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Discurso liberal

Las (entre) cruzadas del poder en América Latina y su relación con Cuba

Fuentes: Cuba Socialista

Por estos días de consternación en países como Chile y Ecuador ha salido a la palestra un denominador común como motivo de la indignación social: las políticas neoliberales y sus efectos estructurales y estructurantes en los índices de desigualdad y pobreza. El discurso conciliador/represivo de las cúpulas de derecha gobernantes en Latinoamérica, intenta mostrar como […]

Por estos días de consternación en países como Chile y Ecuador ha salido a la palestra un denominador común como motivo de la indignación social: las políticas neoliberales y sus efectos estructurales y estructurantes en los índices de desigualdad y pobreza. El discurso conciliador/represivo de las cúpulas de derecha gobernantes en Latinoamérica, intenta mostrar como detonadores de las protestas la teoría de la conspiración «madurista/correísta/fidelista» (como dijera un amigo en un post), así como la dicotomía civilización/barbarie (viejo recurso colonial/liberal) acusando a los protestantes de «vándalos». En un claro intento de ningunear, inferiorizar y rebajar perfil al trasfondo económico, político y social de lo que sucede.

El llamado a la cordialidad, el respeto y la protección de la propiedad privada como función principal del Estado (para lo cual se apela a todo el uso de la violencia) da la sensación de escuchar el clásico discurso liberal. Digo «sensación» porque al decir de Bobbio (1989) ese Estado liberal «(…) es justificado como el resultado de un acuerdo entre individuos en principio libres que convienen en establecer los vínculos estrictamente necesarios para una convivencia duradera y pacífica.»

Lo que presenciamos hoy da la medida de cuan porosa e incierta puede ser la tradición democrática liberal del Estado latinoamericano. Por un lado garantiza la actuación del libre mercado (llámese transnacionales extranjeras y oligarquías desnacionales) en condición minimalista, al estilo clásico. En otro (y el mismo) sentido, adquiere tintes autoritarios y dictatoriales maximizados cuando aparecen «amenazas» a las estructuras impuestas, que precisamente son las que no garantizan las anheladas y etéreas libertades, ni la convivencia pacífica y duradera de la ciudadanía. Estas inconsecuencias histórico-estructurales del liberalismo son bien descritas por Roberto Gargarella.

En estos momentos asistimos, una vez más, al tránsito de la supuesta sociedad sólida a una sociedad líquida, maleable, escurridiza, que fluye, se rebela y emancipa. Por supuesto es preocupante para el (neo) liberalismo que tiene el delirio psiconírico primigenio de instaurarse como (mal) estado ideal de la Humanidad. Los trabajos del politólogo argentino Guillermo O´Donnell sobre lo que él califica como el Estado burocrático-autoritario y su tensa relación con la democracia y la ciudadanía, brindan luces en el actual escenario. Será interesante profundizar el cómo se produce hoy esa transmutación del Estado democrático (neo) liberal al Estado burocrático-autoritario pre-dictadura.

Según el historiador liberal Yuval Noah Harari (2018): «La humanidad está perdiendo la fe en el relato liberal que ha dominado la política global en las últimas décadas (…)». No obstante los discursos liberales en varios lugares del mundo y América Latina, tienen una influencia nada despreciable. Se articulan, son travestidos con otras demandas contemporáneas y siguen marcando su rumbo propio en nuestros lares. Muy a pesar de sus resultados políticos y sociales concretos. Ejemplo de esto es la Red Liberal de América Latina (RELIAL) que es la unión de organizaciones liberales más representativa de la región. Como visión proyectan una Latinoamérica «unida en su rica diversidad gracias a la consolidación de las ideas de la libertad, responsabilidad individual, respeto a la propiedad privada, economía de mercado, el imperio de la ley, el gobierno limitado y la paz».

En la actualidad es integrada por 42 organizaciones de 17 países. Entre otros «ilustres» miembros, se encuentran: el think thank Ecuador Libre, que tiene como Presidente -¿adivinan?- a Guillermo Lasso, la eminencia gris detrás del giro neoliberal de Lenín Moreno; y en Chile Libertad y Desarrollo, cuyo Director Ejecutivo es Luis Larraín, el último ministro pinochetista de la Oficina de Planificación Nacional de Chile (ODEPLAN), íntimo de los Chicago Boys en el diseño de las políticas neoliberales, y cercano colaborador de Sebastián Piñera.

Hace solo unos días esta Red, siguiendo los pasos de la Organización de Estados Americanos (OEA), hacía una Declaración donde manifestaba: «su preocupación y (…) su repudio a las graves acciones contra las personas y la propiedad ocurridas en las repúblicas de Ecuador y de Chile.» Más adelante culpa a los gobiernos de Cuba y Venezuela, pues según ellos: «Lo convalidan sus declaraciones de apoyo a esos vandálicos los hechos y las de los movimientos de izquierda de otros países que les guardan simpatía». Nada de la represión militar y policial. La RELIAL forma parte de una organización articulada a nivel mundial que es la Liberal International, la cual reúne partidos políticos y organizaciones de los cinco continentes. Tanto una como la otra tienen un historial en los últimos años que las relaciona directamente con intentonas y golpes de estado «democráticos» en países como Venezuela, Nicaragua y Honduras. En este último país resalta como el usurpador del poder Roberto Micheletti fue recompensado como Vice-Presidente de esa organización internacional por su «enorme y valiente acto en favor de la democracia».

El temor al poder del pueblo lo demuestran constantemente utilizando el eufemismo liberal de «tiranía de las mayorías», retomado de Alexis de Tocqueville. No por gusto su perspectiva de democracia es a la «americana». Por ende su foco en los últimos 20 años ha estado en desarrollar una cruzada, que según las circunstancias va de abierta a sutil, contra los gobiernos de izquierda (s) en América Latina. Convertir a los líderes populares en populistas y a la voluntad popular en populismos, se convierte en su discurso preferido para la disputa ideológica y simbólica por el poder.

Este año fue publicado en el sitio de la RELIAL un sugerente título llamado Una mirada liberal: la democracia ante el poder de la mayoría. Desde el prólogo se plantea la principal cuestión: ¿Cómo defender la democracia de las mayorías?. La presentadora Birgit Lamm con pesar reconoce que: «El optimismo con el que en 1992 Francis Fukuyama anunció el fin de la historia y la victoria de la democracia liberal y de la economía de mercado como modelo idóneo para satisfacer las necesidades de los seres humanos, se ha evaporado.» Y luego de explayarse en argumentos sobre la «debilidad institucional» de los sistemas en América Latina, apunta lo siguiente: «La lección aprendida de este cambio de paradigmas que vivimos ahora en nuestros países es que la democracia liberal necesita educación y vigilancia permanente.»

Esa idea de «vigilancia permanente» me remite a tres elementos, observados en el contexto actual. 1ro: hegemonía en la (des) información por los medios de comunicación cooptados por el poder oligárquico; 2do: una represión sistemática dirigida a descabezar cualquier liderazgo que articule las fuerzas sociales en tensión, que incluye estrategias sofisticadas de criminalización; 3ro: una proyección discursiva conciliatoria donde se refuerza el compromiso con los valores clásicos del proyecto (neo) liberal, a saber protección del mercado, bienes individuales, y por consecuencia el Estado de «derecho» como garante de la estabilidad por medio de la violencia.

Cuba no escapa de la tendencia liberal -existe una larga tradición-, aunque hoy sus bases fundamentales radican fuera de la isla, en términos discursivos observo un ascenso en los espacios públicos, especialmente en términos económicos y políticos. Su representante fundamental es la Unión Liberal Cubana (ULC) que se proyecta como «un partido político que busca acabar con el gobierno castrista por la vía pacífica y defiende la instauración en la Isla de una democracia liberal», cree que Cuba necesita «un gran pacto cívico que restablezca la concordia nacional y coloque al país a la altura de los tiempos que vivimos». Es un miembro activo de la RELIAL y la International Liberal, y su cara visible es el conocido Carlos Alberto Montaner, quien con su blog y la revista Poder se ha convertido en un ideólogo fundamental de la teoría liberal y «antipopulista» dentro de estas organizaciones. Por estos días se mantiene bien activo brindando su versión amañada sobre los acontecimientos en Chile y las elecciones en Bolivia. Durante la discusión del proyecto de Constitución el pasado año 2018 la ULC manifestó su deseo de que Cuba no avanzara constitucionalmente hacia un socialismo sino «hacia la economía de mercado y el pluralismo político». De igual manera resulta llamativo el espacio Programa Cuba, instituido en la universidad colombiana Sergio Arboleda. El mismo «se proyecta como un centro de pensamiento estratégico referente en América Latina para estudiar la historia, la política, la cultura, la economía y la sociedad cubana desde perspectivas diversas y con una orientación democrática y liberal». A pesar de su reciente creación se han realizado varios eventos teniendo como temas América Latina y especialmente Cuba.

Ejemplo de ello fue el «Segundo Diálogo sobre Cuba: Economía y Sociedad» y el Tercer Diálogo sobre Cuba: «Defensa de la democracia en América Latina» realizados respectivamente en abril y agosto de este año. Ambos foros contaron con la participación de politólogos y economistas cubanos, y las discusiones se centran en la «transición política» en Cuba a partir de la perspectiva económica, sus implicaciones en el modelo socialista y sus efectos en la sociedad cubana, además de abordar el peligro de las «dictaduras» y la necesidad de la democracia liberal en países como Venezuela y Cuba. Este proyecto contiene también la revista de divulgación Foro Cubano ya con 12 ediciones, que suma las voluntades de varios cientistas sociales del patio.

El discurso liberal se intenta mostrar hoy como realidad y «alternativa» pujante y vigorosa en el contexto latinoamericano, y como parte de ella en Cuba. Sus códigos teóricos, simbólicos y mediáticos convocan a «avanzar» en el aumento y desregulación del mercado; a la privatización e intervención mínima del Estado en los asuntos individuales (léase empresarios privados), a partir de generar una matriz de opinión que refuerce en el imaginario la «incapacidad estructural», las trabas burocráticas y la ineficiencia en la gestión del gobierno cubano, restando importancia al efecto del bloqueo económico; a una mayor pluralidad política, donde el Partido Comunista y el sistema de organizaciones de la sociedad civil creado durante la Revolución pierdan cada vez más la credibilidad e influencia sistémica. Para esto se utilizan diferentes estrategias discursivas entre ellas: el capitalizar simbólicamente llamados a la resistencia cívica «pacífica»; a las demandas identitarias feministas, LGBTI, raza, medio ambiente y protección a animales, aspectos estos que ciertamente generan bolsones de desigualdad, pobreza, inequidad y descontento en la sociedad cubana actual. Todo esto convertirlo no solo en fuentes de discusión, diálogo y búsqueda de soluciones para una agenda social, sino también en una actitud dúplex que por un lado proyecta una perspectiva de tolerancia y convivencia pacífica en ese pluralismo deseado y por otro intenta tensionar y conflictuar el más mínimo tema para inducir a la desesperanza, la explosión social y la transición hacia una sociedad, que tampoco explican muy bien cuál será y a quién o quiénes favorecerá.

En la realidad cubana de hoy se muestran estos (entre) cruzamientos que remiten a la entronización de valores jurídicos, políticos y económicos de tipo liberal, que necesitan ser estudiados y profundizados en su justa medida. Me pregunto:¿cuáles son las condiciones sustantivas, posibilidades y límites, para una convivencia social justa, en términos de esa sociedad pluralista en Cuba? ¿cuáles son los obstáculos y limitaciones de una liberalización excesiva de las fuerzas productivas que compiten en el mercado, con una actitud minimalista del Estado, en detrimento de los sectores que ya están desfavorecidos? ¿cómo garantizar que estructuralmente esas brechas no se amplíen, al contrario se reduzcan o minimicen?. Los ejemplos del impacto de las prácticas y los discursos liberales en América Latina no son muy halagueños al respecto.

Noto que las discusiones sobre estos temas la mayor de las veces toman una connotación de atrincheramientos ideológicos políticos, que no permite avanzar lo suficiente en aspectos esenciales de lo epistémico-conceptual. Esta «guerra de posiciones» académicas e intelectuales subvierte, limita y/o corrompe la posibilidad de considerar, desde el reconocimiento a la diferencia, propuestas creativas y honestas que enriquecen y articulan con el proyecto social cubano. Y al propio tiempo genera una «ceguera epistémica» que impide identificar claramente, y criticar con sentido científico y descolonizador ese discurso liberalista, que va del espectro igualitario al conservador.

Los liberales continúan afirmando que el estado liberal -reformista, legalista y algo libertario- es el único estado capaz de asegurar la libertad. Así lo confirma Wallerstein en su libro Después del liberalismo agregando que: «(…) quizá eso fuera cierto para el grupo relativamente pequeño cuya libertad salvaguardaba, pero desdichadamente ese grupo nunca ha pasado de ser una minoría perpetuamente envías de llegar a ser la totalidad». La práctica política y los hechos sociales hoy nos demuestran que el liberalismo «realmente existente» continúa siendo el liberalismo conservador, por lo cual necesita ser desafiado e interpelado.

Coincido con Gargarella que para defender el socialismo ante el liberalismo se necesita sostener tres compromisos fundamentales que el liberalismos e niega a mantener (al menos de forma estructural): el compromiso con la idea del autogobierno, el compromiso con una cierta idea de comunidad, y el compromiso con una idea fuerte de igualdad. Esa negación y fetichización del poder, constituyen para el liberalismo su mayor desafío ante la comunidad política, que son los pueblos, y que hoy se muestran como la verdadera potencia.

Siguiendo a Enrique Dussel en sus 20 tesis de política le corresponde a las fuerzas de izquierda en articulación con los diversos movimientos sociales, generar una acción política estratégica que permita una verdadera transformación crítica de lo político. Una praxis anti-hegemónica que reivindique el poder liberador del pueblo como hiper potencia, y garantice la construcción de nueva (s) hegemonía (s). En un nuevo orden político donde se conjuguen la paz, la alteridad y la solidaridad. Solo así podremos plantarle cara y disputarle el poder al discurso y las prácticas liberales en América Latina.

Referencias:

Bobbio, Norberto. Liberalismo y democracia. México: FCE, 1989.

Noah, Yuval. 21 leccionespara el siglo XXI. Editorial Debate, Barcelona, 2018.