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Hace 65 años todos sus habitantes fueron expulsados por los paramilitares hebreos

La agonía de Lifta, el último pueblo virgen de Palestina

Fuentes: Rebelión

En mis viajes a Palestina quizás uno de los acontecimientos más sorprendentes ha sido el descubrimiento del pueblo fantasma de Lifta. Un verdadero disfrute para los viajeros románticos del siglo XXI. Lo encontré gracias a que un par de amigos palestinos me pusieron sobre la pista de esta reliquia histórica. Para llegar hasta allí hay […]

En mis viajes a Palestina quizás uno de los acontecimientos más sorprendentes ha sido el descubrimiento del pueblo fantasma de Lifta. Un verdadero disfrute para los viajeros románticos del siglo XXI. Lo encontré gracias a que un par de amigos palestinos me pusieron sobre la pista de esta reliquia histórica. Para llegar hasta allí hay que caminar unos cinco kilómetros siguiendo la ruta del moderno tranvía inaugurado el año pasado en Jerusalén. Antes de cruzar un gigantesco viaducto a mano derecha podemos contemplar los restos del pueblo de Lifta.

Lifta hoy es una hermosa pieza arqueológica refugio de los hippies y «ocupas» israelíes. Aunque condenada a la ruina y el abandono es el único pueblo palestino que se mantiene intacto después de tantas guerras y devastaciones. Existen también otros dos de las mismas características: Ein Karem (Ayn Karim) o Ein Hod (Ayn Hawd) pero habitados por colonos judíos.

Lifta está situada en las escarpadas laderas del Wadi Salman y el Wadi Shami y tiene la peculiriadad de mimetizarse perfectamente con el ecosistema natural. Sin duda alguna este es uno de los más bellos parajes de la Palestina ocupada. Posee terrazas de cultivo donde proliferan gran cantidad de olivos, higueras y almendros y chumberas. Hoy apenas se puede transitar por sus estrechas callejuelas pues se encuentran plagadas de cardos y ortigas. Antes de la guerra árabe- israelí de 1948 Lifta tenía unos 3.000 habitantes, en su mayor parte musulmanes dedicados a la agricultura y la ganadería. Contaba con una mezquita, la fuente del Wadi al Shami que alimenta la alberca y el abrevadero, el morabito de Al-Shaykh Badr, cementerio, zoco, escuelas, cafés y una vida comercial bastante ajetreada. Las casas que aún permanecen en pie nos revelan el estilo arquitectónico otomano en la que se distingue el extraordinario trabajo de cantería. En algunas de ellas se conservan las ruedas de molino para extraer aceite de oliva o moler el trigo, los hornos de pan, pozos, establos de los animales o las bodegas. Lifta es una joya antropológica de inestimable valor que nos revela las huellas más íntimas de la cultura popular de la época. Las mujeres de Lifta vestían los Thob ghabani tejido con algodón fino y flores doradas al estilo de Alepo que todavía lucen algunas ancianas refugiadas en Jerusalén o Ramalah.

Desde hace 65 años en Lifta reina la soledad y el silencio. Aunque de vez en cuando se escucha el trinar de los pajarillos o las ráfagas de viento que agita las copas de los árboles. En el ambiente se respira una indescriptible sensación de dolor y de tristeza que te hiela el alma. Nuestro único consuelo es dejarnos llevar por la imaginación para revivir esas escenas de la rutina diaria: el bullicio del mercado, la gente transitando por las calles empedradas, el griterío de los niños en la escuela, el adhan del muhecin, los campesinos arreando ganado o arando la tierra. Desafortunadamente los edificios y las casas por culpa de las inclemencias meteorológicas, el paso inexorable del tiempo, la maleza, las hiedras o las raíces de los árboles, se van cayendo a pedazos. Las crónicas relatan que en 1934 Lifta tenía unos 2.300 habitantes y 410 casas. Hoy tan sólo 55 casas permanecen en pie.

En la guerra de 1948 la violencia desatada por el ejército sionista tuvo mayor incidencia en el mundo rural. Al parecer se planificó con premeditación con el objetivo de borrar las raíces identitarias del pueblo palestino. Con la conquista y la colonización judía se inicia el proceso d e urbanización del campo que aún no ha concluido. Eretz Israel necesitaba imperiosamente espacio vital para acoger a la «Aliyá» los miles de inmigrantes judíos llegados de distintas partes del mundo y en especial los supervivientes del holocausto.

El 28 de diciembre de 1947, una facción de la banda terrorista Stern (fuerzas de autodefensa judías) fundadas por Isaac Shamir (Primer Ministro de Israel entre 1983-1984 y 1986-1992) y del IZL Haganah – dirigida por Menaghen Begin (Primer Ministro de Israel de 1977 a 1983 y premio Nobel de la Paz en 1978 junto a Awuar El Sadat) y responasable de la matanza de Deir Yassin, atacaron el pueblo de Lifta asesinando a varios parroquianos que departían pacificamente en el café. Su misión consistía en tomar este enclave estratégico para asegurarse el control de la carretera que une Jerusalén con Jaffa. El día 1 de enero de 1948 la mayoría de los pobladores aterrorizados por los trágicos acontecimientos se vieron obligados a huir con dirección a Ramalah y Jerusalen Este.

Las fuerzas de ocupación judías recibieron la orden del alto mando de demoler cualquier vestigio del patrimonio cultural palestino,- incluso quemaron todos los libros en lengua árabe conservando solamente los mejores ejemplares que hoy reposan en la Biblioteca de Israel. Es decir, aplicaron una política de limpieza étnica que dejó más de 500 pueblos palestinos saqueados y destruidos. La derrota de los ejércitos árabes o la Nakba provocó el éxodo de 750.000 personas que se vieron obligadas a exiliarse en el Líbano, Siria, Jordania o Egipto.

En 1949 tras la firma el armisticio entre Israel y Jordania, Lifta quedó dividida en dos por la Línea Verde. La ladera derecha paso a la jurisdicción de Jerusalén Este (Jordania) y la izquierda a la de Jerusalén Oeste (Israel).

A principios de los años 1950 el Estado de Israel aplicando la famosa Ley de los Ausentes resolvió confiscar todas las propiedades a sus legítimos propietarios. Más adelante el pueblo pasó bajo la tutela del Ministerio de Fomento y Desarrollo que a su vez lo cedió al ILA (Israel Land Administration) hasta que a principios de los años noventa, presionados por los intereses de los especuladores inmobiliarios, el Ayuntamiento de Jerusalén resolvió ceder los derechos de Lifta a una agencia privada de judíos ultraortodoxos.

Los colonos ultraortodoxos afirman que este lugar ha sido habitado por los hebreos desde la época del rey David y reclaman derechos religiosos sobre el mismo. Ellos lo han rebautizadoמי נפתוח ‎Mei Niftoach -hoy perteneciente al barrio de Romema, de la provincia de Mehoz Yerushalayim. Según ellos se le nombra en la Torá como Nephtoah (puerta abierta) una aldea situada en la misma frontera de las tribus de Judá y Benjamín conocida por su fuentes de agua cristalina «jardín del edén» o «morada de la eterna primavera».

Los colonos judíos encargaron al arquitecto Gabriel Cartes, dueño de la compañía Groug Cartes, en colaboración con Ze’ev Temkin of TIK proyectos, apoyados por la IAUA (Asociación Israelí de Arquitectos Unidos) el plan 6036 para convertir las 1200 hectáreas del termino municipal de Lifta en un condominio de lujo exclusivo para judíos americanos. Aprovechando el impresionante entorno geográfico pretendían construir trescientas villas de recreo, un centro comercial, estaciones de servicio, restaurantes, galerías de arte y un hotel turístico de cinco estrellas.

Mientras tanto asociaciones israelíes como palestinas entre las que cabe destacar FAST (Fundación para la Preservación del Territorio) junto a Zokhrot, Bimkom y APJP (Arquitectos y Planificadores de la Justicia en Palestina) la Asociación de Refugiados de Lifta, Sons of Lifta Society (residentes y sus descendientes en Jerusalén y Cisjordania -exiliados en Jordania y EEUU-) The Civil Coalition for Palestinian Rights in Jerusalem, Saving Lifta Project Land Reserch Center desde hace años vienen desarrollando un arduo trabajo jurídico con la intención de que el Tribunal de Justicia Israelí suspenda dicho proyecto.

Lo prioritario es que Lifta sea reconstruida y sus propiedades devueltas a sus legítimos dueños. Ese es el principal anhelo de aquellos que luchan porque de una vez por todas se haga justicia. Ya han pasado 65 años desde aquel infausto día en que se inició la noche más larga. Lifta debe erigirse como un símbolo de esperanza, de diálogo conciliador entre las comunidades judía, árabe y cristiana. Así lo han acordado los Sons of Lifta Society. Por tal motivo se ha tramitado la petición ante la ONU y la UNESCO para que entre a formar parte del Fondo Mundial de Monumentos. Es la hora de salvaguardar de una vez por todas el patrimonio cultural del pueblo palestino amenazado por la rapiña de los colonos y especuladores inmobiliarios. En un futuro se piensa instralar allí el Museo de la Memoria que reivindique a las víctimas del genocidio sionista igual que lo han hecho los judíos con el Museo del Holocausto.

El pasado 8 de febrero de 2012 la Corte de Justicia de Israel dictaminó que el proyectó promovido por el ILA (Israel Land administration) es ilegal. El veredicto da la razón a los Residentes de Lifta y sus Descendientes (Lifta Society)  y dictamina que dicha zona debe ser considerada reserva natural y cultural del estado de Israel.

 

 

Se ha conseguido una pequeña victoria pues si no las excavadoras ya hubieran borrado a Lifta de la faz de la tierra. Aunque, como es bien sabido, a partir de la aceptación de Palestina como estado observador en la ONU, el gobierno de Netanyahu,   en represalia,   aprobó la construcción de 3.000 nuevas viviendas en Jerusalén Este ampliando el asentamiento de Maale Adumim. A pesar del rechazo sucitado por la comunidad internacional los planes de judaizar Cisjordania no se detienen. De este modo la continuidad territorial entre el norte y el sur impedirán la creación de un futuro estado palestino. Una vez más se aleja la posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz justo y duradero que ponga fin al conflicto bélico más encarnizado de la historia contemporánea.

Los refugiados de Lifta guardan celosamente las llaves de sus casas y esperan impacientes el regreso a sus hogares. Durante 65 años todos los días mantienen en su memoria los más profundos recuerdos: la primera luz que vieron al nacer, el soplo vital de esa tierra fecunda, el sol, la lluvia, la energía telúrica que corre por sus venas e inspira los más sublimes sentimientos. A ellos no les importa si vuelven vivos o muertos pues llevan grabada a fuego en el alma el inmenso amor por la madre patria Palestina. Un pacto de sangre indeleble que perdurará eternamente en sus corazones.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.