Traducción para Rebelión de Loles Oliván.
En los últimos 18 meses, el Gobierno israelí ha aumentado de manera gradual la apuesta por su campaña de presión a los cristianos palestinos para que sirvan en el ejército israelí. En abril, Israel subió la apuesta una vez más, al anunciar que a partir de ahora emitirá avisos de alistamiento a los cristianos que se hayan graduado en secundaria. Esta vez, el patriarca greco-ortodoxo respondió destituyendo a un sacerdote de Nazaret, Yibril Nadaf, que se había prodigado como líder espiritual de un pequeño pero vociferante grupo de cristianos palestinos que respaldan la campaña del Gobierno.
La iniciativa de reclutamiento comenzó discretamente en octubre de 2012 con una «conferencia de reclutamiento» encubierta y organizada por el Ministerio de Defensa a la que fueron invitados grupos de scouts cristianos, sobre todo de las comunidades católicas griegas y maronitas. Posteriormente, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu la hizo pública en el verano de 2013 junto a Nadaf. Declaró en rueda de prensa que «[…] Se debe permitir a los miembros de la comunidad cristiana alistarse en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Sois ciudadanos leales que queréis defender al Estado. Yo os saludo y os apoyo. No toleraremos amenazas contra vosotros y actuaremos para que se cumpla la ley con mano dura contra quienes os persigan».
El anuncio de abril fue el primer paso concreto para cumplir la promesa de Netanyahu, aunque por el momento, quien reciba la carta podrá considerarla como una «invitación» y no como una comunicación formal. El ejército anunció que comenzaría enviando 800 cartas a cristianos que hubieran alcanzado la edad de reclutamiento.
A medida que avanza la campaña, los responsables israelíes observan cuidadosamente cómo responde la población cristiana local y, más importante aún, qué reacción provoca esta iniciativa en la comunidad internacional y en las jerarquías eclesiásticas.
El grupo de cristianos palestinos liderados por Nadaf ha establecido un Foro para el Reclutamiento de Cristianos que asesora al gobierno sobre cómo avanzar en el reclutamiento. Nadaf articula su pensamiento: «[…] Hemos roto la barrera del miedo. Ha llegado el momento de demostrar nuestra lealtad, pagar nuestras deudas y exigir nuestros derechos. Porque el Estado de Israel está en nuestro corazón, Israel es un Estado santo, un Estado fuerte, y su pueblo, judíos y cristianos por igual, estamos unidos bajo una misma alianza».
A la inmensa mayoría de los cristianos no parecen persuadirle tales llamamientos y se oponen al servicio militar, voluntario o no. Pero los funcionarios israelíes emplean una combinación de presiones para intimidar a quienes critican la iniciativa: detenciones, amenazas de enjuiciamientos por incitación y demandas civiles por daños y perjuicios financieros.
Las autoridades eclesiásticas del interior de Israel y del extranjero pisan un terreno incómodo: los feligreses locales les presionan para que reaccionen pero ellas detestan contrariar al gobierno israelí. Tanto la Iglesia greco-ortodoxa, que representa la mayor confesión cristiana en Israel, como el Vaticano, dependen mucho de la buena voluntad israelí. Israel proporciona permisos de entrada a los sacerdotes y monjas que trabajan en las instituciones religiosas, y sobre todo, hace la vista gorda ante asuntos intencionalmente opacos relativos a la fiscalidad y propiedad de las iglesias.
Eso puede explicar en parte por qué se han quedado en letra muerta de momento los llamamientos de los dirigentes palestinos cristianos al Papa Francisco para que intervenga durante su visita en mayo a Tierra Santa. Durante muchos meses, también el patriarca greco-ortodoxo ignoró las repetidas peticiones de la comunidad local para destituir a Nadaf. Un portavoz reveló que altos cargos de la jerarquía eclesiástica acordaron finalmente destituir al sacerdote. «Le advertimos con anterioridad que se atuviera a sus obligaciones sacerdotales y que no interfiriera en los asuntos del Ejército. Cuando no hizo caso a nuestra advertencia celebramos una reunión de la corte de la iglesia, que decidió despedirlo», según Isa Muslih.
Divide y vencerás
Los dirigentes palestinos en Israel, que representan a una minoría de 1,5 millones de ciudadanos del país, una quinta parte de la población, vieron en la iniciativa gubernamental de reclutar cristianos para el ejército la intensificación del principio político clásico de divide y vencerás.
Fundado explícitamente como Estado judío, Israel ha conservado los cimientos del sistema millet otomano, que otorgaba a la dirección religiosa de cada grupo confesional el control exclusivo sobre cuestiones del estatuto personal, como el matrimonio, el divorcio, o el sepelio. Tras separar a estos grupos confesionales, Israel otorgó a la comunidad judía un estatuto preferencial en muchas áreas legislativas, tratándola como integrante de una nación judía mundial y por lo tanto con derechos nacionales. A los miembros de la comunidad palestina solo se les reconocen identidades sectarias o tribales inferiores: musulmanes, cristianos, drusos, beduinos y circasianos.
El reclutamiento también se ha estructurado en torno a estas identidades confesionales. A los varones israelíes judíos se les recluta durante tres años y a las mujeres durante dos, tras graduarse en la escuela secundaria, a menos que estén exentos por motivos religiosos, físicos o psicológicos. Entre la minoría palestina, por otro lado, el reclutamiento ha sido siempre una cuestión de enorme división.
Los líderes drusos firmaron con Israel en 1956 un acuerdo de reclutamiento de todos los varones de su comunidad, que constituye una décima parte de la población palestina. La escasa población circasiana hizo lo mismo. Ambas comunidades, vulnerables a la violencia sectaria, prefirieron buscar el patrocinio militar del joven Estado de Israel.
En las instituciones políticas y militares israelíes hubo poco entusiasmo para reclutar musulmanes. A la población musulmana suní, que comprende hoy el 80% de la minoría palestina, se la consideraba como una potencial quinta columna, proclive a aliarse con los enemigos de Israel, ya fueran combatientes palestinos en el exilio o los Estados árabes vecinos. Por consiguiente, se descartó entrenar y equipar militarmente a la población musulmana.
Sin embargo, en la primera década del Estado, se contaba con poder convencer a la pequeña comunidad cristiana de que aceptase el proyecto. Una figura clave fue George Hakim, el obispo greco-católico de Galilea. Fundó una milicia cristiana durante la guerra de 1948, e Israel permitió a muchos de sus seguidores regresar del exilio en Líbano a finales de la contienda. Hakim llegó a transformar los scouts greco-católicos en un movimiento juvenil sionista como contrapeso político al Partido Comunista judío-árabe, que sería la única corriente principal del movimiento no sionista permitido en Israel.
En 1958, Hakim consideró la firma de un acuerdo sobre el servicio militar similar al que habían firmado los dirigentes drusos pero encontró poco apoyo entre los cristianos. Una fotografía del libro de Hillel Cohen, Good Arabs [Árabes buenos], sobre los primeros colaboradores con el nuevo Estado de Israel, muestra a Hakim sentado junto al líder druso Sheij Amin Tarif, en un desfile de las FDI con motivo del Día de la Independencia en 1959.
En cambio, las comunidades cristianas y musulmanas recibieron una exención general del proyecto. Existe una disposición para que los miembros de cada comunidad sean voluntarios aunque los líderes comunales desalientan activamente dicho servicio.
Los beduinos, aislados físicamente del resto de la minoría palestina en sus separadas y muy desfavorecidas aldeas de la región semi-desértica del Naqab (Negev), han sido los más propensos a ser voluntarios, por lo general como rastreadores. Al igual que los drusos, a muchos se les convenció con un discurso que presenta el servicio militar como una prueba de lealtad al Estado y, en consecuencia, como medio de obtener beneficios y acceso a puestos de trabajo. Pero en los últimos años el número de voluntarios beduinos ha disminuido lentamente, pues han acabado por comprender que el servicio militar rara vez ofrece salir de la marginación social y económica. Refuerzan sus conexiones con actores políticos externos, en particular con el Movimiento Islámico.
El modelo de cristianos que quiere Israel
La intención de Israel es acabar con el sistema actual de la comunidad cristiana. Al igual que los drusos, los cristianos representan alrededor de una décima parte de la población palestina de Israel. Los cristianos que apoyan la campaña de reclutamiento esperan alcanzar un acuerdo con el Gobierno como el que ya existe entre el Estado y los drusos.
A cambio de su servicio militar obligatorio, a los drusos se les reconocen derechos de nacionalidad muy limitados: sus carnets de identidad los identifican como «drusos» en lugar de con el genérico «árabe»; tienen su propio sistema de educación separado del árabe, que pone el acento en una narrativa de la historia drusa en la que se presenta a su comunidad -y a sus aliados, los judíos- como oprimidos durante siglos por gobernantes musulmanes.
En términos prácticos, los beneficios para los drusos por el servicio militar son principalmente individuales y no colectivos. Tras el servicio militar obligatorio, muchos son reclutados para el servicio penitenciario, donde la mayor parte trabajan como guardias mansos, o en la Policía de Fronteras, una fuerza paramilitar muy temida que opera tanto en Israel como en los Territorios Ocupados. Lo más destacable es que los drusos que han sido soldados pueden tener acceso preferencial a los escasos terrenos que se ponen a disposición de la minoría palestina. Para muchos, dados los discriminatorios sistemas de asignación y planificación de tierras, es su única esperanza de construir un hogar legalmente.
Shadi Jalul, ex paracaidista israelí y portavoz del Foro de Reclutamiento Cristiano, habla de cristianos que necesitan «vivir libremente [y] re-descubrir nuestra identidad e historia». Subraya la importancia de que se establezca un sistema escolar separado para los cristianos, de reactivar y enseñar en la antigua y casi extinta lengua aramea, que, como el hebreo, precedió al árabe en el Levante.
Jalul representa el modelo del nuevo cristiano que el gobierno israelí quiere cultivar. Sus abuelos eran «ausentes presentes», o refugiados internos expulsados en 1948 de la aldea de Kafr Bir’im, en la Alta Galilea, mayoritariamente maronita, uno de los cientos de pueblos palestinos destruidos durante y después de la guerra. Los refugiados de Kafr Bir’im -junto con los de otra aldea cristiana próxima, Iqrit- han batallado sin éxito para que se les permitiera volver a sus pueblos apelando a una promesa escrita del ejército según la cual su «evacuación» en 1948 sería temporal. Pero Jalul no forma parte de esa iniciativa y, de hecho, no guarda rencor por el despojo de su familia. Más bien, según él, extremar la lealtad al Estado es la mejor ruta para recuperar sus derechos. Está muy orgulloso de lo que él considera una originaria identidad judeo-cristiana anterior a la conquista árabe de Tierra Santa.
Su familia, como muchas otras de Kafr Bir’im, acabó asentada en las inmediaciones del pueblo de Jish. Pero Jalul se niega incluso a reconocer el nombre árabe del pueblo. Para él, se trata de la antigua comunidad de Gush Halav, y su identidad es maronita-aramea en lugar de árabe. Jalul argumenta que los maronitas y los judíos comparten la lengua aramea y que ambas comunidades sufrieron persecución a manos de los musulmanes durante cientos de años. A raíz de la presión que ejerció Jalul, las escuelas de Jish fueron las primeras que ofrecieron en Israel clases en arameo hasta el octavo curso financiadas por el Ministerio de Educación.
Escuchando a Jalul, uno comprende por qué Israel ha elegido este momento para impulsar el servicio militar cristiano. «Somos parte de Israel y es importante que mantengamos fuerte a nuestro país, sobre todo cuando nuestros hermanos están siendo perseguidos y sacrificados a poca distancia de aquí (en Siria y Egipto)».
Los levantamientos árabes de 2011 y sus consecuencias provocaron un temor particular entre muchos palestinos de Israel, especialmente entre los cristianos. Creen que esos sucesos demuestran la facilidad con que pueden descomponerse las relaciones comunales y volverse violentas sin el concurso de sólidas estructuras estatales. Por su potente ejército y por el apoyo financiero y diplomático de Estados Unidos, Israel parece, al menos para algunos, el único oasis de calma en que confiar en toda la región.
Benjamin Netanyahu pretende sacar provecho de esos temores. En un mensaje de vídeo por Navidad dirigido a los cristianos del interior de Israel, se refirió a ellos como «ciudadanos leales» e instó a los jóvenes a alistarse, añadiendo que el Foro «protegería a los partidarios del reclutamiento y a los propios reclutas ante las amenazas y la violencia dirigida contra ellos».
Hana Suwayd, miembro cristiano del parlamento israelí o Knesset, es uno de los que entienden los comentarios del primer ministro como un respaldo a la formación de milicias cristianas. «Intenta vendernos esto a los cristianos con la idea de que Israel nos armará y nos entrenará para defendernos de nuestros vecinos musulmanes».
Suwayd y otros son muy conscientes de a dónde podrían conducir las tácticas del miedo, como ilustra un notorio incidente de hace una década en el pueblo de Rama, en el centro de Galilea. Allí, una pelea de arma blanca en la que un joven druso fue fatalmente apuñalado por un adolescente cristiano, dio lugar a una campaña de intimidación de la población cristiana de la aldea que acabó con el disparo de un misil antitanque por parte de soldados drusos contra la iglesia local.
Nazaret: centro del escenario
Los dirigentes palestinos en Israel consideran que Netanyahu es la fuerza impulsora de la campaña de alistamiento militar. En la Semana Santa de 1999, durante el primer mandato de Netanyahu como primer ministro, se produjeron en Nazaret tensiones sectarias que prendieron en peleas callejeras entre cristianos y musulmanes.
El conflicto había sido alimentado por una serie de cínicas intervenciones del Gobierno en el período previo a la visita del Papa Juan Pablo II para el milenio. Netanyahu estableció dos comités ministeriales para arbitrar en una disputa por el control de una plaza pública próxima al principal lugar sagrado de la ciudad, la Basílica de la Anunciación. En una decisión sin precedentes, el gobierno desautorizó a las autoridades municipales locales y apoyó la iniciativa de un grupo de musulmanes de construir una gran mezquita junto a la Basílica. La licencia de obras nunca se concedió y la mezquita nunca se edificó. Pero la decisión inicial del Gobierno consiguió que el enfrentamiento sectario fuera en aumento durante muchos meses, alimentando tensiones que hasta la fecha no han amainado.
La última campaña de reclutamiento de cristianos en el ejército ese considera una extensión de las anteriores iniciativas de Netanyahu. Y de nuevo se ha situado a Nazaret, a los efectos la capital de los ciudadanos palestinos de Israel, en el centro del escenario. Hogar de la mayor comunidad de cristianos de Israel, la ciudad de 85.000 habitantes cuenta asimismo con dos tercios de mayoría musulmana. En ella el conflicto sectari reverbera entre toda la minoría palestina.
Los principales partidos políticos que representan a los ciudadanos palestinos de Israel han organizado protestas en la ciudad, entre ellas una en abril, en la que jóvenes se vistieron de soldados y portaban rifles de juguete. Declararon el área como zona militar cerrada, colocaron alambre de púas y establecieron un puesto de control simulado. Los «soldados» llevaron a cabo una representación de hostigamiento a otros jóvenes para poner de relieve lo que significa el servicio militar en los territorios ocupados. Un folleto entregado a los transeúntes advertía de que lo que Israel pretende conseguir es «la fragmentación de la minoría nacional palestina en sectas enfrentadas».
El Comité de Seguimiento Superior, el principal órgano político que representa a la minoría palestina, ha convocado también una importante manifestación para el 17 de mayo contra la iniciativa del alistamiento. Otros dirigentes han instado a los jóvenes cristianos a quemar públicamente sus documentos de llamada a filas.
Además del Foro para el reclutamiento de cristianos, los seguidores de Nadat han establecido en Nazaret el primer movimiento político conjunto judeo-cristiano, denominado Bnei Habrit, o Hijos de la Alianza. Está dirigido por Bishara Shlayan, ex capitán de la marina mercante, cuyo tío, Ihab, es asesor del Ministerio de Defensa en temas cristianos. Ihab Shlayan es quien inauguró la conferencia de octubre de 2012 alentando a los scouts cristianos a unirse a las fuerzas armadas.
Por el momento, la plataforma pública de la organización está restringida en gran parte a fomentar el alistamiento cristiano y el respaldo a Israel como Estado judío. También ha puesto en marcha el proyecto de erigir una estatua de 30,8 metros de Jesús -como la del Cristo Redentor de Río de Janeiro- en el Monte del Precipicio, con vistas a la ciudad. El ministro de Turismo, Uzi Landau, parece que ha dado su bendición al proyecto. Shlayan dice que la estatua será un «símbolo de amor y paz».
Desde el principio, los responsables políticos israelíes han intentado señalar a todo opositor de renombre que se oponga al plan de alistamiento.
Los dirigentes de la comunidad cristiana de Nazaret criticaron muy duramente la conferencia gubernamental para el reclutamiento y la participación de Nadaf tras revelarse los detalles a finales de 2012. Abir Kopty, ex concejal del Ayuntamiento de Nazaret y destacado bloguero, y Azmi Hakim, entonces presidente del Consejo greco-ortodoxo, la dirección política de la comunidad ortodoxa, fueron convocados poco después para ser interrogados por la Shinbet, el servicio de inteligencia interior de Israel. Se les acusó de incitación a la violencia y se les pidió que firmaran sendas declaraciones comprometiéndose a no volver a referirse a Nadaf por su nombre. Según Adalah, organización legal de la minoría palestina, en un nuevo intento de intimidación y en violación de la propia legislación israelí, se les obligó a proporcionar una muestra de ADN.
Los miembros palestinos de la Knesset israelí también se han posicionado contra Nadaf y sus partidarios, acusándolos de ser colaboradores. Miri Regev, miembro del partido Likud de Netanyahu y presidente del Comisión de Interior del parlamento, respondió llamando a los diputados «caballos de Troya» y urgió a la policía para que los investigue por incitación contra Nadaf. Por el momento, la inmunidad parlamentaria de los diputados ha acallado esta propuesta. Pero Hakim y el Consejo greco-ortodoxo se enfrentan ahora a una denuncia por acoso y difamación de Nadaf que les exige a cada uno 170.000 dólares.
Otras protestas también han sido tratadas con «mano dura» como prometió en 2013 Netanyahu. La policía disolvió una protesta silenciosa de estudiantes contra el alistamiento cristiano en el campus de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Tres estudiantes fueron detenidos.
Gasan Munayyir, activista político de 44 años, de la ciudad de Lod, ubicada en el centro de Israel, fue detenido en abril, tras publicar en Facebook fotografías de Nadaf y otros cristianos palestinos que se reunieron el ministro de Hacienda, Yair Lapid, para debatir la introducción de un borrador para los cristianos. Munayyir había comentado que «[…] Por el bien de la libertad de expresión y de la transparencia, los rostros y los nombres de los ‘honorables’ que aparecen en las siguientes imágenes son los mismos que quieren reclutar a vuestros hijos para ponerlos en contra de vuestro propio pueblo. Recordadlo». De acuerdo con la policía, estas palabras constituían una amenaza». Munayyir fue puesto en libertad bajo arresto domiciliario pero sólo después de haber aceptado la confiscación de su ordenador y su teléfono.
Sembrar la discordia
Al mismo tiempo que Netanyahu y Nadaf promueven el alistamiento, un aliado político de Netanyahu está presionando para que se cree una nueva identidad nacional cristiana, haciéndose eco del estatuto ya asignado a los drusos.
Yariv Levin, presidente del Gobierno del Likud y de la facción Yisrael Beiteinu, ha empezado introduciendo una ley, aprobada en febrero, que por primera vez distingue entre derechos de los palestinos cristianos y de los palestinos musulmanes. La medida es menor: proporciona a los cristianos una representación independiente en el Consejo Nacional de Asesoramiento Laboral. Pero sienta las bases para un plan de mucho mayor alcance para, según lo declarado por Levin, crear una nacionalidad cristiana que limite la definición tradicional de «árabe» para referirse únicamente a los musulmanes.
Levin no oculta sus motivos. En una entrevista en Haaretz el 14 de febrero declaró que sus iniciativas legislativas estaban destinadas a «conectarnos a nosotros [la mayoría judía] con los cristianos. […] Son nuestros aliados naturales, un contrapeso a los musulmanes que quieren destruir el país desde dentro».
Hanin Zu’bi , parlamentario palestino, cree que la campaña de alistamiento es un signo de la desesperación del Gobierno de Netanyahu: «Ha entendido que nuestra identidad palestina se ha fortalecido en la última década y está haciendo todo lo posible para debilitarnos como comunidad. Netanyahu está haciendo efectiva la creación de una prueba de lealtad -servir en el ejército- que se sólo se exige a los cristianos. La implicación es que los musulmanes son, por definición, desleales».
Un grupo de jóvenes de extrema derecha, Im Tirtzu contribuye de manera adicional. Se le conoce por librar una campaña de intimidación contra las «tendencias de izquierda» en escuelas y universidades; trabajan en estrecha colaboración con altos responsables del Likud. Participó también en la Conferencia de reclutamiento de octubre de 2012, y desde entonces, ha proporcionado asistencia organizativa y financiera al Foro de Reclutamiento cristiano. Im Tirtzu es reticente a divulgar sus fuentes de financiación. Pero las investigaciones de los medios de comunicación israelíes demuestran que en 2008 y 2009 recibió donaciones de más de 100 mil dólares de la organización Cristianos Unidos por Israel, una entidad cristiano-sionista dirigida por el pastor estadounidense John Hagee, estrecho aliado de Netanyahu.
A pesar del fomento agresivo del plan de alistamiento gubernamental, las cifras de los nuevos reclutas no es que impresionen demasiado. Según las FDI, cerca de 2.000 palestinos cristianos alcanzan la edad de reclutamiento cada año. En la actualidad, consta que están sirviendo en el ejército 150. El número de voluntarios desde el lanzamiento de la campaña de reclutamiento ha aumentado marginalmente, de unos 40 por año a unos 50.
En otra señal de la falta de base popular del movimiento por el alistamiento, el nuevo partido de Shlayan ha evitado presentar candidatos en las elecciones municipales israelíes de 2014, incluso en Nazaret.
No obstante, la mejor manera de medir el éxito de la campaña de alistamiento de Netanyahu no sea probablemente el número de nuevos reclutas que se asegura. Su gobierno a finales de 1990 no tenía ningún interés en incomodar al Vaticano provocándolo con la construcción de una mezquita en las inmediaciones de la Basílica de la Anunciación. El éxito puede calibrarse por la extensión que adquiera el conflicto que genera la propuesta, no por la construcción de la mezquita.
Y lo mismo ocurre con el proyecto de los cristianos. Netanyahu no necesita que sean muchos los cristianos que se inscriban en el servicio militar para que se siembre la discordia, tanto entre las diversas confesiones cristianas y, de manera más general, entre las comunidades cristianas y musulmanas. Y utilizando cuidadosamente los cambios legislativos, el Gobierno piensa que puede forzar gradualmente la fractura entre palestinos cristianos y musulmanes, lo aprueben ellos o no.
Recientemente, dos elecciones municipales divisivas y celebradas con muy poco tiempo de diferencia en Nazareth sirven como advertencia de lo que puede venir. En el clima actual, era inevitable que los dos principales candidatos fueran vistos por algunos de sus seguidores como representantes confesionales y no de las identidades políticas: el antiguo alcalde, Ramiz Jaraysi, del Frente Democrático aliado de los comunistas, es cristiano, mientras que su rival y anterior sustituto, Ali Salam, que se presentaba como independiente, es musulmán.
En la primera elección, en octubre de 2013, Salam ganó por un puñado de votos, una victoria que fue anulada poco después cuando el partido de Jaraysi exigió un recuento. Jaraysi insistió en contar un sobre de votos por correo que no habían sido firmados correctamente por las autoridades electorales. La victoria de Jaraysi estaba garantizada con esos votos que, para su vergüenza, eran en su mayoría de soldados voluntarios de Nazareth, muchos de ellos probablemente cristianos. Como las reclamaciones de unos y otros se sucedieron, la Corte Suprema de Israel dictaminó que debían celebrarse nuevas elecciones.
Se celebraron en marzo, y Salam ganó con una mayoría de cerca de dos tercios en una elección en la que los sentimientos sectarios se expusieron aún más obviamente. Salam ha intentado calmar rápidamente las preocupaciones cristianas incluyendo entre sus primeras decisiones la declaración del 25 de marzo, Día de la Anunciación, como día de festividad local y concediendo a un barrio el nombre de «Barrio de la Virgen María».
Pero como observa Nadim Nashif, director de Baladna, movimiento juvenil de Haifa que encabeza la oposición al alistamiento cristiana, puede que las acciones de Salam sean contraproducentes porque sólo refuerzan la política sectaria.
La mayor parte de los dirigentes palestinos en Israel han interpretado el plan de alistamiento principalmente como una iniciativa renovada para dividir y gobernar. En caso de que Netanyahu lo consiga, habrá invertido el antiguo compromiso unitario de las comunidades cristiana y musulmana de Israel. Eso tendría repercusiones negativas para las instituciones políticas de la minoría, como el Comité de Seguimiento Superior y sus partidos laicos que trascienden la división sectaria.
«Choque de Civilizaciones»
Pero hay indicios de que otro objetivo más profundo puede estar motivando la campaña del Gobierno para alistar soldados cristianos.
Durante muchos años, Netanyahu y la derecha israelí han cultivado lazos con movimientos sionistas cristianos en Estados Unidos. Ambas partes han hallado intereses mutuos en una alianza. Para los cristianos sionistas, respaldar a Israel resulta vital para que se produzca el «encuentro» de los judíos y avanzar en la supuesta profecía bíblica del fin de los tiempos y del retorno del Mesías. Para Israel, los cristianos sionistas han sumado su influencia de cabildeo en Washington y han invertido de forma útil en proyectos de los asentamientos de Jerusalén y de otros lugares religiosos ubicados en Cisjordania.
Pero sorprendentemente, hasta hace poco tiempo, los cristianos sionistas no habían tenido participación visible o un impacto significativo entre la población palestina cristiana de Israel.
Históricamente, los dirigentes cristianos palestinos, lejos de adoptar posiciones sionistas, han asumido un papel destacado en los movimientos nacionales palestinos, ya sea a través de figuras como George Habash, fundador del Frente Popular para la Liberación de Palestina, o Azmi Bishara, quien dirigió la campaña política en el interior de Israel para poner fin a su estatuto como Estado judío. Igualmente, los dirigentes religiosos, como Elias Chacur, arzobispo católico griego de Galilea, han tenido un efecto profundo al educar a las comunidades cristianas del extranjero sobre las injusticias perpetradas por Israel contra la minoría palestina. Libros como el suyo Hermanos de sangre, o como el del obispo anglicano Riyah Abu al-Assal Atrapados en el medio, se convirtieron en textos fundamentales para muchos peregrinos a Tierra Santa.
Los cristianos en Israel defienden asimismo las campañas internacionales contra Israel, y utilizan sus conexiones en el extranjero, por ejemplo, para promover la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) que en la actualidad defienden algunas iglesias en el extranjero. Israel se está poniendo cada vez más nervioso por lo que denomina la «deslegitimación», y hay quien considera que esta iniciativa podría convertirse pronto en la mayor amenaza que enfrenta Israel.
Nada de todo esto se adapta cómodamente al pensamiento maniqueo de la derecha israelí, que presenta a Israel como si estuviera situado en el filo entre un Occidente judeo-cristiano y las hordas bárbaras del Oriente islámico. O, como explicaba Theodor Herzl, padre del sionismo , un Estado judío debe actuar como «una muralla de Europa contra Asia, un puesto avanzado de la civilización en oposición a la barbarie». Si la oposición palestina a Israel se limita a extremistas islamistas, tanto mejor para Netanyahu y para la derecha.
En la medida de lo posible, puede que la esperanza de la derecha israelí sea situar a los cristianos palestinos al lado israelí de la brecha, a través de una mezcla de incentivos financieros, privilegios legislados y crecientes presiones sectarias derivadas de una presunta reacción violenta musulmana. Si tal es el objetivo, entonces los movimientos sionistas cristianos de Estados Unidos pueden ser aliados clave, sobre por el alcance de sus bolsillos. Los cristianos sionistas han estado involucrados en el apoyo a Israel desde hace algún tiempo a través de organizaciones como la Embajada Cristiana Internacional en Jerusalén y en emisoras evangélicas como la de GOD-TV. Esta emisora cuenta con Nasir Siddiki, un predicador británico que se convirtió al cristianismo desde el Islam, y con Benny Hinn, un evangelista que vive en Texas y nació en Yafa, y en cuyos recorridos habituales por Tierra Santa conmina a los participantes a «experimentar Israel».
Los signos de implicación de cristianos sionistas estadounidenses en Nazaret y en las comunidades vecinas también han comenzado a salir a la luz. El primer grupo de cristianos sionistas palestinos se estableció recientemente en la localidad de Kafr Yasif, cerca de Acre. Según se ha informado, han ordenado a un ex sacerdote anglicano como su obispo. Corre el rumor de que están recibiendo fondos del extranjero. Im Tirtzu y el Foro de Nadaf tienen relaciones con John Hagee. Y Nazaret, después de décadas de oposición por parte del Gobierno israelí al establecimiento de una universidad en la ciudad, ha pasado a ser candidata a albergar un gran campus de la filial universitaria de Texas A & M University financiada por donaciones que recauda Hagee. Este acuerdo se inclinó por Nazaret en negociaciones secretas en las que intervino el presidente Shimon Peres y que, según se ha informado, aprobado personalmente por Netanyahu. No es que los responsables locales estén descontentos , el campus traerá una inversión de hasta 100 millones de dólares. La realidad es, sin embargo, que los beneficiarios locales principales serán probablemente cristianos (como fue el caso de la inyección masiva de fondos del Gobierno antes de la visita del Papa en 2000). Por lo tanto, puede que los musulmanes de Nazaret se resientan por el proyecto.
Puede que Netanyahu espere que estos vínculos financieros den incentivos a algunos sectores de la población cristiana palestina, o a sus dirigentes, para que apoyen a Israel siguiendo la línea de la comunidad drusa. El respaldo universal de los cristianos palestinos no es necesario; la fractura ruidosa en el seno de la comunidad sería suficiente para subrayar la tesis del «choque de civilizaciones» de la derecha israelí. Teniendo a líderes religiosos como Nadaf a su lado, Netanyahu puede argumentar de forma plausible que los cristianos valientes se expresan, mientras que el resto mantiene un perfil bajo por temor a represalias por parte de los extremistas musulmanes entre los que viven.
Este argumento, en el pensamiento de la derecha israelí, podría ser un arma importante para debilitar el apoyo de los cristianos palestinos al BDS y a otras campañas por la «deslegitimación» en el extranjero. Pero en el camino, tales insinuaciones pueden intensificar tensiones sectarias entre musulmanes y cristianos palestinos hasta la fractura. Y puede que eso baste para asegurar que la tesis del choque de civilizaciones de Netanyahu se convierta en profecía autocumplida.