El pasado 29 de noviembre, mientras en muchas ciudades y pueblos solidarios del mundo se conmemoraba el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino coincidiendo con la fecha del año 1947 en la que se aprobó en las Naciones Unidas la resolución 181 sobre la partición de Palestina, la Asamblea General de la ONU […]
El pasado 29 de noviembre, mientras en muchas ciudades y pueblos solidarios del mundo se conmemoraba el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino coincidiendo con la fecha del año 1947 en la que se aprobó en las Naciones Unidas la resolución 181 sobre la partición de Palestina, la Asamblea General de la ONU votaba con 138 votos a favor y 9 en contra el reconocimiento de Palestina como estado observador no miembro de esta institución.
Si bien para la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y para su presidente, Mahmoud Abbas, esta circunstancia era motivo de celebración por el «éxito» de una empresa para la que se habían realizado grandes esfuerzos diplomáticos, es obligado preguntarse qué significado tiene en el contexto geopolítico actual, tanto dentro como fuera de las ya de por sí mermadas fronteras de los Territorios Palestinos Ocupados. Cabe hacerse esta pregunta porque lo que ha supuesto una victoria para la ANP y, en especial, para la facción política de Al Fatah a la que Abbas representa, es la cara de una moneda cuya cruz sigue sufriendo el pueblo palestino en su totalidad, y nos referimos aquí tanto a los más de 4 millones de personas que habitan en la Palestina ocupada (Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza), como al millón y medio de árabes que viven en los territorios ocupados en el 48, así como a los 6 millones de refugiados palestinos en el mundo.
La desalentadora y cruel realidad de la Palestina observadora en la ONU es la de un pueblo sin Estado del que apenas queda ya un 20% de territorio cosido de colonias israelíes que crecen desaforadamente contra cualquier planteamiento honesto de un «plan de paz» por parte de Israel; con bantustanes inspirados en la Sudáfrica del apartheid que viven bajo la amenaza constante de las fuerzas ocupantes israelíes y que ven disminuir su fragmentada tierra por un Muro declarado ilegal por la Corte Internacional de Justicia de la Haya; con una Cisjordania herida en la que la propia ANP a duras penas consigue ganar en las urnas una mayoría electoral que le haga mantener la ficción de Autoridad Palestina (lo de que sea Nacional hay cada vez más voces que lo cuestionan); con una Gaza que se desangra aislada, permanentemente asediada y sometida a masacres periódicas, y cuyos suministros básicos (incluso el máximo de calorías que debe consumir su población) son controlados y supervisados al 100% por Israel; y en una situación general, finalmente, en la que cada día el Estado de Israel viola los derechos humanos más elementales e incumple centenares de resoluciones de esas Naciones Unidas de las que, ahora, Palestina participa como observadora sin derecho a voto y en la que sus dos mayores enemigos, Israel y EEUU, gozan de derecho a veto. En el desgarrador escenario descrito y con Israel lanzando la enésima ofensiva con misiles y bombas «inteligentes» contra la desesperada población civil de Gaza, este reconocimiento ni tan solo debería merecer el calificativo de victoria pírrica.
La ANP justifica su estrategia porque el estatus de observadora le permitiría iniciativas de denuncia en tribunales internacionales, pero con ese paso renuncia de facto al derecho al retorno de los más de 6 millones de refugiados dispersos en el mundo. A esto hay que sumar el desgate que sufre, además, entre su población por el papel de represora que juega en las múltiples manifestaciones y microintifadas que se producen de manera recurrente. En este contexto, es importante citar también que Hamas ha celebrado su 25 aniversario de manera espectacular en la Franja de Gaza, tras resistir el enésimo ataque durante las primeras semanas de noviembre, manteniendo así viva la llama de la resistencia y la no cesión ante Israel. A pesar de ello, estas dos fuerzas políticas se complementan y sus constantes treguas responden a la preocupación de una revuelta de los sectores juveniles sin afiliación política a uno u otro bando. El miedo a un estallido acorde con las situaciones conocidas en Túnez o Egipto obliga a las dos organizaciones a repartirse tácticamente el poder y a mantener un equilibrio de fuerzas que ponga difícil que la situación se les desborde.
Precisamente, y en lo que al escenario exterior se refiere, ha sido fundamental el impacto en Oriente Medio y, por tanto, en el Estado de Israel, de las rebeliones contra las tiranías en el mundo árabe (cómplices en mayor o menor medida con el estado sionista), las cuales con unos procesos revolucionarios populares que reclaman pan, libertad y justicia social han hecho ver al mundo que las revoluciones no son patrimonio exclusivo de occidente. A su vez, países, organizaciones de muy diverso carácter y gentes solidarias del mundo se van sumando, sin prisa pero sin pausa, a la campaña lanzada en 2005 por 171 organizaciones de la sociedad civil palestina organizada para boicotear, desinvertir y sancionar a Israel mientras no cumpla con el Derecho Internacional; la campaña BDS, que suma victorias en todo el mundo, es hoy la punta de lanza de la solidaridad internacionalista con la causa palestina.
También el pasado 29 de noviembre, en Portoalegre (Brasil), se daban cita el grueso de las organizaciones sociales más representativas de toda la Palestina histórica y de la diáspora en el marco del Foro Social Mundial ‘Palestina Libre’. Durante los 4 días del Foro se habló, sobre todo, de las campañas de huelga de hambre de los presos palestinos, del carácter colonial del estado de Israel y de extender la campaña de ‘Boicot, Desinversiones y Sanciones’ por toda Latinoamérica. El aterrizaje de una delegación de la ANP en su estrategia de «estar en misa y repicando» hizo que no se pudiera llegar a una declaración final consensuada. Mientras la campaña internacional por el BDS va extendiéndose como una gota de aceite al calor de organizaciones con un marcado propósito de internacionalizar el conflicto al estilo de la campaña contra el apartheid sudafricano, pareciera que Abbas y la ANP estuvieran quemando, a la desesperada, su último cartucho.
Laura Camargo y Jorge Sánchez son miembros de la RESCOP (Red Solidaria Contra la Ocupación de Palestina)