Parece que muchos hechos históricos irremediablemente se repiten aunque el escenario geográfico y cultural sea bien distinto. ¿Qué tiene que ver los Andes con el desierto egipcio?, ¿qué tiene que ver el río Mapocho con el Nilo? Chile y Egipto son dos países que se encuentran en las antípodas sin ningún lazo en común pero […]
Parece que muchos hechos históricos irremediablemente se repiten aunque el escenario geográfico y cultural sea bien distinto. ¿Qué tiene que ver los Andes con el desierto egipcio?, ¿qué tiene que ver el río Mapocho con el Nilo? Chile y Egipto son dos países que se encuentran en las antípodas sin ningún lazo en común pero ¿cuál es el desgraciado acontecimiento que los une?
Si analizamos el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile encabezado por el general Pinochet nos daremos cuenta que existen muchas analogías con el ocurrido cuarenta años después en Egipto.
El general Pinochet fue investido en el cargo de Comandante en Jefe del Ejército Chileno -con el visto bueno del general Carlos Prats que se lo recomendó a Allende- (que luego sería asesinado en Buenos Aires por los sicarios de la dictadura) tras una crisis gubernamental sólo tres semanas antes del golpe.
Luego del triunfo de las intifada egipcia en 2001 y el derrumbe de la dictadura de Mubarak, se aprobó una nueva Constitución y se convocaron elecciones libres en el 2012. Todo esto se consiguió gracias a la presión popular y las marchas de protestas que dejaron cientos de muertos, heridos y apresados y torturados. Por primera vez en la historia de Egipto fue elegido democráticamente presidente el candidato de los Hermanos Musulmanes Mohamed Morsi. En el otro caso Allende también se convirtió en el primer presidente marxista del mundo elegido en las urnas. Como sucediera en Chile Morsi nombra al general Al Sisi, supuestamente un oficial ímprobo y de intachable reputación, Comandante y jefe del Ejército en reemplazo del mariscal Tantawi perteneciente a la vieja guardia de Mubarak.
En todo caso el golpe cívico-militar en Egipto se puso en marcha desde el mismo día en que tomó posesión Morsi. Para las Fuerzas Armadas, que un islamista lograra desbancarlos del poder era una verdadera humillación. Con Allende sucedió algo parecido pues él pretendía instaurar la vía chilena al socialismo y los sectores más reaccionarios de la sociedad como la derecha oligárquica de la Democracia Cristiana, el Partido Nacional de Alessandri, los militares, la CIA, la iglesia católica y los medios de comunicación más conservadores urdieron un plan para boicotear su gobierno. Su primer objetivo, desencadenar un sistemático deterioro de la paz social especulando con los artículos de primera necesidad. Además generaron un estado de inestabilidad y violencia con la convocatoria de paros y huelgas de los sectores claves de la economía nacional.
En el caso Egipcio el nuevo gobierno tuvo que asumir una situación económica calamitosa fruto de la herencia envenenada del antiguo régimen corrupto. A Morsi se le exigieron resultados inmediatos para aplacar el descontento popular. Así que los mismos militares y la burguesía cairota, empresarios y banqueros se encargaron en avivar el fuego del descontento entre la ciudadanía con la subida del precio de la gasolina, el gas y los productos básicos de la canasta familiar. Entre los organizadores de la asonada debemos destacar por los Liberales al premio Nobel de la Paz El Baradei, el papa copto Teodoro II, el jeque de la mezquita de al Azhar Ahmed el Tayeb, sunita reaccionario pro-Mubarak, el partido Socialdemócrata Egipcio de Bleblawi, ex-miembros del PND de Mubarak, Salafistas de Al Nur, los integrantes del movimiento Tamarod liderados por el joven «revolucionario» Mahmoud Badr que aglutinaba a grupos como el 25 de Enero, los laicos, socialistas, ¿comunistas? ¡¡anarquistas!! Todos éstos se aliaron con la cúpula militar en una operación perfectamente planificada cuya finalidad era derribar a Morsi. Una burda campaña que se inició con la supuesta recogida de millones de firmas para presionar su renuncia. Según sostenían sus portavoces, Egipto se encaminaba al caos y la hecatombe por la actitud intransigente y sectaria de los Hermanos Musulmanes. Los sectores más laicos y prooccidentales los acusaron de querer implantar un Califato islámico. El día 3 de julio de 2013 se produjo el golpe de estado tras desestimar Morsi el ultimátum dado por la Junta Militar para que se llegara a un entendimiento con la oposición.
En el caso de Allende la burguesía, las Fuerzas Armadas y EE.UU estaban convencidos de que él iba a instaurar una dictadura comunista manejada en la sombra por la Unión Soviética y Cuba.
Los Hermanos Musulmanes no supieron actuar con inteligencia y se negaron a establecer un gobierno de consenso o salvación nacional para así neutralizar la amenaza latente de las Fuerzas Armadas. Un craso error que han pagado muy caro porque en Egipto las estructuras militaristas son muy poderosas y están arraigadas desde tiempos inmemoriales.
Algo que, por el contrario, si hizo Allende pues para rebajar la tensión y calmar los ánimos exaltados de la extrema derecha que hundían a Chile en el caos se vio obligado a nombrar a varios generales en su gabinete ministerial.
La casta militar egipcia desde el siglo XIX ocupa un puesto predominante en la pirámide social y a ellos se debe las tendencias modernizadoras y laicas. El ejército realmente es un estado dentro del estado, es una empresa que maneja un presupuesto multimillonario -recordemos que la ayuda americana ronda los 1.500 millones de dólares anuales- Los militares siempre tuvieron intereses e inversiones en la industria, el turismo, el petróleo, el gas, aparte de administrar el canal de Suez (paso estratégico para la comunicaciones entre África y Asia y Europa). Los altos mandos de la cúpula militar por lo general se forman en las academias y universidades de EE.UU y Europa. En el caso chileno lo más normal es que los oficiales reciban entrenamiento en las academias militares americanas. Chile posee uno de los ejércitos más avanzados y profesionales del continente. Desde la época de la independencia representa la columna vertebral del país y, hasta hoy en día, constitucionalmente, sigue tutelando las instituciones. Su presupuesto lo obtiene en primer término de la Ley del Cobre, es decir, recibe el 10% de la producción que le inyecta una generosa suma de 1.200 millones de dólares anuales.
La retoma de las riendas del poder en Egipto por parte de la Junta Militar ha traído como consecuencia que los juicios contra los principales culpables de la represión en las protestas del 2011 hayan quedado en su mayoría anulados. El aparato judicial también hace parte de ese entramado que ampara a la mafia institucional y es casi imposible erradicarlo. Ahora resulta que el dictador Mubarak -asesino, corrupto y traidor- goza de libertad «vigilada» en una de sus mansiones protegido por sus antiguos camaradas. Su esposa e hijos han sido exonerados de los cargos de corrupción, lavado de activos e instigar la muerte de manifestantes. No hay ninguna prueba que los inculpe, pues, según sus abogados, no son más que «perversas calumnias». Mubarak recupera su buen nombre y es rehabilitado en el pabellón de héroes ilustres, y ahora se dedica a poner al día la buena marcha de sus negocios. Él es un héroe de la guerra del Yom Kippur, un ser reverenciado que ha cumplido grandes servicios al país y por lo tanto inocente de todos los cargos que se le imputan. «Sencillamente es una víctima más de la conspiración terrorista islámica».
Egipto es el país del mundo en el que mayor reina la impunidad. Sepultados en el olvido quedan los miles de muertos, los desaparecidos, los torturados, las ejecuciones extrajudiciales e incontables crímenes de lesa humanidad cometidos por las fuerzas de seguridad del estado. El fascismo chileno tampoco tuvo ningún escrúpulo en perseguir a cualquier simpatizante de la Unidad Popular, a esos enemigos izquierdistas que había que eliminar a como diera lugar de la faz de la tierra. Para cumplir con esa compleja tarea de exterminio se puso al frente de la DINA al monstruoso general Manuel Contreras, mientras que el Muhabarat egipcio dirigido por el sanguinario represor Ministro del Interior Mohamed Ibrahim no tiene nada que envidiarle a su homólogo chileno.
Mubarak y su camarilla con todo el descaro se dedicaban al latrocinio de las arcas del estado, a los negocios fraudulentos, las componendas con el enemigo sionista mediante testaferros que le traspasaban millonarias comisiones por las exportaciones de gas. A Pinochet se le acusa, igualmente, de manejar cuentas secretas en el banco Riggs por un valor aproximado de 30 millones de dólares frutos del desfalco y el pillaje.
Paradójicamente a quienes les caerá todo el peso de la ley será a Morsi y los dirigentes de los Hermanos Musulmanes a los que se acusa de complotar contra Egipto, pertenencia a grupos terroristas, traición a la patria, rebeldía y asesinato de manifestantes. Seguro se les impondrán largas penas de cárcel y quién sabe si incluso hasta se les condene al cadalso. En Chile también campea la impunidad y muy pocos de los autores del salvaje genocidio cometido durante la dictadura militar se han sentado en el banquillo de los acusados. Hasta hoy en día los familiares de las miles de víctimas siguen exigiendo justicia y reparación sin apenas obtener alguna respuesta favorable.
La última noticia es que el Supremo Consejo de las Fuerzas Armadas ha elevado al grado de Mariscal al general Abdul Fatah Jalil Al Sisi. De esta forma se le proclama candidato a las próximas elecciones presidenciales. Además, el presidente interino Adli Manssur ha prometido que se aprobará una nueva Ley Electoral que rehabilite a los partidarios de Mubarak (PND). El objetivo fundamental es el de legalizar el sangriento golpe de estado y tranquilizar a la opinión pública mundial. Para ello el pasado 14 y 15 de enero, con una participación -según el gobierno del 38% de la población que en realidad significa un 20% pues todas las cifras está manipuladas- y el ¡98% de votos favorables! se aprobó una nueva Constitución. «Esta es la mejor prueba de que se está afianzando la democracia». Tal y como hiciera el dictador Pinochet en el Plebiscito Nacional de 1980 que con el 65% de los votos emitidos logró legitimar su cargo de Presidente constitucional de Chile.
Según las encuestas oficiales, el mariscal Al Sisi cuenta con el respaldo de gran parte del pueblo que lo reconoce como la reencarnación de Abdel Nasser. ¡El mariscal es el salvador de Egipto y el único que puede asegurar un porvenir con justicia y libertad! Se necesita un líder carismático que saque al país de la crisis económica e imponga la paz y la seguridad. Es la hora que vuelvan los turistas que representa un importante renglón del PIB ya que generan el 20% del empleo, es imperioso recuperar las reservas del Banco Central que se han visto mermadas hasta la extenuación y devolverles la confianza a los inversores extranjeros. Porque Egipto se mantiene a flote sólo gracias a las generosas donaciones de los países del Golfo Pérsico y Arabia Saudita y al apoyo incondicional de EE.UU y la UE que es el principal socio económico. Pinochet, del mismo modo, se creía el salvador de la patria, un ser iluminado por dios para librar a Chile de las garras del enemigo marxista (Fidel Castro y la Unión Soviética). La ayuda financiera que Pinochet recibió de EE.UU tras la ascensión en el poder fue de 800 millones de dólares anuales. Los economistas de la escuela de Chicago adoptaron un plan de choque neoliberal que rápidamente colocó a Chile en la cima de la ortodoxia capitalista.
La violenta represión contra los seguidores de Morsi provocaron matanzas indiscriminadas como la de Raba Al-Audawiya donde incluso se desconoce la cifra exacta de muertos y desaparecidos. Sus familiares en el momento de reclamar sus cuerpos en la morgue se vieron obligados a firmar un certificado reconociendo que sus deudos fallecieron de muerte natural – a pesar de que se notaba a simple vista las huellas de los balazos o los indicios de tortura.
El Mariscal Al Sisi en una reciente visita a Moscú ha recibido el espaldarazo de Vladimir Putin quien no ha dudado en compararlo con un «héroe libertador». El mariscal vino a comprar armamento valorado en 1.500 millones dólares ya que se habían quedado obsoletos sus arsenales estratégicos. Desde luego la seguridad nacional es una materia indispensable para afianzar la senda del crecimiento y el desarrollo, tal y como lo aseveraba en su día George Bush. Aunque, lamentablemente, nos tememos que estas armas no serán utilizadas contra el enemigo sionista, sino para aniquilar a su propio pueblo.
La plaza del Tahrir, que hasta hace unos meses era el punto de encuentro de los revolucionarios de todos los colores y tendencias políticas, una plaza que se había transformado en el ágora de la libertad y donde la gente expresaba sus ideas y soñaba con un nuevo amanecer, hoy no es más que un bastión de los golpistas. Éstos son los únicos que tienen derecho a manifestarse protegidos por las tanquetas y soldados.
Se terminaron las multitudinarias manifestaciones donde el pueblo gritaba eufórico ¡libertad, democracia, justicia! Se acabó la ilusión y la esperanza de construir un nuevo Egipto y ahora los nuevos inquilinos exhiben grandes retratos del mariscal Al Sisi rejuvenecido y risueño. Porque la única ideología valida es el culto a la personalidad. La Junta Militar y sus cómplices han prohibido mezclar política y religión. Por decreto, las mentiras que se transforman en verdades y los que han sido derrotados como Abdel Nasser, Anwuar el Sadat o Mubarak son erigidos a la categoría de héroes. De la antológica intifada egipcia que conmovió al mundo por su apasionamiento y entrega apenas quedan los escombros que yacen desperdigados por las plazas y avenidas. Se ha consumado la traición, la contrarrevolución ha triunfado y habrá que esperar quizás quién sabe cuántas generaciones para volver a experimentar una coyuntura de tales dimensiones. Todo ha sido nada más que una tremenda estafa.
Prohibido levantar la voz, prohibido lanzar críticas contra las fuerzas armadas, prohibido reunirse más de cuatro en la vía pública. Aquellos que osen vulnerar estas normas serán acusados de terrorismo y traición a la patria y como escarmiento deberán pagar largas condenas de cárcel. Se ha criminalizado la libertad de expresión, se censura a los periodistas y cualquier oposición al régimen se reprime con mayor dureza que en la época de Mubarak. De ahí que miles de estudiantes, intelectuales o artistas -como sucedió durante la época de Pinochet- hayan elegido el exilio como única fórmula de supervivencia.
Tras una convulsa e intrigante «primavera árabe» las aguas vuelven a su cauce. Israel duerme más tranquila, se cierra la frontera de Gaza donde gobiernan los «terroristas» de Hamas, amigos del depuesto presidente Morsi, EE.UU se frota las manos pue el aparato militar egipcio ha salido indemne y a Europa le basta con que se garantice la paz y la estabilidad en una de las zonas más convulsas del planeta. Porque en Oriente Medio se hallan las más importantes fuentes petrolíferas vital para mantener la buena marcha de la sociedad capitalista. Ese es el principal motivo de preocupación de un mundo occidental que intenta salir de la crisis y la recesión económica. Poco importan las masacres genocidas, desaparecidos o torturados, la violación de los derechos humanos pues el tiempo se encargará de cerrar las cicatrices y Allah en el cielo juzgará a los culpables. Extirpar la amenaza islamista, que es el auténtico enemigo de la civilización occidental, es lo prioritario y, aunque los métodos utilizados puede que no sean los más limpios, pero son los más prácticos y eficaces.
La revolución egipcia tuvo un componente cibernético de primera magnitud, fue una rebelión irradiada por la televisión satelital, Internet, las redes sociales como Facebook, por los teléfonos móviles y el Twitter, una intifada virtual más propia de la ciencia ficción. Por lo tanto sin una base ideológica clara y unos cuadros bien formados, sin una conciencia forjada en el estudio, sin una educación universal es imposible que hubiera podido cristalizar. Los casi 100 millones de habitantes que tiene Egipto (que demográficamente no se saben cuántos son pues no hay ni censos ni estadísticas fiables) el 60% sobrevive en la pobreza endémica, embrutecidos por el analfabetismo y el olvido institucional. El centralismo hegemónico del Cairo y Alejandría (que es donde palpita el corazón de la bestia oligárquica y militarista) es una lápida inamovible que condena a la marginalidad al 70% de la población.
La intifada egipcia parece más bien el argumento maquiavélico más propio de una trama novelesca, es algo tan absurdo que ni el más genial de los escritores se lo hubiera podido imaginar. Después de una épica insurrección que provocó la caída del dictador Mubarak volvemos al principio, nada ha cambiado y encima la junta militar sale aún más reforzada y victoriosa. Es increíble que esos miles de muertos, heridos, desaparecidos, torturados, prisioneros o mujeres violadas se pudran en los cementerios sin nadie que los reivindique.
Si en Chile surgió como respuesta al terrorismo de estado con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, en Egipto grupos afines a Al Qaeda como Ansar Bayt Al-Maqdis lanzan un llamado a la yihad para vergarse de los kufar o herejes que han blasfemado el nombre de Allah y su profeta. El peligro que se desate la guerra civil o un conflicto de baja intensidad son las predicciones a corto plazo.
Los Hermanos Musulmanes creían estar protegidos por la divinidad, es decir, que Allah les guardaba las espaldas. Pero está demostrado que contra el poder de las armas no bastan conjuros ni oraciones.
El primer ministro de facto Beblawi acaba de dimisionar con su gabinete en pleno -expresamente obligados por los militares-. Han recibido la orden desde el alto mando de dejar el paso expedito al mariscal Al Sisi que está a punto de presentar su candidatura a las próximas elecciones presidenciales que se celebrarán por vía de urgencia el próximo mes de abril. El «Heka», el espíritu protector del antiguo Egipto, el Mariscal supremo parte como favorito incuestionable e incontestable.
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