«El país perdió hoy [12 de septiembre] a un hombre que, viniendo de las ciencias, abrazó los combates por la igualdad y la justicia», ha señalado en un comunicado el PCF, el Partido Comunista Francés [1]. El genetista, el filósofo, el pensador que siempre apoyó y se declaró públicamente a favor de la elección del […]
«El país perdió hoy [12 de septiembre] a un hombre que, viniendo de las ciencias, abrazó los combates por la igualdad y la justicia», ha señalado en un comunicado el PCF, el Partido Comunista Francés [1]. El genetista, el filósofo, el pensador que siempre apoyó y se declaró públicamente a favor de la elección del esperanto como segunda lengua universal, el consistente defensor de los «sin papeles», el activo militante ciudadano en múltiples causas, el gran científico e incansable divulgador científico (autor de una treintena de libros) Albert Jacquard,, murió el pasado jueves en su domicilio de París a los 87 años a causa de una leucemia. El ex investigador genetista y presidente de la Universidad París Descartes, Axel Kahn, ha hablado de este hombre «valiente y profundamente bueno», cuyo combate era «la humanidad de los hombres».
Científico de alto nivel, AJ consagró sus estudios a demostrar la falsedad del racismo, a demostrar la infamia científica y poliética de la idea de una supuesta superioridad natural de algunos pueblos sobre otros, así como a la defensa del entorno natural para preservar la vida en el planeta. Activista de la organización antinuclear «Salir de lo Nuclear» hizo esta definición del humanismo crítico: «Tener conciencia de que el mañana existirá y yo puedo ejercer una influencia en él, es lo propio del hombre». En varias de sus obras, así como en sus crónicas regulares para «France Culture», AJ criticó «los males del capitalismo, causantes de los problemas de la contaminación y el desperdicio y reclamó el acceso a los recursos naturales por igual para todos los pueblos».
Nacido en Lyon en 1925, en el seno de una familia católica y conservadora acomodada (su padre fue director del Banco de Francia) del Franco Condado, AJ quedó desfigurado a los 9 años de edad en un accidente de coche en el que falleció su hermano. En 1943, obtuvo dos bachilleratos en matemática y filosofía. En 1948, se graduó en ingeniería de fábricas públicas en la Escuela politécnica francesa y se integró en el Instituto francés de estadística. Tres años más tarde, se incorporó a SEITA como ingeniero de organización y de método. Posteriormente trabajó como investigador en el tribunal de cuentas francés y como alto ejecutivo en el ministerio de salud.
En 1966, a los 40 años, se matriculó en Stanford (USA) para especializarse en genética de las poblaciones. Su estancia en la universidad norteamericana, que culminó con sendos doctorados en genética y biología humana, el crítico y rebelde ambiente político norteamericano de los años sesenta, le impulsó a dar un vuelco a su vida: «le llevó a luchar contra la explotación con fines comerciales del genoma humano y comprometerse entre otras causas con el abandono de la energía nuclear, la ecología, los sin papeles y el derecho a la vivienda».
Su militancia fue fruto de una toma de consciencia tardía, hecho que nunca ocultó. Durante la ocupación nazi de Francia estuvo demasiado concentrado en sus estudios, viviendo, con sus propias palabras, como «un pasajero de la historia». El futuro aliado del Abad Pierre en su defensa de los derechos humanos de los más desfavorecidos, el futuro presidente de honor de la asociación Derecho al Alojamiento (DAL) y cofundador en 1994 de la asociación Droit Devant, se forjó como filósofo tras su regreso de EE.UU. Se convirtió en defensor de un «decrecimiento optimista» capaz de afrontar «la economía triunfante» y los perjuicios del capitalismo, como los derroches y la contaminación».
En 1968, AJ dirigió el servicio genético de la INED, enseñó en las universidades de París VI, Ginebra (1973-1976) y Lovaina (Bélgica, 1979-1981), colaboró con la OMS de 1973 a 1985, dio cursos en la Accademia di Architettura di Mendrisio Suiza y recibió, entre otros galardones, el grado de oficial de la Legión de Honor. Formando parte del Comité consultivo francés de ética en los años noventa, se opuso rotundamente a la comercialización del genoma humano. En 1987 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Quebec, y, posteriormente, por las universidades de Brunswick y Lovaine-la-Neuve. Fue consejero científico en el Instituto Nacional de Estudios Demográficos entre 1990 a 1991. En 1992 fue galardonado con el premio literario de la Villa de Ginebra.
En una de sus últimas entrevistas, primavera de 2013, señalaba AJ: «Lo que es seguro es que, llegado a mi edad, uno se pregunta qué significó tal compromiso, tal frase escrita hace decenas de años, que solo ahora percibo tiene sentido o un sentido diferente». Empero, añadía, «no hace falta esperar a los 87 años para hacer este ejercicio».
«La verdad no se posee, solo se busca». Así rezaba un popular aforismo suyo (Pequeña filosofía para los no filósofos, 1997). AJ no cesó de buscarla, como tampoco cesó en su empeño para ayudar a construir un mundo más justo, más fraternal, más humano, más libre, menos fáustico y más respetuoso con el entorno.
PS: En su libro póstumo sobre la tercera cultura, Francisco Fernández Buey dedica un paso al gran científico francés en los compases iniciales del primer capítulo de su ensayo [3]. Resumo: Por otra parte, señala, «y nos conviene no olvidar la otra parte», si queremos tener una noción clara y precisa de hasta dónde llega y puede llegar razonablemente la ayuda de las ciencias naturales en la resolución de los problemas éticos-políticos contemporáneos «también es evidente que los científicos en activo necesitan formación humanística». La ciencia sin más complementos no genera conciencia ético-política. Del saber científico no se deriva directamente, sin mediaciones, la conciencia ciudadana, y «las ciencias de la naturaleza y de la vida dicen poco acerca de las complicadas mediaciones por las que el ser humano pasa de la teoría en sentido propio a la decisión de actuar», a favor, por ejemplo, de la conservación del medio ambiente, de un modo de producir y de vivir ecológicamente fundamentado, del respeto a la diversidad o de la sostenibilidad ecológica. Viene aquí a cuento, son palabras de FFB, «precisamente porque a partir de ella se puede empezar a generalizar sobre la complicada relación entre ciencia y conciencia, entre teoría y decisión», una interesante declaración autocrítica del genetista francés Albert Jacquard: «Gracias a la biología, yo, el genetista, creía ayudar a la gente a que viese las cosas más claramente, diciéndoles: Vosotros habláis de raza, pero ¿qué es eso en realidad? Y acto seguido les demostraba que el concepto de raza no se puede definir sin caer en arbitrariedades y ambigüedades […] En otras palabras: que el concepto de raza carece de fundamento y, consiguientemente, el racismo debe desaparecer. Hace unos años yo habría aceptado de buen grado que, una vez hecha esta afirmación, mi trabajo como científico y como ciudadano había concluido. Hoy no pienso así, pues aunque no haya razas la existencia del racismo es indudable». En líneas generales, concluye FFB, se podía decir que hay conciencia de la necesidad «de un acercamiento o reconciliación entre ciencias y humanidades desde la década de los sesenta del siglo XX y que el debate provocado por Charles Percy Snow a propósito de lo que él llamó las dos culturas ha sido un elemento central en la difusión de esta conciencia». Como la preocupación por la cada vez mayor separación de las letras y las ciencias, del humanista y del científico, tiene antecedentes, y particularmente uno importante en el último tercio del siglo XIX en Gran Bretaña, conviene, apunta el autor de La gran perturbación, «dedicar unas palabras a esta otra historia antes de entrar en la polémica suscitada por C.P. Snow ya en el siglo XX». La historia que nos cuenta FFB a continuación está entre sus grandes momentos.
Notas:
[1] He tomado pie en Miguel Mora, «AJ, genetista y valedor de los más pobres». El País, 14 de septiembre de 2013, p. 54;
[2] En 2010 AJ hizo un llamamiento a la «resistencia global» ante la evolución del mundo, dadas las amenazas existentes sobre la humanidad
[3] Francisco Fernández Buey, Por la tercera cultura, Montesinos, Barcelona, en prensa (edición de Jordi Mir Garcia y SLA).
Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)
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