Recomiendo:
4

La nueva normalidad será nueva y antigua

Fuentes: Rebelión

Allí donde está el peligro también crece lo que salva. (Hölderlin)

Una extraña paradoja

Uno de los aspectos más llamativos en cuanto a la información sobre la COVID-19 durante estas semanas es el siguiente: cada vez se da como más probable que habrá otros rebrotes de la pandemia y sin embargo apenas se habla sobre el origen de ésta o no se abordan sus causas con la profundidad necesaria. Llama la atención también que los diferentes gobiernos y medios de comunicación de masas de todo el mundo no se hicieran eco, y sigan casi sin hacerlo, de un informe dependiente de la OMS, fechado en septiembre de 2019, que alertaba sobre la gravedad de la situación.[1]  Veamos algunas razones.

Cada vez es mayor el consenso entre la comunidad científica de que el salto de la COVID-19 hacia los seres humanos está provocado por un proceso de aumento de las zoonosis causado por la destrucción ecosistémica, la reducción de biodiversidad y el calentamiento global.[2] Hasta aquí un creciente consenso que sí que vamos conociendo tímidamente a través de los medios. Sin embargo indagando en una cadena de causas bastante obvia podemos hacernos las siguientes preguntas:

¿Qué provoca la destrucción de nuestros ecosistemas y el calentamiento global? El incremento de la emisión de gases de efecto invernadero. ¿Por qué se emiten cada vez más gases de efecto invernadero? Por la quema de combustibles fósiles. ¿Para qué se queman combustibles fósiles en mayores cantidades? Para generar crecimiento económico y sostener un sistema llamado capitalismo que se alimenta de él. No ahondar en las causas últimas del origen de la COVID-19 significa no cuestionar el principal credo del ser humano occidental: el crecimiento económico y la pervivencia del capitalismo industrial, que son inviables sin una quema creciente de estos combustibles.

La gravedad de desoír las advertencias

¿Por qué se hizo caso omiso del informe dependiente de la OMS de septiembre de 2019? Por la misma razón que se han obviado sistemáticamente las advertencias (moderadas) del IPCC sobre la gravedad del cambio climático, porque hacían peligrar la continuidad del crecimiento económico en el que se basa el capitalismo industrial. ¿Por qué se desoyeron las contundentes advertencias del informe Los límites del crecimiento de 1972 y sus posteriores revisiones en 1992 y 2002? Por la misma razón. Estábamos avisados.

Muchos expertos llevan décadas insistiendo en una idea sumamente obvia: es imposible crecer continuamente en un sistema limitado como la biosfera. Algo tan evidente era eclipsado por la ficción del crecimiento continuo, basado en los combustibles fósiles, que era incuestionable tanto a la derecha como a la mayor parte de la izquierda del arco político.[3]

La situación actual es el resultado de casi cinco décadas de inacción y desinformación masiva.

Desde la ciencia, el ecologismo y desde el movimiento decrecentista llevamos tiempo alertando sobre la imposibilidad de perpetuar nuestra situación de extralimitación respecto a la capacidad de carga del planeta. Es más, desde 1996 contamos científicamente con un indicador fiable y bastante preciso sobre la magnitud de nuestra extralimitación: la huella ecológica. En el año 2019 la Humanidad precisaba (de media) del equivalente a 1,7 planetas Tierra para mantener su nivel de consumo y emitir su volumen de residuos. Era obvio que esta situación no era perpetuable, que debíamos decrecer para garantizar la sostenibilidad medioambiental y para permitir que las poblaciones de los países empobrecidos pudieran vivir una vida digna.

Tarde o temprano tendríamos que vivir con un solo planeta, como sucedía en los años 70. Podíamos decrecer voluntaria y organizadamente o esperar a un colapso súbito. Como sociedad desoímos las advertencias y aquí tenemos el inicio del colapso.

La nueva normalidad

Desde los medios de comunicación se insiste en que volveremos a una “nueva normalidad”. Otra nueva paradoja, ¿cómo se puede volver a algo nuevo? que va acompañada de una indefinición: ¿qué es la normalidad?, ¿algo que en nuestros 200.000 años de historia como Homo sapiens  solo ha existido en los últimos 70?

El día 30 de abril se dieron a conocer los datos de la evolución del PIB durante el primer trimestre de 2020, con una caída del 5´2%. Como es sabido un trimestre tiene 13 semanas y hasta el 31 de marzo hubo dos semanas de confinamiento. Es decir, habría que multiplicar esa caída del PIB por 6´5 para calcular qué impacto económico tendría un trimestre completo de confinamiento, que superaría el 33%. Esta cifra viene a coincidir aproximadamente con el descenso de consumo de petróleo en España durante esta nueva situación, demostrando, una vez más, la correlación histórica entre consumo petrolífero y evolución de la economía.

El pico del petróleo convencional (de alta calidad)

Ahora que todo el mundo ha oído hablar del famoso pico del contagio de la COVID-19 nos será más fácil comprender algunas cosas. El pico de extracción de una sustancia llega en el momento en el que se alcanza el punto máximo de su extracción, la cual empieza a descender a partir de ese momento.

En 1956, Marion King Hubbert, un geólogo de la Shell, estimó que el pico del petróleo convencional en Estados Unidos (sin contar Alaska) se alcanzaría en 1971, y que el máximo a nivel mundial llegaría en el 2005. En ambos casos la diferencia solo ha sido de un año. En el año 2010 la Agencia Internacional de la Energía reconocía, a regañadientes, que el pico del petróleo convencional, el de alta calidad (las franjas de color verde en la imagen de abajo) a nivel global se había alcanzado en 2006. Y no es casual, sin obviar otras causas, que inmediatamente después se desencadenase una crisis económica global.

Evolución de la producción de todos los líquidos del petróleo prevista por la Agencia Internacional de la Energía en su informe anual de 2016. La producción de petróleo crudo convencional corresponde a las tres franjas de color verde. Gráfico cortesía de Antonio Turiel.

¿Cómo se ha tratado de capear la situación desde entonces? Con la extracción de “petróleos no convencionales”, mucho más costosos de extraer energéticamente[4] y económicamente (los de la parte superior de la imagen en diferentes colores), y mediante un incremento desmesurado del endeudamiento de la población.

Lógicamente a lo largo del siglo XX se extrajeron primero los yacimientos más accesibles y de mejor calidad, dejando los más costosos y de peor calidad. Es decir, a lo largo de la segunda década del siglo XXI hemos tenido menos petróleo convencional, pero más petróleo en total (de peor calidad), dando la apariencia de que podíamos superar la crisis y seguir creciendo económicamente. Así los precios del crudo fueron bajando entre el año 2014 y 2017 generando esa ilusión de volver a la normalidad anterior a la crisis. Sin embargo desde 2018 los precios volvieron a subir. La siguiente pregunta sería: ¿cuándo se alcanzaría el pico de todos los petróleos, incluidos los no convencionales?

El pico de todos los petróleos

Quizá el principal divulgador de España en lo que atañe a los problemas relacionados con el petróleo sea el Dr. Antonio Turiel, a través de su blog The Oil Crash. Turiel, en el resumen[5] que realizó sobre el informe de la Agencia Internacional de la Energía de 2018, alertó sobre una gráfica incluida en un recóndito pasaje del documento:

La gráfica da a entender dos cosas. Primera, el pico conjunto de todos los petróleos podría haberse alcanzado en 2018 llegando a cerca de los 100 millones de barriles al día y, segunda, como señala la flecha de la derecha, si se mantenían las inversiones en la extracción de hidrocarburos no convencionales en 2025 la disponibilidad de petróleo caería más o menos en un tercio, unos 34 millones de barriles al día. La franja roja indicaría la tasa natural de descenso si se abandonasen las inversiones en la extracción de hidrocarburos no convencionales cayendo a unos 50 millones de barriles al día aproximadamente. Es decir, estaban reclamando más inversiones.[6]

El problema, como hemos mencionado antes, es que estos hidrocarburos son costosos de extraer energética y económicamente. Como explica perfectamente Turiel se entra así en un proceso de “destrucción destructiva” de la oferta y la demanda. Si los precios suben (2007-2014) la demanda cae y se entra en crisis económica, como ya estaba sucediendo en 2019 antes de la irrupción del coronavirus. Si los precios bajan (2014-2017) las empresas extractoras se arruinan y cae la oferta iniciándose una nueva subida de los precios (2018-2019) que vuelve a hacer caer la demanda, iniciando el ciclo nuevamente.

Los altos costes de la extracción hacen que el negocio sea ruinoso si no va acompañado de precios altos. Muchas empresas de diversos países han desistido de mantener la inversión en este negocio por sus cuantiosas pérdidas. Estados Unidos se ha mantenido como adalid de este modelo de explotación,[7] incrementando su extracción hasta records históricos,  muy por encima de los niveles de 1970. Sin embargo la COVID-19 ha acelerado la ruina, ya anunciada, de los petróleos no convencionales. En un artículo reciente Luis González Reyes y Tom Kucharz[8] señalan que solo el coste de extracción de un barril Texas no convencional asciende 39 dólares, mientras que el precio de venta actualmente está alrededor de 20. Es decir que sólo en la extracción (sin contar con otros costes), las empresas de explotación petrolífera no convencionales pierden alrededor de 20 dólares por barril. Multiplique esta cifra por los más de 10 millones diarios de hidrocarburos de este tipo que se extraen en Estados Unidos al día, y vuelva a multiplicar esta cifra por los (al menos) 365 días que tardará en llegar la vacuna de la COVID-19 para esperar a que la demanda se recupere. El negocio de los hidrocarburos no convencionales ha muerto, y no podrá recuperarse ya que el abandono de muchas extracciones, según Turiel,[9] no es reversible. Lo cual nos lleva al escenario del declive natural de la gráfica anterior que nos sitúa en la disponibilidad de unos 65 millones de barriles diarios en 2021 y 50 en 2025. La crisis terminal del capitalismo industrial existía antes de la COVID-19, ésta solo la ha anticipado.

Situación actual y a corto plazo

En este tiempo de confinamiento hemos tenido un excedente de petróleo. Hemos dispuesto, a nivel global, de casi 100 millones de barriles al día, y la demanda ha caído a unos 65-70 millones de barriles diarios en la actualidad, lo cual ha tirado los precios del combustible.  Por esta razón, y por el esfuerzo de las personas que se dedican al transporte, muchos de nosotros hemos podido vivir, hasta ahora, el confinamiento sin grandes dificultades, ya que los camiones (lástima que hayamos desmantelado el transporte de mercancías por ferrocarril) han suministrado alimentos a las ciudades para que lleguen a nuestras casas.

Desde los medios se sigue insistiendo en la idea de una recuperación económica en 2021 que se consolidaría en 2022 alcanzando nuevamente los niveles de 2019 (la cacareada discusión sobre si la recuperación va a ser en forma de U o en forma de V). El caso es que en muy poco tiempo al querer volver a lo mismo nos vamos a encontrar en una situación diametralmente opuesta. ¿Qué pasará cuando todo el mundo a la vez quiera volver a la situación anterior? En lugar de tener disponibles 100 millones de barriles y utilizar 70 a precios baratos, nos vamos a encontrar con que solo disponemos de 65 (y posiblemente bajando a 50 en 2025) y vamos a querer volver a vivir como cuando teníamos 100, con lo cual los precios de todo se dispararán en un contexto de paro y de una economía devastada. Esta subida de los precios no permitirá la recuperación de los hidrocarburos no convencionales que para entonces será totalmente residual, y estará a precios que la mayoría de la población no podrá pagar.

Para que se hagan una idea, una caída en el consumo de petróleo a 65 millones de barriles en 2021 nos llevaría aproximadamente a niveles de 1995, y de 50 millones de barriles en 2025 a niveles de 1972. Pero con dos diferencias importantes. Primera que entonces la calidad del petróleo era muy alta y el precio muy bajo, y ahora la calidad es más baja y el precio será muy alto (con grandes oscilaciones). Segunda, en la actualidad somos casi el doble de población en el mundo que en 1970, con lo cual la disponibilidad de petróleo per cápita sería equivalente a la de 1960 en tan solo cinco años. Este descenso súbito en la disponibilidad de crudo tendría graves consecuencias para Europa, y especialmente para España, al ser un país que tiene que importar prácticamente el 100% del crudo que consume.

No hay ninguna fuente de energía que pueda sustituir al petróleo. Dentro del resto de combustibles fósiles, el carbón parece también haber tocado techo y está en franco descenso desde 2016, mientras que el pico del gas natural es inminente. El pico del uranio ya ha sido superado, y creemos que no hace falta insistir más en los enormes riesgos de la energía nuclear: solo es potente para destruir y muy mediocre para lo demás, ya que solo sirve básicamente para producir electricidad.

 El futuro está en las energías renovables, pero éstas tampoco podrán sustituir a los combustibles fósiles por varias razones. En primer lugar, como argumenta Pedro Prieto, los flujos de energía renovable necesitan soportes físicos no renovables fabricados con materiales muy escasos. Tal y como señala Antonio Aretxabala[10] nunca se han construido paneles fotovoltaicos con energía solar, ni parques de molinos eólicos con energía eólica. Además las renovables presentan otras limitaciones: son intermitentes, básicamente solo producen electricidad (que es solo un 20% del consumo energético), no puede construirse con ellas una red de transporte a gran escala,[11]y son subsidiarias de los combustibles fósiles en cuanto a la extracción de los materiales necesarios para desarrollarlas, y para la fabricación de sus infraestructuras. No obstante, repetimos, serán el futuro de la humanidad en un nuevo contexto con mucha menor disponibilidad energética.

La nueva normalidad será nueva y antigua

Visto en perspectiva quizá hayamos tenido suerte. La COVID-19 nos ha golpeado en un momento en que esta disponibilidad energética era aún muy alta, y nos puede hacer reaccionar de una vez y cambiar definitivamente nuestro modelo productivo. Este cambio pasa necesariamente por una reducción en nuestros niveles de consumo, por una relocalización de la producción, y por una recuperación del sector primario para producir alimentos a nivel local, es decir, por una reruralización de la sociedad, que va a necesitar mucha mano de obra.[12] Además es indispensable una redistribución radical de la riqueza y una reducción de la jornada laboral asalariada para repartir el trabajo.[13]

Solo una transformación de este tipo puede, a corto plazo, evitar el desabastecimiento de alimentos y de bienes de primera necesidad en siguientes epidemias, y a largo plazo ir mitigando los efectos de un cambio climático que amenaza ya la supervivencia de nuestra especie. Necesitamos decrecer económicamente para sobrevivir demográficamente[14].

Igualmente necesitaremos prescindir de muchos objetos de consumo y prácticas nocivas que han sido centrales en nuestras sociedades: la aviación se ha revelado como el principal vector de la rápida transmisión de patógenos, el automóvil privado de la emisión de gases de efecto invernadero, y la agroindustria suma los dos problemas anteriormente citados. Solo si prescindimos de estas prácticas podremos disponer de cierta cantidad de petróleo para usos más necesarios como la instalación de infraestructuras renovables, o el funcionamiento de maquinaria agrícola en un nuevo modelo que tendrá que tender hacia la agroecología.

Epílogo para castellano-leoneses y palentinos

Estos son problemas globales pero, hasta donde llegan nuestros conocimientos geográficos, Castilla y León, y por ende Palencia, están inmersos no solo dentro del Estado español, sino que pertenecen también al planeta Tierra.

Ante esta situación ¿qué haremos los castellano-leoneses y palentinos? ¿Confiaremos en que los “bondadosos corazones” de los dirigentes estadounidenses, rusos y saudíes, que dominan el mercado mundial de petróleo, estén pensando en cómo sacarnos de esta situación? ¿Confiaremos en los “bondadosos corazones” de los dirigentes nigerianos, mexicanos, libios, angoleños, kazajos, iraníes y brasileños que nos venden el petróleo, ante la inminente escasez, estén pensando en nosotros antes que en ellos? ¿O nos decidiremos por fin a hacer algo para transformar definitivamente nuestro modelo productivo decreciendo, localizando y ruralizando nuestras economías?

Fue el petróleo lo que vació el mundo rural entre 1950 y 1980, y ha seguido haciéndolo hasta hoy. Con muchos menos recursos que en la actualidad, Castilla y León albergaba en 1960 a 400.000 personas más que ahora. La provincia de Palencia ha perdido 70.000 habitantes en los últimos 60 años, y si descontamos la población de la capital, su población rural ha descendido en 100.000 personas durante el mismo período.

 La comunidad de Castilla y León y la provincia de Palencia, como otras zonas históricamente rurales y agrarias de España, tienen grandes posibilidades para esta transformación, y para la acogida de personas de otras regiones y de otros países cuya situación es peor. Hay que tener en cuenta que muchos de los conocimientos que precisamos para vivir en un mundo con un menor consumo de materiales y energía prácticamente está desapareciendo porque sus depositarios son personas muy mayores. Habrá que contar para ello con inmigrantes de los países empobrecidos, más duchos en vivir con esa nueva normalidad que será vivir con menos recursos, y que tendrán que enseñarnos cómo gestionarlos.

Si aplicamos una mirada histórica, la nueva normalidad será antigua porque debería situar en el centro dos aspectos claves de la humanidad: los cuidados, que han sido esenciales desde que aparecimos como especie, y la producción de alimentos, que es a lo que se habían dedicado la mayoría de los seres humanos a lo largo de los últimos 10.000 años hasta la irrupción de la era de los combustibles fósiles y del petróleo, que nos elevaron hasta alturas desmesuradas pero que en pocos años, por las buenas o por las malas, habrán sido solo un breve parpadeo en el transcurso de la historia humana.


[1] Ver Un mundo en peligro. Informe anual sobre preparación mundial para las emergencias sanitarias. Junta de la Vigilancia Mundial de la Preparación. Septiembre de 2019.

[2] Ver González Reyes, L.  Las lecciones que puede dar el coronavirus a la especie humana. El Salto. 12 de marzo de 2020. https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2020-04-28/entrevista-fernando-valladares-coronavirus-vacuna_2569143/  

Ver entrevista a Valladares, F. La vacuna del coronavirus ya la teníamos y nos la hemos cargado. https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2020-04-28/entrevista-fernando-valladares-coronavirus-vacuna_2569143/

[3] Si tomamos la expresión “arco político” en un sentido literal como el hemiciclo del Congreso de los Diputados podríamos ser más precisos: el imperativo crecimiento ha sido incuestionable tanto para la totalidad de la derecha como para la totalidad de la izquierda.

[4] Para obtener energía es necesario gastar energía. La Tasa de Retorno Energético (TRE) es el cociente entre la energía obtenida y la invertida. El petróleo de 1930 tenía aproximadamente una TRE de 100:1, mientras que el convencional actual es aproximadamente de 15:1. Los no convencionales no llegan a 5:1. Se estima que una sociedad industrial desarrollada como la nuestra no es capaz de subsistir con TRE inferiores a 10:1.

[5] Ver http://crashoil.blogspot.com/2018/11/world-energy-outlook-2018-alguien-grito.html

[6] Turiel interpreta que la inclusión de esta gráfica, sin comentarla obedecía a que la Agencia Internacional de la Energía debía “guardarse las espaldas”. Cuando llegase esta situación le pedirían responsabilidades y, de esta manera, podrían alegar que ya habían advertido sobre esta posibilidad.

[7] Para ello ha contado con varias ventajas: el hecho de que el dólar sea la moneda de referencia internacional les ha permitido fabricar dinero y colocarlo fuera de sus fronteras, sin crear inflación dentro de éstas; y si surgía algún problema intervenía su poderoso ejército, alimentado a su vez de cantidades ingentes de petróleo.

[8] Kucharz, T., González Reyes, L., Murray Mas, I., Flores, L.  Covid-19, el petróleo, el virus de Wall Sreet y Estados Unidos. En El Salto. 27 de abril de 2020. https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/covid-19-petroleo-virus-wall-street-estados-unidos-colapso-pico-mercados-financieros-decrecimiento

[9] Turiel, A. La tormenta negra. https://crashoil.blogspot.com/2020/04/la-tormenta-negra.html

[10]http://antonioaretxabala.blogspot.com/2020/05/energias-limpias-crecimiento-en-v.html?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+AntonioAretxabala+%28ANTONIO+ARETXABALA%29

[11] Prieto, P.  Consideraciones sobre el coche eléctrico y la infraestructura necesaria. En Revista 15/15/15/. 19 de abril de 2019. https://www.15-15-15.org/webzine/2019/04/19/consideraciones-sobre-el-coche-electrico-y-la-infraestructura-necesaria/

[12] Ver el informe de Ecologistas en acción publicado en 2019: Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030.

[13] Ver Escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030. Ecologistas en Acción.  Madrid 2019.

[14] Cuesta Martínez, J.A. Decrecer para sobrevivir. El Viejo Topo. Barcelona. 2019.