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Siria

¿Se acerca la solución rusa?

Fuentes: Aljazeera

El anuncio de un acuerdo ruso-estadounidense en torno a una solución para Siria tal vez haya sorprendido a algunos que consideraban que «la lucha internacional» se sigue librando entre el «imperialismo estadounidense» y el «socialismo ruso». Pero era algo «natural» a la luz de los acontecimientos internacionales que han seguido a la crisis financiera y […]

El anuncio de un acuerdo ruso-estadounidense en torno a una solución para Siria tal vez haya sorprendido a algunos que consideraban que «la lucha internacional» se sigue librando entre el «imperialismo estadounidense» y el «socialismo ruso».

Pero era algo «natural» a la luz de los acontecimientos internacionales que han seguido a la crisis financiera y que han afectado a EEUU en primera instancia y le han hecho revisar su expansión en el mundo y sus alianzas. Ello también le ha obligado a trabajar para lograr un consenso con Rusia en cuestiones internacionales, de cara a evitar una alianza de Rusia con China que le cierre la posibilidad de seguir siendo una gran potencia tras convencerse de que su potencial para «gobernar el mundo» ya no es tal.

Como ya hemos dicho muchas veces, Rusia luchaba para obtener a Siria tras perder sus alianzas con la de caída la Unión Soviética, y con la tendencia del nuevo capitalismo en Siria a mirar hacia Occidente, especialmente EEUU, donde los nuevos hombres de negocios padecían una pasión occidental. Tras reducirse sus capacidades marítimas necesitó aún más a Siria como lugar en que poner su pie en el Mediterráneo, un proyecto que comenzó en 1981 y que se detuvo por las presiones estadounidenses sobre Hafez al-Asad. En consecuencia quería una resolución internacional sobre «sus intereses legítimos en Siria», especialmente de EEUU.

EEUU se alejó de la zona después de que sus prioridades en la región se limitaran a Asia y el océano Pacífico y por ello, se quedó mirando lo que sucedía en Siria «desde lejos» sin ninguna injerencia directa y tal vez tampoco indirecta, y decidió no llevar a cabo una intervención militar ni armar a la oposición, insistiendo en que la solución es política.

Su necesidad de acercarse a Rusia le permitía, por tanto, desentenderse de Siria después de creer poco después de la ocupación de Iraq que podía lograr un cambio en ella en el marco de la «reconfiguración» de la zona sobre una base sectaria. Pero fracasó (al parecer como resultado de la competición por el dominio de Siria entre Turquía, que logró un peligroso acuerdo estratégico, y Francia, que apoyaba el cambio de poder; pero hay quien veía que todo impulso estadounidense de dominar Siria debía detenerse, y quizá aquí destaca el papel de Sarkozy del que se decía que había destapado el golpe militar que se estaba preparando).

Así era natural que se lograra un acuerdo EEUU-Rusia de «vender» Siria a Rusia, a cambio de los intereses en otros lugares que podremos apreciar tal vez tras el encuentro entre Obama y Putin el próximo mes.

Obama, desde 2012, ha declarado que «Rusia debe patrocinar la etapa de transición en Siria, como sucedió en Yemen». Pero Rusia entonces apoyó el salvaje ataque militar que comenzó contra Baba Amro, y después contra todas las ciudades y regiones de Siria, partiendo de su miedo al dominio por parte de los combatientes armados sobre las ciudades en caso de que comenzase un traspaso de poder (como declaró Lavrov, ministro de Exteriores ruso, en una entrevista con los ministros de Exteriores árabes en la Liga Árabe en aquel momento).

Con ello, se metió hasta el fondo en el fango sirio y se convirtió en cómplice de la lucha, una lucha que se extiende en vez de retroceder, y donde la fuerza de las brigadas armadas ha aumentado en vez de descender, y ya dominan amplias zonas de Siria.

Tal vez, la «estupidez imperialista» rusa ha empujado a EEUU a explotar esto para alargar la lucha y expandir la destrucción y la muerte, y así debilitar a Siria como país y dejársela destruida a Rusia en herencia. Sin embargo, la política estadounidense sigue partiendo de que Siria es una porción para Rusia.

EEUU se ha beneficiado de la magnitud del papel de las fuerzas armadas y del retroceso de las capacidades de las autoridades, y también de la incapacidad rusa de comprender que abandonar a Bashar al-Asad y hacer realidad un proceso de transición de poder es una necesidad, para convertirse en parte de la solución. EEUU pidió a Rusia que llevara a cabo el traspaso de poder, pero el fracaso ruso obligó a la vuelta de EEUU como parte de la solución: Rusia necesita el papel de ayudante de EEUU.

A pesar de las declaraciones que insinuaban la existencia de disputas entre ambos lados sobre «la interpretación» de los puntos del acuerdo de Ginebra, había un «plan efectivo» para lograr unos puntos del acuerdo. EEUU jugó el papel de «broker» para organizar a la oposición siria «exterior» (la interior ya la habían organizado los rusos), lo que le hizo implicarse en una solución según el diseño ruso.

Eso es lo que se vio cuando se creó la Coalición Nacional Siria, y es el papel que juega después de que los Hermanos dominen la Coalición, y se haya provocado el fracaso de la iniciativa de Moaz al-Jatib, pues se intenta rediseñar la situación para ser parte de la solución.

Ello ha quedado patente en los intentos estadounidenses de que los Amigos de Siria adoptaran el Acuerdo de Ginebra según la interpretación rusa, y de frenar a los países que han trabajado desde el inicio de la revolución en conformar una alternativa que sirva a sus intereses, o que ha apoyado a fuerzas fundamentalistas y salafistas para llevar a Siria a una lucha sectaria que aborte la revolución.

Rusia, por supuesto trabaja para organizar a las fuerzas en el poder que pueden formar parte de la solución, y quizá trabaje también para frenar el papel iraní, especialmente porque Rusia es quien protege a Irán internacionalmente, y por tanto, no puede chocar con él.

En este contexto, se conforma el gobierno de transición «con plenos poderes» y se echa tierra sobre «la era asadiana». Naturalmente, el punto de divergencia que siempre aparece es «el futuro de Bashar al-Asad», pues EEUU apuntaba la necesidad de que dimitiera mientras Rusia se negaba a que su dimisión fuera el preludio de la solución, y partía de la necesidad de dejar el asunto para una etapa posterior.

¿Estamos entonces ante una solución cercana?

Quizá. Y así es como parece según lo que está sucediendo en la práctica, pues parece claro y sin ningún tipo de duda que hay un acuerdo ruso-estadounidense. En cuanto al resto de detalles, pueden ser tratados cuando se haga realidad, ya que no es necesario que dicho acuerdo lleve a una solución rápida y pueden aparecen complicaciones que retrasen la posibilidad de lograr una solución. No obstante, el horizonte de la solución está claro y el camino hacia él ha comenzado a pavimentarse.

Sin embargo, creo que para que la solución tenga éxito, debe de quedar claro que esta exige el «fin» de Bashar a-Asad, una cuestión importante para lograr dos puntos esenciales. El primero convencer a los sectores principales del pueblo de que se ha logrado un paso importante, pues no es posible una «estabilidad» sin ello, y tampoco es posible convencerse de que un paso dado traerá «la calma» sin que termine el gobernó de la familia Asad. Al menos este paso ha de darse, como en el resto de países árabes que han presenciado revoluciones y donde se ha acabado con los presidentes.

Lo segundo es rebajar la tensión que se ha acumulado durante la revolución y que ha puesto a varios sectores del pueblo contra el resto. No discutiremos aquí el contexto que ha impuesto eso, pero las fuerzas del régimen no podrán mantenerse en el poder (en el marco del gobierno de transición) sin un paso como este. Esto recaerá sobre todos los que empujaron a que se perpetraran todas estas masacres y toda esta destrucción.

A la luz de todo esto, puede decirse que el paso puede darse, pero el objetivo de la revolución iba más allá de la eliminación de cargos, y si la realidad objetiva impone ahora este diseño, las peticiones del pueblo seguirán siendo el motor de la movilización popular continua, que no se detendrá hasta que cambie el modelo económico y se funde un Estado democrático y civil.

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