El gran artista y filósofo Gilad Atzmon ha tenido la gentileza de comentar una nota crítica mía sobre su artículo «In Bed With Bibi» (doy la referencia de su respuesta [1]). Respondo brevemente: 1. Me deja mal sabor de boca iniciar la nota rozando la descortesía. GA afirma «ni Salvador ni Santiago se han enterado […]
El gran artista y filósofo Gilad Atzmon ha tenido la gentileza de comentar una nota crítica mía sobre su artículo «In Bed With Bibi» (doy la referencia de su respuesta [1]). Respondo brevemente:
1. Me deja mal sabor de boca iniciar la nota rozando la descortesía. GA afirma «ni Salvador ni Santiago se han enterado de mi artículo.» Es posible que el primero no se haya enterado, muy probable incluso. En el segundo caso, la afirmación es improbable con total seguridad.
2. Para empezar, señala GA, él se abstiene en su texto de tomar partido. «No estoy a favor de Al-Assad ni de los «rebeldes». No tomo partido por dos razones». No estoy seguro de que eso sea así pero, sea como fuere, es eso precisamente lo que estaba implícito en mi comentario. Con él intentaba, críticamente, hacer observaciones sobre el estilo, no aconsejable en mi opinión, y la argumentación, incorrecta según creo, de su nota.
3. GA dice poner en duda, en primer lugar, la noción de «intervención moral». Yo también. Las críticas de Jean Bricmont (el coautor de las Imposturas intelectuales) al concepto de imperialismo humanitario me parecen, en general (no siempre y sin ningún matiz), más que pertinentes. GA y yo coincidimos, pues, en este asunto, cuanto menos en su marco general.
4. Apunta GA algunas preguntas sobre la situación. Respondo a algunas de ellas. «¿Qué es lo que hace que sea adecuado que una «persona A», que vive en el «lugar B», interfiera en la realidad de la «persona C», que vive en el «lugar D»?». Respuesta: la justicia, el internacionalismo socialista, la lucha por la democracia y los derechos de los pueblos, el nada humano me es ajeno. Ejemplo histórico de todo ello: la II República española y los brigadistas internacionales. Ejemplos más cercanos: la ayuda internacionalista (tengo amigos que pagaron su apuesta poliética con su vida) a las luchas de liberación de Nicaragua y El Salvador.
Para que no haya confusiones: GA hablaba de personas y yo he respondido en esos mismos términos.
5. La segunda pregunta- «si se justifica éticamente la intervención, ¿cómo distinguiríamos entre el llamamiento de un neoconservador y el de un «progresista honrado»?- es más difícil de responder. Un apunte llego de incertidumbre y algo de imprecisión: por las finalidades de la «intervención», por los valores que la enmarcan. No tiene nada que ver la intervención imperial en Irak, por ejemplo, con la ayuda desinteresada de tantos y tantos luchadores socialistas al desarrollo del socialismo en el Chile de Allende o en la Venezuela bolivariana.
6. GA cree que «la guerra a la que estamos asistiendo en Siria es extraordinariamente compleja. No olvidemos que en su primera fase estaba liderada por manifestantes sirios no violentos que se enfrentaron a la brutalidad del régimen». Luego, señala, han pasado otra cosas. De nuevo suscribo sus palabras en vértices donde mis limitaciones son más intensas.
7. La pregunta central de GA -«¿Cómo es posible que algunos de nuestros mejores politólogos hagan ojos ciegos a la devastadora probabilidad de que sus peticiones de intervención den luz verde a Israel para que ataque a un país árabe?»- se responde fácilmente: esos politólogos, que no son propiamente hablando politólogos, no están ciegos ante esa posibilidad. Es imposible pensar en esos términos sin que estallen nuestras cabezas y mentes.
8. GA afirma no elegir sus «palabras para apaciguar a los lectores. Al contrario, me gusta mucho más estimularlos para que piensen con sentido crítico, ético e innovador». Mejor imposible desde luego. Pero no está dicho ni demostrado en parte alguna que sea el único filósofo-artista-escritor que aspira a ese razonable y vindicable objetivo. En el caso de Santiago Alba Rico, la coincidencia es innegable. También él, lo demuestra en todos sus escritos, pretende que los lectores piensen con sentido crítico, innovador y ético. No hay espacio para ninguna duda en este punto.
9. GA dice no ser activista ni político. Es filósofo y artista y sus aliados son la verdad y la integridad. Como Antonio Gramsci y tantos otros (entre ellos, Santiago Alba Rico). Que GA establezca una línea de demarcación nítida entre activista+político, por una parte, y filósofo+artista por otra me parece un lugar común impropio de él, de su inteligencia e incluso de su propio hacer.
10. Tampoco pretende GA estar en posesión de la verdad (si se me permite la descortesía: a veces lo parece), pero «no soporto que la manipulen, en particular si lo hacen por una causa justa». Todos coincidimos también en ese nudo en el que no siempre es fácil ser consecuentes. La pasión razonada puede confundirnos.
11. GA supone que López Arnal y Alba Rico nos sentimos ofendidos por sus escritos más recientes. No puedo hablar por Alba Rico (aunque conjeturo su opinión), pero en lo que respecta a mi la verdad es más bien lo contrario. Es la afirmación que niega lo supuesto por GA la proposición que es verdadera. Si hubiera leído con atención mi nota, incluso tan sólo el primer compás, se hubiera percatado de ello. No hay problema desde luego, no hay aquí ningún malestar.
12. GA cree que la izquierda occidental contemporánea, con su discurso progre (¿qué entenderá GA por «discurso progre»?), es un desastre absoluto. «Ha fracasado en todos los frentes posibles, no ha liberado al pueblo palestino y se dedica exclusivamente a desviar la atención de los auténticos problemas». No es esa mi opinión, en absoluto, a pesar del momento histórico que estamos sufriendo, y no creo que la suya, su creencia, esté justificada. No lo está en el texto. Por lo demás, hablar de que la izquierda occidental no ha liberado al pueblo palestino es, salvo error de interpretación por mi parte, una neta contradicción con algunos de sus presupuestos sobre la no intervención. ¿Se interviene o no se interviene? Si no se interviene es imposible que la izquierda occidental pueda liberar al pueblo palestino, liberación que, obviamente, exige como condición central -no digo única- su lucha, su combate, su organización. Como ocurrió en el caso de la lucha contra el apartheid sudafricano.
Tampoco veo que pueda afirmarse que la izquierda occidental (un concepto que refiere a un complejo muy heterogéneo) desvíe la atención, consciente o inconscientemente, de los auténticos problemas. ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿No hay aquí una obvia falacia de generalización apresurada?
Esa izquierda ha introducido en nuestro lenguaje, prosigue GA, «terminologías incorrectas y engañosas». Probablemente y en más de un caso. Pero no sólo eso: esa izquierda, señala, «ha subvertido lo que era una búsqueda metafísica en cuestiones de elegidos, tribalismo y poder judío en particular.». La acusación me parece poco razonada y, desde luego, no argumentada e introduce una categoría -«búsqueda metafísica»-, que no se define, y que, en mi opinión, entra dentro del lenguaje de terminologías incorrectas, pretenciosas y engañosas que no ayudan a nada que no sea confusión y profundidades aparentes. Hace casi un siglo, Neurath e incluso Rudolf Carnap ya dijeron, con alguna exageración sin duda, lo que había que decir sobre este punto y sobre los embrujos del lenguaje.
Insisto en lo que señalé en mi primera nota. Gilad Atzmon no es sólo un gran artista, que lo es, no sólo es un enorme filosofo, que también, sino alguien del que todos hemos aprendido mucho en numerosas ocasiones. En esta ocasión, si se permite una pequeña crítica final, no tanto.
Notas:
[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=168018
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia.
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