A seis años del estallido de la crisis del 2008, sus consecuencias son claras: una sociedad empobrecida, más injusta y desigual, y menos libre. Mientras en el mundo del trabajo se ha impuesto un nuevo paradigma de la precariedad que funde en una misma lógica subempleo y desempleo masivo, el Estado social ha sido drásticamente […]
A seis años del estallido de la crisis del 2008, sus consecuencias son claras: una sociedad empobrecida, más injusta y desigual, y menos libre. Mientras en el mundo del trabajo se ha impuesto un nuevo paradigma de la precariedad que funde en una misma lógica subempleo y desempleo masivo, el Estado social ha sido drásticamente recortado, como los salarios y los derechos laborales, al tiempo que en lo ideológico el gobierno ha dado un giro ultramontano con sus políticas represivas del cuerpo femenino y sus políticas no menos represivas de las libertades de expresión y manifestación del demos en su conjunto.
Combatir, contrarrestar o siquiera frenar esta nueva «reacción señorial», este ataque frontal y sistemático contra la democracia, exige lo que por lo general las mismas crisis económicas tienden a subvertir: la unidad de las fuerzas de la izquierda. La izquierda, por lo demás, tiene una genética particularmente proclive a la desunión: de la I a la IV Internacional, se han sucedido las rupturas, las escisiones, las corrientes, las facciones, los grupos, los grupúsculos, los partidos y los partidillos, por no hablar de las purgas, las exclusiones, las expulsiones y otras cosas más truculentas y bárbaras que doy por sabidas. Y cuando más deseable y necesaria es su unidad, como en la presente crisis, cuando más se precisa de un bloque sólido o un único frente, más se fragmentan y disgregan las fuerzas de la izquierda. Paradojas de la lucha de clases.
En este contexto de crisis nace una nueva formación política: PODEMOS. El pasado domingo, 9 de febrero, en un abarrotado cine Palafox -doy fe de ello- hacía la presentación de su 2ª fase, la fase organizativa. ¿Es necesaria?, ¿es oportuna?
En su intervención, Juan Carlos Monedero avisaba de que «PODEMOS no está contra nadie, ni contra el PSOE ni contra Izquierda Unida». Yo no dudo de la voluntad de integración con la que nace este nuevo proyecto político. Sin embargo, objetivamente, PODEMOS va a contribuir a dividir el voto de la izquierda. Esto es algo que pronto se constatará como un hecho fehaciente. Ahora bien, digámoslo todo: si PODEMOS arrebata unos centenares de miles de votos1 a IU (y algún que otro también al PSOE), la culpa no será de PODEMOS. Si es verdad que ha habido negociación con IU y que ésta ha fracasado, un éxito electoral de PODEMOS sólo evidenciará dos cosas: a) la falta de cintura de IU para integrarlos y b) que hay una masa social -hoy prefiero llamarla marea– crítica y activa que ya no conecta con los viejos partidos de la izquierda y prefiere nuevas formas de hacer política. Será IU la que tendrá que sacar conclusiones y aprender la lección. PODEMOS tiene de su parte la frescura, la ilusión y el beneficio de la duda. Dividirá el voto, sí, pero no será ni la única ni la verdadera responsable.
Ahora bien, con todo su beneficio, lo cierto es que la duda existe. Yo, de hecho, tengo varias dudas.
La primera duda afecta al contenido. Al respecto, Pablo Iglesias, en su intervención final de cierre del acto, hizo un diagnóstico correcto de la situación presente en términos de oligarquía y democracia: el resultado de la gestión liberal de la crisis ha sido un reforzamiento de la oligarquía financiero-corporativa en detrimento de las oportunidades, los derechos y los recursos de las mayorías (más) empobrecidas y desapoderadas. Todo un asalto a la democracia, a la ética social y a la justicia distributiva. Diagnóstico correctísimo, a mi entender. Pero Pablo, además, hizo tres propuestas en positivo: 1) control social de las directivas de la banca rescatada (incluidos los sueldos de sus gestores); 2) auditoría de la deuda, para diferenciar la legítima de la ilegítima, y dejar esta última impagada; y 3) intervención -amparada en el artículo 128 de la Constitución- de la industria eléctrica para garantizar el suministro a toda la población y erradicar la nueva pobreza energética.
Si el diagnóstico es correcto, las tres propuestas son extremadamente sensatas. Son de sentido común y esto -el sentido común- hoy suena, como bien dijo Pablo, a revolucionario. Por supuesto, no hay nada de revolucionario en esas propuestas y sí mucho de necesario. Son propuestas a las que subyace una reivindicación del Estado social y democrático que ahora está siendo derruido. Cabría hacer otras muchas en la misma dirección de common sense político y normativo, frente al nonsense al que nos llevan las élites gobernantes. Pero, a lo que voy, ¿acaso esas propuestas y aquel diagnóstico no son asumibles por IU (y aun por el PSOE, por sus bases cuando menos)? Obviamente, sí lo son.
La diferencia, pues, no radica en el contenido. Por lo tanto, si no radica en el contenido, habrá de buscarse en la forma, en el modus operandi. Creo que aquí sí puede haber elementos de interés que merece la pena analizar. Veamos.
Juan Carlos Monedero dijo que PODEMOS no es el instrumento del 15-M, pero sí un instrumento del 15-M: la vinculación con dicho movimiento es pues explícita. Aquí tenemos ya una clave prometedora de interpretación. Porque dicha vinculación impone una determinada orientación al modo de proceder, a ese modus operandi. ¿En qué sentido? Para empezar en el sentido de la democracia interna. Sabidas son las reticencias del 15-M a toda verticalidad jerárquica en la distribución del poder de las organizaciones, su desconfianza comprensible hacia la oligarquización de los partidos políticos, su aversión a los clientelismos y los privilegios de casta. El 15-M prefiere la horizontalidad y la red, y la espontaneidad creativa del flujo de comunicación y debate. Hay sin duda ribetes anarcoides en el 15-M, y no poco infantilismo izquierdista, por decirlo con Lenin, pero ahora no toca prejuzgar ni analizar esto. El caso es que esas preferencias y reticencias tienen importantes implicaciones para una formación política que quiere ser uno de sus instrumentos. Una de esas implicaciones es la del liderazgo carismático. El espíritu del 15-M no parece casar bien con este elemento de la acción política. De hecho, Bibiana Medialdea hizo referencia en su intervención del Palafox al principio de revocabilidad permanente de los potenciales dirigentes de PODEMOS, lo cual está muy bien. Es un hecho, sin embargo, que PODEMOS nace con un fuerte liderazgo carismático. En verdad, sin el capital mediático que se ha labrado por méritos propios Pablo Iglesias -desde La Tuerka y desde fuera de ella- y sin su carisma, al que hay que añadir el de J. Carlos Monedero, dudo que PODEMOS hubiera tomado cuerpo.
Esto -el carisma de sus protagonistas- sí marca una diferencia. Porque, entre las muchas carencias de la política española, una destaca con claridad: la falta de carisma de su establishment. Pensemos en Rajoy, en Rubalcaba, en Cayo Lara, en tantos y tantos barones regionales. Son todos líderes de perfil bajo que ponen cara a cuadros aposentados, a militancias desencantadas y a partidos esclerotizados con estructuras oligárquicas. Por otro lado, si entre los patrocinadores de PODEMOS y el 15-M hubiera una discrepancia en torno a la cuestión del liderazgo carismático, la culpa sería del 15-M, no de PODEMOS. Porque no hay innovación política que se precie, ni fases creativas en las dinámicas partidarias sin la presencia de líderes capaces de ganarse la confianza de un determinado movimiento o colectivo social. El problema no radica ahí, en los inicios, que siempre andan sobrados de emoción y confianza, si hay quien sepa despertarlas. El problema radica en el proceso subsiguiente de rutinización del carisma, por decirlo con Max Weber, el momento de la consolidación de una estructura organizativa permanente, cuando ya no están los padres fundadores tirando del carro y hay que mantener la organización en pie y en forma.
Aquí es donde se concentran mis dudas. Porque, ¿qué quiere ser PODEMOS?, ¿una plataforma electoral coyuntural o una organización permanente? Si es lo primero, se desvanecerá como el humo y no tendrá proyección: habrá llevado a Pablo Iglesias a Bruselas, en el mejor de los casos, y poco más.2 Si quiere ser lo segundo, un partido nuevo, un Nuevo Príncipe para el 15-M, entonces, más pronto que tarde, tendrá que hacer frente a todos los problemas de control del poder y accountability que la mayoría de las organizaciones políticas no han sabido solucionar, conformándose con penosos equilibrios oligárquicos y clientelares. Sin embargo, es poco lo que sabemos sobre la autoconsciencia de PODEMOS en este sentido. Miguel Urban lanzó la idea en su intervención -que espero Lenin no oyera desde su tumba- de «todo el poder a los círculos». Por lo que he podido saber, estos círculos-PODEMOS están en una nebulosa prenatal. ¿Cuál va a ser la estructura y función de dichos círculos dentro de la organización? ¿Serán «células» a la manera del honorable centralismo democrático? ¿Habrá unas reglas que cumplir? ¿Son círculos de debate o también de resolución, por utilizar la vieja distinción harringtoniana? ¿Tendrán alguna capacidad de control y penalización, de elección y gestión? La convocatoria del pasado domingo en el cine Palafox se hizo para resolver este tipo de cuestiones: era la segunda fase, la organizativa. Sin embargo, ni siquiera se plantearon. Todas estas cuestiones fundamentales quedaron en el aire. Ahora bien, mientras no se resuelvan y aclaren mediante un diseño organizativo serio, no sabremos qué es PODEMOS en realidad y sus círculos serán más bien «círculos-POKEMON» que pondrán en evidencia la bisoñez de base con la que parece nacer este proyecto. Y la consigna «todo el poder a los círculos» quedará en una broma de dudoso gusto. La ciencia política y la teoría de las organizaciones sabe desde antaño que el principal problema de toda formación política es el del faccionalismo clientelar, que acaba invariablemente en la consolidación de oligarquías opacas más o menos corruptas. Si realmente PODEMOS quiere marcar una diferencia en su modus operandi tendrá que afrontar este tipo de problemas y poner en marcha todos los mecanismos de control del poder interno propios de la tradición republicano-democrática;: rendición de cuentas, rotación, revocabilidad, brevedad de mandatos, isegoría, etc. Spinoza diferenciaba entre política politizante y política politizada. La primera crea lo que la segunda está llamada a mantener. En esta fase politizante y creativa esta PODEMOS ahora, y yo me alegro de que cuente con líderes carismáticos con gran tirón. Son necesarios. Es una fase cargada de emociones, con efusiones de cariño y simpatía. Monedero llegó incluso a decir que «somos una fábrica de amor».
Bueno, bien, vale. Pero Monedero sabe muy bien que el amor se acaba tan pronto como llega el momento de los repartos de poder y la distribución orgánica de los protagonismos. Por eso hay que pensar también en la política politizada, es decir, en la fase de la consolidación. Ésta, para que no termine destruyendo o devorando lo que se creó inicialmente con tanta ilusión tiene que partir de premisas antropológicas más realistas y pensar que PODEMOS, si se consolida, no va a estar exenta de mezquindades, ambiciones, envidias, frustraciones y maldades personales. Una vez politizada, si PODEMOS no se dota de mecanismos eficaces de control, rotación y división del poder, pronto dejará de fabricar amor para seguir la misma suerte cainita de las luchas intestinas tan características de la política en general, y de la izquierda política muy en particular. Fabriquemos amor, sí, pero prevengámonos frente al odio.
PODEMOS es un proyecto apoyado por gente muy apreciable. Ojalá tenga éxito y se politice y consolide bien. Una última cosa y termino. En el Cuaderno 13 de la Cárcel, epígrafe 33, Gramsci escribe: «Un partido habrá tenido mayor o menor significado y peso en la medida en que su particular actividad haya pesado más o menos en la determinación de la historia de un país…, en el haber contribuido a crear un acontecimiento y también en el haber impedido que otros acontecimientos se realizasen». Sería bonito que PODEMOS se atreviera a pensar con esa grandeza de miras. ¿PODREMOS crear ese acontecimiento? ¿Será PODEMOS una fuerza determinante? ¿Tendrá un peso específico en la historia de este país tan castigado por la voracidad y el cinismo de sus élites?…
Notas:
1 Entre 300 y 400 mil votos son los necesarios para lograr un eurodiputado. Son, por cierto, muchos votos.
2 Lo que -dicho sea al paso- no sería bueno ni para Pablo Iglesias ni para el colectivo que lo sostiene.
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