La agresión militar de EEUU y sus socios a Siria estaba preparada meses antes del supuesto uso de las armas químicas por el gobierno de Bashar Al Asad. Washington sólo necesitaba un ’11-S’ para justificar su decisión, que curiosamente se ultima en torno al 11 de septiembre. El 24 de marzo The Washington Post informó […]
La agresión militar de EEUU y sus socios a Siria estaba preparada meses antes del supuesto uso de las armas químicas por el gobierno de Bashar Al Asad. Washington sólo necesitaba un ’11-S’ para justificar su decisión, que curiosamente se ultima en torno al 11 de septiembre. El 24 de marzo The Washington Post informó de que el Pentágono tenía preparado el envío de tropas a Siria y realizar una serie de bombardeos aéreos sobre el país. El 16 de mayo, 41 países liderados por el Pentágono realizaron unos ejercicios navales sin precedentes en el golfo Pérsico. Una semana después, el Senado de EEUU aprobó, por 99 votos a cero, una resolución de apoyo a un posible ataque de Israel contra Irán (¡noticia que pasó desapercibida y no escandalizó a nadie!). El 5 de Junio, 8.000 soldados de 19 países hicieron maniobras en la frontera jordano-siria con misiles Patriot y aviones de combate F-16, y lo llamaron ‘Eager Lion’ (‘León impaciente’). Asad en árabe significa león.
Caerán sobre la población siria una lluvia de misiles y bombas, a pesar de que Barak Obama no haya podido vender su guerra a los aliados, y ni siquiera a la opinión pública de su país. Una opinión pública que no entiende cómo el presidente se une a unos rebeldes acusados de graves atentados contra los intereses occidentales en todo el mundo, y luego en Afganistán o Yemen los combate. Tampoco ve una hoja de ruta, una estrategia de salida, ni una consecuencia positiva, como instalar la democracia o salvar a la población. Temen que, de nuevo, les están mintiendo. Como lo hicieron James Clapper, director nacional de Inteligencia (NSA), y su compañera demócrata Dianne Feinstein. Admitieron -tras las revelaciones de Snowden- haber mentido ante el Senado sobre la recopilación de datos de millones de ciudadanos, al puro estilo de la Inquisición católica. Si Obama tiene pruebas sobre la culpabilidad de Asad, ¿por qué no las enseña? Bueno, tampoco enseñó ninguna prueba sobre el asesinato de Bin Laden, ni de la matanza de civiles por el dictador Gadafi. The Guardian publicó (12 de marzo de 2011) que, según los rebeldes, el ejército de Gadafi iba a matar a medio millón de personas. ¡Podrían haber dicho dos o tres millones y se lo hubieran publicado igualmente! No se sabe cuántos murieron a manos de aquel hombre, pero sí que los tres meses de bombardeo continuo de la OTAN sobre el país segó la vida de unos 50.000 libios.
El «no a la guerra» del parlamento británico no es por su pacifismo. Votaron a favor de la invasión de Irak y del embargo genocida contra aquel pueblo. Están cumpliendo el consejo de Sun Tzu: «la guerra hay que ganarla antes de declararla». Y esto sólo sería posible si el blanco es débil. Siria no es un Irak agonizando tras años de asedio, ni la Libia previamente desarmada, ni mucho menos el Afganistán de unos desarrapados que no tenían ni un helicóptero. Los diputados son valientes con los débiles. Mientras, el ejército sirio es poderoso, cuenta con armas modernas, y es apoyada por Rusia e Irán. Meterse con Siria supondría altísimos riesgos para su seguridad nacional y sus intereses en la región ahora que, además, vuelve a reanudar las relaciones diplomáticas con Teherán.
Obama oculta que:
-Esta agresión será más peligrosa que las anteriores que su país emprendió. En 1983, como respuesta a la invasión israelí al Líbano y los bombardeos de EEUU, la Yihad islámica mató en un doble atentado simultáneo en Beirut a 241 marines estadounidenses y 58 paracaidistas franceses.
-Habrá botas sobre el terreno. El Pentágono ha calculado que para «controlar las armas químicas de Siria» necesita a 75.000 soldados en suelo sirio.
-El ataque es ilegal. La Carta de las Naciones Unidas sólo permite el uso de fuerza en dos casos: defenderse ante un ataque inmediato -que no es el caso-, o contar con la autorización del Consejo de Seguridad en respuesta a una amenaza a la paz y la seguridad internacionales, que tampoco lo es.
¿Fin de la «obamania»?
Dicen que no fue por perversidad que Calígula nombrase cónsul a Incitato, uno de su caballos, sino una insinuación a que su imperio podía seguir su curso al margen de quien le dirigiese. La invasión a Siria será la guinda a cinco años traicionando a sus promesas electorales y a la imagen que vendió Barack Husein Obama al mundo. Ahora sufre, con la negativa de buena parte de sus aliados y la del G-20 en aprobar su nueva hazaña bélica, la derrota más grande de su política exterior.
Los congresistas, que reciben suculentos donativos de los grupos de presión, aprobarán la acción militar. La industria armamentística donó a los candidatos de ambos partidos 22,6 millones de dólares durante la campaña electoral del 2009-2010. Arabia pagará 70 millones de dólares de los gastos iniciales de la invasión. Si el precio del petróleo alcanzase los 150 dólares, exportando diez millones de barriles al día, ¿cuánto ganarían en 24 horas, en un mes y un año que dure el conflicto? De paso, para alegría de EEUU, la invasión tumbaría la economía china (que no la de Europa, que por suerte está en recesión y no le afectaría mucho). Es otro festín para las empresas de armas como Raytheon, cuyas acciones subieron esta semana. Buena parte de la venta de armas del 2011, y cuyo valor era 85.000 millones de dólares -el doble que en 2010-, fue a parar al Oriente Próximo.
Los aliados desafían el papel de liderazgo de Washington y los americanos se movilizan por la paz.
Aun así, Obama se empeña en ir a la guerra, a pesar de que cometer tal acto criminal contra una población civil indefensa es lo que dañaría su imagen y no echarse para atrás. La supuesta obligación moral tampoco se realiza aplicando el ojo por ojo y un castigo colectivo a los inocentes por lo que han hecho unos individuos aún por identificar. Es más, si Siria tuviera la bomba atómica, Obama hubiera guardado su obligación moral en un baúl bajo siete llaves. Fue durante la presidencia de Obama cuando Israel utilizó el fósforo blanco, arma química prohibida, y no le pasó nada a su moral. Quizás pretende recurrir al keynesianismo militar para salir de la crisis, o quizás sabe que no podrá conseguir el permiso del Congreso para un ataque a Irán, y considera que esta será la oportunidad de asestar un golpe a la República islámica: sería ir del Golfo de Tonkin al Golfo Pérsico. La arrogancia y la hipocresía han sido las dos columnas de la política exterior de este país.
En realidad, la línea Roja que Obama estableció no era el uso de esas malditas armas (antes utilizadas por ambos bandos), sino el fin del equilibrio entre los rebeldes y el gobierno sirio. Y el ejército pasó esa línea cuando empezó a recuperar las localidades ocupadas. La última hace unos días: el enclave cristiano de Malula, de habla arameo, en manos de los fanáticos Al Nasr, los talibanes sirios.
Por su cultura y formación, y siendo además comandante de las fuerzas armadas, el presidente americano es como un martillo al que todo le parece un clavo. Busca soluciones militares a los problemas. «Yo soy el mundo» es el síndrome del triunfalismo, una enfermedad psicológica que padecen los mandatarios de EEUU, originada por la desaparición de la Unión Soviética.
Ni guerra ni dictadura
Durante la invasión a Irak, a los oriundos de Oriente Próximo nos sorprendía la caída de las fuerzas progresistas occidentales en el maniqueísmo del pensamiento único: o conmigo o contra mí. Defendían a un carnicero como Sadam Husein frente a Bush, un criminal de guerra, cuando él era corresponsable del calvario que su pueblo sufría desde al menos dos décadas. Sucede lo mismo con Bashar Al Asad, un despiadado dictador narcisista, paranoico y manipulador, que identifica cualquier reivindicación popular con la conspiración de sus enemigos extranjeros, y por ende, se niega a realizar reformas reales. Los paramilitares gubernamentales utilizan los mismos métodos para aterrorizar a la población que los rebeldes. Ahora bien, pedir su cabeza en estos momentos y ante las dimensiones que la tragedia siria está tomando, es un error. Mirad Irak y Libia. Una dictadura es mejor que una eterna guerra total. Asad ya ha aceptado convocar elecciones libres para el 2014 y no presentarse.
La paz es posible
Las vías pacíficas para poner fin al conflicto no están agotadas. Lo necesario para empezar es:
1. Que se deje de utilizar el término «comunidad Internacional» para referirse a EEUU y a sus aliados, excluyendo a Rusia, China, India, Brasil, entre otros, que son los países más grandes y más poblados del planeta. No se puede hacer de policía, de juez, del jurado y del verdugo a la vez y en nombre de la humanidad, provocar una terrible catástrofe.
2. Que Ban Ki-moon convoque una reunión urgente de la Asamblea General de la ONU, con autoridad para decidir sobre el conflicto, y empezar así a reducir el peso del Consejo de Seguridad.
3. Que Rusia y EEUU utilicen su influencia para imponer un alto el fuego, un embargo del material militar tanto al Gobierno como a la oposición siria, recurriendo a la amenaza de romper los contratos de venta de armas con Asad y también con Turquía, Arabia e Israel, que apoyan a la oposición armada.
4. Que China y Rusia, además de oponerse a la agresión militar, propongan una alternativa política de consenso, apoyando a las fuerzas progresistas internas (como el Comité Nacional de Coordinación de las Fuerzas de Cambio Democrático, entre otras), para preparar unas elecciones libres.
5. Que Irán convoque una reunión urgente del Movimiento de los No Alineados. El gobierno de Rohani, en un acto sin precedentes, felicitó a los judíos su fiesta de Rosh Hasaná. La ONU debe aprovechar esta nueva postura de Irán e implicarle en la pacificación de la región.
6. Que la verdadera comunidad internacional de ayuda humanitaria a los millones de damnificados por el conflicto.
7. Que España, en vez de apuntarse a la guerra, utilice sus relaciones tradicionales con el mundo árabe y albergue una conferencia de paz para Siria.