Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
Esta mañana me he despertado con el ruido de los helicópteros, los coches de policía y las ambulancias cuando estallaba un enfrentamiento en nuestra hasta ahora tranquilo barrio de Shuafat, en Jerusalén Oriental. Las fuerzas de seguridad israelíes disparaban contra los jóvenes palestinos que se manifestaban contra el asesinato de Mohamed Abu Jedeir, de 16 años, secuestrado en nuestro barrio cuando acudía al rezo del alba. Unos testigos vieron como se obligaba a Mohamed a entrar en un coche e informaron a la policía. Unas horas después la policía israelí encontraba su cuerpo en un bosque de Jerusalén, en el pueblo Deir Yassin, ¡era casi como una vuelta atrás al escenario de esta traumática masacre infligida a este pueblo hace más de seis décadas! Mohamed había sido apuñalado y su cuerpo estaba carbonizado y desfigurado*. La noche anterior unos israelíes habían tratado de secuestrar a Musa Zallum, de 10 años, que se salvó gracias a la valiente resistencia de su madre, Deema. Ambos han vivido para contar su historia.
Incitación y venganza
Inmediatamente después del secuestro el pasado 12 de junio de tres colonos israelíes en la ocupada Cisjordania (en un sector en el que Israel detenta el control total, tanto civil como militar) el primer ministro israelí Benjamin Nethanyahu anunciaba que «Hamas era responsable y que Hamas iba a pagar». El ejército israelí emprendió violentas incursiones e impuso el toque de queda en toda Cisjordania, mató a una decena de jóvenes, volvió a detener a miembros del parlamento y a presos recién liberados, y demolió las casas de los sospechosos antes de que se presentara siquiera una prueba ante la opinión pública o un tribunal. No me sorprendería que fueran asesinados los palestinos a los que Israel acusa, porque así solo subsistiría la versión israelí.
Con todo, la escalada militar israelí iniciada el 12 de junio no consistía únicamente en buscar a los tres colonos desaparecidos. El régimen de Netanyahu se aprovechaba de la situación para tratar de inspirar la simpatía internacional tras las críticas procedentes del mundo entero por el papel desempeñado por Israel en la paralización de las conversaciones de paz. Israel ha infligido un castigo colectivo al pueblo palestino al restringir sus desplazamientos en toda Cisjordania y prohibir a los habitantes no judíos de Hebrón abandonar el país, efectuar unas incursiones brutales y registros en las casas, ciudades y campos de refugiados palestinos, detener a gran cantidad de palestinos y matar a cualquiera considerado una amenaza.
Estas acciones israelíes han servido para reducir los poderes del gobierno unitario de Palestina y para azuzar las llamas de la polarización. Además de ello, los dirigentes y propagandistas israelíes han creado un clima hostil a los palestinos caracterizado por su deshumanización extrema, niños incluidos, tanto en los medios de comunicación oficiales como en los medios sociales. Después del descubrimiento de los cuerpos de los tres colonos Netanyahu declaró: «Fueron secuestrados y asesinados a sangre fría por animales no humanos» y «Ellos santifican la muerte; nosotros santificamos la vida». También mencionó el «enorme abismo moral que nos separa de nuestros enemigos». Benny Kashriel, alcalde de la ilegal colonia de Ma’ale Adumim, pidió a las autoridades israelíes construir nuevas viviendas en Cisjordania en respuesta al asesinato de los tres colonos. Los eslóganes del tipo «Muerte a los árabes» y «árabes no, atentados terroristas no» se vuelven cada vez más estridentes en la opinión pública palestina.
Dirigentes y diplomáticos de todo el mundo, que desconocen los nombres de estos chiquillos palestinos que son asesinados prácticamente a diario, han deplorado en los términos más tajantes el asesinato de los tres colonos y han citado sus nombres. Pero, ¿qué ocurre con Youssef Shawamra, de 15 años, asesinado en marzo cuando recolectaba gundelia, esta planta espinosa salvaje que se come como verdura (akub) en Deir Al Asal, al sur de Hebrón? ¿Y con Ahmad Sabarin, de 20 años, que miraba un partido del mundial de fútbol cuando entraron los israelíes a hacer detenciones en el campo de refugiados de Al Jalazoun y mataron a tiros a Ahmad cuando salió de su casa para ver qué pasaba? ¿Y con Saker Daraghmeh, 16 años, asesinado en Tayaseer, cerca del valle del Jordán cuando apacentaba su ganado? ¡Mahmoud Odeh y Nadeem Nawara, los dos adolescentes asesinados cuando conmemoraban la Nakba, no han recibido en absoluto la atención internacional concedida los tres colonos judíos! El asesinato de un palestino no se ve de una manera tan atroz como el de los israelíes; nuestro dolor no se percibe de una manera tan viva como el suyo. Equiparar injustamente la responsabilidad palestina en estos actos, presuntos, de unos individuos, con la responsabilidad oficial que tiene un gobierno israelí elegido democráticamente sobre las acciones de su ejército es un insulto a la lógica y a la razón, un insulto que a menudo cometen los amigos de Israel.
En realidad, nunca se ha castigado seriamente a un israelí después de haber asesinado a un palestino.
Hoy, después del asesinato de Mohamed Abu Jedeir, las tropas israelíes han invadido Shuafat, ¡no el barrio de los asesinos! Probablemente estos seguirán siendo anónimos, no se demolerán sus casas, no habrá ningún cierre impuesto en los barrios israelíes y no se impedirá a los colonos acudir a sus trabajos o irse al extranjero. Los rabinos y los dirigentes de los colonos que incitan a sus partidarios al odio seguirán haciéndolo con total impunidad.
Desde que ocupa nuestra tierra Israel nos ha robado nuestra libertad, nuestras vidas y nuestras perspectivas. Mientras la muerte de un gentil se siga considerado con más ligereza que la muerte de un judío, mientras que haya esta enorme divergencia entre el valor del ser humano y esta falta de validación de la experiencia palestina, mientras Israel siga siendo el único autor del relato de esta tierra y el único actor político válido, la muerte y el nihilismo seguirán quitándonos nuestras perspectivas de vida, tanto palestinas como israelíes.
* Los resultados de la autopsia revelaron posteriormente que fue quemado vivo. Véase «El joven palestino asesinado en Jerusalén fue quemado vivo«, http://www.publico.es/internacional/532273/el-joven-palestino-asesinado-en-jerusalen-fue-quemado-vivo (N. de la t.)
Samah Jabr es jerosolimitana, psiquiatra y psicóloga, dedicada al bienestar de su comunidad, más allá de las cuestiones de la enfermedad mental. Uno de los objetivos políticos de su lucha es un Estado único para una perspectiva de paz y de libertad comunes. Sus emocionantes crónicas nos hablan de la vida cotidiana en plena ocupación. Con una mirada lúcida, comparte con nosotros sus reflexiones estableciendo vínculos entre su vida personal, su trabajo en el medio psiquiátrico y los diferentes aspectos políticos de una situación de apartheid.