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Cuestiones en el tiempo de las cuestiones

Fuentes: Al-Quds al-Arabi

1. La cuestión palestina: Las dos victorias palestinas son contradictorias. En Gaza la «Columna de nube» israelí ha acabado convertida en una columna de fuego, pero en vez de alumbrar, el fuego sigue la trayectoria del «pueblo de Israel» como viene en la Torá. El fuego de Gaza ha sido la prueba de que la […]

1. La cuestión palestina:

Las dos victorias palestinas son contradictorias. En Gaza la «Columna de nube» israelí ha acabado convertida en una columna de fuego, pero en vez de alumbrar, el fuego sigue la trayectoria del «pueblo de Israel» como viene en la Torá. El fuego de Gaza ha sido la prueba de que la nube de la leyenda no ha podido enfriar el fuego de la resistencia, la invasión de Gaza ha acabado fracasando y los invasores han probado su fracaso y se han visto obligados a retroceder después de haber cometido todos los crímenes que han podido. En Naciones Unidas, Palestina ha tenido éxito, a pesar de las enormes presiones estadounidenses, y ha adquirido el estatuto de Estado observador. Con ello se ha dado un cambio cualitativo en la situación política que los israelíes pretendían imponer y a la que llamaron negociación sin condiciones; es decir, la previa aceptación de las directrices israelíes. Palestina se ha convertido, según la legislación internacional, en un Estado ocupado, y ya no hay territorios disputados, lo que da la vuelta a la situación que los israelíes y estadounidenses conformaron desde la derrota de la Segunda Intifada.

Las dos victorias palestinas no son victorias más que en el nivel simbólico; es decir en el nivel de la confrontación de voluntades. Su importancia recae en el hecho de que ambas suponen una nueva base que permite retomar la lucha palestina contra la ocupación en mejores condiciones en el marco del enfrentamiento con una derecha israelí hegemónica que sigue pensando que su fuerza militar le permite disfrutar del deleite colonial sin límites.

Dos victorias contrapuestas que no se complementarán hasta que se completen y se conviertan en parte de la estructura política y del proyecto de lucha unida, que posee una estrategia y la capacidad de unir la resistencia política a las resistencias popular y armada.

Tras la muerte de Arafat, la política palestina se dividió en dos cantones, pues el liderazgo palestino que trabajaba en dos niveles complementarios (la diplomacia y la resistencia) se dividió cuando vio que los horizontes de los Acuerdos de Oslo, de tan mala reputación, no permitían que se mantuviera dicha complementariedad, sino que acabaron con ella y produjeron meras ilusiones.

Hoy, tras la muerte clínica y práctica de Oslo, la acción nacional palestina no puede huir de la unidad nacional sobre una única base llamada resistencia a la ocupación por todos los medios convenientes. Y ello exige que las dos victorias simbólicas se unan en un único crisol y que comience la unidad nacional y se supere la época negra de la división.
Los palestinos no pueden seguir perdiendo toda esta sangre, todo este sudor y todas estas lágrimas.

Es el tiempo de la unidad y la resistencia.

2. La cuestión de los Hermanos egipcios:

No sé cómo los Hermanos Musulmanes han conformado su proyecto constitucional. ¿Es que de veras piensan que pueden controlar la revolución del 25 de enero por medio de un anuncio constitucional dictatorial y un referéndum de una constitución que han redactado los islamistas en solitario? El problema de los Hermanos es que piensan que pueden comportarse como un partido único, que la victoria de Mursi en las elecciones presidenciales con un margen muy estrecho le da unos poderes absolutos y que el intercambiar una dictadura militar por una de los Hermanos es posible.
Se vislumbra una confusión entre los Hermanos que parece ser parte de un plan claro para aislarse en el poder, pues no han cumplido ninguna de sus promesas y en vez de comportarse como una fuerza de la revolución se comportan hoy como si fueran la única fuerza.

La condición para escribir una nueva constitución es un amplio consenso social y nacional. Una constitución no es el sitio para librar batallas ideológicas y de pensamiento, sino que ha de ser la base común que organiza esas batallas y construye los medios para solucionarlas de forma democrática y pacífica. Lo lógico es que la nueva constitución de Egipto sea punto de consenso entre todas las fuerzas políticas que derrocaron la dictadura, un marco para la cuestión de la alternancia en el poder y la fuente que determine que la idea de ciudadanía ha de ocupar el lugar de la idea de los «súbditos».

La revolución egipcia ha dado esperanzas de que el cambio es posible, de que hay un lugar para todos, de que las corrientes islamistas pueden inspirarse en el modelo turco para sumergirse en un provecto de construcción democrática, y que las plazas de la revolución conforman un punto de encuentro entre los laicos y los islamistas para construir un nuevo modelo de equilibrio social que no esté basado en la opresión.

Pero lo que está claro es que las huellas de la larga época de la dictadura, además del ambiente intelectual cerrado en el que viven los Hermanos de Egipto, les han llevado a tomar esas decisiones tan temerarias. Decisiones que provocarán extremas polarizaciones en el seno de la sociedad egipcia y puede que supongan que los Hermanos sean las primeras víctimas de su experiencia en el poder.

El proyecto de Mursi debe ser derrocado en la calle, pues ese es el único camino para salvar a la democracia egipcia recién nacida, y ello es responsabilidad de los jóvenes de la revolución en primera instancia, de las fuerzas políticas civiles, liberales y de izquierdas en segundo lugar, y de los jóvenes de los Hermanos que participaron en la revolución e impusieron a su organización el participar en ella en tercer lugar.

El anuncio constitucional y con él el proyecto de Constitución deben ser derrocados en la calle. Pero si la Hermandad insiste en jugar al juego de la calle contra la calle llevará a Egipto por el camino del caos, que puede significar una sola cosa: el preludio del retorno de la dictadura militar.

3. Siria, la hora de la caída:

Ha llegado el momento de la caída del régimen de los asesinos en Damasco. El pueblo sirio vencerá sin el «favor» de nadie. Los sirios han luchado solos como un pueblo que posee la voluntad y que puede desafiar, rebelarse contra y resistir frente al aparato de represión más salvaje. Pero la hora de la caída debe ir acompañada de la construcción y ello es responsabilidad de las fuerzas políticas sirias en la Coalición Nacional.

Ya no se puede retrasar la creación de un marco político y legal para la Siria post-Asad. Lo que hace falta hoy es más importante que la creación de un gobierno provisional, a pesar de lo importante que es eso. Lo que se exige hoy es la conformación de una visión democrática que organice las relaciones políticas y sociales en una sociedad que ha sufrido mucho tiempo la dictadura. La Siria democrática debe estar al nivel de los sacrificios que ofrece. Y ello exige a las fuerzas revolucionarias y los intelectuales la redacción de un proyecto de ley político-moral que se erija como la fuente de autoridad para la etapa de fundación del nuevo sistema democrático.

No hay excusa para las fuerzas políticas sirias opositoras, pues la revolución en el momento de la victoria deberá enfrentarse a los escombros del horror y los intelectuales de la revolución deberán ser conscientes de que su papel intelectual ha pasado a ser una conditio sine qua non para la construcción de una nación democrática que borre la sangre y las lágrimas de la faz de la Tierra.

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Fuente original: Al-Quds al-Arabi