Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Foto: HAZEM BADER/AFP via Getty Images
A fecha de 29 de julio se han registrado en todo el mundo más de 16.5 millones de casos de COVID-19 y aproximadamente 655.000 muertes. Tras muchos meses de confinamiento los países se han visto forzados a salir del confinamiento a pesar del temor de que haya una segunda oleada, que ya se está produciendo en muchos lugares. En la Cisjordania palestina empezó hace un mes una brutal segunda oleada en la que las infecciones han aumentado más de 20 veces, lo que ha supuesto una presión inmensa para el sistema de atención sanitaria. Sin embargo, hay que entender esta presión en el contexto de la constante violencia del régimen de asentamiento colonial israelí. Se ha privado sistemáticamente al pueblo palestino de los más básicos elementos para sustentar la vida, incluida la atención sanitaria. Por consiguiente, hay que considerar a Israel un régimen de comorbosidad, es decir, que no simplemente exacerba las condiciones sino que es responsable directo del aumento de personas infectadas y de que el sistema de atención sanitaria no pueda tratar adecuadamente a los pacientes.
Toque de queda y confinamiento
A fecha de 19 de junio solo había 567 casos registrados de COVID-19 en Cisjordania y 72 en Gaza. Estas cifras relativamente bajas se atribuían a que la Autoridad Palestina (AP) había tomado unas medidas preventivas contra el virus precoces y drásticas, entre ellas declarar el estado de emergencia el 5 de marzo y el cierre de los espacios públicos, incluidos cafés, restaurantes, escuelas y gimnasios. El 22 de marzo se impuso un toque de queda que no se levantó hasta principios de junio. A medida que se iban relajando las medidas y abriendo los espacios en Cisjordania a lo largo del mes de junio, se produjo un drástico aumento de casos, lo que llevó a la AP a anunciar de nuevo un confinamiento.
A fecha de 29 de julio se habían registrado casi 14.500 casos en Cisjordania, de los cuales unos 6.100 estaban activos, mientras que en Gaza las cifras solo han aumentado ligeramente. La mayoría de los casos de Cisjordania se concentran en el gobernorado de Hebron y se atribuyen a reuniones de personas, como bodas y funerales. Por el momento la AP no parece tener una estrategia para hacer frente al virus aparte de imponer distintos grados de confinamiento en las zonas que están bajo su control. Mientras tanto, se enfrenta a una profunda crisis financiera no solo a consecuencia del confinamiento y el cierre de los negocios, sino también debido a que no puede pagar los salarios completos de los funcionarios ya que ha suspendido su coordinación con Israel (que actualmente incluye la recaudación de los ingresos fiscales) debido a los planes de anexión de Israel.
Ocupación militar y bloqueo
Aunque existen paralelismos entre la situación en Palestina y en otros países del mundo que luchan para controlar las cifras de personas infectadas, el contexto de ocupación militar y bloqueo en Cisjordania y Gaza supone un reto especialmente formidable. En efecto, desde 1967 el régimen de asentamiento colonial israelí mantiene bajo ocupación militar ambos territorios palestinos. Gaza, además, está sometida a un bloqueo desde 2007. Este régimen de control absoluto ha tenido un efecto directo y perjudicial no sólo en el acceso de la población palestina a la atención sanitaria, sino también en la calidad de la propia atención.
Entre las repercusiones que tienen la ocupación militar y el bloqueo israelíes sobre el sistema de atención sanitaria se incluye el denegar y restringir los suministros médicos y el equipamiento para tratamientos como quimioterapia y radioterapia, lo que hace imposible tratar a los pacientes de cáncer en Gaza, mientras que en el caso de Cisjordania se limita esa capacidad. En esos casos la población palestina está a merced de las autoridades israelíes, que son las que determinan si una persona palestina puede obtener permiso para recibir el tratamiento que necesita. También se incluyen ataques contra instalaciones y personal médico, y contra pacientes. Por ejemplo, los sucesivos bombardeos israelíes contra Gaza entre 2008 y 2014 provocaron la destrucción o daños a 147 hospitales y clínicas de atención primaria, además de la destrucción o daños a 80 ambulancias y 145 miembros del personal médico heridos o muertos. Las fuerzas armadas israelíes han llegado incluso a secuestrar a pacientes palestinos de los hospitales en los que estaban internados.
Desdesarrollo
Esta violencia de Estado ha ido acompañada de otra forma de violencia más insidiosa: el desdesarrollo, un proceso por el cual, según la académica Sara Roy, “se priva a una economía de su capacidad de producción, de transformación estructural racional y de hacer reformas significativas”. Eso implica el “desmembramiento deliberado, sistemático y progresivo de una economía autóctona por parte de otra dominante, en la que no solo se distorsiona sino que se niega el potencial económico y, por extensión, el social”. Por poner un ejemplo de cómo este desdesarrollo ha afectado al sector de atención sanitaria, desde el año 2000 la población de Gaza se ha doblado y, sin embargo, la cantidad de instalaciones de atención primaria ha descendido de 56 a 49. Actualmente solo hay 255 camas de cuidados intensivos en Cisjordania para una población de 3 millones de personas y solo 120 en Gaza para una población de 2 millones. En total en ambos territorios hay 6.440 camas hospitalarias.
Además de esta violencia lenta pero constante contra el sistema de atención sanitaria en Cisjordania y Gaza, el régimen israelí también ha emprendido ataques más insidiosos contra los intentos palestinos de hacer frente al virus. A mediados de abril, por ejemplo, las autoridades israelíes asaltaron y cerraron una clínica en el barrio de Silwan en Jerusalén Oriental y detuvieron a su personal porque estaban haciendo pruebas de COVID-19 que habían sido donadas por la AP. Otras clínicas han sido destruidas totalmente, como una en el valle de Jordán a finales de marzo y otra a finales de julio a en Hebron, que es el gobernorado cisjordano que se ha visto más afectado por el COVID-19. Las autoridades israelíes también detuvieron a voluntarios palestinos que trataban de distribuir suministros en comunidades empobrecidas de Jerusalén Oriental.
En todo el mundo está claro que la pandemia no está sirviendo como un gran igualador sino que está poniendo de relieve las estructuras de poder y de opresión que privilegian la salud de unas personas sobre la de otras. Este es sin duda el caso de la población palestina, especialmente en Cisjordania y Gaza, donde el régimen de asentamiento colonial tiene un impacto negativo en la salud y en el acceso a la atención sanitaria de su población. De hecho, la pandemia añade otra capa de precariedad a sus ya inseguras vidas a consecuencia de la constante violencia del régimen israelí.
La dr. Yara Hawari es investigadora de política palestina Al-Shabaka: The Palestinian Policy Network. Las opiniones expresadas en este artículo son las suyas.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.