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Sobre el uranio empobrecido y los aviones enviados por EEUU a Medio Oriente

Fuentes: Rebelión

En un reciente (y magnífico) artículo -«EE.UU. envía aviones armados con uranio empobrecido a Medio Oriente» [1]-, David Swanson alerta en torno al uso de la Fuerza Aérea de EE.UU de armas con uranio empobrecido como las que han enviado recientemente a Medio Oriente. El superintendente de asuntos públicos de la FA USA, el sargento […]

En un reciente (y magnífico) artículo -«EE.UU. envía aviones armados con uranio empobrecido a Medio Oriente» [1]-, David Swanson alerta en torno al uso de la Fuerza Aérea de EE.UU de armas con uranio empobrecido como las que han enviado recientemente a Medio Oriente. El superintendente de asuntos públicos de la FA USA, el sargento mayor Darin L. Hubble del Ala de Caza Nº 122, le comentó que la tripulación cargará proyectiles PGU-14 de uranio empobrecido (UE, peligrosas siglas desde luego) en sus cañones Gatling de 30 mm y los usará como y cuando sea necesario. «Si hay que hacer estallar algo -por ejemplo un tanque- se utilizarán». Por su parte, el portavoz del Pentágono Mark Wright ha añadido: «No existe ninguna prohibición del uso de proyectiles de uranio empobrecido y los [militares de EE.UU.] los utilizan. El uso de UE en municiones perforadoras contra tanques permite que los tanques enemigos sean destruidos con mayor facilidad».

En 2012, recuerda Swanson, una resolución sobre el UE fue apoyada «por 155 naciones y rechazada solo por el Reino Unido, EE.UU., Francia, e Israel». Varias naciones han prohibido su uso y en junio de 2014 Irak «propuso un tratado global prohibiéndolo un paso apoyado también por los parlamentos europeos y latinoamericanos».

El uranio empobrecido, recuerda correctamente Swanson, es clasificado como un carcinógeno del grupo 1 por la OMS y hay amplia evidencia del daño a la salud producido por su uso. Algunas consideraciones complementarias sobre el UE que toman base en un libro de conversaciones con el científico franco-barcelonés y activista antinuclear Eduard Rodríguez Farré.

La vida media de un elemento radioactivo, denominada también período de semidesintegración (un concepto físico que se suele simbolizar por T1⁄2) es la cantidad de tiempo necesaria para que se desintegren la mitad de los átomos de un elemento. La vida media de isótopo determinado es siempre la misma, no depende, por ejemplo, de cuántos átomos tengamos o de cuánto tiempo hayan estado allí. Así, la vida media del uranio 238 es de 4.510 millones de años. Con eso se quiere decir que esta clase de uranio tarda 4.510 millones de años -no en desaparecer- en quedarse reducido a la mitad de su masa. En cambio, el uranio 235, que es el 0,72% del total de uranio existente, tiene una vida media de 713 millones de años. El uranio 234, que está en una proporción del 0,006%, tiene una vida media de 247.000 años.

De estos tres isótopos sólo el uranio 235 es utilizable para la fabricación de bombas atómicas o como combustible en los reactores nucleares (tanto los dedicados a la producción eléctrica como a otros fines). Este tipo de uranio es fisible, puede desintegrarse en otros elementos con liberación de ingentes cantidades de energía cuando es bombardeado con neutrones lentos. Para su uso en reactores, el 0,7% de uranio 235 presente en los minerales de uranio naturales debe ser incrementado hasta un 3-5%, y para fabricar bombas atómicas debe alcanzar una proporción mucho mayor, entre un 90 y un 95%.

Al uranio 238, que se origina en el ciertamente complejo proceso de separación isotópica, se le ha denominado, eufemísticamente, uranio empobrecido en contraste con el uranio enriquecido en el isótopo 235. Por eso se habla del «enriquecimiento» del uranio o del «uranio empobrecido «.

Desde las guerras de Mesopotamia de los años noventa, no antes, se ha empezado a utilizar la terminología «uranio empobrecido» y «uranio enriquecido». Desde el punto de vista del impacto sobre la salud humana y el medio ambiente, e incluso desde el mismo punto de vista físico, insiste con énfasis ERF, todas estas denominaciones son incorrectas o, si se prefiere, muy confusas. Son terminología de marketing, términos publicitarios. Juegan un papel político-cultural, pero no son propiamente nociones científicas. Al decir que un tipo de uranio está enriquecido en algún aspecto, parece que se quiera señalar que las otras clases de uranio han perdido su valor y que, por consiguiente, ya no pueden tener uso productivo. No es así, en absoluto.

El uranio natural que hay en las minas es, fundamentalmente, una mezcla de uranio 238 y del isótopo 235. Ambos tienen, prácticamente, la misma energía de desintegración y las mismas características radiobiológicas, si bien difieren, como se indicó, en su periodo de semidesintegración, y se desintegran en forma de partículas alfa, que son núcleos totalmente ionizados de helio (sin su envoltura electrónica y formados por dos protones y dos neutrones), partículas altamente energéticas que pueden ocasionar graves problemas en la salud cuando entran dentro de nuestro organismo. Vale la pena insistir: tanto el uranio 235 como el uranio 238, tanto el «enriquecido» como el «empobrecido», tienen este tipo de desintegración. Esto es lo que importa realmente, remarca ERF, de cara a sus posibles impactos en la salud humana.

Desde un punto de vista físico, la gran diferencia consiste en que el uranio 235 es un tipo de elemento que en ciencias físicas se denomina fisible, es decir, que puede «romperse», de forma tal que cuando su núcleo recibe neutrones se divide en otros elementos más simples liberando energía. Éste es el tipo de uranio que interesa en los reactores nucleares, o también en los centros militares donde se construyen bombas atómicas, mientras que la otra clase, el 238, el UE, al recibir neutrones no se fisiona sino que se transforma en plutonio. A este último es al que suelen llamar «uranio fértil». Esta es la principal diferencia que existe entre ambas clases de uranio desde el punto de vista de sus propiedades físicas. Conviene recordar, por otra parte, comenta ERF. que el isótopo 239 del plutonio producido a partir del uranio 238 es también radiactivo y fisible y es utilizado básicamente en otras versiones de las bombas atómicas.

Como todo tipo de uranio, el mal denominado «uanio empobrecido» también es radiactivo, aunque su intensidad sea menor que la del enriquecido. El «empobrecido» proviene de los restos no utilizables del uranio enriquecido, del uranio que es empleado en las centrales nucleares y en usos militares. En la actualidad, existen ingentes cantidades acumuladas de ese tipo de uranio como subproducto de la industria nuclear. El uranio 238, el uranio empobrecido, tras absorber neutrones y seguir una doble desintegración beta, se transforma en el elemento sintético de número atómico 94, prácticamente inexistente en la naturaleza, el radiactivo y extremadamente radiotóxico plutonio 239, cuya vida media es de 24.360 años, y que es también utilizable tanto en armas nucleares (es el principal ingrediente de las actuales bombas atómicas) como en reactores rápidos especiales. Este radioisótopo del plutonio es también un subproducto de los reactores de las centrales y constituye uno de los principales problemas de los desechos radiactivos.

El uranio 238 es un emisor radiactivo de partículas alfa, partículas altamente energéticas, y constituye la cabeza de serie de un conjunto de transmutaciones en otros elementos radiactivos (torio, radio, radón, polonio) que finalizan en el plomo estable. La utilización de este tipo de uranio en los obuses anticarro y contra blindajes implica que, por sus propiedades químicas y pirofóricas, en el momento del impacto sea altamente perforante dada su elevada energía cinética, y se transforme en un aerosol, es decir, se pulveriza en partículas enormemente pequeñas que en contacto con el oxígeno del aire estallan y rompen en llamas. Estas partículas de uranio, de tamaño micrométrico y en diferentes estados de oxidación -UO 2 y U 3 O 8 , principalmente- se dispersan por el medio, se depositan en tierra y pueden transportarse con el viento y la lluvia a grandes distancias, lo que aumenta la posibilidad de ser inhaladas por las numerosas personas que pueden habitar en estas amplias zonas. Tienen, además, la característica de que permanecen en el ambiente durante millares de años emitiendo radiactividad y transformándose, por desintegración, en otros elementos de mayor intensidad radiactiva.

Cualquier que sea el isótopo del uranio, no sólo el 238, emite partículas alfa al desintegrarse, las cuales son de muy alta energía: 4,27 MeV en el caso del 238. La radiación alfa, dada su masa, es muy poco penetrante y puede ser fácilmente bloqueada; por ello, el peligro de irradiación externa es relativamente bajo para quienes están cerca del metal o incluso en contacto con los proyectiles u otros materiales de uranio. Con protecciones sencillas basta. En cambio, el uranio presenta ante todo un riesgo de irradiación interna y toxicidad química cuando la exposición se efectúa por inhalación e ingestión, especialmente cuando se encuentra en forma finamente pulverizada, como en los aerosoles producidos por la colisión de un proyectil con un blindado o cualquier otra superficie resistente. El aerosol de uranio, cuando es inhalado, la vía de exposición más importante, o cuando es ingerido por seres humanos, se acumula en el organismo. Entra por el pulmón o, en el caso de formas solubles, por vía digestiva, y pasa al torrente sanguíneo para acabar depositándose en cantidades apreciables en los ganglios linfáticos y en los huesos, de forma similar al calcio, permaneciendo allí, en este último caso, prácticamente toda la vida.

Una parte importante del uranio incorporado es eliminada por la orina en los días siguientes a la exposición, pero la fracción que permanece en el hueso efectuará una irradiación interna que tiene importancia a nivel celular. Aunque la dosis de radiación puede no ser importante cuando se considera el organismo entero, la energía liberada en las células donde se ha depositado el metal radiactivo es considerable. Dada la poca penetrabilidad de la radiación alfa, y al contrario de lo que ocurre con las emisiones gamma y beta, toda la energía de la partícula radiactiva -los 4,27 MeV- se liberará en el trayecto de unas pocas micras, lo que equivale a decir que esta energía será recibida por el interior de la célula donde ha ocurrido la desintegración de un átomo de uranio 238. Esta transferencia localizada de energía desestabiliza el funcionalismo celular, llevando a consecuencias patológicas e incluso letales.

Es necesario recordar, además, señala ERF, que con la desintegración del uranio 238 no finaliza la exposición radiactiva y tóxica, pues éste inicia entonces la transmutación en la serie de radioelementos. En el caso de formas insolubles, las partículas inhaladas se acumulan prolongadamente en los ganglios linfáticos y de allí el uranio 238 puede pasar lentamente a la sangre, al igual que los fragmentos de metralla de este metal en el organismo que también van liberando, a lo largo de los años, el isótopo a la sangre..Aparte de su duradera acumulación en el tejido óseo, el uranio muestra igualmente afinidad por el riñón, los ganglios linfáticos y el hígado. Se encuentra presente también en el semen donde posiblemente se deposita, al igual que en otros tejidos, en forma de ión uranilo sustituyendo al calcio.

Experimentalmente se ha mostrado que la inhalación de uranio produce en animales de laboratorio la aparición de tumores óseos, leucemia aguda y mieloide crónica y neoplasias renales, comenta ERF. El depósito de uranio en huesos es el que puede determinar tanto la irradiación de la médula ósea, lugar donde se forman las células sanguíneas, con posible inducción de leucemia, como la del tejido óseo, desarrollando osteosarcomas.

Mientras tanto, recuerda David Swanson, el gobierno de Obama dijo el pasado jueves que EEUU gastará la friolera de 1,6 millones de dólares para tratar de identificar atrocidades cometidas en Irak… por EI/ISIS.

¿Sólo por ellos?

 

Notas:

[1] http://www.counterpunch.org/2014/10/29/u-s-sends-planes-armed-with-depleted-uranium-to-middle-east/ (traducción para rebelión de Germán Leyens: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=191431 )

[2] Véase, Eduard Rodríguez Farré y SLA, Casi todo lo que usted deseaba saber algún día sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente, Barcelona, El Viejo Topo, 2009.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.