, la mayor parte de las veces es insignificante. Lo que se califica como totalidad, casi siempre es mínimo o minoritario.
Hace años atrás, al comienzo de la Revolución, llegaron huyendo de la justicia una cantidad bastante significativa de personas comprometidas con el régimen de Fulgencio Batista. Unos por malversadores y otros por asesinos, salieron corriendo de Cuba en aquellos primeros días y meses de 1959. Aquí se encontraron con cubanos emigrados que residían en esta ciudad, la mayoría de ellos personas que habían emigrado a los Estados Unidos buscando una mejor vida, por razones puramente económicas y muy alejados de los problemas políticos de Cuba. Es verdad que también había un grupo de exiliados políticos, pero la mayor parte de estos regresaron a Cuba inmediatamente después del triunfo revolucionario. Así fue que, los criminales del régimen batistiano y sus compinches, los ladrones malversadores que vinieron junto con ellos, crearon las bases para esto que hoy en día se conoce mundialmente como el Exilio Político Cubano de Miami. Y yo me pregunto, ¿exilio?
En realidad, el comienzo de todo el llamado exilio, no es nada más que la fuga hacia otro país de una serie de delincuentes, asesinos y malversadores, que huyendo de la justicia busca refugio en un lugar que les abre las puertas y los acepta. No son personas que, por motivos políticos, son perseguidos por las autoridades de su país y buscan asilo en otro. Son personas que, habiendo cometido delitos comunes, salieron huyéndole a la justicia. En verdad, a eso no se le puede llamar exilio político. Como mejor se puede calificar es como santuario de delincuentes.
Poco después de la llegada de esos tránsfugas de la justicia, empezaron a llegar a Miami personas que, a pesar de no haber cometido ningún delito, se opusieron a los cambios revolucionarios que se estaban llevando a cabo en Cuba. Burgueses que no aceptaban perder parte de sus privilegios, personas que no estaban de acuerdo con una revolución social profunda y algún que otro revolucionario que solo estaba dispuesto a aceptar una revolución limitada. Al principio, los batistianos y los recién llegados no se mezclaban, al contrario, se repelían y se recelaban. Los batistianos llamaban a los que llegaban como fidelistas sin Fidel y estos a la vez los acusaban de esbirros de la tiranía. No fueron pocos los desencuentro entre unos y otros. Muy pocos eran los que llegaban como exiliados políticos, como personas que habían actuado contra el gobierno revolucionario y por sus actividades subversivas tuvieron que abandonar la isla. La mayor parte de aquella temprana emigración de los primeros años lo hicieron por no estar de acuerdo con el nuevo sistema que se estaba implantando en la isla y no por ser perseguidos políticos. A muchos les confiscaron sus negocios, pero a ninguno les confiscaron sus viviendas ni los obligaron a salir de Cuba. Salieron como emigrados y no como exiliados políticos. Ahí consiste el engaño en la terminología, ya que los verdaderos exiliados políticos eran muy pocos, y no como se ha querido hacer ver, que todo el que salía de Cuba lo hacía por razones políticas. Si eso fuera verdad, entonces habría que rebautizar a todas las comunidades de latino americanos que viven en los Estados Unidos y llamarlas el exilio mejicano, el dominicano, el hondureño, el salvadoreño, además de los otros como el exilio italiano, el exilio irlandés, británico y exilio a cuantas comunidades distintas de emigrados componen esta gran nación.
Al pasar los año, tanto se ha repetido el nombre del «exilio político cubano», que todos lo llaman así, a pesar de que ese exilio no existe. Centenares de miles de cubanos viajan a Cuba todos los años. Millones de dólares se mandan a la isla como remesas familiares. Decenas de vuelos parten semanalmente del aeropuerto de Miami hacia diferentes ciudades de Cuba. Aquí no hay exilio, aquí hay una comunidad de cubanos emigrados que trabajan por una vida mejor y que conviven con un grupo de descarados, pícaros y anticubanos, que viven del cuento, tumbándole el dinero a los contribuyentes de este país para hacerle daño a Cuba.
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